miércoles, 22 de mayo de 2013

Fundamentos y expresión artística de la arquitectura

Si esto de la lidia se parece a la vecinita que se fue de Erasmus, me avisan



Creo que si ahora empezara a hablarles de cimientos, columnas, muros de carga y basamentos, o cortarían sin más o llamarían a una ambulancia para que me llevaran al cotolengo con el chaqué de las mangas abrochadas a la espalda. Yo les rogaría que esperen un momentito para cortar y para llamar a los loqueros, porque hay veces que uno puede aplicar lo aprendido a disciplinas que en teoría están muy alejadas de la fuente. En la eternagésima corrida de esta feria se pudo ver que aquel bello palacio neoclásico de Uceda Leal ha sufrido el paso del tiempo y una sólida estructura que en otros días levantó pasiones, está desconchada y atravesada por las grietas; no se ha salvado ni la asombrosa puerta de las espadas, que ya por si misma merecía la pena contemplar. Algo similar a lo ocurrido con la fallida sala hipóstila del templo Eduardo Gallo, que a pesar de tener unos sólidos cimientos, una vez que se empezó a levantar el edificio se vino abajo, por no soportar las columnas el peso de la estructura que se apoyaba sobre ellas. O esos estudios de cine, los David Mora, donde se construyen unos magníficos escenarios, que parecen las Siete Maravillas del mundo, pero que si uno se da la vuelta, detrás no hay nada, son sólo unos paneles apoyados en maderos, pero que basta un golpe de viento fuerte para que todo se venga abajo. Y cómo argamasa para unir todo, Pedraza de Yeltes, una masilla que tarda en secar y que hay que esperar y saber cómo aplicar la mezcla para sacar el partido deseado. Así que no hay que fiarse.

Lo de Pedraza, que era muy esperado por algunos aficionados, salió manso, mansísimo. Como el primero, que escapaba del peto al que cabeceaba una y otra vez, buscando refugio próximo a toriles. Desde el inicio se vencía por el pitón izquierdo y por el derecho no metía la cara lo más mínimo, lo que puede corroborar Eduardo Gallo, que en un intento de chicuelitas se vio volando, cayendo de mala forma, aunque todo quedó en el golpe, afortunadamente. A todo esto, el matador, Uceda Leal, prácticamente ni había aparecido, Le dio unos muletazos por abajo y tiró al toro por tierra. Continuó con pases por la cara para librarle de las moscas y lo finiquitó de una estocada entera.

El escurrido segundo salió queriendo volver por la puerta de chiqueros, por si veía a alguien conocido, se encontró con una buena verónica de Eduardo Gallo. En el caballo acudió al paso, le taparon la salida y no se puede decir que le dieran. Otras verónicas muy despacito del salmantino y vuelta al penco para que el señor del castoreño le agujereara el brazuelo. Recortaba bastante por el pitón derecho, de lo que se dio cuenta David Mora al hacerle el quite. En la multa Gallo le trató con pases muy templados, pero demasiado distantes y tirando de él con la punta de la muleta o con esta algo torcida. Continuó con enganchones, siempre los medios, evitando certeramente que el toro se fuera hacia su querencia. Naturales también despegados y visto que ya era lo normal el que le tropezara la tela, acabó con él de una entera algo tendida y caída.

David Mora desplegó ese sentido estético tan particular, que muchas veces no soporta el menor análisis en la forma de ejecutar las suertes. Unas verónicas pretendidamente barrocas, pero con el pasito atrás. Llevó el toro al caballo con un galleo airoso, para que al de Pedraza de Yeltes le picaran trasero. Empujaba sólo por el lado izquierdo, levantando a caballo y caballero, poniéndolos en compromiso de costalada. Costó sacarle de allí debajo. Quite del espada con unas verónicas aceptables y una media, que fue lo mejor del quite. Otro picotazo trasero, mientras Mora andaba por allí en cualquier parte, menos hacia el estribo izquierdo del caballo, pero vamos, como la mayoría de coletudos, jóvenes o entraditos en años, que parece que no se enteran de cuál es su sitio durante la lidia - ¿Lidia? ¿Ha vuelto la vecina del quinto del Erasmus? No, eso es otra cosa-. Chicuelinas voluntariosas de Uceda Leal, seguidas de dos pares de Félix Rodríguez bastante expuestos. El madrileño comenzó su tarea trapaceando por el pitón derecho, siempre despegado y sin templar lo más mínimo, abundando en esa sensación que produce este torero, que parece que no tiene en cuenta al toro, no sólo sus condiciones, sino que hasta donde está. Él va por un lado y el espada por donde le place. Prosiguió con su exhibición de ausencia de mando y dominio, dando aire al toro con la zurda y sin rematar los pases. El de Pedraza se le fue a tablas y se le marchaba a constantemente a la salida de cada banderazo, hasta que llegaron a la puerta de toriles, sin ser capaz ni de sujetarlo, lo cual era complicado, ni de sacarlo de esa querencia. Estocada muy caída y vuelta al ruedo “Porque me lo merezco”, que es lo que debió pensa el torero. Pues hala, que estire las piernas, que es bueno para el corazón, aunque no tanto para su dignidad como matador de toros.

