miércoles, 27 de diciembre de 2023

Cuento de Navidad… o de cuándo sea

El toreo soñado entre las nubes del cielo


Al final llegó ante una puerta mucho más modesta de lo que esperaba. Suponía grandeza, boato, mármoles y remates de oro, pero lo que se encontró fue una puerta de madera, bien cuidada, se la veía robusta, pero sin excesos. La flanqueaban dos jóvenes, ni altos, ni bajos, ni guapos, ni feos, ni rubios, ni con rizos rodeando un rostro amable y que desprendían mucha serenidad. Uno de ellos le recibió ya a lo lejos, invitándole a acercarse. Le preguntó su nombre, solo para llamarle por este, y le indicó que pasara a una casita que parecía de los jardineros. Allí un hombre mayor, con barba rala, vestido que una especie de túnica y llamaba la atención un llavero repleto y muy variado.

-          Buenas tardes, bienvenido.

-          Buenas tardes, gracias, no sé si es aquí dónde…

-          Aquí es, efectivamente. Has llegado al lugar indicado, este era tu destino desde hace mucho tiempo. Creo que tienes sitio reservado desde hace… Déjame ver… Bueno, eso da igual, has llegado dónde debías y te estábamos esperando.

-          Lo siento, si llego a saber, igual he tardado mucho.

-          No, por favor, has tardado lo que tenías que tardar. Aquí no hay prisa para nada y si tardas, mejor, nos alegramos de ello, porque eso quiere decir que antes tenías cosas que hacer. ¿Crees que has dejado todo rematado antes de venir?

-          Bueno, más o menos, siempre quedan cositas.

-          Desde luego. Descríbeme lo que hacías antes.

-          ¿Describirlo? Si quiere…

-          No, no me digas lo que eras, solo descríbelo. Es un juego que tenemos aquí.

-          Pues yo me vestía con ropas muy vistosas, coloridas, era como un ropaje de oficiante.

-          ¿religioso?

-          No, no, aunque sí que tenía que seguir un ritual.

-          ¡Ah! Vale, sigue, sigue.

-          Y entonces cogía unas telas y las movía delante de un animal, un animal muy fiero al que tenía que conducir por dónde pasar.

-          ¡Ay! Me gusta. Me suena mucho. Sigue, sigue.

-          Y si ese día estaba acertado y tenía fortuna, miles de voces se entusiasmaban hasta casi llegar a la locura.

-          ¿Y al acabar todo el mundo salía replicando lo que te habían visto hacer?

-          Sí, aunque eso no era siempre.

-          ¿Y el animal?

-          Pues si hay un paraíso para ellos, tendría que estar lleno de animales sensacionales que se ganaron la gloria eterna.

-          Bueno, no debería decirlo, porque esto solo era para las almas de la buena gente, pero… Otros que llegaron antes que tú y nos contaban y contaban, nos hicieron ver la necesidad de hacer un apartado para estos seres fabulosos. Pero, ¿crees que podrías hacer aquí lo que hacías allá? – La pregunta la acompañó con posturas flamencas, simulando algo que desde luego ya conocía desde hace tiempo.

-          ¡Hombre! Desde luego.

Y allí en el cielo, las almas de aficionados corrieron al conocer la noticia de que allí mismo iban a poder emocionarse con el misterio, la magia y el milagro del toreo. Los toros ya asomaban por entre las nubes guiados por vaqueros celestiales, adornados por alas relucientes, tanto o más que las de sus cabalgaduras. El arcángel Uriel ofreció su espada de fuego al oficiante de esa tarde, pero este prefería la suya que tantos triunfos le hizo cobrar. Sonaron las trompetas y la sinfonía de verónicas, medias, revoleras derechazos, trincherazos y naturales mecidos por el temple, dibujando círculos alrededor del sentimiento del toreo. Las voces se convirtieron en clamor, el clamor en algarabía y todos participaron de la locura que con unas telas y ante un toro, provocó aquel que lucía un mechón blanco, como si fuera la señal de estar tocado por la divinidad. Quizá alguien vea esto como un cuento de Navidad… o de cuando sea.

 

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lunes, 18 de diciembre de 2023

Un año más con la familia

Los mejores deseos para todos. Muy felices fiestas.


