sábado, 26 de mayo de 2018

Lo que la he gozao, cuñao


Venían los toros sobre las aguas, para quedarse en un lodazal imposible, dónde antes el caudal corría cuesta abajo, para perderse al pie de las tablas de Madrid

En estos días en los que la feria ya empieza a hacerse un poquito cuesta arriba, uno se encuentra a toda clase de fenómenos, meteorológicos y de los otros. Que era una tarde rara, que no parecía que fuera a ser objetivo de los isidros, pero al final, será por la inclusión de Talavante, ha sido una tarde de lleno y de esas que los buenos públicos se graban a fuego en la memoria y a la mínima la usan como arma arrojadiza contra el que se le ponga delante y ose preguntar que qué tal los toros. A veces, ni tan siquiera esperan a encontrarse con el conocido, pariente o compañero de trabajo. Que ya doblado el último de la tarde he podido escuchar cómo un señor todo puesto él, con su camisa empapada, eso sí, de cuadros gordos, verdes y blancos, cogía el móvil y le soltaba al otro:” cuñao pa’ un día que no vas a los toros y te pierdes lo mejor de lo mejor, cuatro orejas. Que cuándo quieras, me pasas otra vez la entrada, que yo encantao. Lo que te has perdido, colega”. Y el cuñado, igual se subía por las paredes, que se le confirmaban todas sus sospechas acerca del “cuñao” y su amplitud de miras taurinas. Pero eso no lo sabremos.

Lo que sí sabemos es que después de la corrida de Núñez del Cuvillo, el aficionado ya va entrando por el aro de la modernidad y admite las corridas sin picar, porque así se pueden ver faenas de mil muletazos, y que el año que viene no nos libra de estos bobones, ni el padre Astete. Encierro muy anovillado en líneas generales, muy flojito, que apenas tuvo arrestos para pelear en el caballo, extremadamente noble y bobona, que en el último tercio se lo pasaba chupi jugando con el señor del trapito, aunque no hay que obviar que incluso con estos ejemplares que no tiraban un mal derrote, a partir del tercero, cuándo la lluvia se hizo presente, el peligro siempre estaba presente, con el suelo que llegó a estar impracticable y con más que evidente riesgos para los toreros. Un riesgo que quizá no deberían haber corrido. Podría decidir el presidente, el empresario, los matadores y hasta admitirlo las cuadrillas, pero no hay por qué hacer pasar por esto a nadie. Llovió y mucho, pero resulta llamativo que desde hace no demasiado, la plaza de Madrid parece haber perdido aquel drenaje que sorprendía a todos. Tardaba bastante más en formarse charcos, incluso con chaparrones como los de estos días, y al día siguiente el ruedo no estaba convertido en la playa que es en la actualidad. Ignoro si será el eliminar la cuesta que hacía que el agua corriera, ignoro si serán otras causas, pero esto es un hecho que se aprecia todos los días de lluvia. Que igual hay quién quiere el ruedo de Madrid con unas características determinadas para eso del arte, pero es de ser muy poco vivo el no enterarse de que en Madrid, en mayo, que es cuándo se celebra la feria de San Isidro desde 1947, llueve, hace sol, hace frío, calor insoportable y vuelve a llover. Pero debe ser un secreto que ya nadie conoce y menos los visitantes del 4, 5 y tendidos del 6, que a la segunda nota ya desfilan camino de Belén.

El primer novillote de Núñez del Cuvillo correspondía a Juan Bautista. Pretendía empujar en el caballo, pero el animal no podía, cómo iba a poder si bastante tenía con sujetarse. Había que tener cuidado de no bajarle la mano, porque rodaba por la arena. Mucho muletazo, ninguno rematado, muleta al bies, de uno en uno, cambio a la izquierda y para colmo el viento, mientras el toro seguía perdiendo las manos. El cuarto transcurrió en mitad de la lluvia, al principio suave, pero que cuándo arreció aquello era un imposible. De escaso trapío, Juan Bautista se cuidó de ponerlo al caballo. Se le picó trasero y apenas nada, yéndose suelto tras el segundo encuentro. Y a partir de aquí, a todo lo que se pueda decir hay que añadir que el suelo estaba ya imposible y no se sería justo si se mide lo realizado con el mismo rasero que si el suelo estuviera seco. Lo que en otras circunstancias podría ser una trampa, con el ruedo así puede ser un recurso para evitar posibles percances. No obstante, digamos que Juan Bautista comenzó sin apenas poderse parar, tirando del pico, mientras el de Cuvillo perdía las manos. Caía el diluvio y allí seguía el galo, que coronó con un pinchazo y una estocada entera recibiendo. No había para mucho, pero ya digo que todo lo que se hiciera sobre esa pista de patinaje, había que respetarlo.

