viernes, 17 de mayo de 2024

Esto no hay por dónde cogerlo

El homenaje a Joselito no fue más allá del minuto de silencio al finalizar el paseíllo. Habría estado bien que se derramaran unas gotitas de toreo


Tarde de postín, de pitiminí, de pasiones encendidas, para el que se quiera dejar llevar por esas pasiones, aunque ya les digo que esto no es apto para todo el mundo, que hay que cumplir una serie de requisitos que si no los sigues al pie de la letra, no hay manera. Que si pretenden apasionarse, no se salten ningún paso, porque si no, nanay. Primero hay que tragar con que todo es arte, pero arte del de verdad, del sublime, porque como empecemos a no tragar por ahí, ya vamos mal. También hay que admitir que unos novillotes adelantados se tomen como toros, como fieras devoradoras de ilusiones de todo aquel que viste de luces. Además hay que admitir sin reservas que el pegapasismo es la sublimación del toreo y por si fuera poco, que un señor que trapacea como pocos y que si acaso pone posturas galanas y camina como pisando cebollas, así despacito, para que no se desprenda esa profunda fragancia que hace que se salten las lágrimas de la emoción. Acompañado de un caballero que rebosa arte hasta yendo a comprar el pan, capaz de mover unas telas que podrían cubrir la Explanada de Alicante y convertirla en un pasaje del terror. Y un joven al que hay que buscarle cualidades hasta debajo de las zapatillas y si no se encuentran, se inventan. Y así sí, así sí que se me pueden apasionar llenos de apasionamiento. Eso sí, si todo esto lo aderezan con unos buenos chorros de alcoholazo, les queda una tarde que para mí la quisiera yo. Y si no lo hacen, allá ustedes, será porque no les dé la gana o simplemente por a ustedes les apasionan cosas mucho más simples, un toro, una tanda de naturales dados de verdad o una lidia bien llevada, con cabeza y con honestidad para el animal en primer lugar y por supuesto, para usted que lo está viendo y ha pagado por ello.

O sea, que todo lo contrario de lo sucedido con la de Victoriano del Río y el aperitivo de Toros de Cortes. Que la verdad es que se han comportado mucho mejor de lo que esperábamos algunos. Que ustedes me dirán que qué poquito esperaba y tienen razón. Unos novillotes cornalones y un sexto rescatado del Rocío. Al primero del festejo Sebastián Castella le dio mil capotazos y aún así, no se hacía con él. No pasó de dejarse en el caballo y en el último tercio se limitaba a ir sin más ante el pico del maestro, intentando llegar a esa tela que se movía como el rayo en manos de Castella, que después de aburrirse de pegar tirones, se metió entre los cuernos, ya saben, esa heroicidad que tanto cala entre ciertos espectadores, el entusiástico arrimón de plaza de talanqueras. Su segundo, el que hacía cuarto, quizá con kilos de más, fue recibido con variados latigazos capoteros. De inmediato el animal se fue a refugiarse en tablas, anunciando algo poco provechoso. Pero después de un mantazo de Castella se fue casi de punta a punta de la plaza, suelto, al caballo, bien cogido por Bernal a pesar de la distancia, la velocidad y no haber sido colocado. Peleó con un pitón nada más y después solo se dejó. Pero acudía como un rayo a los engaños, en busca del peto y a los banderilleros. Pronto y codicioso, parecía haberse olvidado de que en las tablas encontraría amparo. Tiraba para los medios con verdadera ansia. Veía algo moverse y para allá que se iba. Quizá pedía terrenos abiertos y cierta distancia, pero Castella decidió que este no le iba a incomodar ni un poquito y no pasó de las rayas del tercio, ni le dio esa distancia que pedía. Quizá se le encogió el ánimo después del recibo pasándoselo por la retaguardia y con banderazos por delante con la diestra. Y allí, esos terrenos, trapazos con el pico, sin permitirle ni atisbar los medios, dándole aire con el trapo, sin correrle la mano y el de Victoriano sigue que sigue. Pico, enganchones y ahogándole decididamente la embestida, hasta que logró frenar la codicia del animal. Y como lo de torear no entraba en sus planes, el galo decidió tirar de repertorio populachero, a ver si así se le animaba el sector festivalero y optimista que ocupaba los tendidos. Hasta que aburrió al toro, que acabó hasta escarbando y recordando su querencia a tablas. Muy poca generosidad por parte del espada con el toro y con el público, que se quedó sin ver a este cuarto en toda su dimensión. Eso sí, luego te cuentan que quieren un toro que se mueva, colaborador y yo qué sé cuántas cosas más. Pues ya ven.