En estas fechas todos, o casi todos, tendemos a acercarnos, a apretarnos en abrazos muy fuertes con los nuestros, con amigos, parientes, con los que compartimos tantas cosas, con los que queremos y nos quieren, en definitiva, con la familia. Y familia somos todos los que queremos vivir esto de los Toros, aunque como en todo, hay familiares más allegados y otros que casi ni salen en el árbol taurológico como primos muy, muy lejanos. Ahí se desenvuelven los amantes del término tauromaquia. Pero aún dentro de estos nos encontramos a otros que sí, que son del mismo pueblo que nosotros, que según dicen fueron primos lejanos de… ya ni se llega a alcanzar de quiénes fueron primos, que son la parte de la familia que adora la modernidad, el toro colaborador, del que unos abominan de su bobonería; que empiezan a considerar y hasta pensarse como algo aceptable eso de que no salga el caballo de picar, que videntemente no se pique y hasta llegar, esto ya los primos que ni tan siquiera son del mismo pueblo, a ver con buenos ojos las corridas incruentas. Estos son los que quieren que haya un lugar al que ir por ir para merendar, darle al alcoholazo y juntarse con los amigotes de la peña, club o asociación, que tampoco dudan en arrimarse al enemigo que nos desea que desaparezcamos por siempre jamás. Ya saben, en todas las familias tiene que haber de todo y en esta de los Toros, pues no iba a ser menos.

Pero ya digo, en estas fechas hay que apretujarse mucho dando abrazos. Que nos mirarán una parte de la familia a algunos y pensarán eso de “ya están aquí estos amargaos”. Aunque no se crean, que de esta parte también se dirá eso de “¡vaya, los que faltaban!” Que esto es como los cuñados, que no aguantamos al ajen o ajena, pero claro, el cuñadismo es recíproco. Y la cosa no es que uno sea anti y el otro aficionado a los Toros, que eso sería muy fácil, uno te llama salvaje, tú ignorante y que esperas que no toque el cordero o le deseas que le aproveche el asado de hierbas con forma de lechón y pobre como simplemente amague con mirar al que corrió por esos campos de Castilla o de dónde sea que se críen lechones ¡Esaaa manooo! Pero miren, hay que ser bueno y generoso y más en estas fechas, así que si alguien decide reconvertirse y hacerse lechonicida, pues bienvenido sea. Como si de repente el cuñado o cuñada deciden abandonar copita va, copita viene la fe pegapasista, el dogma del torillo bobón y colaborador, la secta de los incruentos y de los amantes del jarte. Qué habría más bonico que llegado el año nuevo, que pasados Reyes se echara a las calles y ocupara los tendidos de esas plazas del mundo una legión de amantes de la casta, el poder, el mando y la fiereza, encarnados en toros y toreros de esos que te hacen enmudecer, que de emociones de abuelas ya está uno harto, en los Toros, se entiende, que en lo otro es muy recomendable. Y mientras esperamos que suceda lo que seguro que no va a suceder, les hago llegar mis mejores deseos, que los Papa Noel den naturales por las esquinas y los rematen con el forzado de pecho, que los Magos veroniqueen con garbo y galanura, que Baltasar pique en todo lo alto, que Gaspar se asome al balcón para dejar los palos en el hoyo de las agujas y que Melchor culmine de un soberbio estoconazo al volapié, al encuentro o recibiendo, como los grandes, al tiempo que les deseo unas muy felices fiestas, un muy feliz Año Nuevo y muchas cosas buenas que les traigan los Reyes, los de Oriente, si por un momento se ponen a lo suyo y deciden dejar de sentirse Pepe Luis, Joselito o el mismísimo Belmonte; aunque por aquello del paisanaje, yo me quedaría con Vicente Pastor y con el más puro acento de Embajadores les diría que muchas FELICIDADES Y A GOZAR, un año más con la familia.

 

 

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domingo, 10 de diciembre de 2023

Cariño, estas Navidades, ni langostinos, ni lambrusco

Pues al final va a ser verdad que los toros se ponen por las nubes o que para pagar un abono íbamos a tener que ponernos a mirar a la Luna.


