domingo, 5 de mayo de 2013

El toro hasta te convierte en torerista

Nadie se podía resistir a ser torerista con Rafaé


Estaba repasando lo que se escribe por aquí y me encuentro con una entrada sobre los toristas y días más tarde con otra sobre los toreristas, el autor I. J. del Pino, “El Monosabio”, suficiente garantía para pensar que esas líneas tienen sustancia. Y efectivamente, tiene la virtud de escribir cuatro líneas y dejarte pensando y dándole vueltas a lo leído. Luego uno se pone a ver un vídeo de la corrida de Miura de este abril en Sevilla y para concluir, el día de la sublevación contra las tropas napoleónicas, uno decidió pasar la tarde en los Toros, en Las Ventas, a pesar de que todo el mundo iba vestido muy raro, goyesco lo llaman. Unas señoras y señores subidos en unos bonitos carruajes, que por la edad, seguro que estuvieron el 2 de Mayo de 1808 tirando tiestos a los gabachos desde los balcones.

Pero volvamos a lo de toristas y toreristas. Lo de torista, aparte de ser el más grave insulto que los afiliados a la Tauromaquia 2.0 dedican a los que no son de su fe, también es aquella persona aficionada a los Toros, que consideran que el toro es el eje, el principio y el fundamento sobre el que se construye este magnífico galimatías de la Fiesta. Es el que decide quien puede ponerse delante de él, el que hace la selección de entre los muchos candidatos, el que divide entre matadores y peones, y de entre ambos grupos, quienes son verdaderos maestros y quienes aprendices o simple relleno para hacer bulto. El toro no conoce a nadie, no sabe de amistades, de preferencias, de gustos de los públicos, ni de tíos simpáticos que caen bien al personal, el toro es el que exige y al que hay que conocer, respetar, amar y ganar en el ruedo.

¡Qué barbaridad! ¿Cómo puede alguien decir esas cosas y quedarse tan tranquilo? Pues creo que cualquier aficionado que sienta un mínimo de emoción por eso del toreo. Los que no sean capaces de experimentar esas sensaciones, simplemente se quedan en público torerista, clavelero, festivo, advenedizos, taurinos o transeúntes y que cada uno se acomode dónde mejor crea. Pero, ¿y si les digo que todos, absolutamente todos somos toreristas? Pues es fácil que piensen que me estoy trabajando alguna amistad del mundo del toro. Pero no, no me aceptarían, uno es demasiado seco, no le sale eso del ¡bieeeeejnnnn!, ni se haya con el güisqui en la mano, ni se puede permitir una bandeja de pasteles y canapés toso los días de toros, que si no, igual me iba yo a arrastrar por las barras de los bares del desolladero de Las Ventas, hasta conseguir que algún personaje me diera una palmadita en el hombro.

Y otra vez me he vuelto a ir por los cerros de Úbeda. Regreso al mundo y me explico en eso de los toreristas. Como ya he dicho, uno se fue a ver los mulos de los señores Lozano y a Antonio Ferrera, torero con un concepto de toreo alejadísimo de lo que uno considera clásico, a Morenito de Aranda, fino elegante y al que gusta ver, a pesar de aquel novillote feo de Domínguez Camacho, y a Alberto Aguilar, al que uno esperaba ver en condiciones desde aquel triunfo en Valencia con los Victorinos. Las previsiones auguraban una tarde de tedio y somnolencia. Un ganado infame, cada uno de su padre y de su madre, un comportamiento, aparte de manso, más propio de bueyes para arrastrar bloques de piedras, que para empujar en un peto. Un tercero con una lámina infame, entre burro, mula, buey y nutria del Amazonas, un primero con cierto tipo Núñez y otros que vaya usted a saber. No puede decir que los matadores practicaran un toreo artista y de altas cotas artísticas, pero los tres hicieron que la plaza se convirtiera en torerista. Orejas aparte, que uno no pidió, que nunca concedería, pero que tampoco creyó justo protestar.

¿Cuándo se produjo la metamorfosis? Pues muy sencillo, en el momento en que uno se da cuenta que el señor de luces, de goyesco en este caso, estaban entregados en la pelea, cediendo incluso al toro la decisión de los terrenos en los que ambos debían litigar. Cuando hay peligro, emoción y vergüenza torera, el nivel de exigencia artística es notoriamente menor, porque en esos momentos lo que cuenta es que un señor se está jugando algo muy serio y con toda conciencia de ello. Que no quiere decir esto que se permita el truco, la trampa, el ventajismo y demás modos imperantes en la actualidad. Ni mucho menos creo que se deba permitir el bajonazo o estocada defectuosa y por todo esto es preciso valorar lo hecho con verdad. Puede que esto fuera a lo que los aficionados de antaño se referían al decir que en los toros uno nunca se aburría. Bastante supone el ver como un señor vestido de torero resuelve los problemas que plantea el toro y como solventa la situación sin ser levantado por los aires.

