lunes, 8 de octubre de 2012

Gran par, un gran torero y los gladiadores

David Adalid nos rompió la voz en un grandioso par de banderillas



A la salida de la plaza había opiniones para todos los gustos, los más seguían cuadrándose en la cara de aquel barrabás y sacando los brazos casi prendidos de los alamares, una y otra vez, otros solo eran capaces de decir “¿Has visto?”, incluso los que jaleaban el valor de lo hecho por los tres espadas. Y no digo yo que no lo tuvieran, pues es de mérito el plantarse delante de semejantes mastuerzos con malas ideas, disponiendo de tan escasos recursos lidiadores. Pero con tanto coraje como el que se planta en medio de una vía esperando al AVE o el que mirando al mar cree que va a lograr frenar el temporal… o no.

Por supuesto que respeto y valoro que Robleño, Castaño y Alberto Aguilar se apuntaran a la corrida de Palha y que aguantaran allí hasta el final con una dignidad bárbara, la misma que le falta a muchos cuando se ponen a exigir una admiración no ganada, con unos animalejos chicos, insulsos y bobones. Pero uno realmente no va a los toros a ver a tres valientes, además se espera que aporten algo más que valentía. No quiero ni locos, ni suicidas, ni desesperados, ni gladiadores, yo quiero ver toreros que sepan como dominar a un toro con el capote y la muleta.

Orgulloso estará el señor Folque de lo que echó al ruedo de Madrid. Toros que parecían un catálogo de los horrores taurinos, solo a primera vista. Luego al verlos evolucionar la cosa empeoraba ostensiblemente, ostentóreamente, como diría el expresidente de uno de los líderes actuales de la liga de las estrellas. El primero justito de presencia, empujó de lado y luego le valió con un picotazo y las banderillas que le hicieron revolverse de dolor; con un pitón izquierdo para no perdérselo de vista, pues más parecía la llave a la enfermería, que se pasaban de unos a otros los toros portugueses. El segundo de una lámina preciosa para ser una cabra, no tanto para toro de lidia, entraba a los capotes como lo hacen los mulos a la alfalfa, empujó sin codicia alguna en el caballo e incluso se arrancó con cierta alegría en la segunda vara, desde media distancia. La misma desde la que acudió a la muleta al inicio de la faena, pero ya con mucha menos galanura; era el prólogo de un último acto, en el que al animal le tocó el papel de zombi, o sea, de muerto viviente, para que se me entienda, pero con las fuerzas suficientes y malas entrañas de enganchar a su matador y buscarle cuando este estaba en la arena a su merced. El tercero, un novillo casi toro, pero novillo, despreciaba los capotes que le ofrecían, se volvía al revés, fue al caballo sin pararse, para derribar en esa primera cita. Para la vez siguiente, como ya se lo sabía, le intentaban poner en suerte, pero entre que ya no estaba para caballos y entre que los de a pie no eran capaces de quitárselo de encima con un remate, tardó un mundo en volver al peto, que fue el que pagó la cuenta de su mansedumbre. Mientras le tapaban la salida corneó y corneó la guata, o sucedáneo. Un toro complicado, haciendo hilo y con mucho que torear, cruzándose mucho en las embestidas, parándose, una joya. Al cuarto no se le vio en el caballo, pues las dos veces le metieron debajo del peto, empujaba fijo de lado, con el pitón izquierdo, que parecía el que tenía más entrenado para soltar tarascadas, convirtiendo el segundo tercio en un continuo ay. Esperaba a los de los palos, se dolía de los arpones. Podía estar dispuesto para muchas cosas, pero no para que se parara nadie a pegarle pases. Un derrote escalofriante que el matador esquivó como pudo. Otra prenda del afamado ganadero portugués. El quinto era otra cabra, pero vaya cuernos, que no es que me queje yo del tamaño, pero si la cosa va en armonía, cuerpo, cabeza, edad, peso, casi es mejor, porque entonces podremos hablar de trapío, que no es ni muchos cuernos, ni mucho peso, ni muy grandón, el trapío es algo más serio que eso. Pues como decía, el quinto ya salió escarbando, fue al caballo al relance y se quedó parado en el peto, sin hacer intención de nada. En la segunda vara se le metió debajo del caballo, sin tan siquiera señalar el puyazo. No paraba de perder las manos, pero a pesar de todo le quedaban fuerzas para defenderse con mucho peligro y amparándose en las tablas. En la muleta se comía al matador por el pitón derecho, sin meter la cara abajo y revolviéndose muy rápido buscando que se quedaba por allí que pudiera interesarle para ensartarle con esas dos lanzas que le nacían de las sienes. El último siguió la línea marcada por sus primos, porque con lo distintos que eran los seis, no podían ser hermanos, si acaso primos y muy lejanos. En lo único que se les podía sacar parecido es en el aspecto anovillado de la mayoría de los Palha. Recibió dos picotazos de los dos caballos cuando asomaban al ruedo, coincidiendo con la gira que el toro había emprendido por el ruedo. Bien sujeto en la primera vara, aguantando el incesante cabeceo del animal para quitarse aquello que le molestaba en el morrillo. El segundo encuentro fue más liviano y se limitó a un picotazo, antes de salirse suelto de la suerte. En el último acto acusó el defecto de acostarse mucho por el pitón derecho, lo que dificultó la labor de su matador. Fue el último de la vacada portuguesa que se reafirmó en el mal estado que viene demostrando desde hace años, manteniéndose muy lejos de aquella corrida que nos emocionó a todos y que sirvió para que el señor Folque sacara pecho, demasiado diría yo, cuando quería enseñar a todo el mundo a criar toros. Pues ahora bien le vendría ponerse al día e intentar levantar este hierro.

