martes, 24 de mayo de 2016

Novilleros LOMCE, ¿los derogarán tras las elecciones?

¿Tan escondido está el hoyo de las agujas?


Si no fuera porque vienen las elecciones y todo se nos va a arreglar, incluido esto de los toros, estaría que no me llega la camisa al cuerpo. Para que luego digan de los políticos, que no hacen otra cosa más que crear problemas, que enredan lo que no está enredado y lo que lo está, lo prohíben y así es como si dejaran de existir. ¿Saben eso de los niños que cierran los ojos y ya se creen a salvo? Pues eso, pero legislado como se debe. Después de pasar por las urnas, seguro que se derogará la LOMCE taurina y harán un nuevo plan de estudios. Porque eso es lo que se hace siempre, ¿no? Un plan por cada legislatura. Aunque no parece que podamos albergar esperanzas en que se recupere el latín, seguiremos sin toros que sepan latín; ni la filosofía, esa que hace entender lo que es vivir y sentir en torero.

Los de la Ventana del Puerto ni sabían latín, ni se plantean matricularse en una academia del plan antiguo. Alejandro Marcos, Joaquín Galdós y Juan de Castilla, más bien parecen aspirar a hacerse doctores en Trigonometría Aplicada y Ciencias del Universo por la Universidad de Berkley, despreciando eso de aprender el oficio de torero, que es menos rimbombante, pero jodí... de cojo... Si será difícil este oficio, que muchos han quedado en el intento. Alejandro Marcos, salmantino, criado en tierra de bravo , se debió de marchar con una beca Erasmus a Lovaina dónde eso de la lidia, el mando y el poder, además del temple no lo trabajan; igualito que Marcos, que tampoco lo trabaja. Con el capote anduvo por allí, bailando al novillo con capotazos insulsos. El castigo en el caballo fue nulo, echando la cara arriba y peleando de lado. Con la muleta pico y más pico pasándose el animal a una distancia más que considerable, para que las embestidas de mulo no le alcanzaran. Multitud de pases por ambos pitones, sin saber aprovechar la escasa mejora por el pitón izquierdo, torciendo demasiado la muleta. Una faena eterna, aburrida, sin garbo alguno, que culminó en un revolcón que le propinó el de la Ventana, arrollándole, haciendo caer al chaval de muy fea manera, saliendo visiblemente conmocionado del percance. Hubo petición y vuelta al ruedo, quizá más por la sensibilidad a flor de piel del momento, que por los méritos contraídos. En su segundo hasta medio manejó el capote con cierta soltura, pero solo hubo que esperar al momento de ponerlo en el caballo, para darse cuenta de que no. Se le castigó más de lo habitual en las dos varas, estando a punto el ventanero de descabalgar al montado. En el último tercio Alejandro Marcos daba la sensación de estar a merced del animal, que entraba en le engaño pegando cabezazos. Ausencia total de temple y dejando que le tocara mucho el engaño. Una faena larga en exceso, pero sin ofrecer nada de valor al aficionado.

Joaquín Galdós veroniqueó a su primero con quietud, incluso medio llevó el toro al caballo, para que el novillo se retorciera sin disimulo al notar el palo, para una vez hecho a la idea, acabar empujando. Lo de la segunda vara fue un esperpento en el que el picador casi descabella a su oponente, que buscaba sin cesar el refugio de las tablas. Muy soso en la muleta, siempre con la pierna de salida retrasada. Por momentos incluso la presentaba plana, pero retrasada y citando al hilo, para continuar estirando el brazo en demasía. Unas maneras que le valdrían para convalidar la lengua de primero, pero que nada le ayudaban a eso de torear y torear bien. En el quinto volvió a mostrar soltura con el capote con un novillo que cabeceó mucho en el peto, sin que se le picara apenas. Con la muleta lo de siempre, pico, enganchones, cite muy fuera, mientras el toro solo pensaba en marcharse al abrigo de las tablas. El bajonazo final no es posible calificarlo, si acaso lo correcto habría sido castigar a este novillero sin recreo para todo lo que le queda de vida de aspirante a matador de toros. Algo infame.


Juan de Castilla se ganó su presencia en su anterior comparecencia en este ruedo, aquel día de los cuatro novillos y las cuatro estocadas. Vueltas y más vueltas a su primero, sin saber por dónde meterle mano y permitiendo que le acribillaran con dos puyazos muy traseros. El novillo tenía mucho que torear e incluso hasta le aguantó, pero sin ser concluyente. Quizá un tanto acelerado y sin acabar de decidirse por el sí o por el no. En el que cerraba plaza cabe destacar un intento de llevar el toro al caballo con un vistoso galleo, pero o se le hizo demasiado largo el trayecto o le faltó galleo para cubrir la distancia hasta la guata. Muy mal picado, lo mismo en la paletilla, que en mitad del lomo, aparte de eso tan feo de la carioca. El final llegó tras un trasteo larguísimo y aburrido y la sorpresa de no haber podido reeditar la maña con la espada del día de las cuatro estocadas. Y ahora, cada mochuelo a su olivo y si aún creen en las hadas, quizá les quede la duda sobre los novilleros LOMCE, ¿los derogarán tras las elecciones?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es lamentable lo de los novilleros,tienen los vicios de las denominadas figuras.En los tentaderos lo hacen escondiendo la pierna,al hilo,el medio pase y todos les baten palmitas.
T.G.B.

Enrique Martín dijo...

T.G.B:
Tienen malos espejos en los que mirarse y malos consejeros.
Un saludo