jueves, 10 de mayo de 2018

Puro expresionismo, nada expresivo





Torazos para soñar que no lo permitieron y toreros para dormir 

Con la ilusión que tenían los aficionados desde el momento en que supieron de esas capas cárdenas, cárdeno salpicado, berrendo en cárdeno, cárdeno bragado meano corrido, cárdeno claro, que vestían a unos torazos que parecían recién llegados de otras épocas. Asomaban por la puerta de chiqueros y el clamor solo podía silenciarse por la emoción de ser testigo de esas láminas imponentes, que a buen seguro iba a permitir a la terna expresarse, pero… ¡Ay! Que ahora vienen los peros, ¡Cachis! Que no todo es lo que parece. Igual que eso de expresarse, a veces… Que los que se visten de luces te lo  sueltan ahora con una ligereza que pasma, como si no supieran lo que dicen, o sí. Que tanta expresividad contenida y deseosa de salir al mundo nos hace vivir este expresionismo taurino, como si paseáramos por el Berlín de principios del XX. Expresar, expresar, expresar y no dejar de expresar. Que a uno le da cosa pensar lo atormentadas que tienen que estar las mentes de los coletudos que quieren, que necesitan expresar, pero que no pueden porque un toro, la casta, el genio, el aficionado exigente o quién quiera, se lo impiden. Aunque ya digo, que a veces lo de expresar no tiene que ser bueno en si mismo, que también puede ser que la expresión que brota del manejo de las telas pueda ser un solemne canto a la vulgaridad y que huya del arte como alma que lleva el diablo.

Salió el primer torazo de la Quinta, al que estrellaron varias veces contra las tablas. No me atrevería a decir que esos porrazos fueran la causa de que se quedara parado, pero se paró. Ni se empleó en el caballo, ni se le pudo castigar apenas nada. La verdad es que esto tampoco ayudó a que Juan Bautista expresara nada bueno, si acaso ese alargamiento artificioso del brazo, muletazos dando aire al animal, dejando pasar el rato entre bostezos y aburrimiento de la concurrencia. Y salió el cuarto, con el que comenzó expresándose cortándole el viaje, agazapándose detrás de las orejas antes de que pasara el animal, sin jugar los brazos, sin sacarlos para alargar la embestida. Le taparon la salida en el caballo en la primera vara y en la segunda se le puso de lejos, para alegría del personal, pero se marchó sin tan siquiera mirar al caballo. Ya desde más cerca, no hubo casi ni picotazo. A continuación Juan Bautista nos regaló más de lo mismo, vulgar, abuso del pico, soso a rabiar, abúlico y levantando la mano al final del muletazo. Poco que expresar y nula expresividad del galo, al que seguiremos viendo una y otra vez, una y otra feria, a pesar de que no dice nada, perdón, no expresa nada, si acaso, desesperación en los asistentes.

Lo del Cid ya no es cuestión de expresar, quizá puede que sea más cosa de estar. El sevillano lleva mucho tiempo sin estar y lo que expresa es una incapacidad alarmante, falta de sitio, de corazón y de ideas. Cuántas veces se habrá oído en la tarde eso de “con lo bien que toreaba este hombre”. Pero las cosas han cambiado mucho con este torero. Que se puede estar mal una tarde, dos, mil, pero hay que ver cómo es ese estar mal. A su primero le recibió con capotazos de compromiso, Un toro que renqueaba desde los primeros lances y al que apenas se le tocó en el caballo, dónde la mayor batalla que presentó fue cabeceando en el peto y yéndose suelto. Inició el trasteo de muleta con la derecha, dando vuelta como el Giraldillo, sin llevar la embestida, limitándose a dar aire con la pañosa. Muy desconfiado, sin pararse quieto, metiendo el pico, un desarme, sin sitio y desperdiciando las escasas embestidas que ofrecía el de la Quinta, que hasta amagó con meter la cabeza, pero ese posible conato de virtud se fue por el desagüe con esos trapazos sin sentido. Pero cuándo peor imagen ofrecio el espada fue con el quinto, que ya de salida dio claras muestras de que iba a hacerse el amo de la situación. El matador veía como era superado en cada embestida, hasta tener que darse la vuelta e ir cediendo terreno al toro. Le costaba quitárselo de encima, lo que hizo que hubiera demasiados más capotazos de los aconsejables. No atinó para ponerlo en el caballo, dónde el animal recibió su castigo, ofreciendo pelea, con la cara a media altura y tapándole la salida. Mejor puesto en suerte para el segundo encuentro, se arrancó de buena manera, para seguir peleando. En el último tercio se le vio al Cid aperreado, sin poderse quedar quieto, rectificando la colocación permanentemente, sobrepasado en todo momento, venía el toro y le ponía la muleta, desarmes y un penoso deambular por el ruedo a lo que mandara el negro entrepelado. El Cid expresó, claro que expresó, pero muchas más cosas de las que quizá deseaba y de las que esperaba. No es agradable ver en esta situación a un torero que lo fue casi todo para la plaza de Madrid. Desde luego que no.