Manzanares cumplía su primera aparición esta feria y aparte de mover los telones ya citados, con todas las ventajas posibles, poco más. Que le jalearon, sí, pero es que habrían jaleado hasta al Pato Donald si se pone a torear con una fregona. Su primero se le puso pegajosito de salida, que casi se lo lleva por delante. En el caballo empujó de esa manera como el mal empleado que hace que trabaja cuando mira el jefe, pero luego… La pañosa la manejó de aquella manera, de la forma habitual en este torero, trapazos en línea sin bajar la mano, sin parar quieto, enganchones y venga a buscar el sitio para recolocarse constantemente. Que con esa muleta tan amplia, por momentos llevaba un pitón fuera y el otro en el extremo más lejano de la tela. Que un poquito más y lo saca de la plaza. Esperó recibiendo a su oponente, para dejar casi una media. En su segundo un toro escurrido que ya de salida se fue al cuatro, cerca de toriles, a ver qué se cocía allí, para verlo con perspectiva, con perspectiva de manso. Demasiados capotazos y dos varas en el sitio a cargo de Paco María, rara avis en esta época. El toro pasó desapercibido en el peto, derrotando cuando ya no sentía el palo en el morrillo. Muletazos por abajo para comenzar el trasteo, cortándole el viaje y de nuevo una sinfonía con el pico y acompañamiento de carreritas, demasiado acelerado y más dando aire que toreando; bueno, lo de toreando es un decir, pero bueno, ya me entienden, que daba pases, sin conseguir mandar en ninguno de ellos. Eso sí, el toro seguía embistiendo a lo que se le pusiera por delante, hasta que dobló.

Y en estas que llegó Tomás Rufo, uno de esos toreros que muchos tienen en su corazoncito de aficionado, pero ya les digo, es que los hay muy generosos. A su primero apenas se le picó, quizá le pudieron echar una regañina nada más. Y todo voluntad llegó el matador y le recibió de rodillas en el tercio. Ya se pueden imaginar lo que esto altera al personal, trapazos de aquella manera, el toro de hinojos en la arena y para rematar un desarme, que por supuesto se aplaudió, faltaría más. Ya en pie, además del pico, Rufo citaba dándole el culo, con perdón, y quitándole el engaño a mitad de pase. Un cambio de manos y atravesar en exceso la muleta con la zocata, resultó cogido de mala manera, aunque afortunadamente pudo continuar en el ruedo. Prosiguió por el pitón izquierdo largando tela, para continuar ya metido entre los cuernos, pegando tirones y quitándole la muleta en lugar de rematar el pase. Faena muy vulgar, pero si eso lo haces acompañado de tanto paisanaje y tanto apasionado de apasionarse, aunque mates de media caída con derrame, pues te piden la oreja y no hay más que hablar. El sexto del encierro era el más grandón y ahí lo dejo, no quiero deci9r que fuera el de más trapío, no, solo digo que era el más grandón, no confundamos. Y el de más kilos. Que notó el palo y escapó como alma que lleva el diablo y en el segundo encuentro parecía querer llegar a la luna con la cara por las nubes. Eso sí, era no sentir el palo y se crecía el muy… Telonazos de recibo en el último tercio por parte de Rufo, para intentar continuar su concierto de toreo con el pico y arrebatándole la muleta en lugar de rematar, tirones, el toro por los suelos y ya quedándose poco a poco, muy fuera siempre y alardeando de falta de gusto, poniéndose pesado y tras pinchar, un imperial bajonazo. Que ya les digo que los optimistas, los amantes del pegapasismo salían encantados, porque además habían visto un despojo, pero ya les digo que a nada que uno se para a pensar en lo sucedido entre novillotes, un figura, un artista figurón y un aspirante a figura de su urbanización, esto no hay por dónde cogerlo.


PD.: Al final la empresa, o quién lo considerara, permitió homenajear a José Gómez Ortega, "Joselito" en el 104 aniversario de la tragedia de Talavera.

