Volvía Pablo de Resina o Partido de Romero a Madrid o vayan
ustedes a saber qué es lo que tiene eso. Al menos el hierro y la divisa. Quizá
la ganadería más querida por el aficionado, a la que más cariño guarda, dejando
de lado muchas consideraciones propiamente taurinas. Lleva muchos años,
demasiados, en decadencia y el aficionado parece que cada vez que sale un toro
de esta sangre, empuja deseando que eche para arriba de una vez. Los toros
guapos, pero ya… uno parecía ser un Pablo Romero, aunque sin poder ser un
prototipo de aquellos que enamoraban solo con mirarlos. Toros que han aparecido
en otro de estos desafíos ganaderos y que con lo que han dejado en la arena, su
mayor gesta era mantenerse en pie y la verdad, que no han logrado tal gesta. No
cojeaban, no parecían estar dañados de una mano, todo perfecto, pero al momento
se desmoronaban y medían el ruedo madrileño, el que un día fue suyo,
arrastrando la badana por la arena. Y lo peor no era eso, lo peor era que los
allí congregados ya no pensaban en que esto se pudiera recuperar, sino en que
esto ya se había ido para siempre. Que igual consiguen que vuelvan a lidiarse
toros de Partido de Resina, no la “omega dentada” y el blanco y celeste en el
morrillo, pero esos ya no serán Pablo Romero, simplemente serán Partido de
Resina, a los que solo les falta para rematar la pena eso de “elimina lo
anterior”.
Pero pronto se nos puso la realidad frente a frente, con ese
primero que era una lámina y que, aparte de no ponerlo en suerte y simplemente
dejarlo por ahí, en cuanto notó el palo del picador ya no pudo apenas
sostenerse en pie. Juan de castilla, confirmante, se empeñaba en darle pases,
pero al segundo de nuevo estaba el animal por los suelos. Bueno, pues vamos a
llevarlo con la mano alta, pues ahí venían los enganchones. Que si al menos se
hubiera visto cualidad lidiadora, pero mantener a ese toro en el ruedo para dar
carreras, abusar del pico y hasta a a llegar a un segundo aviso y el tercero
asomando por repetidos fallos a espadas y no matar con la espada, sino con el
verduguillo, pues se podía haber evitado ese ratito largo. El siguiente de Partido
de Resina fue el que hizo tercero, y vean que ya no hablo de Pablo Romero,
porque… ustedes ya me entienden. Salió pegajosito y Ángel Sánchez se limitó a
mantearle y acabar abandonándolo a su aire, pero la evidente falta de fuerzas
hizo que, con las banderillas puestas, fuera devuelto y sustituido por un
torazo de Hermanos Collado Ruiz, un grandón, sin gracia. Y de nuevo Sánchez no
sabiendo qué hacer con ese telón rosa. Desacompasado, el trapo por aquí y el
toro un rato detrás. De salida ya se fue corriendo a buscar toriles. Pues
empezamos bien. Mucho capotazo para llevarlo al penco, donde apenas se dejaba,
sin meter la cara, le tapaban la salida y ahí seguía, para continuar con un
segundo picotazo queriéndose ir. La faena de muleta la principió el madrileño
con muletazos por abajo sin parar quieto un momento. Trapazos con mucho pico,
desde la lejanía y alargando el brazo, sin parar quieto y no solo sin llevar al
animal toreado, es que él toreaba al aire por un lado y el torazo transitaba
por otro; menos mal que estos bueyes tardan más en aprender y ni se enteran de
que hay un bulto a su lado. El tercero del Partido de Resina fue el cuarto, el
segundo de Octavio Chacón, uno que lo sacan hace cuarenta años y de cien a los
que preguntasen, ninguno habría dicho que era de la casa que decían que era.
Punteando y sin entregarse en el capote, lo pusieron de lejos y puestos a
elegir, eligió al caballo de la puerta y no al de tanda. Vuelta, esta vez más
cerquita y medio cumplió sin más. Algo más lejos en la segunda vara, donde pasó
sin más, para acabarse yendo suelto. Chacón tomó la muleta, que ahora que
recuerdo, antes de la ceremonia de confirmación a Juan de Castilla, como hacen
ahora muchos muy respetuosos, se fue al palco a brindar al presidente, como si
el fuera a darle muerte. Se comentaba que iba a pedir permiso, pero es que los
espadas no tienen que pedir permiso alguno, esa es una leyenda. Permiso ya
tienen en el momento que salen al ruedo. Lo que dice el reglamento es la
obligación de brindar el primer toro de cada espada al presidente, brindar, no
pedir licencia, Y se brinda lo que se va a estoquear, no lo que va a espabilar
el compañero. Bueno, disquisiciones aparte, Chacón empezó citando desde muy
fuera y levantando demasiado la mano. Acortó las distancias, muy desconfiado
por ambos pitones, para acabar metido entre los pitones. Banderazos,
enganchones y a ver si cazaba un muletazo. Media con habilidad y descabellando
en los medios.