Sobre los tres matadores, Robleño, Castaño y Alberto Aguilar, a ver como digo yo como fue su actuación ni herir sensibilidades, especialmente la de los amantes de los gladiadores de luces. Realmente demostraron no saber lidiar, no saber colocarse o si lo sabían, no lo practicaban y sea el tipo de toro que sea, pretenden hacer siempre su faena a base de derechazos y naturales, sin importarles si están toreando, si solo dan trapazos al aire y si están pudiendo al toro. De acuerdo que habrá quien me diga que los hay que mandan en el escalafón y que todavía tienes más limitaciones que estos, lo cual es una realidad más que evidente, como también otros opinarán que qué pintan aquí ahora las figuritas y su corte celestial; pues también es verdad, pues ahora estamos hablando de toreros de verdad y aquellos…

Fernando Robleño, que abría el cartel, venía precedido de importantes triunfos conseguidos esta temporada ante compromisos muy serios. Pero el madrileño no tuvo su día; mal en la lidia, descuidando ponerlos correctamente en suerte en el caballo y quedándose deambulando por las proximidades como un bulto sospechoso. En el primero se empeñó en pegar pases, a pesar del toro, que estaba por la fiesta. Abusó del pico, se destapó en alguno de pecho y al final el toro acabó atropellándole la muleta. En el que hacía cuarto sí que le recogió bien para recibir a un toro que se revolvía muy rápido, pero luego no tuvo reparos en tirar al toro contra el caballo, ni en meterlo debajo del peto, quedándose de nuevo a estorbar. Con la muleta volvió a lo de pegar pases y tuvo que ver como la perlita de Palha le tiró un viaje malintencionado para que se decidiera a machetearle tímidamente, invirtiendo el orden lógico que exigía el toro. Primero darle por bajo hasta que se le endulzara el carácter y después, si le quedaba resuello al toro, ver si admitía algún derechazo o algún natural.