 

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miércoles, 15 de mayo de 2024

Ssssssssh Vivaspa… Ssssssssh

De 15 de mayo a 15 de mayo, cómo ha cambiado el panorama

Hubo un tiempo en el que el pueblo de Madrid honraba al Santo Patrón en los toros; hasta se veían manolas y chulapos en los tendidos, pero ya digo, hubo un tiempo. Ahora se llena el aire de la plaza con vivas y vivas y más vivas, que más que clamar por la patria, parecen clamores etílicos. Vivas a la tierra de los toreros, vivas a uno que pasaba por allí, mientras otros no daban crédito a lo que estaba saliendo por toriles y a los que tenían que vérselas con ellos. Eso sí, que a nadie se le ocurriera no solo protestar, sino que ni estornudar estaba permitido, pobres los alérgicos a la primavera. Que a la mínima se poblaban los tendidos de Ssssssssh… Ssssssssh, que una señora preguntaba si era el día del sifón y se encaraba con su santo por no estar atento a la semana del sifón en el súper, ‘Compre 2 y pague 3! ¡Ofertón! Eso sí, a los Vivaspa… Vivastremad… y los bieeeeejjjnnn, no había Ssssssssh… Ssssssssh.

Y quizá aquí debería poner fin al relato del festejo. Que uno no quiere aburrir, que ya han aburrido suficientemente los toros del Parralejo y los de luces, encabezados por Miguel Ángel Perera, con Paco Ureña y el confirmante Alejandro Fermín. Que igual también puede ser que uno no está receptivo a este jarte de la modernidad, a este jarte entre vanguardista tirando a absurdo y un depurado chabacanismo inmerso en la vulgaridad. Que lo mismo los de los barreños de alcohol son unos visionarios y ven lo que otros no llegamos a entender, que para aguantar tanta tralla o vas rebosante de morapio o de tranquicepán en vena. Que siempre estamos con el ganado moderno, que no se le puede picar, pero que luego va y viene en la muleta. Pues ni a eso han llegado los Parralejos. Presencia justa, sin más, algunos cornalones, que en el caballo no dudaban en salir a escape al notar el palo en el lomo, porque es dónde se les pica hoy en día. Si acaso llegaban a dejarse y punto, que ya era demasiado. Solo el quinto ha ofrecido cierta residencia y en el sexto Santiago Chamorro ha picado en buen sitio, lo que el carnicero agradecerá. Un ganado que buscaba los adentros sin pudor, que se aquerenciaba en tablas sin dudarlo y que ya de salida se sentían cómodos próximos a toriles ¡Y que salidas! A paso de borrica, como extrañados de que les dejaran transitar sin tirar del arado o sin dar vueltas y más vueltas en una noria. En el último tercio, entre que los mulos acuden sin entusiasmo y que los de los trapos rojos también andaban carentes de este, pues imagínense, pero imaginen esforzándose mucho, porque si no, ya les digo que ni se acercarán al esperpento vivido la tarde que había que honrar al Santo Patrón.

De la terna, pues si les contara los trapazos uno por uno, ya les digo que nos daban las tantas, parafraseando al cantante… y nos dieron nueve, las diez… Perera se ha largado dos faenas en las antes de montar la espada ya le avisaban del palco. Trapazo por aquí, por allí, me meto entre los cuernos, abuso del pico, dejo que el trapo se me enrede entre los cuernos, cambio de mano y sigo trapaceando, atravieso el engaño lo indecible, con la única innovación de recibir a su segundo de rodillas, culerinas incluidas, y trapazos quedándose al descubierto y rememorando al Taranto y su espectáculo cómico taurino. Culminando todo con unas cuchilladas traicioneras en los blandos, una después de metisaca traicionero. Pero oiga, como en botica, hay gente para todo y los había que seguían con los ¡Vivasss! Que los habrá que tilden al “maestro” de maestro, que allá cada uno, como si le califican de simpático y tío que cuenta muy bien los chistes.

Paco Ureña estuvo perdido toda la tarde, intentando hacer lo de siempre, pero no era el día, quizá le faltó inspiración de las divinidades el toreo, pero sobre todo le faltó toro y le sobró buey. Mucho trapazo, mucho enganchón, carreras, pico muy descarado, acabando metido entre los cuernos, que eso parece ser que es algo que llega al público de los ¡Vivasss! Y los Ssssssh de los sifones. Y habría plaza Alejandro Fermín, que confirmaba la alternativa. Que un iba viendo cómo iba transcurriendo su actuación y solo encontraba una explicación a su presencia, el abrir plaza por delante de Perera. A partir de ahí, la nada. Con todos los defectos habituales de los fieles a la modernidad taurina, sin un mínimo de verdad y además, como en el sexto, dando la sensación de estar a merced del capricho de el pupilo del Parralejo. Pero bueno, ya es doctor en tauromaquia y el señor Perera no ha tenido que ir por delante. Que ya que esto es arte, podríamos encuadrarlo en el dadaísmo y su máxima expresión sea el Ssssssssh Vivaspa… Ssssssssh.