No hay tampoco que confundir las cosas, esto no significa que el público tenga que entregarse en medio del éxtasis. Eso es otra cosa. Eso se produce cuando sale el toro y el señor de la coleta, aparte de poder y dominar a ese animal, además es capaz de crear arte, que nada tiene que ver con el poner posturas. El aficionado empieza siendo torista, vibra cuando se arranca al caballo desde lejos, cuando mete los riñones y empuja al sentir el palo punzante sobre el morrillo. Cuando sabiendo lo que dan allí vuelve una y otra vez, cada vez más lejos, con alegría y prontitud, buscando la pelea. ¿Quién no es torista al extremo en esos momentos? Pues no sé, pero alguien habrá. Un ciclón indomable ante el que se planta un torero con una tela en la mano y empieza a modelar toda esa fuerza, esa bravura y esa violencia, hasta convertir aquello en arte, arte efímero que dura lo que el toro tarda en pasar, pero que se graba por los siglos de los siglos en el libro del aficionado a los toros. El toro ha obrado otro milagro por él mismo, ha propiciado que el torero alcance la gloria, precisamente oponiendo esa resistencia a dejarse dominar, encumbra al artista a la gloria. El respeto ya lo tenía ganado al ofrecer su cuerpo a la bestia, pero ahora además se ha adueñado de la admiración y casi idolatría de los que han asistido a tal acontecimiento. Los toristas, que han intentado ver, entender y vislumbrar las condiciones del toro, que han valorado las dificultades que presentaba, se entregan al torero. ¡Qué cosas! Se pasa del blanco al negro en segundos, los de un bando se pasan al de enfrente, pero sin abandonar el de origen. ¿Cómo es eso posible? Muy fácil señores, esto es otro mundo, este es el mundo del toro y aquí todo es posible, la contradicción se convierte en un elemento imprescindible e inexplicable, pero sin ella todo esto tiene muy poco sentido. Se cría al toro con mimo, para llevarlo a morir a la plaza, se adora al animal para acabar entregándose al que celebra el sacrificio, se lucha con la muerte para sentir más intensamente la vida. Y es que esto es la Fiesta de los Toros, una contradicción permanente, pero en la que, por mucho que algunos se empeñen, el toro es el que manda, es el que permite y propicia esa mutación de ser torista y convertirse en torerista, pero sin dejar de ser lo primero. ¿Alguien lo entiende? Igual no, pero es que esto es puro sentimiento y eso, eso no admite razonamientos.

11 comentarios:

Xavier González Fisher dijo...

Don Enrique: Veo que esas lecturas que hace, de obras dignas del "índice del santo oficio" no le afectan el criterio, para enojo de muchos "modernos"...

Y yo creo que es tiempo de hacer una rectificación, más que "Tauromaquia 2.0", debería denominarse "Toreromaquia versión beta", porque lo que impresentablemente se ve en las plazas, gira hoy en día alrededor de los toreros y nada más de los toreros... El toro..., ¿qué es eso?

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Sencillamente, una entrada ¡GENIAL!!!

Anónimo dijo...

Como bien dices, no son orejas que uno pidiera pero tampoco son como para protestarlas. Digamos que, comparado con lo que vemos habitualmente, mejoró la nota general de la corrida.

La que me sorprendió fue la de Ferrera, la verdad es que sacó la casta y vino con ganas de no dejar indiferente al público. Se plantó en chiqueros con el incierto toro y le plantó pleito. Cierto es que con los defectos de casi todos en cuestión de colocación pero tragando bastante y ejecutando algún que otro estimable muletazo de mano baja.

Morenito estuvo tan estético como casi siempre pero no tan puro como sería deseable. Aguilar anduvo voluntarioso pero se me hizo poco con respecto a la buena actuación con los victorinos del año anterior.

Desgraciadamente lo sucedido hoy nos devuelve a la cruel realidad. Espero que no sea un mal augurio de lo que nos espera en San Isidro.

Un saludo
J.Carlos

Anónimo dijo...

Una lástima,que al público actual el toro y el toreo bueno lo tiene sin cuidado.
Ripeco.