Te pasas todo el año esperando estas fechas tan entrañables, tan familiares, tan navideñas, fechas de reencuentros de buen rollo y de tirar la casa por la ventana, todo sea dicho. Pero, ¡qué caray! Son una vez al año y si uno no puede darse un capricho, ¡qué vida es esta! Pues este año las Navidades van a ser muy distintas. Ya tenía apalabrados los langostinos con Justo, el de la pescadería, nada menos que dos cajas dos. Y al del súper ya le había encargado que me guardara una botella de lambrusco, del mismo del año pasado, que si para ello tenía que comprar dos cajas de cereales para que me entrara en la oferta, pues se compraban, que ya lo he dicho, ¡la casa por la ventana! Pero al final… Que qué poco dura la alegría en casa del pobre. Que a ver cómo le digo a mi santa que de lo dicho, nada, que este año hay que sacar el abono de los toros en diciembre. Que yo lo entiendo, porque seguro que los señores García Garrido y Casas están achuchados y necesitan las perras para pagar las angulas y el Moet Chandon, o lo que es peor, para pagar las angulas y el Moet Chandon del año pasado y si no aflojan, este año no les fían; aunque la verdad, si no es bajo amenazas, no entiendo cómo alguien puede aún fiarles. O a ver si la cosa va a ser que como ya tendrán cerrados los carteles de la feria del año que viene, lo mismo los figuras han pedido una señal, no fuera a ser que luego los de Plaza 1 se echaran atrás y les dejaran con Palmo y medio de narices. Que también la cosa puede ser que la señal se la tengan que dar a los ganaderos, pero… No, a los ganaderos no creo, porque a estos les aprietan que si no me traes seis y te devuelvo cuatro para que me traigas otros cinco y te echo para atrás seis, para que me vengas con otros cuatro y al final no te cojo ninguno, y así de marzo a octubre, mareando la perdiz, pero eso sí, aguantándose las risas, no vaya a ser que algún empleado de la ganadería les parta la crisma de un cantazo donde se encuentran las cejas.

Pero claro, habrá quién diga que no hace falta sacar ahora mismo el abono, que sí, que han avisado con menos de una semana de antelación y que habrá quien además de tener apalabrados los langostinos y el lambrusco, además hubieran aflojado la mosca y además, que ya se sabe que ahora es cosa de tirar la casa por la ventana, se hubieran tirado a por el turrón de Alicante y una bolsita de peladillas, por aquello de acompañar el plato principal. Pero tranquilos, que todo tiene solución, que la misma mañana que te decían que a sacar el abono de temporada a la voz de ya, llegando la tarde te daban un respiro y te daban dos días más, el 30 y 31 de enero. Que será por no agobiar, pero… ¿Hay fechas más duras en el calendario? Que llegas a final del maldito mes de la cuesta, contando los días para volver a cobrar y te llegan los pagos de la tarjeta de los Reyes, la Navidad, la lotería, las cenas con los amigos y a poquito que te acompañe la suerte, el seguro del coche y el aparato de los dientes del mayor. Pero todo sea por salvar a los señores García Garrido y Casas. Que uno aún pensaba que desde la propiedad de la plaza de Madrid alguien les diría que adónde van con el “cabash”. Pero tranquilos, no esperen tal cosa, porque tampoco se van a poner ellos a pensar en el aficionado, que si no lo han hecho nunca, lo van a hacer ahora. Que igual están tan convencidos como el señor Casas que esto de ir a los toros es un artículo de lujo y el que pueda, que lo pague y el que no… el que no, pues que se dedique a la cría del geranio. Que ustedes me vendrán con eso de que la plaza de Madrid es bien barata, baratísima, pero díganme, un poner, cómo se articula eso de soltar más de 400 bolos para una localidad de las no caras, o casi 900 para otra más cara, pero al sol, porque ya les digo yo que a estos de estos abonos, al sol, por supuesto, les resulta más doloroso soltar estas cantidades que a otros tirar de chequera para largar casi 3.000, 5.000, más de 6.000 o los 7.000 de los abonados más caros de sol, sol y sombra y sombra. Paradojas de la vida. Que con ese desembolso seguro que no tendrán que deshacer los acuerdos por las angulas, el cordero del Atlas, el reserva del 68 del siglo XIX o las huevas tricerraptor cuasi fosilizadas en esferificaciones de ámbar del Himalaya, pero yo a ver cómo lo hago, cómo me infundo el valor y fuerza necesarios para plantarme en casa delante de mi santa, los niños y luego la familia y allegados, para soltar de sopetón, sin que nadie lo viera venir, eso de Cariño, estas Navidades, ni langostinos, ni lambrusco.

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