 

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De verdad, ¿quieren ser toreros o solo figuritas?

Es posible que los novilleros aspirantes a matadores de toros hayan errado al elegir el lugar de aprendizaje y... Y así nos va


Cuando se va a una novillada, lo mínimo que el aficionado espera es que los actuantes den muestras de querer ser en esto del toro, de tener una afición a prueba de barrabases, de querer ser la reencarnación de Joselito o Belmonte, de que les salga el toro soñado y soñar el toreo, de pasar lo que haya que pasar para cumplir esa ilusión, ser matador de toros y por supuesto, de hacerse ricos. Pero las cosas han cambiado mucho, ahora estamos, desde tiempo, en una esfera que dista mucho de lo que siempre fue. Ahora los novilleros son el cliente y aplican a rajatabla eso de que el cliente siempre tiene razón. Ello, o los papás, ponen la pasta, pues ellos exigen y además se creen con derecho a exigir a todo el mundo, empezando por el que paga por ir a una plaza. Estos tienen la obligación de aguantarles sus perras, sus caprichos de niñato consentido y cuidadito con no entrar por ese aro. Si ya hasta se permiten elegir ganaderías como si llevaran veinte años de alternativa y hubiesen rendido mil plazas a sus pies, la fiesta entera entregada a su ser. Que de acuerdo que están empezando, que hay que tener paciencia con ellos, faltaría más; pero si son ellos mismos los que se niegan a si mismos su condición de noveles y transitan como figurones, pues tratémoslos como desean, aunque igual tampoco les viene bien.

Novillada de Montealto bien presentada en líneas generales pero que ha dejado bastante que desear, también gracias a la inexistencia de ningún sentido de la lidia por parte de la terna que se presentaba en Madrid, que se limitaba a dar manazos de recibo o hacer quites sin contar con las condiciones de los novillos, que no eran capaces ni de sujetar a los animales de salida. Que insisto en que están empezando en esto, pero no estamos hablando de un encierro complicado, estamos hablando de aplicar unos fundamentos básicos para poder vestirse de luces y además llegar a un San Isidro. Mal la novillada en el caballo, donde se les ha picado poco y mal, en mitad del lomo y más allá, puyazos traseros, cuando no casi en la paletilla, tapándoles la salida. Los de Montealto echando la cara arriba y peleando cuando buscaban la salida o cuando n notaban el palo. Y llegamos al último tercio, donde iban y venían y algunos ofreciendo los trofeos en bandeja, pero… Ahí está el pero, los peros que vestían de luces.

Diego Bastos mostró toda la tarde un largo repertorio de toreo soso, aburrido y desganado. Con el capote inoperante y con la muleta algo parecido. Lo de todos, pico, lejanías, enganchones y en ocasiones dando el pase al aire, el trapo por aquí y el toro por dónde quisiera, que tampoco parecía será lago que le incomodara al diestro. Desarmes, dejándosela tocar, pero sin desistir ni por un momento de agotar el bono muletazos que pareció haber comprado en la puerta de la plaza. ¿me da un bono de 200 trapazos? Pero había oferta y si se llevaba 300, le regalaban un tutorial para tirar la montera y que esta siempre cayera boca abajo.

Nek Romero, del que se dice que está a las puertas de la alternativa, aunque no lo parecía, comenzó queriendo demostrar su valor y dominio de las telas con un recibo a la verónica por abajo, pero si ahí empezamos echando la pierna atrás, la estética se nos desmorona. El primero un toro que anunciaba fiasco en los dos primeros tercios, fue ver la muleta y venga a embestir, especialmente por el pitón derecho, a lo que el espada respondía con unos muletazos fríos, muy mecánico, uno, dos, tres, los que fueran, solo dándose vueltas y más vueltas, para acabar embarullándose. De nuevo quiso lucirse en el recibo de capote, esta vez de rodillas, pero tuvo que desistir de inmediato. Un novillo que en banderillas, con los toriles al fondo iba como un tren, pero que al revés… Quiso calentar al personal en el inicio del trasteo con eso que tanto gusta al público y que el aficionado no entiende la necesidad, las culerinas, banderazos, para proseguir con ese dar pases como un robot, que por otra parte eran enganchones con demasiada frecuencia. Naturales largando tela sin más, prosiguiendo con esos automatismos tan fríos como aburridos. Que Romero quería levantar los ánimos y recurrió a recursos que igual en otras plazas que ha frecuentado surten su efecto, pero esta tarde en estos lares, pues no.

