lunes, 28 de mayo de 2018

Exclusivo para toreros, absténganse imitaciones


Lo que han padecido los rehileteros

Se esperaba la de Dolores Aguirre en esta feria, el aire fresco de la casta, que cuándo le da en la cara al aficionado recuerda por qué está enganchado a esto de esta manera. Que no seré yo el que hable de una gran corrida de toros, faltaría más. Encastada o no, una mansada nunca se puede calificar tan siquiera ni como una buena corrida. Un buen primero, nada fácil, un segundo, ya más complicado, tercero, cuarto y quinto mansos de solemnidad, con peligro, encastados como los demás, lo que hacía que estar delante se complicara mucho más, aunque revalorizando todo lo que se hacía ante ellos. Y un sexto descastado, que no quería nada con nadie, pero no exento de peligro. Una corrida de toros, para toreros, toros de impresionante lámina, que se movían, vaya si movían, pero que no permitían el más mínimo desliz. Toros que no estaban ni para medir toreabilidades, ni durabilidades, ni el que se pusiera un señor a componer, porque lo que allí se exigía eran toreros. Toreros que no anduvieran con que si me mira, es que me quería coger, es que salía por encima del palo, es que esto es buscar la tragedia, es que es acabar con la ilusión, es que… Toreros. En esto no caben medias tintas. Y si con estos o con otros toros, pero toros, hay quién sea capaz de crear arte, entonces hablamos de Maestros. Si es que no es tan complicado, muy difícil sí, pero se entiende a la perfección. ¿Que loa taurinos, con y sin micrófonos, tirarán a degüello contra este tipo de tipo? Por supuesto, porque no son nada tontos y se dan cuenta de que dos de estas y una más buena, les desmantela su mentira en tres embestidas. Tienen que tirar de artillería pesada y echar abajo cualquier amenaza que les pueda descubrir la trampa. Insisto, una mala corrida de doña Dolores, que nada tiene que ver con el ideal del toro y de la corrida buena, pero entre la pantomima y la verdad, ¿con qué se quedan? Ellos, con la pasta.

Los asignados a ponerse delante de los de doña Dolores eran Rubén Pinar, Venegas y Gómez del Pilar, que ya adelanto mi admiración, pero no caigamos tampoco en el papanatismo de que todo está bien con el toro, hay cosas que no, aunque también es verdad, y en esta tarde se ha demostrado, hay veces que hay que rebasar ciertas líneas, como la del tercio, para que la lidia pueda llevarse a buen fin, una vez visto que el toro no quiere nada de nada y con nadie. El primero de Rubén Pinar salió espantándose de los capotes, frenándose en los primeros encuentros. Ya en el caballo empujó de firme, lo mismo mientras le tapaban, que cuándo tenía a su espalda la libertad de los medios. Repitió en el segundo puyazo, arrancándose con prontitud, pero ahí sí que se salió solo del peto. Ya en la muleta seguía la muleta sin cesar, resultando hasta pegajosito para el matador, que no se lo podía quitar de encima, con esa incomodidad del toro encastado, que sigue los engaños hasta cuándo al matador le gustaría que le diera un respiro. Muletazos desabridos, sin mando, enganchones y dejando al espada al descubierto. Si corría la mano, el de Dolores seguía y si no tiraba de él, se le quedaba. Así se le hicieran las cosas, así se complicaba su lidia. El cuarto, un tío, ya complicaba las cosas de salida. De primeras se fue al que guardaba la puerta y ya en el de tanda peleó y recibió su castigo. Arrastraba el defecto del gazapeo, no se paraba, lo que incomodaba bastante durante su lidia. Muy aquerenciado en tablas, costando verdaderos esfuerzos sacarlo de allí, cuándo no se iba a toriles. Esperaba en banderillas con mucho peligro, siendo quizá lo mejor el clavar a la media vuelta, para que los banderilleros se taparan lo mejor posible. Ya con la muleta, lo complicado se tornó en imposible, gazapeo, huidas a tablas, escapadas por el ruedo. Estaba la cosa muy dura. ¿Macheteo por abajo? Pues quizá sí, quién sabe. Al final Rubén Pinar se lo quitó de encima, afortunadamente.

Seguía en turno, Venegas, que podía tener la esperanza de que su primero fuera como el que abría plaza, pero no. Salió enterándose, echando las manos por delante y muy suelto, con el permiso de los toreros, hasta que David Adalid medio le sujeto con dos capotazos por abajo, pudiéndole. Dos puyazos buenos, haciéndole la carioca, esperaba en banderillas, tirando arreones inesperados. En los primeros compases de la faena de muleta presentaba un molesto calamocheo, había mucho que torear aquí, parecía estar pidiendo que le lidiaran y le hicieran crujir los huesos. Una tanda tirando del toro, se quería escapar a tablas y Venegas medio lo sujetó en los medios, pero la cosa no iba a dar para mucho más, enganchones, arreones y además venciéndose mucho en las embestidas. Menudo trago. Igual pensaría que la cosa mejoraría con el quinto, pero… De salida se paró en la puerta de chiqueros, olisqueando la arena, con paso cansino, sin atender a los capotes. Entró cinco veces a los caballos, el de tanda y el de la puerta, sin orden, ni concierto, notaba el palo y pegaba un respingo, aguantando algo más en el reserva y una cuarta vez en el de tanda, o era la quinta, viniéndole al hilo de las tablas. Era un firme candidato a las viudas. Esperaba mucho y en esas que David Adalid dejó dos buenos pares, en especial el segundo, que el toro ya sabía lo que venía por ese lado y se defendió, apurando al torero. Comenzó el trasteo por abajo, pero todo lo que le dieran era poco. Se la echó a la diestra, se le revolvía, se le colaba una y otra vez y el peligro era menos cuando la mano viajaba baja. Al final marchó corriendo en busca de las tablas y la puerta por la que entró, dejando clara su condición.

