domingo, 2 de noviembre de 2025

Cuando soñamos el toreo

Silencio, se sueña


Aquella tarde de otoño en Madrid se anunciaba un torero tan único, como particular. Que si de personalidad hablábamos, Paula; que si de arte, Paula; que si de torería, Paula; y si de genialidad... adivinen, Paula. Empezó con el capote, verónicas mecidas, llevando al toro, ¡qué digo? Eso sería irrespetuoso, embrujando al animal en cada embestida. Y los presentes con el asombro y la incredulidad de pensar que les había tocado a ellos, que esa era una de las tardes en las que la inspiración inundó el ruedo y un gitano de Jerez se zambullía en ella con el pecho por delante. Ya bastaba, ya no hacía falta más, el alma de cada aficionado ya no daba para más, le rebosaba la emoción. Pero el genio, aquel que lo mismo no los quería ver, como que veía lo que nadie imaginaba, en su toro, uno de Martínez Benavides, feo, acaballado, decidió enloquecer a la Plaza de Madrid, y juro que nunca había visto, ni he vuelto a ver, la plaza descabezada, muda y vocinglera al mismo tiempo, ante el toreo, ante la belleza del arte de verdad. Un trasteo imperfecto, lleno de imperfecciones y de la perfección del toreo eterno; aquello no estaba pasando, era un sueño, era soñar el toreo, con aquellos naturales de frente. Era vaciarse, agotar el último aliento derrochando garbo, duende, toreo, así de simple. Y sin quedarle fuerzas ni para montar la espada, ya todo daba igual, no hacían falta despojos, porque una obra de arte no precisa envoltorios, no tiene que alimentar estadísticas, fuera números, fuera cifras, porque el toreo se abría paso, un genio echó abajo las puertas del Paraíso y condujo de la mano a toda una plaza, a los enjutos de la cátedra de Madrid, que perdieron la compostura rendidos a aquel sueño. Agotado acabó sentado sobre el toro a punto de ser arrastrado, dando palmadas de agradecimiento a aquel feote acaballado que le había regalado un puñado de embestidas para esculpir un sueño. Y hoy, el maestro Paula, no ha hecho otra cosa que vestirse de burdeos y azabache, dispuesto para hacer el paseíllo y hacer soñar a toda la corte celestial con dos verónicas y una media. Que descanse en paz el torero, la paz que no tuvimos, gracias a sus muñecas, aquella tarde en la que la plaza de Madrid enloqueció por el sueño de un genio, que hizo soñar a los que tantas veces quisieron soñar el toreo. Y fue aquel día de otoño, cuando soñamos el toreo.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html