Cerraba el cartel Samuel Navalón, que encandiló a los más afines con verónicas echando la pierna atrás siempre. Inicio de la faena de muleta de rodillas, desacompasado y vulgar, teniendo que renunciar a tal empresa tras el segundo trapazo, para proseguir dándolos ya de pie. Pico, enganchones sin reposo, precipitado, apelotonando pases, retrasando la pierna de salida, muy fuera, muy vulgar, demasiado ventajista y unas bernadinas de aquella manera, sin ser bernadinas, que ya se sabe que eso a muchos les llega al corazón. Y tal compendio de incapacidad y trampas solo podía culminar de un solemne bajonazo. Los partidarios pidieron la oreja y a los que ni les iba, ni les venía y solo quería ver toreo, pues protestaron, pitaron, palmas de tango, que se intensificaron cuando el caballero decidió darse una vuelta al ruedo por su cara bonita. Buena manera de querer conquistar la plaza de Madrid. Pero ese “malogrado” triunfo quedó en nada en el sexto, al que recibió a portagayola, sin saber después tener la picardía de salirse de aquellos terrenos, quedándose allí como un pasmarote soltando mantazo tras mantazo. Después del caos en banderillas allí que se fue con la pañosa para instrumentar unos banderazos de inicio, que serían la envidia de cualquier guardiamarina mandando señales a Elcano. La faena transcurrió en un continuo abuso del pico, carreras, trapazos, para acabar metido entre los cuernos del Montealto. Eso sí, cuando un torero se pega estos arrimones pueblerinos, siempre se escuchan las palmas que rompen el silencio por parte de un afisionao, afisionao, que sabe lo que es eso del arrimón torero. Manoletinas sin el palo, que tiró lejos de sí al suelo, quizá porque se preguntaba que para qué quería él espadas ni espados. Un pinchazo, otro, otro… y una entera traserísima. No quería descabellar y luego se vio por qué, porque lo del verduguillo no lo debía haber practicado suficiente, lo que es muy lógico, ese día de clase se fue a aprender a darse vueltas al ruedo en mitad de las protestas del que paga. ¡Ah, no! Que los que pagan son ellos y eso les da derecho a exigir que se les idolatre allá donde vayan. Dos avisos y a punto de caer el tercero quizá le bajaron un poco la soberbia a un joven que debería preocuparse de muchas otras cosas antes que de alimentar la soberbia, la falta de afición y la falta de recursos y capacidades para presentarse en Madrid en la feria de su santo patrón. Y la duda que se me plantea es si estos que aún son novilleros, si de verdad, ¿quieren ser toreros o solo figuritas?

 

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lunes, 13 de mayo de 2024

Benditas gotitas de normalidad

Ese caminito del centro del ruedo al peto enciende el entusiasmo de cualquiera y sin excepción.


Después de tanta histeria popular, tanto desvarío del personal y tanto elemento perturbador de lo que es una corrida de toros, con tanto aderezo propagandístico y dirigido a favorecer unos intereses que nada tiene que ver ni remotamente con lo que es la fiesta, se agradece un festejo que al menos responde algo más a la lógica que se debe suponer y esperar al acudir a una plaza de toros. Sin pancartas con exabruptos impropios de estos lugares y que se pretenden atribuir a los que se consideran los malos de siempre, pero que podrán verlos como malos, pero al menos con más estilo que eso de los huevos y demás. Sin gritos coreados no escuchados antes al menos en la plaza de Madrid, ni tan siquiera en otros tiempos, cuando no se podía levantar la voz. Ni tampoco ese botellón gigante y alentado desde las altas esferas de las Ventas, lo que no quiere decir que alguien se montara allí su juerga, pero al menos no se notó tanto. Probablemente los autores de todos estos desvaríos serían los que dejaron ver tantos huecos de la piedra venteña. Que el cartel no era gran cosa, no era cartel de figuras de pitiminí, pero si se anunciaba un hierro que el aficionado quería ver, uno de los pocos que apetecían desde un principio, pero que por lo visto no interesa ni a los transeúntes, ni a la propia empresa, que para nada lo publicitó. Con lo bien que suena Baltasar Ibán a los oídos del aficionado, ¿verdad?

