Si es que hay que aprender desde niños |
No es que estemos pendientes de un reestreno de aquel
musical que llenó teatros hace ya unos añitos, ni que ejerzamos de hombre del
tiempo. Quién nos dice que el dios de la tauromaquia no se ha asomado a este
mundo al del toro y que se haya pasado por la novillada de Guadaira. Si ha
visto el desastre del presente y lo que nos espera en el futuro, no me
extrañaría que hubiera buscado un hombre justo al que hacerle el encargo de
salvar lo poquísimo limpio que queda y meterlo en un barquito. Que no hace
falta ningún navío de gran eslora, ¿para qué? ¿Para hacer eco? Un barquito
vale, sólo tiene que soportar las turbulencias del diluvio que caerá sobre esta
tierra de toros. Igual viene en forma de antitaurinos triunfando bajo el
estandarte de la ignorancia, la mentira y la tergiversación, o del abandono
masivo de las plazas por parte de los aficionados o por el tajo del hacha de
leyes que no tienen en cuenta al toro de lidia, imposibilitando así la
supervivencia de la Fiesta. Habrá quien diga que si tan mala fue la novillada.
Pues ni sí, ni no, fue un festejo más, donde lo importante es lo secundario y
todo lo demás se desprecia con total ligereza.
Novillos de Guadaira, como premio a sus últimas apariciones
por las Ventas, esas en las que la presencia dejaba mucho que desear y la casta
y bravura brillaban por su ausencia.
Pero para tranquilizar a El Juli, vaya por delante la deplorable presentación
de los animalitos. Estos igual le parecen más acordes con su idea de la Fiesta.
Era verles salir y uno se pensaba que estaba en las fiestas del pueblo con los
becerritos por la calle o en la capea de la peña “El Tomillar” que todos los
años la celebran en una finca de Arganda. A la escuchimidicez, término que
pronto aprobará la RAC, hay que añadir las altas cotas de mansedumbre. Se
picaron, perdón, no se picó ninguno, se les lidió muy mal, salieron escapando
al notar la puya y cabecearon una y otra ven, a ver si se quitaban ese picor
repentino que les entraba cuando se acercaban al caballo. Qué maravilla era ver
la capacidad de orientarse que tenían. La plaza redonda, el ruedo redondo, las
rayas…, bueno, casi todo redondo y aún así, sabían por donde habían salido.
Gómez del Pilar no sé si es un novillero ya pasado de rosca,
aunque nunca me ha parecido gran cosa, o un desesperado que no acaba de dar el
salto y que tomará la alternativa a la desesperada. Dos toros y dos portagayola,
capotazos sacudiendo las telas, intento de mostrar cierta variedad en quites,
pero lo que falta son fundamentos. No fija a los toros, no ordena la lidia, ni
tampoco conoce los recursos que le pueden ayudar a limar pequeños defectos de
los novillos. Practica un toreo muy moderno con la muleta, pases, y más pases,
abusando del pico, de la mala colocación, del contorsionismo y sin encontrar
las mañas para usar la espada. Soso y aburrido, alarga las faenas sin
necesidad; lo ideal para mosquear al respetable y más un día de fútbol grande.
De Juan Leal se oía decir que estaba muy hecho; pues que le
den la vuelta y lo pongan del otro lado. Cuanta sosería, parece un torero
mecánico, da pases sin alma, pero en cantidades industriales. Utiliza todos los
recursos que gustan en otras partes, meterse entre los cuernos. Desespera al
más pintado y le cuesta entender que ya aburre, que no mortifique más. Y una
forma de entrar a matar descolgando la pierna tercera de una extrañísima forma,
dejando colgar la pierna derecha. Roberto Blanco puede que fuera el más
dispuesto de los tres, pero se distanció muy poco de lo hecho por ellos. Con un
pelín más de ambición, pero poco más. Demasiado moderno, sin pararse a pensar
que le pide el novillo. En su primero no pudo con lo bronco del animal y se
dedicó al pegapasismo. Bernadinas, una manoletina, pero no daba de sí nada. El
sexto, que saltó la barrera para irse a ver al Aleti, era tan malo como los
demás, pero le instrumentó unas verónicas muy interesantes rodilla en tierra,
para rematar con una media en las mismas circunstancias. Después, entre el frío
y la hora de la final, parecía más pesado aún de lo que ya era, muy vulgar y,
como todos, más empeñado en pegar trapazos que en torear de verdad. No les
puedo indicar dónde se sacan los pasajes para el barquito salvador, pero como
nos pille el diluvio…
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