Cuando Morante se convirtió en figura con unos quites con el capote |
Anda que no se nota el cambio, resulta que el día anterior
un tío se pasa el rato ofreciendo el alma a un toro y se deja coger para
asegurarse un trofeo, y 24 horas después te encuentras con una corrida de
presencia ridícula y ofensiva para la sensibilidad del aficionado, con tres
señores que no se sabe si se toman excesivas precauciones, si es que no dan
para más o si tienen un rostro comp. el pedernal.
Dejaré a un lado lo de Iván Fandiño, porque aquí no tiene
cabida, no hay mezclarlo con ciertas cosas porque sería faltarle al respeto,
aunque lo que son las cosas, uno le critica que se eche sobre los cuernos para
cortar una y oreja y otros… Con uno te sientes como si todo fuera lógico y le pides
pureza en el aspecto técnico de la ejecución de las suertes, porque casi hay
que agarrarle para que no se pase por arriba; y con los demás ves que todo es
anormal y a nada que pueda recordar algo de verdad, ya estás levantando la mano
y aplaudiendo dos naturales a una mona. Si ya lo dicen, las comparaciones son
odiosas, y muchas veces lo es porque según el caso, tomamos modelos diferentes.
Los Jandillas/ Vegahermosa/ Carmen Segovia/ Bobona Domecq,
no se puede decir que tuvieran una lámina de enamorar, es más el de Carmen
Segovia hizo sospechar a algunos cosas muy feas, de esas que siempre se dice
antes “no puedo asegurar que no lo hayan arreglado, pero…” Y además, a todas
estas criaturitas hay que añadirles la deplorable lidia de sus respectivos
matadores. En el primero, Finito de Córdoba se juró no molestarle, no fuera
ocurrir una tragedia, esas de las que a él no le gustan, y sería por eso que lo
dejó a su aire, fue solo al caballo a que le picaran trasero, a no emplearse y
a no recibir castigo. En la segunda lo mismo, hasta que alguien debió indicar
que le pegaran. Y el que lo pudo mandar se limitó a pasearse muy
parsimoniosamente por el ruedo, mantazo va, mantazo viene. El inválido iba y
venía a una muleta sin temple, que siempre ofrecía el pico, mientras el torero
escondía la pierna de salida, sacaba el culo y estiraba en exceso el brazo. La
gente no estaba muy feliz y se lo hicieron saber, pero Finito no estaba para
nadie y seguía y seguía. Vamos, que si no llega a ser por lo amable y amor
propio que tiene este torero, pensaría que se estaba cachondeando del personal.
Lástima de bajonazo, con el mimo que había puesto el cordobés de Sabadell para
pegar trapazos a troche y moche.
En el cuarto, un animal cortito pero con sus buenos filetes,
regordete, le recibió con unas verónicas rectificando, esperando con el capote
como un telón retrasado por el pitón derecho. A eso del caballo tampoco le hizo
mucho caso, pues para él debe bastar con irse cuando el toro se ha parado en un
punto cualquiera más allá de la raya de fuera. No pasa nada si el animal entra
al peto con el capote colgado de una percha. La faena de muleta fue larga y de
escasos muletazos, perdón, trapazos, muchos enganchados. Vueltas para un lado,
para otro, me voy para allá, vuelvo para acá, hace aire, me muevo otra vez, con
esa parsimonia, que un día le debieron halagar los aduladores profesionales y
que él creyó a pies juntillas. Ya podían haberse ahorrado el elogio. Pero
seguro que los que saben de esto le habrán visto enorme. Yo también le vi
enorme, enormemente soso, aburrido, sin afición y sin respetar al que paga su
entrada para entrar a los toros.
Pero la gran esperanza para los estetas era Morante, el de
la Puebla, al que le echaron primero un cabritillo inválido, que no aguantaba
en pie, ni aguantó en el ruedo. Le suplió uno de Carmen Camacho con unos
pitones muy “extraños”, y no diré sospechoso porque parece que acuso de que
estaba afeitado, pero lo que tenía el pitón derecho era más que extraño. Capotazos
de pasito atrás, mientras el toro se tambaleaba. Dos picotazos traseros
escapando, de los que salió agotado y con la lengua arrastrando por la arena. Además
se dolió en banderillas, apreciándosele el defecto de cortar por el pitón
derecho. Unos trapazos lentos del maestro, otros en terrenos de toriles para
cubrir el expediente y se acabó. Que casi se podría haber marchado ya al hotel,
porque aparte de un quite a la verónica en el cuarto, no hubo más. Mantazos de
recibo a un quinto al que no se le castigó en el caballo, que esperaba en
banderillas y que al cuarto muletazo por alto acabó rodando por los suelos. Que
miro por aquí, por allí y ya vale, me voy, que no tengo ganas de pasarlo mal. Y
se fue.