Sí señor, toros de Baltasar Ibán para Calita, el que en otras fechas se pegó sus vueltas al ruedo por su cuenta, quizá para eso estirar las piernas. Francisco de Manuel, al que algunos quieren subir a los altares del figureo, pero que él se empeña una y otra vez en desdecir a sus generosos partidarios. Y Álvaro Alarcón, que se encontró que la realidad de Madrid es más que una orejita, unas palmas o un público generoso. El ganado en varios momentos fue protestado de salida, quizá porque algunos esperaban otra cosa, pero es que esto suele salir así, que no digo que podrían estar mejor rematados, desde luego. De cabezas mejor que bien armadas, pero con esas culatas, y lo que no son culatas, quizá necesitadas de un poco más de pienso. El primero ya se defendía de salida, encontrándose con el capote nada eficaz de Calita. Fue suelto al caballo, para que le picaran trasero, le taparan la salida o le volvieran a picar mal, camino de la paletilla. Se limitó a dejarse debajo del peto. Calita empezó a dar signos de notable impericia, mantazos por abajo sin pararse para continuar con un espléndido destoreo de lejanías, con el pico, enganchones y siempre fuera de sitio, quizá para no acortar esas mismas lejanías. A su segundo le dejó corretear a su aire, ya parará. Le pusieron dándole distancia en el caballo, para que el Ibán solo se empleara con un pitón, mientras solo se dejaba y acababa yéndose solo del peto. Esperaba un mundo a los banderilleros, mirando a ver lo que pasaba a su alrededor. Y volvió Calita con demasiadas precauciones, pegando latigazos destemplados e intentar ponerse a eso de los derechazos y… lo de siempre. El toro si se arrancaba era defendiéndose, sin entregarse nunca, aunque el espada insistía en hablar de su libro, pero no, nanay. Acortando las distancias y las arrancadas eran simples arreones, llegando entonces el arrimón sin sentido, si es que alguna vez lo tiene. Otro bajonazo imperial tirando el trapo y hasta aquí llegó su presencia en esta feria, sin que crea que nadie lo vaya a reclamar para el futuro, aunque si es barato y lo quiere imponer el accionariado azteca de la empresa, entonces…

Francisco de Manuel es un torero al que algunos consideran, no me pregunten por qué. Y si se lo preguntamos a ellos, pues tirarán de estadísticas, ya saben, del cuánto, pero no del cómo, que es importante, quizá lo más importante. Su primero tiraba un poquito a cabra, pero ya de salida no se hizo con él el matador. Mucho capotazo, costándole hasta ponerlo al caballo. Muy mal picado, siempre trasero, peleaba solo con un pitón, ahora uno y después el otro, pero nunca de frente y humillando, para luego querer tirar camino de toriles. Se inició el trasteo por abajo demasiado apresurado, para irse serenando en los muletazos del final del recibo. Prosiguió sin olvidarse de meter el pico ni en un muletazo, pegando el muñecazo al final del pase, pero sin rematar. Distante, siempre fuera, pero muy fuera, enganchones incluidos, acabando entre los cuernos y con un bajonazo sin disimulo. Y salió el quinto, con el que ya no pudo de salida, dándose la vuelta y cediendo terreno. Le costó hasta ponerlo frente al peto, dándole distancia, escarbando y hasta olisqueando, pero la alegría de la arrancada hizo que muchos se frotaran los ojos. Un puyazo trasero y tapándole la salida, mientras el Ibán mostraba fijeza, aunque sin meter abajo la cara y acabando corneando el peto. De nuevo dándole distancia y otra arrancada codiciosa, para recibir solo un picotazo ¿Una tercera vara? Puede que sí y... La verdad es que fue un primer tercio espectacular, como el resto de la lidia, pero también hay que señalar que no paró de hacer cosas feas, esperaba en banderillas, se dolió de los palos, pero allá que se fue a por la tela que de Manuel le ofrecía de rodillas en los medios, aunque mejor de pie, que de hinojos, siendo el resultado el mismo, pico, trapazos destemplados, fuera de cacho, distante, escupiéndolo de la suerte y dando evidentes muestras de no poder con ese toro, ni de saber lo que tenía que hacer. El animal que exigía toreo, que cualquier cosa bien hecha habría tenido mérito, pero que tuvo la mala suerte de no encontrarse con un torero capaz. Acudía como un tren, descomponía a su lidiador, que se acabó embarullando, vulgar y con demasiados enganchones. Casi entera bajera y un golpe de verduguillo, oyéndose dos avisos. Hubo quién pidió la vuelta al ruedo del de Baltasar Ibán, a mi juicio excesiva, pero se pidió.