A Uceda le correspondió el más pobre de pitones, que para colmo se astillo uno casi de salida. Con el izquierdo maltrecho, aún así se las pintó sólo para provocar un jaleo morrocotudo en el ruedo, bueno, solo no, con la colaboración y poca actitud de su lidiador o lo que fuera. En este pitote se fue como un tren hacia Pablo Ciprés, que estaba con el picador de puerta, no ocurriéndosele otra cosa que soltar el capote en la cara del toro y echar a correr. Corrió muy poco. Le pegó un revolcón que pudo haber tenido muy malas consecuencias, mientras los demás andaban comentando las vacaciones del año pasado. Las cuadrillas no estuvieron a la altura de lo que exigía el colorado, que fue al caballo sin que le pusieran en suerte, a recibir bastante leña. Uceda tomó la muleta para trapacearle por la derecha, pasarle por la cara quitándole las moscas, que debía ser tarde de eso, y estar absolutamente aperreado con el animal. Puestos a construir, edificó un toro imposible, él solito, simplemente eludiendo la lidia y dejando que cada uno hiciera de su capa un sayo. Así pues, vamos a por la espada y se acabó, ¿se qué? Al madrileño, en otro tiempo gran estoqueador, le quedaba un via crucis que no imaginaba. Pinchazo y bajonazo, que no eran suficientes. Cuatro descabellos y un aviso; pretendía descabellar sin que el toro humillara y descubriera la muerte, una y otra vez, hasta doce más conté yo. Un ejercicio de ineptitud absoluta, aunque me han dicho que es que el toro tenía un “hueso sobrepuesto” que impedía que actuara el verduguillo. ¡Aaaaah! Yo me pensaba que sólo era que Uceda no era capaz de finiquitar aquello, ni con el metisaca anterior a los ocho últimos golpes de descabello, pero desde la tele comunicaron el parte médico del toro y el por qué de aquel bochorno, “un hueso sobrepuesto”. Dejémoslo ahí, que no me parece bien burlarse del ignorante y de los que se lo hacen mucho menos, porque igual tienen mala baba y uno no quiere enfadar a nadie, pero… Y ¿saben cómo dobló el toro? Pues él solito, cuando le vino en gana.

En el quinto, que salió con fuerza, se la quitaron de golpe, y no hay nada que lo explique mejor. En otro caso, cuando un toro sale inválido y se devuelve, no pasa nada, pero lo que no se puede consentir es esa maldita costumbre de muchos subalternos, de dejar el capote colgando por detrás cuando se meten por la tronera del burladero. Así, si el toro va fuerte y cerca, pasa lo de este quinto, se estampó contra las tablas y se quedó inutilizado, aunque aún pretendía un peón que fuera al capote. Y es que uno ya no sabe qué pensar, porque en Sevilla pasó algo parecido con los Cuadri y los mismos actores. Salió en su lugar un cornalón de José Aleas, manso como el corderito de Norit, que no quería caballitos ni los del tiovivo. No había forma de picarlo, quizá le habrían venido bien una banderillas negras, las viudas, foguearlo, pero cómo las han prohibido, ¿o no las han prohibido? A ver si es sólo que el usía es daltónico perdido o que no le da la gana sacarlo. En banderillas arrolló a un banderillero, mientras Uceda Leal estaba echando cuentas de si pinta el dormitorio de los niños de azul o de verde clarito. La sensación era que el toro podía valerle a Gallo para lucirse, a pesar de todo, pero que nadie se crea que era un carretón, tenía mucho que torear, precisaba mucha firmeza y que le torearan mucho y bien y no me refiero a cantidad de pases. Incluso en una primera tanda muy dominado, el salmantino no estuvo nada mal, pero todo empezó a diluirse cuando se la empezó a tropezar y el de José Vázquez empezó a darse cuenta de qué iba aquello. Una pena y una ocasión perdida para el matador, que habrá quien crea que no se le puede censurar, quizá sí, pero en estos casos es cuando se ve la diferencia entre un torero que quiere y puede y los demás.