Alejandro Talavante ingresaba en el cartel por la ausencia forzada de Paco Ureña. Que habrá quién piense que las sustituciones no son para las figuras, pero esto ha ocurrido siempre; otra cosa es que a los más modestos no se les den más oportunidades, son cosas aparte. Pero entendamos también que a estas golosinas de Cuvillo, las figuras no les hacen ascos. Hay que agradecer que pusiera las dos veces en suerte al novillo en el primer tercio. Apenas se le picó, tardeó y se fue suelto. En el tercio de banderillas, un quite de Juan Bautista a Juan José Trujillo dejó muy claro el por qué de la importancia de la colocación durante la lidia, en la que un palmo más que menos, puede ser la distancia entre salir airoso o tener que lamentar. En el inicio de la faena llegó lo más lucido de Alejandro Talavanre, con la muleta en la derecha y redondos por abajo, tirando y conduciendo la embestida, llevando el muletazo hasta el final. Prosiguió ya en pie por el mismo pitón, rematando una serie corta con un cambio de mano y un natural largo y profundo, haciendo enroscarse al toro en la cadera. A continuación tandas con cierto temple y otro cambio de mano emulando el anterior. Tomó la muleta con la izquierda y ahí bajó la intensidad, con la muleta más oblicua, sin remata los pases, quedándose demasiado en la pala del pitón. Cites de frente, pero sin variar el escenario, hasta que volvió al pitón derecho, para concluir por abajo, tal y cómo comenzó. Estocada defectuosa, lo que no impidió que el usía sacara dos veces el pañuelo, en mi opinión, de forma excesiva.

En el quinto era como si Moisés acabara de separar las aguas y estas cayeran encima de toro y toreros. Un aguacero tremendo y un barrizal impracticable. Creo que no habría pasado nada si se hubiera suspendido el festejo, sería de entender. Bueno, quizá habrían protestado los que eligieron esta fecha en el calendario para ir este año a los toros, pero bueno, también podrían repetir otro día, ¿no? Que hasta octubre, pueden todos los domingos y fiestas de guardar. Apareció ese quinto y Talavante lo capoteó con las lógicas precauciones, que no seré yo el que las cuestione. Dos picotazos, a los que el toro no opuso más resistencia que quedarse debajo del peto. La faena de muleta transcurrió pasándose el toro lejos, citando fuera de cacho y con el pico. Tampoco había que intentar mucho más en esas circunstancias.