Álvaro Alarcón no parece haber asimilado lo que es anunciarse en Madrid y en San Isidro, dando la sensación, como tantos, de ir a soltar su repertorio y punto. Malas lidias, dejando corretear a su primero sin hacer amago de sujetarle, se le fue a toriles sin que nadie le sujetara en los capotes. Excesivos mantazos para llevarlo al peto, donde se arrancó de lejos, para que Peña lo cogiera en buen sitio, igual que en la segunda vara, a la que el toro se fue acercando primero, tardeando y amagando con irse, quizá más pendiente de los capotes, arrancándose y mostrando fijeza. Bravucón, que plantaba cara, pero que siempre quería irse a tablas. Que todo esto podrá parecer bueno, malo o regular, pero que mantiene la atención del aficionado. La faena de muleta fue un camino constante para demostrar que se estaba dejando ir el toro, simplemente por querer hacer lo de siempre, el toreo ventajista, con demasiadas precauciones, pico, fuera… lo de siempre. Teniendo que recolocarse constantemente, hasta que definitivamente el toro acabó marchándose a tablas. Que es ahora muy habitual el aplaudir a los que buscan el refugio de las tablas, allá los gustos. El sexto simplemente se dejó en el peto, mientras le hacían la carioca, peleando con más ganas cuando ya no sentía el palo. Ya saben esos de “levanta el palo”, en lugar del “sácalo”. A buenas horas un pica de los de antes iba a levantar el palo, pero son otros tiempos, otro toro, otros toreros, otros públicos… Se fue a esperar a los rehileteros a toriles, de donde lo sacó con acierto Candelas. Una faena descompuesta, sin sustancia, trapacera, largando tela y demorándose en exceso, como si cobraran por horas y no por toreo, y digo toreo, no por cantidad de pases. Pero al final el personal hablaba de toros, de ese al que se pidió la vuelta al ruedo, del otro que… y de que los toreros se habían dejado de ir un encierro con el que podían haber espabilado a más de uno. Ni botellones, en exceso, ni pancartas soeces, ni gritos propios de otros lugares, lo que nos permitió saborear esas benditas gotitas de normalidad.

 

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domingo, 12 de mayo de 2024

Para ligar y tomar copas… las Ventas

Quizá estaría bien que algunos, o todos, los matadores banderilleros tuvieran más curiosidad y en consecuencia asomarse al balcón con decisión y torería.


¡Qué bien lo pasamos en las Ventas! Ni Tinder, ni una copa en Chicote, las Ventas y si me apuran, ni Benidorm, porque al sol de los madriles, por mucho menos dinero te pones de un bronceado zaíno que tira pa tras. Bueno, ahora igual es más barato irse a Benidorm, que sacarse una entrada para los toros en Madrid, pero da igual. Y después, varios ambientes de disco en las terrazas de la plaza. Qué bonito es que vaya la juventud a la plaza, que no a los toros; lo de ir a los toros es otra cosa. Aunque cuidado, que hay quién le ha cogido gustillo a pedir orejas entre barreño y barreño, que eso siempre alegra el ánimo y calienta los sentidos, todos los sentidos. Que entre que pides fuego, ofreces unos hielos y el de dónde eres y cómo te llamas, acabas sentado con la otra parte de la parte contraria ¿Y los toros? ¡Qué toros, ni toros! O bueno sí, eso de los toros es lo que pasa allí en el fondo y que tapa el barullo jaranero de esa gente que animan a que vaya a la plaza, esos atraídos por las fotos de gente divertida sonriente y barreño en mano. Que de verdad que cuesta centrarse en lo del ruedo, aunque siempre los hay que igual se centran por de más y ven un corridón donde hay una corrida moderna. Buena, un punto por encima de la modernidad, pero sin dejar de ser moderna. Eso sí, si los de luces son también modernos, apaga y vámonos. Y así se juntó una de Fuente Ymbro, la nonagésimo segunda en Madrid en los últimos tiempos, para El Fandi, en su habitual aparición de feriantes que van de pueblo en pueblo; Román, que es capaz con su pobre bagaje de conseguir que el personal se emocione, precisamente por esa falta de todo; y Leo Valadez, que venía a desplegar su colorido y alegre repertorio de allá la mar océano, pero que tuvo la mala suerte de ser cogido en su primero.

