martes, 22 de mayo de 2018

¿Quién vive en una piña debajo del mar?


Lo del toreo submarino puede tener su gracia, pero que no nos haga perder la cabeza

Cómo caía, que de repente parecían los angelitos de la corte celestial estar pellizcando las nubes para que cayera agua y agua y agua y agua para llenar el mundo. Menos mal que la plaza de las Ventas tiene un drenaje que gracias a la pendiente del ruedo ayuda a evacuar el agua de lluvia inmediat… ¿No? Noooo, eso era antes de la genialidad de un maestro que decidió que aquella chepa era incompatible con el arte torero y el chachachá. Que menos mal que ha sido en el sexto de la tarde y que ya estaba casi todo visto, que no quiero yo imaginar lo que puede ser un día de clavel, clavelito de mi corazón. Que no es la primera vez que llueve en mayo en Madrid, ni de esa forma, pero eso sí, hay que reconocer que nunca antes se había llenado la piscina venteña con tanta rapidez. Muchas gracias, maestro, nos ha puesto a la capital los primeros en la línea de salida para organizar el mundial de piragüismo. Aunque lo mismo no hay que darle todo el mérito a la genialidad del maestro y hay que darle también su mérito al señor productor, monsieur Casas, don Simón, que igual nos está preparando el estreno en la Plaza de Madrid de Bob Esponja, el musical. ¡Ríete tú del Rey León y demás menudencias. Que los caracolillos ya los tenemos, echamos mano de una de don Núñez del Cuvillo, de Juan Pedro/ Parladé o Jandilla y la caracolada va a ser chica. Bueno, chicas ya son y descastadas.

Quizá lo de la segunda novillada del serial no ha sido más que un ensayo, a ver cómo recibía el respetable eso del show acuático en Las Ventas. El resultado no ha podido ser más satisfactorio, una perfomance taurino submarina que ha encantado a los asistentes. ¡éxito de crítica y público! Que así de primeras, nadie se lo podía ni imaginar, que parecía un festejo más de esos que se montan ahora para entusiasmo de la masa. Ganado del Conde de Malladle, manso, manso, pero manso. Eso sí, de los que se dejaban en mayor o menor medida, pegar pases. Sin que se les castigara en el primer tercio, lo mismo se liaban a tirar derrotes al peto, que a pegar cabezazos queriendo quitarse el palo, que se querían dar la vuelta, pero todos cumplían con el quererse marchar el irse sueltos.

En cuanto a los novilleros, pues poca cosa, más bien nada. Una muestra más del estado del escalón inferior. Resulta muy complicado hacerse ilusiones y pretender ver algo de luz para el futuro. Es una reproducción de cómo está la fiesta, no hay nadie que venga empujando y si alguno pudiera ser que tuviera condiciones, que no parece el caso, tienen una falta de afición preocupante. Que es posible que tengan ilusión por vivir del toro, por hacerse millonarios, por comprar una finca, por mandar en este, por vestir como pinceles, pero la afición para ser torero es otra cosa muy diferente y eso lo tienen que entender los propios novilleros, que puede que haya quién tenga la fortuna, la gran suerte, de tener a alguien que les diga las cosas, que les ponga las peras al cuarto, que les digan lo que es esto con claridad, pero luego son los novilleros los que tienen que comerse el mundo, nadie más.

Pablo Atienza, quién salió triunfador de las novilladas del verano pasado, se ha limitado a querer pegar pases en su primero, y por momentos parecía que le entraban todas las urgencias del mundo, como que se despresurizaba. Muletazo por la espalda en los medios y a partir de ahí, pases y pases, para concluir acortando las distancias y sacando pases de uno en uno. Hasta pareció lucir en uno de los derechazos, pero el conjunto resultaba demasiado anodino. En su segundo, se fue a portagayola, toda una declaración de intenciones, . El animal siempre buscaba su querencia y Atienza tuvo el acierto de intentar alejarle de ella, pero poco más, daba la sensación de tener muchas urgencias, muletazos sin temple, enganchones, le desarma, careciendo del sosiego y el mando que el animal pedía, muleta atravesada y él quedándose descolocado. Y si algo se le puede rescatar es la forma de tirarse a matar, que algo es algo, pero quizá no sea demasiado.