Javier Castaño se ha investido en los últimos tiempos como el paradigma del lidiador, aunque en Madrid no hemos todavía podido verle plenamente en esa faceta. Al segundo de la corrida le empezó a torear con pases por alto con los pies juntos y uno del desprecio, que siempre suele ser muy jaleado por los más sensibles, vaya o no vaya toreado el animal. Se puso pesado, metiendo el pico y queriendo que el marmolillo se moviera, pero ya no era posible. Se tiro a matar y resultó enganchado, protagonizando unos momentos dramáticos, en los que el toro volvía una y otra vez sobre el torero, con la certeza de tener la presa segura. Y si este no tenía nada, el quinto aún menos, un manso instalado del tercio hacia adentro, que se defendía. Por el lado derecho se comía al torero, que con muchas dudas se limitó a pasarle sacando el culo y con muchas precauciones. Pero lo más destacado, quizás de la temporada, y que fue claro reflejo de lo que era el Palha, lo evidenció David Adalid, un torero de una pieza. No había forma de sacar el toro entablerado en terrenos del 6 y 7, capotazos y más capotazos, hasta que apareció el banderillero y apartó de allí a todo el mundo. Al hilo de las tablas de le le encaró con majeza y galanura de modo desafiante. Uno esperando y el otro a conquistar la plaza. Le citó, el toro se arrancó, Adalid tuvo que aplicarse a modo para poder ganarle la cara y, por el pitón derecho cuadrando y clavando reunido en la cara, aguantó que el toro le tocara el “bordao”,  y sin inmutarse, con el hocico en la cara, se apoyó en los palos y salió de la suerte limpiamente. Puede que sea “el par” desde hace muchos años para acá. La plaza retumbó en un estallido de emoción, dejando escapar la tensión acumulada en un rotundo olé. Aquí no había lugar para “bienes”, ni otras mangachuchas del toreo moderno. A un par con el corazón, le respondió el corazón. Un segundo par en las mismas condiciones, la gente expectante, lo anterior era ciertamente insuperable, pero señores, esto es el toreo. Se cuadró igual, atacó el par igual, pero el toro ya se sabía el truco y se le defendió aún más. No clavó tan reunido, pero volvió a echar la moneda de la vida al aire; y ganó. La plaza era una locura, pero de las de antes, no la de los claveleros felices por contarle las orejas al vecino. Pero ¿qué queda de la plaza de Madrid? Su degradación no se ve solo en la concesión de orejas, en la benevolencia de los públicos modernos, también se ve en la racanerí a de no empujar al banderillero a dar la vuelta al ruedo, por ese tercio de banderillas era para haberse pasado a recoger las felicitaciones de toda la concurrencia.

Alberto Aguilar probó a torear a sus toros por uno y por otro lado, en el primero aguantando que cortaba por el derecho, que se le paraba por el izquierdo, en el sexto, tras unos naturales muy peleados, pasó a meter el pico y a pegarse mil carreras para recolocarse, muy valiente, pero muy vulgar, tirando de arrimón en el tercero y de querer sacar pases de uno en uno en el sexto; pero parece ser que nunca se le pasó por la cabeza lo de torearle por bajo, con poder y quebrando al toro para poder entrar a matar. Un valor absurdo y poco fructífero, que demuestra que está dispuesto a dejarse coger, pero esto no es así, esto sí que es verdad que tiene muchos riesgos que el torero debe asumir, pero hay que minimizarlos todo lo posible a fuerza de conocimientos del toro, de su lidia, de los terrenos y si se puede, con arte. Esto no es la lotería, que si el toro quiere te coge, y si no, no. El toreo es David Adalid, que vio el peligro, lo asumió, pensó en torero y con valor y saber, como decía Corrochano que debían ser los buenos banderilleros, encontró toro en todos los terrenos, hasta en los de la fortaleza de un Barrabás que quería cobrarse la pieza de un torero, que no de un gladiador.

8 comentarios:

Xavier González Fisher dijo...

"El toreo es David Adalid... encontró toro en todos los terrenos..."

¡Qué belleza de estampas habrá visto Usted el día de ayer con Adalid, pese a todos los demás desfiguros que narra!

"Encontrar toro en todos los terrenos" es algo que ya casi no se aprecia en estos días, cuando los de la plata quieren que les pongan el toro donde ellos van "a su aire". No es que yo diga que no puedan ir aliviados, pero cuando la cosa se pone cuesta arriba, o cuando tienen que "cuidar el toro" a su maestro, tienen que salir como Adalid lo hizo ayer, que también allí hay lucimiento.

En fin, que creo que esas escenas torerísimas de David Adalid valieron la "Feria de Otoño", según lo poco visto y lo mucho leído... ¿o serán las pildoritas?

I. J. del Pino dijo...

Adalid lleva así toda la temporada y la verdad que verlo por televisión con el del bigote metiéndole prisa no fue la mejor manera de verlo, pero aún así, se me escaparon dos olés.
En cuanto a lo de Palha, está hecho añicos hace años. Por qué no se pitaron? al menos por tv no se escuchaba como otras veces.
Saludos

MARIN dijo...

