En la corrida, o casi corrida, de Victoriano del Río, hemos podido disfrutar con la presencia de los tres fenómenos más fenómenos del firmamento taurino, El Juli, Manzanares y Perera. Los que están llamados a mantener en sus manos el cetro del toreo moderno, lo cual no sé si es definitivamente el derribo del toreo clásico. Ahora se confunde dar pases con torear, los trapazos largos con el toreo hondo y la cantidad con la calidad. Vivimos un momento en que el espectador se olvida de los distintos tercios de la lidia. La suerte de varas es un trámite molesto que solo sirve para retrasar la faena de muleta. No sólo el público tiene asumido que si el toro no tiene fuerzas no hay que picarlo, sino que tampoco tiene en cuenta la forma de llevar la lidia el matador. Y así ocurre, que ya puede estar éste deambulando por el ruedo sacudiendo el polvo del capote, quedándose en el culo del caballo o sin intentar tan siquiera probar a hacer un quite. No pasa nada, aquello de que para cortar dos orejas había que haber estado bien con el capote y haber lidiado como Dios manda, ya ha pasado a mejor vida.
Después vienen las banderillas, espectáculo sin igual si es protagonizado por un matador banderillero, capaz de dar muchas carreras y muy rápido, sin tener en cuenta cuándo, cómo y dónde es el momento de la reunión. Si quienes parean son los banderilleros, se convierte en otro trámite molesto. Todo esto para llegar a la muleta, ahí es donde se ven los toreros. Como si antes no hubiera habido ocasiones de verlos. Un Juli que a lo más que llega es a torear por chicuelinas apartándose o verónicas con el pasito atrás, o Manzanares, al que todavía no le han dicho ni como se coge el capote, ni para que sirve, o el mismísimo Miguel Ángel Perera, que da mantazos sin orden ni concierto, mezclando suertes, lo mismo echando el paso atrás, como juntando los pies, apartándose del viaje del toro.
Pero ¿a qué venimos a los toros? A merendar y a ver torear de muleta, y se acabó. Y ahí es donde estos modernitos se sientes más a gusto, cuando empiezan a desplegar toda su gama de trapazos, por la izquierda, por la derecha, por arriba o por abajo, ante unos toritos que van y vienen, pero que no les ponen en ningún aprieto. Bueno sí a Perera casi le coge por el culo, por donde cogen hoy los toros, ni por el muslo, ni por la barriga, por el culo. Y si hay alguien que les recrimine las posturas, la colocación, la forma de citar o la forma de ejecutar el pase, largando trapo, sin llevar toreado al animal, sin rematar el pase atrás y alargando el brazo vaciando la embestida allá donde pille, pues entonces no les parece bien. Con esto demuestran que, además de ser unos ignorantes, sólo tienen orejas para el halago fácil y rebosan soberbia por los cuatro costados, porque para algo son estrellas.
1 comentario:
Un par de apuntamientos: Un paleto dijo que torear no es lo mismo que pegar pases... y sigue teniendo razón. Lo de las jaras. Para algunos, al parecer se ha vuelto una especie de "trámite molesto" y sin embargo, algunos de los detalles de torería más importantes que se han visto en la feria, han sido de los de plata, con los palos en la mano... Enhorabuena por el comentario.
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