viernes, 31 de mayo de 2013

¿A que no somos tan especialitos?

No se puede prescindir de la suerte de varas, es una barbaridad
Una oreja que podía haber sobrado, dos tercios de banderillas, otro tercio de varas, unos muletazos, un detalle por aquí, otro por allí, toros de verdad y poco más, y salimos de la plaza como locos, algunos casi llorando, con los pelos de punta y los ojos como platos, deseando ver al amigo para ver si él está en tu mismo estado, no vaya a ser que padezcas un episodio de taurolocura transitoria en grado uno. Si parecían niños en la mañana de Reyes. ¿Has visto? ¿Qué te han echado? A mí tres puyazos de Tito Sandoval toreando con a caballo y ¿a ti? Una colección de pares de  banderillas. Y así unos se los iba tragando la boca de metro, otros tiraban Alcalá arriba, otros enfilaban a Manuel Becerra, pero todos con una sonrisa que no podían disimular.

Había expectación por el ganado de Adolfo Martín, quizá no tanto esperando la bravura, que si acaso se asomó por momento, peri que no acabó por instalarse en Las Ventas. El  cartel, después de la obligada baja de Fandiño, lo componían Antonio Ferrera, Javier Castaño y Alberto Aguilar, que se ganó en el ruedo esta sustitución. Salió el primero de la tarde con una lámina impecable, muy suelto, algo que los mantazos de Ferrera no solucionaron. Llegó suelto al caballo y empujando con fijeza derriba en el primer encuentro. En la siguiente vara le dejaron lejos, aunque entró al paso. En ambas varas recibió un castigo poco habitual, haciendo que se aplomara para el resto de la lidia. Ferrera pareó a toro pasado, muy vulgar y clavando muy desigual. Con la muleta mucho trapazo, muy estirado y aunque el toro no tiraba una mala cornada y tomaba bien la tela, acabó llevándoselo cerca de toriles. La puesta en escena del extremeño fue una concatenación de histrionismos, lo que le hacía poco creíble y artificial.

El segundo, para Javier Castaño, muy vareado, flojito, recibió dos picotazos cariñosos y el intento de ponerlo de lejos al caballo acabó primero acercándolo justo hasta la raya, para después meterlo prácticamente debajo del peto. A pesar del nulo castigo, el toro se quedó muy parado para el tercio de banderillas, que obligó a David Adalid a dejárselo llegar mucho para dejar los palos y a Fernando Sánchez a tener que aguantar que el toro apretara hacía la puerta de toriles, pero ambos estuvieron muy toreros y acabaron saludando al respetable. ya en el último tercio empezó a revolverse muy rápido y a dar la sensación de que podía venirse arriba y complicarle las cosas a Castaño. No le mandó en las embestidas y el animal empezó a echar la cara arriba, a lo que colaboraba el matador no bajándole la mano.

Alberto Aguilar se había convertido en uno de los mayores atractivos de la corrida. Le tocó un toro con una presencia tremenda, que empezó obligando al espada a darse la vuelta y a ceder terreno hacia los medios. Se le picó poco y mal, yendo el caballo a buscar al toro. Fijo en la primera vara, pero no le dio la nota ni tan siquiera como para decir que había cumplido. Después le metieron al relance para que le dieran un leve picotazo. Se quedaba parado esperando a los banderilleros, se dolió bastante de los palos. Con la muleta, Aguilar le instrumentó unos banderazos que le acrecentaban el defecto de levantar la cara. En terrenos de toriles se defendía y complicaba la tarea del torero, se le paraba a medio viaje, no iba a la muleta.

En el cuarto, Ferrera, que ya estuvo atento a la lidia toda la tarde, pegó un salto hacia delante que hizo que el público de Madrid le reconociera su entrega y valor como director de lidia, dejando de lado sus maneras y su forma de dar pases. Verónica de recibo muy aceleradas, a la hora de llevarlo al caballo lo hacía medio agachado, medio encogido. Lo dejó de lejos, el animal se arrancó y paró, para después ir al caballo y recibir una vara muy trasera. Empujó con fijeza y derribó a montura y jinete. En la segunda vara también lo puso de lejos, pero tardeaba bastante y hubo que acercarlo varias veces, mientras se lo pensaba y escarbaba. Al final, un picotazo trasero. El segundo tercio se hizo muy largo y pesado, gracias a una supuesta minuciosidad de Antonio Ferrera, que resultó vulgar y exasperante. El toro se quedó muy aplomado, mientras él se desenvolvía entre trallazos, trapazos con el pico y banderazos. Muy vulgar, intentando convencer de sus dotes artísticas y lidiadoras, embarullado y muy teatral. Le concedieron una oreja, pero es que el público de Madrid parece afectado por un virus que les obliga a sacar el pañuelo en cuanto cae el toro. A ver si se curan. Lo que no se le puede negar al extremeño es su implicación en la lidia, intentando que las cosas se hicieran con corrección y cabeza.