I. J. del Pino dijo...

Cómo me mola que con mis cosillas gente como tú se coma el coco. De hecho y como intuyo en tus líneas ya sabes, es precísamente lo que he buscado no por ganas de tocar la moral a nadie, sino por propias dudas existenciales a la hora de conjugar los cuernos con las luces.
El tránsito del torismo al torerismo sin perder la perspectiva del toro es el mejor resumen que has podido hacer de mis confusas palabras.
Si será importante el toro que el otro día en la novillada de Guadaira, hubo tres titanes jugándose la vida ante unos jamelgos sin clase, pero con emoción y con riesgo. Estoy convencido de que si esos novillos tan criticados por ser unos chicos espigados hubiesen sido unos muchachos terciados y sin ganas de darle una cornada a su oponente, no hubiesen propiciado el que hablásemos tanto de los novilleros que pagaron con sangre su osadía. Por eso esto es grande y por eso es importante.
Tengo la suerte de poder asistir a bastantes novilladas y me gustan por una sencilla razón, veo a los novilleros sin ningún prejuicio porque todavía no tengo una idea formada sobre ellos. Esto es lo que yo propugno, que vayamos a ver a toros y toreros sin ideas preconcebidas y que demos valor a lo que lo tiene y lo quitemos a lo que no lo tiene, pero para eso creo que somos gente como nosotros, como tú que sabes más que yo de esto y dicho sea de paso, te lee más gente, los que debemos enseñar a separar la paja del trigo y no perdernos en absurdos que desorientan al futurible aficionado: no todos los toros se arrancan al caballo de veinte metros, no todos los toros son bravos y no todos los toros tienen ese alma codiciosa que quiere comerse al torero, pero no por ello hemos de despreciar la labor del coletudo si ésta es digna de mención.
La broncas de Madrid a la presentación, al tercio de varas, a la lidia, etc, etc, están más que justificadas, pero ello no implica que lo que viene después, si es digno de mención, deje de tener sentido.
A ver si nos vemos el jueves.
Saludos amigo

Enrique Martín dijo...

Xavier:
Creo que las lecturas me crean el efecto contrario a lo que podría pretender el autor, me distancian cada vez más de ese modernismo, evolucionismo o...
¿El toro? Pues yo igual podría intentar explicártelo, pero claro, si no tengo demasiados ejemplos a mano, es muy difícil. Y tampoco podría decirte que es como lo que sale ahora, pero multiplicado por dos. Porque igual nos sale un artista con dos cabezas, cuatro patas, pero sin cuernos, sin trapío, sin casta, sin fiereza. Así que desisto, no me veo capaz.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Muchas gracias
Un saludo

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Es que los modernos nos quieren llevar a los extremos, o algo grandioso o algo deplorable. Con la cantidad de tonalidades de gris que existen. Estuvo interesante, porque en ciertos momentos y básicamente por la predisposición de los toreros, hubo emoción. No hubo pases para esculpir en mármol, pero al menos hubo toreo, en el sentido de ganar al animal, no en el del pegapasismo. Luego cada uno tiene sus limitaciones y contra eso...
Nos queda una larga travesía del desierto y nadie sabe dónde terminaremos.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

I.J. del Pino:
Acabas con una sorpresa enorme. Ójala nos podamos ver y así ya somos dos para meternos con el escultor, pero ojo, que nadie se meta con él, jejeje.
Yo intento ir a la plaza siempre sin prejuicios, pero la verdad es que casi siempre acaban ratificándote en tu idea original, pero ya ves, surge un Ferrera y te sorprende y le valoras lo que hace. También es verdad que a veces hay muchos que pretenden aplicar más la rigidez que la lógica, y así los nuevos aficionados aprenden más lo primero, que esto último, llevándonos a situaciones cómicas. Un ejemplo es cuando algunos protestan airadamente que el caballo no se coloque milimétricamente enfrente de la Puerta de Madrid. Si ya está suficientemente a contraquerencia. Pero no se fijan tanto en los marronazos traseros, en los bajonazos, en los pares a toro pasado o en ese rosario de palos a lo largo del toro. Ya ves, cuestión de medidas.
Pero creo que en la feria tendremos ejemplos de todo tipo para poder comentarlos.
Un abrazo amigo.

Enrique Martín dijo...

Ripeco:
Ya ves, ahora interesan otras cosas, la fiesta verbenera, las orejas, lo guapo que es el torero, los indultos y esas cosas que pueden ser o no, pero que no ayudan en nada a mejorar esto.
Un saludo

Francisco dijo...

Toro/torero.La cara y la cruz de la moneda. Pero para que todo vaya bien, cuando la tiremos, siempre o casi, ha de salir cara.

Un saludo