El primero del hierro titular que le correspondía a López Simón fue devuelto a los corrales y sustituido por uno del Conde de Malladle, que en la primera vara empujó con ganas, con la cara muy alta y solo con el pitón derecho, queriendo darse la vuelta, peleando con ambos pitones al final del puyazo. Entro suelto en los dos encuentros, escapando como un rayo al notar de nuevo el palo. Ya con la muleta, López Simón inició con muletazos a una mano por ambos pitones, para acabar liándose. Derechazos destemplados metiendo mucho el pico y limitándose a acompañar el viaje, retirando el engaño de repente, se lo pasaba por delante, por detrás, hasta que en un instante resultó  volteado, recibiendo una auténtica paliza, siendo quizá lo más preocupante un golpetazo en la cabeza. Pudo continuar la lidia, siguió por el derecho y entre enganchones, cuándo la salida del muletazo era para adentro, el animal se iba a buscar su querencia a tablas. Atropellado, cites de frente, desarmes, tirones, pero se jaleaba todo. Pinchazo recibiendo y entera en toriles, dejándose coger. Creo que todos nos felicitaríamos de ver a este torero recuperado para la fiesta, creo que necesita un triunfo, pero no sé si es justo el darle una oreja por ese feo revolcón, no sé si ese es el camino. No sé si el camino actual, ese de que primen más las criadillas que los saberes taurinos, será el idóneo, pero así da la sensación de que puede ser torero un loco que no teme el peligro, mejor que alguien con miedo, que lo vence y que además es capaz de pensar en la cara del toro, darle la lidia que precisa y además llegar a crear arte. No lo sé, que cada uno decida por dónde prefiere que siga esto. En el que cerraba plaza, ya solo llovía, el diluvio había terminado y Noé ya soltó la paloma para que supervisara el terreno y saber dónde soltar a todo el pasaje. Capotazos a pies juntos para recibir al sexto, al que Yelmo Álvarez puso al caballo con una eficacia y limpieza envidiable. El Cuvillo fue al caballo con la cara alta, pero sin ofrecer resistencia. El suelo estaba impracticable, muchos charcos, con mucho riesgo de resbalar y quedar a merced del toro. Comenzó el trasteo por abajo, conduciendo la embestida del toro. Siguió por el pitón izquierdo, largando tela con trapazos en línea y teniendo que pegarse una carrerita a continuación. Cambió al derecho, continuando con el pico, medios pases, muy en la pala, repitió por el izquierdo, y siguió y siguió, mientras el animal seguía el engaño con suma docilidad. Una entera contraria y la oreja que le daba licencia para salir a cuestas. Puestos a tasar despojos, este segundo fue más meritorio, pero ya no queda remedio. Unos marchaban escandalizados de ver el estado al que ha llegado la plaza de Madrid, la que abordan cada día gentes diferentes, que tienen como objetivo, no el ver torear, no el ver toros, sino el que se corten despojos y más despojos y como el caballero que tenía al lado, poder echarle en cara a quién fuera que él había triunfado y entusiasmado le soltaba que “lo que la he gozao, cuñao”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La prensa y los comentaristas de la tv al servicio de la empresa no comentan acerca de la suerte de varas y la falta de fuerzas de los toretes.El ganaduros lo ha expresado que la pica carece de importancia y lo válido es lo de la muleta.Están en el camino ideal para aburrir y alejar a los pocos aficionados.Cuanta razón tenía El Pimpi ante la queja sobre la pica que,comentó;si los toros no aguantan tres puyazos,no es culpa del picador,sino del ganadero.
T.G.B.

fabad dijo...

Las lluvias en tarde de Toros en Madrid, me recuerdan a "Mi Tío Jacinto".

Anónimo dijo...

La tarde de ayer me pareció la más entretenida de cuantas he presenciado en el ciclo isidril. Los toros del Cuvillo bastante mejores que los del otro día. Con movilidad suficiente como para cortar varios apéndices y sin asustar a la terna. Destaco el sexto, un toro con cierta casta y codicia que estuvo por encima de López Simón.

Tan acostumbrados estamos a ver la desidia de los matadores que ayer, al ver disposición en la terna, supo a agua bendita.

Bautista muy a la deriva en su primero. En el cuarto intentó enmendar la plana, bajó la lluvia supo mantener en pie a un toro que se caía si le bajabas la mano. También supo corregir el calamocheo del toro con buen manejo del temple y cierta elegancia en las formas. He dicho elegancia, no pureza. Intentó matar en buena lid en este toro.

No soy de los que otorga en cada San Isidro más de 2 o 3 orejas, una de ellas sería para Talavante en su primero. Labor de conjunto, sabe torear mejor pero mejoró con respecto a la anterior oreja. En su segundo bajó el tono pero dejó algún detalle de calidad y ejecutó en buena forma la suerte suprema aunque el resultado no fuera el deseado.

También López Simón ha mejorado con respecto a las últimas veces. Disposición en su primero aunque volvió a valer el dicho de que una voltereta en Madrid abre el camino a la oreja. Yo no se la hubiera dado pero es que Joselito Adame puso el listón muy bajo. En el sexto estuvo mejor que en su primero pero por debajo del toro. Oreja que no pedí pero tampoco protesté. Como dirían en el colegio…progresa adecuadamente.

Un abrazo
J.Carlos