Por encontrarse Castaño en la enfermería, recambió el orden de la lidia y Aguilar salió a matar el quinto, al que le costó decidirse a quedarse en el ruedo, Bien recogido por abajo, rodilla casi en tierra. Quiso ponerlo en suerte, pero al final se largó solo en busca del caballo. Le taparon la salida mientras e quería quitar el palo a base de cabezazos contra el peto. A la segunda, tras un picotacito, se fue suelto. Esperaba por ambos pitones, tomaba la muleta con violencia, se acostaba por el lado derecho, se frenaba por el izquierdo. El torero no dominaba las embestidas, largaba trapo sin torear, no le bajaba la mano, muy desconfiado ante los inciertos arreones del de Adolfo. Acabó pasándole por bajo, algo que tendría que haber hecho nada más cambiar los trastos.


Hasta el momento la tarde había discurrido entre una cierta monotonía en los tres primeros toros y la emoción a partir del cuarto. En estas que salió el sexto, un toro muy veleto, casi cornivuelto, que no se entregó ni mucho menos en los primeros lances de recibo. Le puso de lejos en la primera vara y ahí empezó a torear Tito Sandoval con el caballo, a moverlo e intentar alegrarlo con la voz, levantando el palo, hasta que se arrancó y empujó, pero con la cara alta. Y esto ocurrió en una segunda y una tercera vara, muy torero el jinete y entregado para engrandecer y reivindicar el tercio de varas. La plaza en pie, y creo que no hubo nadie que ante este espectáculo se pusiera buscar al de los refrescos, porque en el ruedo rebosaba la emoción y la torería. El toro fue de más a menos, lo contrario de lo que se entiende que debe ser, de más a menos. Hubo que irle acercando poco a poco y a pesar de ello el de Adolfo se lo seguía pensando. Tocaron el cambio de tercio y de nuevo se prepararon David Adalid y Fernando Sánchez, el primero con dos grandes pares, especialmente el segundo, y el segundo yéndose al toro con una chulería, una majeza y una torería de la que ya no ven demasiadas muestras. Hay que destacar la actitud de Ferrera en todo momento, trabajando para los compañeros, para ayudarles y que todo les fuera algo más sencillo. Con la montera puesta, Castaño tomó la muleta, empezando con un buen natural y el de pecho. La faena quizá pareció menos de lo que podía haber dado si, si se aprovechaban las condiciones del toro. Intermitente, intercalándose derechazos y especialmente naturales de calidad, sobretodo si bajaba la mano y remataba atrás, con pases más destemplados acabados con la mano alta y enseñando al toro a echar la cara arriba, algo a lo que ya tenía tendencia de salida. Una serie de frente, pases de uno en uno por tener que recolocarse a cada paso y cuando la gente ya esperaba ver al salmantino con una oreja, no atinó con la espada. Tuvo que tomar el descabello y ahí dejó el último detalle de alguien que parece totalmente entregado al toro. Se desmonteró y dejó el tocado en la arena, lo acercó al hocico del toro y cuando éste estaba pendiente de esa cosa negra, se descubrió y permitió un golpe de verduguillo certero. Ya ven, tampoco fue tanta cosa, pero el público salió encantado, como no creyéndose lo que habían visto. Pues sí era verdad, un gran tercio de varas y de banderillas. Ya ven, ¿a qué no somos tan especialitos?

6 comentarios:

Luis Cordón Albalá dijo...

Enrique si es que llevamos tanto tiempo tragando mierda, que cuando pasa cualquier cosilla nos entusiasmamos en demasía. Es algo normal, creo yo. Un abrazo.

Francisco. dijo...

Hola Enrique, sin ánimo de dar lecciones, creo que la tilde del que del titular sobra. No he leído la crónica, lo haré con tranquiulidad, pero me parece que a la corrida de ayer le podemos aplicar aquello... en el pais de los ciegos el rey es el tuerto.

Un saludo

Anónimo dijo...

Enrique, por supuesto que no nos aburrimos, lo cual no es poco pero a mí sinceramente me defraudó la corrida de Adolfo Martín. Que pusiese más emoción que probablemente todo lo que hemos visto en la feria no significa que haya que darle un aprobado a sus toros.

