
Algunos estamos muy perdidos y muy desorientados sobre lo realmente importante para la fiesta. Creo que muchos somos los que nos enredamos en lo accesible y en lo que ni importa, ni afecta al futuro de los toros. Ingenuos de nosotros, nos pensamos que tenemos la verdad absoluta en nuestra mano y nos atrevemos a pontificar a favor de la integridad del toro, en la casta y en el toreo puro y de verdad ¿A dónde queremos ir con estos argumentos? Si leemos y escuchamos a los que de verdad saben y manejan todo esto, no podemos ir ni a la esquina de la calle. Y dense cuenta que hablo de toros encastados, que no llego ni tan siquiera a pedir que sean bravos, que acepto bajar el listón y exigir lo mínimo, no lo que podría considerarse ideal.
El problema de la fiesta no es que no tenga interés, ni se considere al aburrimiento como un elemento intrínseco de los toros, ni que juntando a los líderes del escalafón de matadores éstos sean incapaces de llenar las plazas, ni que los toros parezcan peluches cariñosos, ni que los aficionados escaparen a la carrera de los tendidos. Todo esto son pamemas y bobadas para distraer de lo que verdaderamente hay que arreglar en el mundo de los toros. Sí señores, lo tenemos que reconocer y entonar un “Mea Culpa” colectivo, porque así solo conseguiremos que esto desaparezca.
Si queremos dar una solución a todo esto y acabar con el acoso de las hordas judeo- masónicas bolcheviques, capitalistas, marxistas, anarquistas, ultraliberales y de la extrema izquierda de la derecha más centrista, tomemos el nuevo pliego de la plaza de Madrid como nuestra Torá taurina. Convirtamos en cabalistas del pliego, en avezados levís de la doctrina de doña Esperanza y del señor Abella, mano ejecutora de los siempre sinceros y desinteresados señores taurinos. Creemos un Sanedrín en el que los doctores de la Tauromaquia puedan condenar a cuarenta latigazos a los infieles que no creen en los taurinos como sumos pontífices de la fiesta.
Pensarán muchos que me he vuelto loco o que al fin he sacado mi taradura a la vista de todo el mundo, pero yo más bien creo que ya he visto la luz. En las que estamos, con los muchos problemas que creíamos que nos amenazaban y todo se resuelve a acortar la temporada de Madrid y a subir el precio de algunas entradas, que no están a la altura de las circunstancias ¡Olé tus corbejones! Eso es atender a las demandas del aficionado, del aficionado Casas, Martínez Erice, Lozano , Matilla, Molés y casi para de contar, aficionado al parné, a hacer lo contrario a lo que marca la lógica y a mantener en el negociado de la torería a los que a ellos les interesan. A esos que cuando juran el cargo les ponen la banda de miss figura del toreo y que luego es casi imposible que la devuelvan, y que si hace falta se la grapan al pecho.
No he visto ninguna manifestación, ni ningún escrito en el que el público de Madrid pida que haya menos festejos durante la temporada. Bien es verdad que cada vez acude menos gente a las corridas de toros y novilladas que se dan fuera de las ferias, pero ¿nadie se ha parado a pensar que esto pueda deberse a la basura de carteles, a que Las Ventas se ha convertido en una plaza de oportunidad para los desheredados y laboratorio para ganaderías de saldo? Pues lo mismo algo de eso debe haber. Lo que no es admisible es que para ir a los toros tengas que buscar el aliciente en un banderillero, en que vas a juntarte con los compañeros de localidad y en que a la sombra se está fresquito. Que sí que es verdad que durante las ferias la plaza está mucho más llena, pero ¿alguien ha caído en la cuenta que en esos días el abonado está obligado a pasar por taquilla si no quiere perder su abono? Un abono al que nos agarramos como a un clavo ardiendo, esperando que esto algún día cambie el signo. Estamos ahí esperando en primera fila a que algún día vuelva a los ruedos Marcial Lalanda y Domingo Ortega mano a mano, lo que no parece muy probable que se produzca.
Pero lo que no parece posible es poder seguir gozando de ese privilegio por unos cuantos euros que algunos nos arrancamos del alma allá por el mes de abril, para así garantizarnos nuestro particular calvario en mayo, apartados de la familia, las amistades y cualquier diversión posible. Ahora resulta que los precios son demasiado baratos. Pero estos señores con espíritu corsario ¿se han parado a pensar en que tipo de gente se va a la andanada o la grada? ¿Se parado a pensar en el esfuerzo que nos supone a muchos el poder quitar una buena tajada del pecunio familiar para ir a los toros? Aunque igual lo que pretenden es que no vayamos a los toros, o que al menos no vayamos todos los días.
Resulta indiscutible que Madrid tiene una de las aficiones más estructuradas del mundo taurino. Las mismas caras año tras año, domingo tras domingo, que se unen para exigir sus derechos y que los taurinos cumplan con sus obligaciones. Pero claro, si esto lo desmantelamos ya no habrá ni sietes, ni gradas del seis, siete y ocho, ni andanadas que pidan y exijan. Todo será una verbena y si se les quitan los festejos de julio y agosto, les importa un pito. No es la primera vez que lo digo y seguro que no será la última, pero están como locos por hacer de Madrid una plaza de feria, que de verbena ya lo es. Pues adelante con los faroles, que acorten las temporadas año tras año y suban los precios al cielo, pero súbanlo mucho, aprovechen, porque como se vayan esos que tanto les molestamos, permítanme el exceso de vanidad de incluirme, ese día tendrán que ir pensando en que esto se ha acabado. Ese día ya no harán falta prohibiciones, ni decretos proteccionistas, ese día habrá que echar el cierre por defunción. Y la declaración de BIC de doña Esperanza y las firmas para una ILP en defensa de la tauromaquia podrán exponerse en el museo de la ciudad como una simple anécdota del pasado. Y es que esto no tiene remedio, uno empieza queriendo entender a estos señores que nos dirigen y acaba poniéndose frente a ellos con cara de perro.