Morenito de Aranda es un torero del que todo el mundo piensa que tiene una idea clásica del toreo, con gusto y que sabe hacer las cosas. Pues bien, parece que desde hace un tiempo está empeñado en expresar todo lo contrario, en que esa idea optimista se borre del imaginario del aficionado. Y eso que a su primero, un toro que salió con cierto ímpetu, incluso rematando en tablas, lo recibió con buen toreo a la verónica, especialmente por el pitón izquierdo. Un primer puyazo en el que el palo fue a buscar al toro, puyazo trasero y el de la Quinta tirando derrotes desesperadamente, lo que se repitió en el segundo puyazo. Se lo sacó el Morenito aseadamente para afuera y las quizá dos tandas que tenía, tandas cortitas, por cierto, las desperdició no rematando los muletazos arriba. Por el pitón derecho se le quedó a las primeras de cambio, al hilo del pitón, pases de uno en uno y cuándo quiso volver con la zurda, ya se había esfumado toda posibilidad de toreo. Al sexto lo recogió con capotazos muy destemplados, violentos, que en nada convenían al toro. Peleó en el caballo y hasta se le pudo picar en la primera vara, de la que salió tras derrotar en el peto, al que incluso se arrancó con ganas. El comienzo de la faena de muleta fue por abajo, a una mano, para que el toro perdiera las manos. Tandas por el derecho, con un primer muletazo del tirón, uno segundo templado y en el tercero todo se descabalaba. Así sucedió en dos tandas, hasta que ese vicio del pico ayudaba a que el toro se le quisiera ir por el hueco entre el bulto y el engaño. Por el izquierdo no se quedaba quieto y vuelta al derecho, pero ya no había nada que sacar del último cárdeno, que a mitad del pase se quedaba y levantaba la cara como un mulo. Si nos atenemos a lo tenebroso, a lo oscuro de una tarde de toros, a lo atormentado del aficionado que peleaba por no dar una cabezadita, más parecería una tarde para inspirar a cualquier expresionista. Incluso las formas y quehaceres de la terna, que quizá esperaban que el toro se toreara solo y ellos poder expresar, pero, ¿expresar, qué? Y así pasamos el día transitando por un puro expresionismo, nada expresivo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Corrida perfectamente presentada. No me gustó. Esperaba mas cosas de los colomeños. Lo mismo esperaba de los matadores. Ambos me decepcionaron, sobre todo, éstos, que se vieron sobrepasados por los problemas de los animales que no supieron o pudieron solventar. Algún matador se lo tiene que pensar eso de continuar. Al final... tedio.

Anónimo dijo...

Enrique, por lo que cuentas, me alegro de no haber ido ayer a la plaza. Este año estoy un poco despistado, de hecho pensaba que la feria empezaba hoy si no fuese porque mi madre me dijo que salió por televisión un anciano que salía de la plaza y ante la pregunta de la entrevistadora: "¿cómo sale usted tan pronto de la plaza, si todavía no ha acabado la corrida? El hombre responde: "estos novilleros no vale ninguno para nada...y los toros menos".

Como esta sea la tónica general del ferial, el año que viene no renuevo el abono. El ganado torista naufragó de lleno, espero que este año no suceda lo mismo. De los pegapases mejor no hablamos.

Un abrazo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Quizá alguno ya lo tendría que tener muy pensado y otros, el no haber vuelto.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Pues sentiría que lo dejaras, pero no te voy a decir que no te entienda, a la perfección.
Un abrazo