El segundo era Alfonso Cadaval, que comenzó con el segundo con una verónica rodilla en tierra, luego intentó responder a un quite de Toñete, pero sin llegar a nada, porque los novilleros del momento dan la sensación de hacer todo siguiendo un guión, con lo que eso conlleva, no solo la falta de naturalidad, sino que parece que no se enteran de lo que tienen delante. De nuevo de rodillas al comienzo de la faena de muleta, dando más trapazos que otra cosa. El novillo presentaba un molesto calamocheo, pero nada que no hubiera podido solventarse, o intentar hacerlo, con un toreo por abajo, si es que no se hubiera arreglado esto en el caballo, pero ya sabemos que en el caballo, nada. Cadaval se limitaba a apartar el engaño de un tirón, evidenciando a medida que pasaba el tiempo, que no podía con el del Conde. En su segundo no varió la tónica, mucho muletazo al aire, bailando constantemente, alargando la faena innecesariamente, con el agravante de que cuánto más tiempo estuviera allí, más asomarían las carencias.

Quizá Toñete no se haya tomado demasiado tiempo en aprender los secretos de la lidia y del buen toreo, pero nadie le negará su capacidad de convicción para formar una buena troupe de seguidores, que tan entusiasmados, tan entusiasmados, que llegan a resultar poco convincentes y que haga o no haga el torero, ellos batirán campas de júbilo por su torero. Vulgarote y con pocas ideas, tras largar trapo por los dos pitones, en su primero no tuvo más recurso que el arrimón. Muy fuera, siempre, abusando del pico, demasiados enganchones y necesitando recolocarse siempre. En el sexto se desencadenó el diluvio y la lidia se complicó más de lo debido. En primer lugar por la falta de pericia del matador y en segundo, por la lógica incomodidad de tener que torear debajo unos aspersores a todo gas, mientras el diluvio universal y la tormenta tropical Mariana intentaban salvar el año hidrológico presente y los tres siguientes. En medio de la locura, el novillo derribó, Fernando Sánchez salvó con su quite a un compañero al salir de banderillas y mientras la gente subía y bajaba por los tendidos, alborotaban las gradas molestando con sus quejas por la lluvia, pretendiendo que todo se les consintiera porque habían pagado tendido y Toñete dando comienzo a una sinfonía de despropósitos; los trapazos iban y venían, enganchones, desarmes, patinazos y la parentela entusiasmada. Hasta gritos de torero, torero. ¡Cómo se lo estaban pasando! Si hasta la oreja le pidieron. Los tendidos desiertos y los Ultra Toñetes encantados. Que se pensarían que estarían apoyando al chaval, pero en aquellas circunstancias hacerle dar una vuelta a nadie era de ser muy mala persona. O igual la cosa era que estos hinchas querían que el señor productor, monsieur Casas, don Simón, le ofreciera el papel estelar en Bob Esponja, el musical. Que ya me veo yo a Toñete con una armadura cuadrada, de color amarillo, gritando eso de: ¿Quién vive en una piña debajo del mar?

Enlace programa Tendido de Sol del 21 de mayo de 2018:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuidado con lo del papel estelar de Bob Esponja que,el progudtor de arte lo toma en serio y me imagino las novilladas con los aspirantes vestidos de Mickey Mouse y demás personajes.Todos a pagarés a largo plazo y sin lugar a reclamo.Me imagino a La Lirio como la cerdita Petunia en su barrera,pensando que es la Cenicienta.
U.E.M.

Anónimo dijo...

A la Lirio,torero en ascenso o novillero que,no se deja ver vestir lo maltrata.En América taurina pasó con un aspirante.Es conocida por sus "rarezas" y se mofan los taurinos.
E.P.S.