miércoles, 18 de mayo de 2016

¡Oh! maestro ¿Cabe mayor vulgaridad?

Si con un natural de verdad, yo me conformo, solo uno


Dicen que estaban maestros y discípulos reunidos en el templo del Shaolin meditando, reflexionando y tratando de crecer en su interior viendo la Corrida de la Prensa de Madrid, todos en silencio, con el alma abierta a nuevas experiencias, con los oídos prestos al graznido de la grulla, el crepitar de las llamas y el bamboleo de una pluma cayendo sobre sus calvas despejadas, cuando el joven Tzhung Kwei se atrevió a levantar la cabeza y preguntarle al maestro Xiang: ¡Oh! maestro ¿Cabe mayor vulgaridad? A lo que el maestro respondió imperturbable: No, mi pequeña libélula que surca las nubes, mientras estén estos tres, el Escribano, el del Álamo y el Leal, con este ganado, mira que lo dudo, pero ¡agüita! que todo puede empeorar. Y siguieron meditando, pero con la tele apagada.

Qué suerte la de los monjes Shaolin, que apagan la tele y a otra cosa, pero, ¿y los que estábamos allí) Nosotros no podíamos apagar la plaza, pero el día que se pueda, veo fundidos a más de tres. Con la ilusión que teníamos con lo de Pedraza de Yeltes y lo que nos hemos encontrado, unos grandones y feotes, otros solo feotes, pero en conjunto muy descastados, que la mala lidia les ha podido influir, pero tanto, tanto... Empezábamos con Juan Leal que confirmaba, que en su primero se ha limitado a pegar mantazos sin ton ni son a un toro grandullón, que apretó en el caballo mientras le tapaban la salida y solo con un pitón. Luego vino el zasca en toda la boca del repertorio más moderno y desangelado que un aficionado pudiera soportar. Que si pase cambiado marcando la salida tres días antes de que el animal llegara a jurisdicción, para encima verse desarmado. Trapazos hacia afuera, siempre intercalados con carreras para recolocarse, enganchones, desaprovechando las pocas embestidas medio potables, antes de que el toro entrara como un mulo a la muleta.

Manuel Escribano se fue a portagayola en el primero, para dar unos magníficos mantazos al animalito que fue de lejos al caballo, le picaron muy atrás y le taparon la salida. Él metía los riñones, pero en esta circunstancia, cuando iba para afuera. Lo de la segunda no fue ni testimonial. Escribano tomó los palos y así, para acabar pronto, diremos que no puso un par en la cara en toda la tarde. Y se acabó el tercio de banderillas. Con la muleta, siempre fuera, tirando de pico, muy desganado y aburrido, completamente ausente. Seguro que Emilio Muñoz se está pensando eso de que en Madrid se le critica a Escribano por haber triunfado en Sevilla. A ver si también le van a criticar por no triunfar en Madrid.

Juan del Álamo volvía por enesesisísima vez a las Ventas y hasta arañó su orejita parrandera de todas las tardes. Cómo un día se le empiece a juzgar con justicia, me le veo devolviendo uno por uno los despojos acumulados durante tantas tardes insoportables. Verónicas siempre rectificando, sin poder aguantar ni en una en el sitio. No se picó al toro, que sangraba más por la divisa que por el palo del picador. Trapazos y más trapazos con la muleta, lo mismo por uno que por otro pitón, siempre toreando desde fuera, sin templar y llevando al toro con el pico, allá por la circunvalación de Mota del Cuervo. Por un momento hasta dio la sensación de no mostrar tanto descaro en la trampa, pero casi fue un espejismo. Y las bernadinas que no falten. Orejita y pa’lante.

Otra vez Escribano que se fue a portagayola, pero el Pedraza hizo fu como el gato y pasó de él. Primero se volvió para adentro por dónde salió y luego prefirió darse un rulo por el ruedo, antes que atender a capotes al viento. En el caballo empujó con fijeza solo con un pitón, le taparon la salida, en principio se enceló con el peto, hasta que dijo adiós muy buenas y se fue suelto. Un segundo puyazo trasero y tapándole la salida, para qué cambiar. Escribano empezó la faena con muletazos apelotonados, para después repetir la misma letanía de vulgaridad de siempre. Habrá que esperar a la próxima.

Salió el quinto, un toro enorme al que se ovacionó, aunque no sé yo, igual era un poquito exagerado, ¿no? Y eso que no me gusta quejarme porque el toro sea grande, pero... Lo que no sé es si Juan del Álamo salió decidido a abrir la Puerta Grande o a conservar el resultado. Igual con el empate ya le valía. Mal en la lidia, con un toro que no iba al caballo ni a la de tres y sin que a nadie se le ocurriera cambiar la lidia llevando el caballo más a favor de querencia. No sé, yo pensaba que eso se daba en primero de toros, pero quizá era en plan antiguo. La LOMCE se ve que ha hecho mucho daño también a esto del toreo. Que tampoco sé para que tanto esfuerzo en que el animal fuera al peto, porque para un picotazo, se le pega una colleja y andando. Faena vulgar, sin mando, ventajista y llena de enganchones. El toro se le vino arriba, le hizo correr para buscar el sitio, coladas, pases de uno en uno y punto. Como si fuera una gaseosa, Juan del Álamo se desinfló y no supo mantener esa eficaz vulgaridad hasta el final, negándosele de nuevo incrementar esa estadística de la que estará muy orgulloso. Lo que no sé es si será para que se sienta satisfecho.


Y cerrábamos con Juan Leal, del que en una tarde tan soporífera casi nos habíamos olvidado. El de Pedraza cumplió sin más en el caballo, si por ello entendemos el estar ahí un ratito y plantear una mínima pelea, pero nada más, a poco optimista que se sea, ya estamos exagerando lo hecho por el toro. El galo decidió comenzar de rodillas, citando desde los medios, remedando a los enanitos del Bombero Torero en sus buenos tiempos. Ya de pie, una sarta de muletazos con el pico, muchísimas carreras, haciéndose el Tour de Francia por el ruedo y sin conseguir dominar al animal. Pases de uno en uno, vulgarísimo, sin pararse quieto, para acabar tirando de arrimón al más puro estilo plaza de carros, banderazos, pase por detrás, cabezazos al toro, que no digo yo que no tenga mérito, pero quizá sería mejor que eso se lo deje a un especialista, no sé, a uno que gracias a la meditación, la reflexión y el estudio de su interior sea capaz de sentar a un buey de un testarazo, pero en un torero, no lo veo; no, no lo veo. Y claro, luego esto lo ve un monje Shaolin, se cree que le están comiendo terreno y va, levanta la mano y le suelta al maestro Xiang: ¡Oh! maestro ¿Cabe mayor vulgaridad?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo a del Alamo con el capote le veo medio regular y la verdad que el chaval derrocha ganas y pundonor, pero lo que es torear nada de nada. El chico liga bien los pases pero lo que es mandar y torear no vemos nunca nada.

Este año ya lleva dos orejas y su entorno lo felicita y lo ven como un triunfo, pero yo me digo una cosa, si te salen dos toros que son unos bomboncitos de triunfo gordo (el de joselito y el de ayer de pedraza) y solo eres capaz de cortarles una orejita protestada es que más que un triunfo ha sido un fracaso.

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Sí, sí y sí y si quedan dudas, sí otra vez. Si esas orejitas las miramos desde el punto de vista de alimentar la estadística, estupendo, pero si hablamos de toreo, entonces... Y esto, por el momento, es toreo, ¿no? No le deben apreciar demasiado esos que le pasan la mano por la chepa, porque si no, no me lo explico.
Un saludo