domingo, 27 de mayo de 2018

Qué difícil es ilusionarse


En otros tiempos el aprendizaje para torero era muy duro, cruel, hasta inhumano, una etapa que afortunadamente se superó, pero tampoco parece lógico irse al otro extremo, hurtándole a los chavales el aprendizaje necesario para ser matadores de toros

Siempre se dice que si a los chavales se les echa en Madrid el novillo cuajado, se acaba con sus ilusiones, que si se les exige, se acaba con sus ilusiones, que si no se levanta la mano en la concesión de trofeos y no se es benévolo, se acaba con sus ilusiones, pero, ¿nadie se ha puesto a pensar en las ilusiones de los aficionados? La palabra ilusión es un concepto íntimamente asociado a los novilleros y a las novilladas. El aficionado de siempre ha acudido a ellas queriendo encontrar al ídolo del mañana, queriendo ver en un chaval condiciones de gran torero, escudriña lo que puede ser en pequeños detalles, cómo coger la muleta, el manejo del capote, el librarse de un compromiso, la colocación en la plaza y si ya le recuerda a uno de los maestros de antes o del presente, entonces ya se empieza a construir un rascacielos de ilusión. Pero, ¿cabe ahora alguna ilusión en las novilladas? Quizá sí, que el paisano, amigo, pariente, vecino, corte orejas, una, dos, las que sean, pero que haya orejas. Que bien mirado, es una ilusión muy pobre, muy poco ambiciosa. La verdadera ambición sería desear que el novillero se fuera haciendo, fuera creciendo, hasta empujar con brío a la alternativa.

Seguro que los tres alternantes de la de Fuente Ymbro llegarán a la alternativa, pero quizá no lo hagan empujando para arriba, quizá lo hagan como una última opción de seguir en esto, el doctorado y a ver luego si suena la flauta, a ver si se vuelve a Madrid, otra orejita y a seguir funcionando hasta dónde se pueda, pero sin realmente avanzar en ese camino que es ser torero. Que ser torero no es lo mismo que ser recolector a tiempo parcial de orejas, y menos orejas autobuseras. Que por la sensación que han dado Marcos, Alejandro Gardel y Francisco de Manuel, esa parece ser su forma de progresar en el toreo, de oreja en oreja y con pocos mimbres de toreo. Marcos ya se vio rebasado con su primero, que peleó en varas, sin meter la cara, pero al que su matador no era capaz ni de ponerlo al caballo. Luego, con la muleta, se empeñó en el pegapasismo al uso, hasta que el toro se hartó y empezó a buscar irse a tablas. Muletazos sin mando, ni sometimiento, sin pretender tirar del novillo. Lo de la espada, un bajonazo envainado, quizá le sonroje, pero si tiras a los blandos, acabas en los blandos, así de fácil. A su segundo le recibió con dos largas de rodillas, pero de toreo, poco. Un novillo al que no se agarró el picador, yendo este con sus huesos al suelo. Le pegaron trasero en la segunda vara y el caballo se echó solo. Muletazos plenos de vulgaridad, pico, banderazos, uno aquí, carrera y otro más allá, hasta que el novillo se paró, para acabar con otro infame bajonazo. Que mala suerte, pero, ¿no será que apunta ahí el bueno de Marcos?

Alejandro Gardel nada más salir ya se vio en complicaciones, con un novillo que se le comía, obligándole a darse la media vuelta. Un Fuente Ymbro con claros síntomas de mansedumbre. Tardeaba para ir al caballo, que más bien la cosa era al revés, el caballo iba a por él, cabeceando. Después en el último tercio, el animal acudía con genio a la muleta, el espada medio aguantó cómo pudo, pero no le dio para más que trallazos para quitarse aquello de encima, sin parar quieto un momento, estirando mucho el brazo, mal colocado constantemente y pegando tirones. Tras semejante despropósito en la lidia, cuándo quiso cuadrar al toro para montar la espada, no había manera, no encontraba el lugar y no se le ofrecía ninguna facilidad. El quinto salió muy suelto, nadie le sujetaba a las telas, intentó probar en el de puerta, pero lograron desviar su atención de allí. En el de tanda, fu notar el palo y salir como alma que lleva el diablo, igual que en la segunda vara, aunque en esta sí que se le pudo castigar un poco más allá del picotazo. Pretendía Gardel soltar su colección de derechazos y naturales, pero la cosa se había complicado, venga coladas, cuándo no, se acostaba por ambos pitones, salvando un poco los muebles cuándo se cruzaba, que al menos tomaba el engaño, pero la idea seguía siendo lo de dar pases, muchos pases. Ignoro si es que el novillero no sabe eso de doblarse con el toro, si puede que no se lo indicaran desde el callejón, pero lo que está claro es que el pegapasismo no tenía sitio en esta ocasión.

Parecía que Francisco de Manuel se manejaba con el capote, más bregando para fijar al novillo, que pretendiendo el lucimiento, que llegó después con dos medias garbosas. Puso al toro con acierto las dos veces que lo llevó al caballo, dónde le picaron trasero, haciéndole la carioca, mientras empujaba con la cara alta, hasta que metió la cabeza debajo del peto y derribó a jinete y montura. En el segundo puyando se dejaba sin más, pero sin que le administraran apenas castigo. En cuanto a lo de poner banderillas, pues está muy bien que un novillero quiera desenvolverse en todos los tercios, pero sin que esto sea un numerito más. Y que conste que puso algún par que al menos no eran merecedores de reprimenda; otros sí. Citó dando distancia desde los medios y lo primero fue una colada impresionante. Siguió con la zurda, el novillo sacaba genio y se colaba igual por ahí, especialmente cuándo se le presentaba la muleta atravesada, hasta que en una de estas el Fuente Ymbro se llevó por delante a de Manuel, se lo llevó puesto. Este, menos que ninguno, no admitía naturales y derechazos, se le vencía una barbaridad, se le cruzaba y cómo eficaz defensa, el novillero se cruzaba más, le hacía hilo, le buscaba, pero al final quizá se puso pesado, haciendo ver su falta de pericia, cuánto más rato permanecía ahí. Bajonazo y oreja, muy barata, que luego, pesó para que el presidente no hiciera caso a la petición en el sexto. Un novillo que se quería ir de los engaños, muy suelto, lo que se unía a la ansiedad de Francisco de Manuel por abrir la Puerta Grande. De nuevo lo quiso poner al caballo, pero el toro no estaba para nadie, hacía hilo con los capotes y no había manera. Empujó en el caballo mientras le tapaban la salida. Comenzó el trasteo por abajo con la mano derecha, para continuar por ese lado metiendo mucho pico y largando tela, sin mando, sin torear. Le tocó la tela y prosiguió con el pico, carreras para recuperar el sitio y enganchones. Hasta que el novillo se fue en busca de las tablas, se puso pesado, vulgar, quizá por ver que quizá no iba a haber despojo. Hubo petición, pero claro, el señor presidente igual consideró que sacarle a cuestas al chaval con dos regalos de semejante categoría, igual le dejaba a él en mal lugar y lo mismo coincidió con los partidarios de los toreros, con los toreros, los taurinos y los aficionados en eso en que todos quieren, todos empujan, todos buscan un objetivo, pero caramba, qué difícil es ilusionarse.

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