Y cerraba la terna Gómez del Pilar, quién todo animoso se fue a recibir a su primero a chiqueros. Ni caso, asomo por la puerta y se fue por la izquierda bordeando las tablas. No quería capotes, fuera telas, huía del torero, no quería pelea. En el caballo salía de najas y sin mirar atrás al notar el palo, el picador no era capaz de taparle la salida. Al final se le picó algo, pero el de doña Dolores estaba sin picar. Intentó el matador ponerlo en suerte, pero se marchaba una y otra vez. No hacía caso a nada, pero cuándo creía que podía llegar a la presa, entonces pegaba un arreón para alcanzar a su presa. Primer muletazo por abajo y pies, para qué os quiero. Empezó macheteando por abajo al manso, quizá poco, para lo que merecía el bicho. Intentó muletearle con la derecha y sacarle un pase era un triunfo. Pues hasta alguna tanda le arrancó. Daba igual por el pitón que fuera, era una pelea de poder a poder, en el que al final fue Gómez del Pilar el que venció y con todo el mérito. No hubo pases y más pases y quizá por eso no hubo vuelta al ruedo, pero daba igual, el madrileño había toreado, ¿toreo bonito? El más bonito, el de los toreros que se la juegan de verdad y con verdad. En el sexto volvió a intentar la portagayola y esta vez sí. Pero si los demás habían sido encastados, este ya no entraba en el cupo. Dos capotazos y se iba como un burro. Se le intentó picar a favor de querencia, pero no había forma. No atendía los engaños, no atendía a los toreros. Imposible con la muleta, saliendo de los pases como un mulo de carga, saliendo de los pases mirando a Cuenca. Al final acabó escapando a toriles, dónde él solito se echó. ¿Cabe más mansedumbre y falta de casta? Logró el espada dejar un pinchazo hondo y de nuevo se acostó el burro. Insisto en lo malo de la corrida, que igual que digo que mejor que no haya muchas como esta, también digo que no deje de haber nunca corridas como esta. Y no me den a elegir entre las bobonas comerciales y estas, entre otras cosas, porque no hay comparación entre el toro y la boba chochona. ¿Qué también pegan cornadas? Claro que sí, pero esas poco tienen que ver con el arte del toreo, con esa terminología tan cacareada de tauromaquia. Esto es tauromaquia, lo otro. Que lo ideal son corridas encastadas, como esta, pero bravas, con embestidas boyantes, claro que sí, pero no tontas. Que estas corridas, las encastadas, buenas o malas, son de uso exclusivo para toreros, absténganse imitaciones.

Enlace programa Tendido de Sol del 27 de mayo de 2018:

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que hoy nadie se aburrió, te gustarán más o menos los toros pero incluso sus detractores estaban atentos a lo que pasaba en el ruedo. Mansedumbre la hubo pero casta también. Hoy no vimos las caídas de los cuvillos o los victorianos, vimos toros morir con la boca cerrada y, sin excepción, ganando la pelea a la terna. Se les pegó más en varas que si juntamos a todas las del encaste Domecq que han pasado por la plaza. Ningún cuvillo quería la segunda vara, ¿qué hubiese pasado si les hubieran puesto en el caballo una tercera, cuarta, quinta o hasta sexta vez como alguno de ayer? Pues eso, que saldrían de najas. Emoción hubo y mucha.

Respecto a la terna, prácticamente nada que objetar. Dos de los actuantes apenas habían toreado. Pinar estuvo solvente y valiente. Sólo reprocharle que no nos dejara ver al primero en la suerte de varas y en ocasiones no ejerció la función de director de lidia. Venegas, que en alguna ocasión sí nos obsequió con una suerte de varas interesante, ésta vez nos privó de ver al segundo en el caballo. Perdió la partida ante de los toros pero quiero resaltar en el primero de su lote, su exquisita colocación y exponiendo las femorales como no había hecho ninguna figura en toda la feria ante cuvillejos y demás desechos. Gómez del Pilar hizo todo un derroche de valor, le aplaudí en la faena del tercero de la tarde. Estuvo hecho un tío.

Destacar un muy buen segundo par de banderillas de David Adalid, ante ganado del que da importancia a todo lo que se hace delante de él. La terna merece repetir, más oportunidades a estos matadores y menos a los “joselitosadames” de turno.

Un abrazo
J.Carlos