Miguel Ángel Perera volvía al ruedo de Madrid, en este caso
para enfrentarse a un novillo toro o toro anovillado. Le desarma en el primer
lance, para después saludar al de Jandilla con los pies juntos, largando capote
allá donde pille. Lo lleva al caballo para una vara traserísima, con el toro
empujando de lado. Mientras, como parece ya habitual, el espada se colocó por
el estribo derecho, mal ubicado. Una caída y una segunda vara que no fue más de
un arañazo. Muchas manos altas para sujetar al toro, más un quite de Perera por
gaoneras, de esas que se colocan el capote antes de empezar y no con un lance. Dos
ajustaditas y dos más en las que el toro se le queda a medio viaje. Dos buenos
pares aguantando de Joselito Gutiérrez a un marmolillo sin pies, que se dolió y
bastante de los palos. Trapazos de tanteo, para después citar desde lejos, una
tanda con un buen derechazo según se le viene el toro. Otra tanda tirando con
el pico de la muleta y echándose el toro para fuera cuando se ve apurado. Retorcido
en cites y pases, lo mismo estira el brazo artificialmente, que lo encoje,
aunque esto ya es cuando se ve muy entregado. Sigue por naturales, manteniendo
la misma tónica, aunque hay que ser justos y reconocer el valor de dos de
ellos, De uno en uno, con enganchones, se pone un poco basto y ahogándole la
embestida, muy encimista. Recibe un aviso sin montar la espada. Bernadinas de
aquí te pillo, aquí te lo doy y puede que si no hubiera sido por el pinchazo le
habrían dado la primera oreja de la tarde.
En el sexto ya parecía que no le quedaba gas a nadie. Lo
recogió con verónicas sin gusto, mientras el toro escarba. Como siempre, en la
suerte de varas se busco un buen sitio para verlo cerquita, aunque era el peor
para el transcurso de la buena lidia, pero eso es lo de menos, ¿a quién le
importa? Poco y mal picado, se duele en banderillas, tercio en el que hubo que
saludar Joselito Gutiérrez por un par a sobaquillo y otro a toro pasado, pero
muy enérgicos los dos. Ya en la faena de muleta, Perera quiso hacer su faena,
esa que va enseñando de un sitio a otro. Vulgar y ventajista, no vamos a
repetir la retahíla de defectos de los que abusa. No prueba si las distancias y
los terrenos son los adecuados, él a pegar pases. Excesivamente encimista,
tanto que asfixia al toro y le dificulta el que se mueva. Bajonazo y se acabó. Y
no comparemos, no vaya a ser que nos tengan que ingresar en la UVI con
sobredosis de juanolas.
6 comentarios:
Estimado Enrique, tú que ya llevas muchísimos años de aficionado, ilumíname:
¿Todas esas cosas de ofrecer la muleta plana; cargar la suerte; parar, templar y mandar a un Toro con trapío y encastado de verdad un día existieron? ¿O es todo fruto de un sueño lleno de fantasía que tuve una noche de verano de hace 20 años?
Luis:
Uno ya no sabe, igual es que los años ya no me dejan ver, pero como a mí, le pasa a mucha gente. Yo eso se lo he visto hacer a muchos toreros. Eso que yo pido se lo he visto a Curro Romero, Antoñete, El Viti, Pepín Jiménez, José Tomás, al mismo Talavante, José Ignacio Sánchez, incluso en su día a Ponce, Juan Mora, no hace mucho, Roberto Domínguez, Robles y muchos otros. Ya ves que hay mezcla de estilos y de épocas. Hay algunos que igual te sorprenderán, pero es que un día torearon de verdad y poco a poco se fueron acomodando. Los toros comerciales han existido siempre, pero no estas bobonas, quizá eran más cómodos, pero podían salir malos de narices y los buenos también podían ofrecer problemas, pero los toreros sabían como solucionarlos, mirando los terrenos, la forma de citar, el pitón bueno, el malo podía arreglarse, la duración de las tandas. Eran muchos factores y el torero los tenía que dominar. Mira, desde el principio, una de las cosas más importantes era medir el castigo y si se quedaban cortos, lo intentaban arreglar con la muleta. Se lidiaba por bajo, las banderillas se adaptaban más al tipo de toro, no todo era tan cuadriculado como ahora. Y también había ganaderías complicadas, que las figuras no toreaban todos los días, pero que toreaban de vez en cuando. Las cogidas abundaban más, que eso no es deseable, pero era porque el torero se ponía en su sitio y de verdad y los toros eran más impredecibles, eran más listos, no se les podía estar pegando mil mantazos, porque aprendían y te podían coger. Pero si no te ponías en el sitio, entonces era peor, porque era más fácil aún que te llevara por delante. Pero esto también lo hablaremos en persona.
Un abrazo
Del ganado ya lo has dicho todo, no se puede decir más. Lo del sobrero de Carmen Segovia es de juzgado de guardia. ¿A alguien se le ha ocurrido que debían analizar las astas del toro? Seguro que no.
Finito es mejor que no vuelva por esta plaza, ni está ni se le espera.
Morante en una actitud pasotil que indigna incluso a la parroquia morantista.
Perera, con todo su destoreo, su postura inclinado y su patita retrasada pero al menos le puso ganas.
¡Con qué poquito nos conformamos!
Un saludo
J.Carlos
Olé por la pregunta y olé por la respuesta.
Emilio.
J. Carlos:
Es que lo de Finito suena a deuda de la tele por los servicios prestados, si no, no tiene justificación posible. Eso sí, no me negarás que no ha perdido esa gracia tan suya para reirse del personal y tomarle el pelo, él que tanto respeto exige para si y para otros incapaces tramposos como él.
Un abrazo
Emilio:
Muchas gracias, pero este ya sabes que te achucha y tienes que emplearte a fondo para que no te enganche, es encastado y bravo, bravo.
Un abrazo
Publicar un comentario