martes, 10 de mayo de 2016

Don Simón Casas I, el divertido


 
Don Simón, dígale al señor Matilla que nos traiga muchos de estos y verá sin nos divertimos; quizá serían otros los que llorarían entonces, lagrimones como puños, a lo mejor por tenerse que quedar en casa y colgar el traje de luces. 
Servidor que pensaba tomarse el día libre con eso de la suspensión de la corrida de feria a causa de los tremendos chaparrones que están descargando sobre el foro y en una de esas charletas me entero de las airadas manifestaciones del señor productor de espectáculos taurinos, no taurinos, pseudotaurinos, taurinos en apariencia y pretendidamente taurinos, don Simón Casas. Resulta que el buen señor, tras comprobar que el señor presidente de la primera novillada del ciclo novillada no le había regalado una oreja, en primer lugar por falta de méritos y en segundo por falta de pañuelos, a Álvaro Lorenzo, se descuelga con:

No debemos confundir EXIGENCIA con INTRANSIGENCIA ". "Si somos demasiado dogmáticos, la fiesta de los toros se nos por ente las manos". "A los toros hay que venir a disfrutar. Si en vez de disfrutar, venimos a llorar, la fiesta de los toros se nos va de las manos" y “al público hay que darle lo que quiere". Y para finalizar: "yo me pregunto qué hay que hacer para cortar una oreja en Madrid..."

Casi na’ lo del ojo y lo llevaba en la mano. Pues le doy la razón en todito todo, sin quitar ni poner ni un punto, ni una coma, pero...

-          La exigencia es necesaria, claro que sí y los exigentes estarían encantados con no padecer la intransigencia de los verbeneros, de los taurinos y, entre otros, del señor Casas, que parece pretender erradicar este sentimiento del aficionado, negándole su derecho a discrepar, su derecho a pedir sencillamente lo que quiere y lo que le gustaría ver más a menudo en una plaza de toros. Estos simplemente piden el toro y luego, si procede, que se ponga delante el que quiera y pueda. Pero no, la intransigencia está precisamente en eso, en negar el toro, porque estos señores han decidido que no vale para lo que ellos quieren y lo que ellos quieren es algo alejadísimo del toro y en el polo opuesto de lo que debería ser el toreo.
-          Precisamente ese dogmatismo modernista, ese negar el toro, la casta y la verdad, es lo que está provocando que esto se nos esté yendo entre las manos y puede que él mismo tenga datos fehacientes de los niveles de asistencia a plazas como la de Madrid, que en otros tiempos habría registrado un lleno por tarde y la de la novillada, casi lleno; pero la realidad es que a lo más que se ha llegado tras varios días de feria, es a dos tercios del aforo, aparte del descenso continuado en el número de abonos.
-          A los toros hay que ir a disfrutar, claro que sí, con el toro y el toreo, pero si lo que nos dan es medio toro y toreros tramposos, incapaces y ventajistas, si esto se convierte en una pantomima, claro que se nos va de las manos, por supuesto y mal favor hacemos a la Fiesta si confundimos la diversión, la pasión, con el verbeneo insustancial y chabacano, que usted quiere creer que esto le resulta muy rentable económicamente, pero no se engañe, siempre será más beneficioso llenar una plaza y además añadir lo de la tele, que no llenarla y el que la tele cada vez se le ponga más rácana, entre otras cosas porque el número de abonados a los toros en la pequeña pantalla no le resulta rentable al canal.
-          ¿Al público hay que darle lo que quiere? Pues venga, empecemos; llevamos años esperándolo, al menos tantos como usted y sus socios de Taurodelta llevan en la empresa tratando a la Plaza de Madrid con desprecio, arrebatándole poco a poco el prestigio que se labró durante muchas décadas. Usted se ha querido hacer una realidad a su acomodo y en no sé qué momento se creyó iluminado por un rayo divino, pensando que sus ocurrencias eran lo mejor del mundo y que precisamente era lo que el público quería ver. Pues anda que no está usted desorientado, ¿no?
-          Y para cortar una oreja en Madrid hay que hacer muy poco, porque no olvide que Madrid puede ser la plaza más facilona del mundo, que esta afición se ha conformado con que los toreros lo intentaran, siempre con el toro, claro está, pero con las buenas intenciones ya les valía. Eso sí, había que ir con la verdad y no pretender engañarles, porque entonces se convierte en un torbellino que te come. Así de fácil, toro y toreo de verdad. No me dirá que no es poco pedir. Incluso, mire si será facilona la plaza de Madrid, que puede aclamar a un torero aunque no haya dado ni una vuelta al ruedo. ¿Cabe mayores facilidades? ¿Cabe mayor entrega?


Eso sí, me resulta paradíjico que usted que reclama diversión, jolgorio y alegría por partes de los aficionados esté todo el día encabro... contrariado con todo el mundo, perdón, con todo aquel que no le baila el agua, que no le canta lo grandioso que es usted y sus ocurrencias y que no le erige un monumento como líder único de los taurinos. Así, por este camino, de verdad que vamos a vernos obligados a retirarle el título nobiliario de don Simón Casas I, el divertido.

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