miércoles, 17 de mayo de 2017

El público tiene la culpa


Ahora, más que nunca, se recuerda a Joselito.




Da gusto comprobar la atención que desde diferentes puntos, desde los micrófonos de la tele especialmente, dirigen al público de Madrid. Mi enhorabuena, eso es saber orquestar una campaña contra un posible enemigo que pueda echar a perder, aunque sea momentáneamente, el plan de adormecimiento y anestesiado del que algunos dicen los últimos díscolos del mundo de los toros, los que no permiten no que la Fiesta crezca, sino que estas gentes puedan deambular a sus anchas y sin temor a que nadie les diga que no. Madrid de repente se ha vuelto loca, de un tiempo a esta parte no permite que los toreros expresen y un sector, siempre es un sector, se ha convertido en un elemento insoportable que solo piensa en sabotear esta verbena, descargando así su amargura. Y lo peor de todo es que se creen que saben porque gritan. No hombre, no, lo único que pasa es que a muchos habituales ya les sangra el alma de ver como tarde tras tarde y año tras año, le roban la cartera con inválidos y con señores que se visten de luces. Pero que ni de lejos tienen la intención de actuar como matadores de toros. Pero igual es que este año el señor Casas, don Simón, se siente especialmente afectado por las protestas y preferiría que de una manera o de otra. Sean silenciadas per secula seculorum. Y entre los señores de los micrófonos y los que les escuchan desde sus casas y una tarde les da por asomarse a las Ventas a ver al paisano, pues ya tenemos el montaje a punto.

En la tarde anterior se enfadó mucho el paisanaje de los tres acartelados y se habrán enfadado los de hoy y lo harán los de mañana y pasado y al otro y al otro, porque resulta que hay unos tipos amargados y mal encarados, que pagan religiosamente su entrada y que están dispuestos a muchas cosas, pero no a que les engañen y les guinden el precio de la entrada dándoles inválidos por toros, ni figurines por matadores de toros. Eso sí, estos educados transeúntes, fieles a la doctrina seguida por el señor Fernández Román, por el señor Amón, el señor Apaolaza, por el señor Muñoz y por don Maxi, del que ignoro su apellido, no dudan en mandar callar al disidente, ni exigirle que no venga o que se vaya, simplemente por no tener la misma opinión. ¡Ole, ole y ole! Y que viva el espíritu democrático y las buenas maneras de estos caballeros con unas tragaderas más amplias que el Canal de Panamá.

Estos díscolos son los culpables de que el señor del Álamo no sea capaz de recoger un toro sin rectificar a cada lance, de que a su primero no se le haya podido picar por riesgo de derrumbe del animal oque ya en la faena de muleta el salmantino se haya entretenido en dar tandas y tandas de trapazos largando tela, sin llevar jamás toreado al de Lagunajanda, abusando del pico de la muleta, de que el animalito no se sujetara en pie y de que se le despachara de un bajonazo insultante. También puede ser responsabilidad de Madrid del tipo chivo que hizo cuarto al que abandonaron a su suerte en el caballo, de que no se le pudiera picar mientras cabeceaba desesperadamente o de que nuevamente el matador deambulara entre muletazos desganados, enganchones y sin poner jamás la muleta plana y de que se pasara el toro allá en las lejanías, de que haya pasado como un alma en pena, como tantas y tantas veces, pero sin el valioso apoyo de sus convecinos mirobrigenses.

También es culpable la afición venteña, perdón, un sector de reventadores y saboteadores amargados, de que el primero de Jiménez Fortes saliera ya dando traspies y de que le tuvieran que poner a palmo y medio del caballo, pero tan poquita fuerza tenía, que ni podía empujar, aunque el animalito quisiera. Debe ser que ese grupito forzó a Fortes a recibirlo de rodillas para que acabara liándose de mala manera y ya de pie, liarse a pegar trallazos sin ningún asomo de temple. Que tanto, tanto atravesaba la tela, que el animal se le colaba una y otra vez, defecto que no pareció intentar resolver el torero. Se le apreciaba voluntad, pero poco más, enganchones, mala colocación, llegando a hacerse pesado, pero como tenía ganas de estirar las piernas, se dio la vuelta al ruedo, eso sí, obviando las protestas de los malotes del barrio. Es más, en estos casos tenían que ser dos las vueltas. Quizá en su segundo fue desde los tendidos desde dónde le hicieron culebrearcon el capote  peligrosamente en la cara del toro, lo que tampoco me extrañaría, porque además de los vociferantes, están los educados que se levantan, entran y salen o se ponen a llamar al cervecero cuándo les sale de ahí mismo; y no les digas nada, que te la arman, pues no son ellos nadie. Pero estábamos en el quinto, que aún con un solo pitón, puso en apuros al picador, que se esmeraba en taparle la salida. Tras un desastroso y desordenado tercio de banderillas, que vaya usted a saber por culpa de quién, recibió al toro con telonazos, un invertido con la izquierda, prólogo de un repertorio en el que no se acababa de saber a dónde quería llegar. Para que luego digan que la gente se solivianta. Si es que crean mucha inquietud ese no saber a dónde quieren llevarnos. Una faena de esas que gustan en esas plazas de Dios, pero que los exacerbados  madrileños no acaban de entender, pero que se pongan como se pongan, tienen que aguantar ese trasteo largo, largo, largo y más aburrido que largo, largo, largo y más insustancial que ...