Enrique, creo que es bastante complicado poder estar bien con una corrida de toros así. E incluso si me apuras, creo que es complicado hasta el intentar estar bien. De todas maneras, yo no puedo, ni debo reprochar nada a ninguno de los tres. Para mi el domingo estuvieron en las ventas dos figuras del toreo como son Robleño y Castaño. Y el que pueda igualar los números de estos dos... que se suba al carro. ¿Hay alguna propuesta?.

Lo de Adalid de verdad es sencillamente para llevarse dos días aplaudiéndole. El llevarse una temporada entera asomándose a balcones de Miuras, Victorinos, Cebadas y Cuadris no es fácil, y este lo hace. A este torero le he criticado alguna vez el exceso de lucimiento, con pares desde una silla, al quiebro y otras cosas varias no de recibo para un gran banderillero (desde mi punto de vista). Pero poniendo pares como mandan los cánones, arriesgando y dándolo todo como los del domingo, es para bajarse los pantalones macho.

Un abrazo Enrique.

Anónimo dijo...

No pidio la vuelta EL ROSCO, menudo ejemplo, a ADALID nada, como esta Madrid.

Venteño

Enrique Martín dijo...

Xavier:
No sabes lo que me alegro de este atracón de pildoritas que nos pegamos, porque realmente me creí que fue uno de los mejores pares que he visto, por la ejecución, los terrenos, el toro, la disposición, la torería, todo. Seguro que luego solo clavó una, pero yo tuve esa ilusión. Y en medio de este delirio psicotaurino recordaba las palabras de Gregorio Corrochano, que los buenos banderilleros encuentran toro en todos los terrenos. Pensé y lo seguiré pensando, aunque sea por efecto de estos psicotrópicos, que lo que pedimos existe, es posible y ya lo vimos en otro tiempo. Así que o la cosa cambia o pastillas para todos.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

I.J. del Pino:
No te puedo decir si se les pitó de salida a alguno o en el arrastre, en el arrastre creo casi seguro que sí, igual que también vi a un iluminado cerca de mí, aplaudiendo quizá al más manso de todos, pero en ningún momento tuvo el público a favor, más bien todo lo contrario. La gente esperaba una ganadería en horas bajas, pues creo que ya no hay nadie que se crea que aquel año en que nos entusiasmó sea lo habitual. Anda que no lleva años arrastrándose, y sin un mínimo de presencia cuanto menos decorosa.
Adalid normalmente ha estado bien en Madrid, bastante bien, con grandes pares, pero lo del otro día creo que superó cualquier cosa. Luego algunos le critican ciertas cosas que hace por ahí; bueno, si eso le sirve para sentirse importante y orgulloso de ser torero, pues adelante con los faroles.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Marín:
Me voy a permitir darte un consejo, con toda la humildad posible: si tienes los pantalones bajados, no eches a correr.
De los toreros creo que pecaron del mal de todos los actuales, quizá exceptuando a Urdiales, y es de la ausencia de lidia y de entender que con estas perlas hay que ponerse a dar naturales y derechazos. Y si algunos, como Robleño, que también lo hizo en mayo, se lanza a meterle la muleta por abajo buscándole las vueltas, lo hacen como con timidez.
Lo de Adalid ya he dicho que me pareció que Madrid no acabó de estar a la altura, y que a pesar de la calidísima ovación, debió dar la vuelta. Quizás eso de las sillas y esas cosas puedan sobrar, pero como le decía a I.J. del Pino, si eso le sirve para creerse importante y sentirse torero, pues bueno, lo uno por lo otro.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Venteño:
Ya ves, igual tenemos que nombrar guardabarreras del ruedo de las Ventas al Rosco, pero bueno. No es que me haga eso muy feliz, porque ya decido yo por mí mismo. Y si él se arroba ese cargo y hay quien le hace caso, pues allá ellos; puede que alguno tenga que escuchar lo que no le apetece, como el abucheo que escuchó Fandiño en un momento. Poco favor le hacen al torero estos capataces de la plaza, pues al fin y al cabo, por muy ronca y rotunda que tengan la voz, son unos aficionados más.
Un saludo