Al que nos iba a mandar para casa lo recibió Mora con unas verónicas encogiendo los brazos y el capote, en lugar de jugarlos mandando y alargando la embestida. Y esa ausencia de mando se reflejó en el tercio de varas, con la primera casi al relance, organizándose una capea en el ruedo, tapándole la salida en el primer encuentro y después yendo el caballo al toro, en lugar del toro al caballo. En banderillas, si cortaba mucho por el pitón derecho, por el izquierdo no se quedaba atrás. Y no es que uno quiera decir lo que hay que hacer, como dicen por ahí, “se atreven a decirle al torero como torear”. Pues no, pero el sentido común parecía indicar que había que machetear al toro, darle por bajo, como para ir pasando y si luego le quedaban energías par tomar algún derechazo o natural, pues estupendo, pero… Pero David Mora empezó dando banderazos de rodillas y pagando el no lidiar con no poder darle ni un pase y tener que tragar con unas embestidas peor que inciertas. Al final tímidamente le dio por bajo, pero ya solo le serviría para poder entrar a matar con algo más de garantías. Y uno se despide hasta la próxima de feria, porque siguiendo mi costumbre, rota el año pasado, yo no voy a la Corrida de la Prensa y mucho menos para ver lo de Parladé. Que años aquellos de las corridas concurso en que había que estar vivo para sacar entradas y sin que te la incrustaran de canuto en medio de la feria. ¿No les parece que esto atrae tan poco que para venderte una corrida te la camuflan entre muchas? ¿Será porque no quieren que caigas en la cuenta de que es una porquería aparte? Cómo dirían en arquitectura, es una m… exenta, que está allí sola. Pues hala, que lo disfruten.

6 comentarios:

Francisco dijo...

Lo siento por Gallo pero creo había material para tocar pelo y quizás puerta grande. Y si del resultado de esta tarde dependía gran parte de la temporada, crudo lo va a tener.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Señor Martín, buena crónica pero mala predicción de la corrida de la prensa, el único torero de verdad del escalafón tuvo mala suerte pero como era de esperar brindó lo mejor de lo que llevamos de año. Los otros dos Cid un día fue un torero y Luque no sé a que esta.. Pero Fandiño lo bordó. Una pena!
Ayala

F. Romero dijo...

Sobre fundamentos y expresión artística en la arquitectura no me resisto a hacerte una puntualización y una comparativa que tal vez te interese.
Escribió Vitrubio que la arquitectura ha de responder a 3 principios fundamentales:
Firmitas, utilitas y venustas.
Firmitas exige un planteamiento de solidez estructural, de firmeza, la misma que debe exigirse al torero para que el entramado de la faena no se derrumbe.
Utilitas, exige que la arquitectura se proyecte y construya sin perder de vista la función que cada cosa debe cumplir. Exactamente igual que en el toreo, cada pase, cada paso del torero debe darse pensando en que tiene una función que cumplir: torear, poderle al toro mediante una lidia ordenada y completa.
Venustas obliga a que los edificios sean hemosos, como el toreo que tampoco tiene sentido si no posee una intención de crear belleza.
De este modo, a través de Vitrubio aprendemos a ver como la arquitectura del toreo renuncia a sus principios cuando falta firmeza, se dan pases inútiles o se reviste de una estética monótona y vulgar.

Un abrazo.
Felipe Romero
Aficionado práctico y arquitecto (por este orden)

Enrique Martín dijo...

Francisco:
Hay toreros que parece que sólo hacen lo evidente y con el freno de mano echado, y otros que se inventan un toro ellos solos y lo bordan. Gallo no está entre estos últimos, como la mayoría, y parece conformarse con quejarse de los elementos.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Ayala:
Si como aficionado soy un aspirante, como adivino un desastre. de todas formas, creo que hasta que la Prensa no sea una corrida Extraordinaria de verdad, seguiré sin ir por allí.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Felipe:
Muchas gracias por esta explicación y la comparativa que hace, muy acertada y oportuna. Extraordinaria.
Un saludo