El primero derribó…pero en el 4, debido a una mala lidia. En la segunda vara se najó y además estaba flojo. Si hubiese sido de otra ganadería seguro que se hubieran oído más palmas de tango. Después desarrolló sentido, sabiendo lo que se dejaba atrás. No me gustó Ferrera, ni pareando (su sentido de la reunión debía estar completamente atrofiado), ni con la muleta aunque sí hay que alabar su entrega.

El segundo se quedó inédito en varas, no fue picado pero es que además tardeó mucho, lo cual no dice demasiado en su favor. No me gustó Castaño, quién no supo mejorar la condición del astado, un toro que llegó a humillar de salida pero que los capotazos y muletazos enganchados enseñaron el mal camino. Este toro fue pitado.

El tercero también estaba flojo y tampoco hizo nada en el caballo, de hecho no hacía falta que lo sacaran del peto, se iba solito por donde había venido. Aguilar estuvo digno, intentando hacer el toreo y colocándose en el sitio aunque faltó ligazón.

El cuarto fue el mejor de la tarde pero Ferrera se empeñó en tundirlo a capotazos. De hecho, el toro podía perfectamente haber recibido la extremaunción después del serial capoteril del matador. Ferrera alargó demasiado la suerte de varas, incomprensiblemente en un hombre de su experiencia teniendo que rectificar continuamente distancias. Buen derribo en el primer puyazo y bajando de tono en el segundo recibiendo poco castigo, nos privó de ver un tercer e incluso un cuarto puyazo que hubiese cantado bien la condición de un toro que se tiró escarbando toda la lidia. Viendo la justeza de fuerzas con varias caídas en el quite de Alberto Aguilar y tras la somanta de capotazos que se llevó el toro, más las carreras del tercio de banderillas, parecía mucho más razonable dar pausas al animal y citarlo más de largo, algo a lo que respondió bien durante casi toda la lidia y para darle tiempo a recuperar fuerzas tras el palizón recibido. No fue así y Ferrera, tras la primera tanda, le ahogó en exceso y, en mi opinión, tapó al toro. En conjunto disfrutamos de la lidia pero se prolongó en exceso.

El quinto fue otro que cumplió en varas lo mismo que un juampedro, entiéndaseme la ironía. No obstante el toro hizo su papel y a fe que superó el papel interpretado por Aguilar.

El sexto también estaba flojete y no hizo nada en varas. Podrá ir tres o cincuenta veces pero de nada me vale si no cumple como Dios manda en ningún encuentro con el jaco. Lo mejor de la tarde para mí fue la labor de Tito Sandoval, demostrando por qué ha cosechado un buen número de premios en corridas concurso de Francia y alguna de España. Adalid, como últimamente, medio bien. Ultimamente ha dejado de lado la pureza y da más importancia al saltito de turno que a clavar asomándose al balcón. Para desmonterarse se deben poner a ley los dos pares, no sólo uno. Uno que sí puso muy bien Fernando Sánchez, de estilo más clásico y puro. Castaño, que contaba con el favor del público tras su paso por la enfermería, no terminó de domeñar a Marinero y tuvo que basar la faena por el pitón izquierdo debido a la cornada recibida en la diestra. Posiblemente el comprensible fallo a espadas le privó de una cariñosa oreja del respetable.
Y bueno, vivimos buenos pasajes, no salimos aburridos, no hubo bostezos, no vimos a ninguno de los toros abriendo la boca y el peligro de cogida siempre estuvo presente. Los matadores mostraron disposición y entrega y vimos buenas cosas en los de plata y, sobre todo, a Tito Sandoval. El saldo es positivo pero los adolfos no cumplieron las expectativas que tenía sobre ellos.

Un saludo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

Luis:
Pues ya lo ves, estamos muertos de hambre y nos volvemos locos con un churrusco de pan crujiente, pero seguimos hambrientos.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Francisco, tiene usted toda la razón, esta tilde que sobra debe ser la que se ha escapado de su "pais". Y no se preocupe que no lo tomo como lección, porque en esto de los teclados se te escapa un dedo a la mínima o no te hace caso y no recoge lo que se quiso escribir. Lección sería si yo le dijese que el refrán no es tal y como lo cita.
Un saludo y gracias

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Yo salí contento de la corrida, pero con un pero muy grande y consciente de él, que esta corrida hace unos años habría sido calificada de mala, quizá muy mala y que al ganadero le habrían caído de todos los colores, pero ahora nos echan esto y como hay cierta emoción, hasta enloquecemos, pero que tampoco esto nos haga perder el norte, porque por la misma regla de tres, acabaremos indultando toros que no se han picado o incluso premiando como mejor encierro a una corrida que no vio el caballo ni en la botella de Veterano.
Un saludo