Y acababa Román su feria. La verdad es que le vamos a echar de menos, porque torear, torear, no sabrá mucho, pero, ¿y el afán que le pone? ¡Ojo! Que servidor ha oído por ahí que el chaval poco menos que ha toreado como los ángeles, pero ya saben, es lo que tiene el ser de Madrid, que se nos nublan los sentidos. Lo que sí que se le vio es poner el toro al caballo y dejarlo en buen sitio, que ya es de valorar. Lo que no era garantía de que no cabeceara, ni que no se le pudiera picar. Complicado por el pitón izquierdo, esperando a los banderilleros, para en el último momento pegar el arreón. Eso sí, ya en la muleta, puándole citaba dándole distancia, el toro iba a la muleta, mejor por el izquierdo, pero el valenciano se limitaba a ofrecerle la muleta torcida, sin templar y teniéndose que estar recolocando entre pase y pase. Como la cosa no iba para arriba, tiro del recurso de meterse entre los pitiones, siendo enganchado en una ocasión, lo que enardeció al respetable y si no hubiera sido por tanto fallo con los aceros, seguro que habría tenido petición, pero de los buenos, no de los siesos de Madrid, que esos no dan ni un respiro. Al sexto, que fue ovacionado de salida por su imponente lámina, le abandonaron a su suerte cerca del caballo, al que fue con la cara muy alta, tapándole la salida y con dificultad para sacarlo del peto, especialmente mientras él estaba por dentro, pues se enceló con el caballo y no había manera. Bien cogido en el segundo encuentro, mientras el de Lagunajanda quería buscar el estribo izquierdo del penco. En el desorden y falta de atención de los capoteros durante el segundo tercio, hasta pudo lamentarse algún mal revolcón, mientras el toro se empezaba a adueñar del ruedo. Ya en la muleta, Román tenía la oportunidad de demostrar su torero ante un animal que no lo ponía fácil, pero al que daba la sensación de que se le podrían hacer cosas, cosas que por otro lado tendrían su valor, precisamente porque se lo daba el propio toro, pero esa mala costumbre de pegar pases y no de torear, es la que hizo que Román no consiguiera un triunfo de verdad, pero como pasó con sus compañeros, fue él que no hizo las cosas, el que no supo y nadie más, aunque si hacemos caso a esos señores, y a algunos más, de la tele, si no se triunfa en Madrid es que el público tiene la culpa


4 comentarios:

fabad dijo...

Don Maxi, es Pérez. Te ha faltado Casas... A mí ni los toreros ni ellos consiguen despertarme del todo... Con lo caro que me cuestan...

Manuel, Gabriel y Ramón dijo...

Excelente crónica, como siempre. Después de leerla ya me quedo más tranquilo, no tiene nada que ver con lo oído en la retransmisión.
Por cierto maestro, sería bueno que con su acreditada maestría, recordara ( o informara) a los toreros por dónde se tienen que salir de la suerte cuando llevan el toro al caballo.
Enhorabuena y muchas gracias.

Enrique Martín dijo...

Fabad:
Es verdad, se me olvidó uno de los más "activos" de la banda. No me negarás que están bien coordinados y ya, hasta justifican un inválido, porque tiene clase.
Un abrazo y se te sigue esperando

Enrique Martín dijo...

Manuel, Gabriel y Ramón:
Nos desgañitamos gritándoles eso de por el c... del mulo, cuándo se van por detrás, pero nada, que si quieres arroz, Catalina, ellos a lo suyo.
Muchas gracias por las opiniones.
Un abrazo, no sé si a uno o a tres.