Y hasta aquí lo del partido de Resina, que ya no me atrevo a
llamar Pablo Romero. Y saló el toro para el fondo de pantalla, un sardo de
Sobral impresionante que recordaba aquellas fotos de principios del XX. Y
seguimos con Octavio Chacón, que sí que hay que reconocerle el estar pendiente
del compañero, del picador, de acercarse si otro alternante está en
complicaciones para deshacerse de su toro. Todo eso es de agradecer, pero, ¿es
suficiente? Que comenzó ilusionando colocando a su primero al caballo
evitándole mantazos. En la primera vara le taparon la salida y en la segunda, a
la que acudió de buena manera al caballo, después de un picotazo se marchó
suelto. Se dolió en banderillas y esperaba con peligro a los de luces por el
derecho. Por el zurdo iba más presto, pero cortando. Con la pañosa Chacón
comenzó tirando trapazos con el pico, muy desconfiado, sin torear y sin pararse
un momento. Trapazos y más trapazos, para enseguida echarse encima del toro,
que eso ya se sabe que gusta a aquellos que piensan que le mérito verdadero es
meterse entre los cuernos. Iba adónde le decía el de Sobral, para citarle desde
fuera, después entre los pitones, para acabar el animal ya sin pasar. Él
insistió, lo que muchos valoraron y aplaudieron. Quizá en otro momento y con otro
espada hablaríamos de ponerse pesado, pero no, en este caso se valoraba alargar
un trasteo que ya no tenía sentido y dejándose tocar demasiado la tela. Dos
sartenazos muy tendidos, en el segundo se le vino al pecho, para concluir
manejando el verduguillo en los medios, sufriendo un empellón que casi lo
arrolla. Que a Octavio Chacón no se le puede discutir la honradez, pero otros
aspectos quizá…
El segundo de Sobral, más toro que su hermano, pero no tan
espectacular de capa, lo recibió Juan de castilla con mantazos enganchados. Una
primera vara caída, peleando con el pitón izquierdo. Se arrancó bien dándole
distancia para el segundo encuentro, peleando, pero ya más dejándose que otra
cosa. El animal tenía brío, de un capote hizo un par, en un mal tercio de
banderillas que no le favorecía nada. Salió Juan de castilla citando de muy
lejos, quizá con más corazón que cabeza y a dar muletazos a lo que dijera el
toro. Es una opinión, pero quizá le habría favorecido el atemperar ese brío y
después sí, darle distancia, aunque sin esa exageraciones, aunque fuera menos
vistoso. Trapazos acelerados, pero efectistas, eso es innegable. Mucho
enganchón, le cambia los terrenos, se le viene encima y la realidad es que no
pudo con él. Sin mandar en ningún momento, manivolazos para echárselo fuera y
el de Sobral cada vez creyéndose más el amo. Faena del gusto popular, aprovechando
viajes, que no toreando. Aperreado, carreras al tomar la zurda, trapazos y
naturales de frente que casi quedan en puro conato, pero que siempre son
efectivos, aunque se dé uno aquí y el otro una carrera más allá. Entera
entrando como un rayo, tirando el trapo allá lejos. Otro que nos colarán en
tardes futuras.
Y cerraba la tarde desafiante Ángel Sánchez, quien recibió
al sexto de la misma forma que a su primero, lo manteo a mi aire y lo abandono
al suyo, que ya habrá quién lo recoja. Mal puesto en suerte, picado en mal
sitio y el animal que salía despavorido del peto. Bien colocado una tercera vez
por Chacón, pero de vuelta a salir pegando coces. Una cuarta a la remanguillé
llevado por un peón, pero venga a salir huyendo. Habrá a quién le parezca exagerado,
probablemente sí, pero no creo que hubiera sorprendido el que le hubieran
condenado a las viudas, para que se aplacara un poco. Se dolió al notar los
palos ordinarios, esperando a los de luces. Ángel Sánchez le recibió con
trapazos por abajo, sin torear, sin mado y empezó queriendo dar derechazos, que
igual no era lo más indicado, pero él sabría. Mucho enganchón, acelerado, de
uno en uno, sin tan siquiera acompañar el viaje, para concluir de nuevo por
abajo. Un pinchazo sin pasar y el toro le levantó por los aires, parece que sin
consecuencias, para cerrar con un pinchazo hondo y una casi entera. Así acababa
otro desafío que empezaba con los ciclistas pasando por la calle de Alcalá y
que acabó con el ácido sabor de una mala corrida, después de tantas ilusiones
puestas en aquellas pinturas de toros. ¿Y qué nos quedó? Pues un toro de fondo
de pantalla y… poco más.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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