Los de Fuente Ymbro en esta ocasión fueron de los de presentación impecable, serios, sin fisuras y duros de patas y si alguno media el suelo de morros, quizá se debiera más a los tirones de sus lidiadores que a otras carencias físicas, pero es que a veces el mal uso de los engaños también puede provocar caídas. En el caballo no destacaron especialmente, el primero, como varios de sus hermanos le tomó gusto a lo de escarbar, cabeceó en el peto y se fue suelto. Al segundo le picaron trasero, le hicieron la carioca, pero tuvo brío para derribar al picador y después pelear solo con un pitón en el siguiente encuentro. El tercero se dejó sin más, acudiendo con muy poco entusiasmo. Al cuarto se le picó poco, reservón, derrotando al notar el palo, escarbando constantemente. El quinto, picado trasero, derrotando la guata. Y el sexto, después de que le cogieran bien, le taparon la salida y a continuación solo le propinaron un picotazo trasero.

Pedir a los diestros de esta tarde capacidad lidiadora quizá sea un excesivo ejercicio de optimismo. Desde el primer momento nadie hizo por fijar a los toros, dejándoles corretear demasiado por la arena. El Fandi desarrolló todo el repertorio propio de una plaza de carros, quites distantes, pares de banderillas más distantes aún y un toreo en la misma línea. Y eso que algunos casi dejan de lado lo de ligar y el cubata al ver a un señor iniciando el trasteo de rodillas, pero ese pegar pases con tirones, venga trapazos en línea, fuera y abusando del pico, enganchón tras enganchón, hacía que la chavalería se volviera a desconectar y siguiera en lo del “cómo te llamas” y el “¿tienes fuego?”. Que ni las largas de rodillas llamaba la atención de la chavalería, ni mucho menos el que el Fuente Ymbro fuera una y otra vez a las telas. En su segundo mucho mantazo con un toro aquerenciado en tablas, más tirones, desarme y cada vez más alborotado, alargando el trasteo sin ninguna necesidad. Y en el sexto, el que correspondía a Leo Valadez, pues más de lo mismo. Intentaba reconciliarse con la parroquia, pero a esas alturas los parroquianos ya solo pensaban en el after en las terrazas de la plaza, y total, era más de lo mismo, mucho trapazo, el espada a lo suyo, a seguir acumulando trallazos, dejándose ir otro animal de esos que quien ahora los de luces, los del callejón, los del tendido, de la tele, los que ven la tele, que siguen la muleta con una docilidad que a veces resulta hasta algo cansina. Que el granadino seguro que volverá el año próximo y los que sean, porque parece que siempre tiene que haber un festejo programado del arte de poner banderillas y trapacear a gran velocidad y en eso, no me lo negarán, El Fandi es un hacha.

Román, el segundo del cartel, al menos sabe aparentar y aunque haga lo que la mayoría, hace creer que allí está pasando algo. Se agradece eso de darle distancia a los toros y el pú8blico enseguida toma partido y se olvida de esos trallazos largando tela en línea recta, sin llevar jamás al toro. El toro va, él sacude la pañosa y cuela para muchos. Muy fuera, demasiado despegado, pero con ese ir y venir sin mando, llega a la gente y por un momento, solo por un momento, deja lo del “¿y tú cómo te llamas?”. El toro repetía y repetía y volvía a repetir, pero lo mismo por uno que por otro pitón, la receta era la misma, la consabida de la modernidad imperante. Y con una entera en buen sitio, pues no quedaba otra que dar el despojo. En su segundo, un toro que por la mala colocación de todo el mundo en banderillas cogió a uno de los que pareaban, un mansito que se dolió en banderillas y que en la muleta fue recibido con muletazos destemplados por abajo y al que se sacó al tercio para iniciar un trasteo que requería algo de mando, por lo que quizá Román anduvo demasiado a la deriva, que lo mismo se veía sorprendido por una arrancada, que se liaba pegar muletazos acelerados, muchos de uno en uno, más para aliviarse el propio matador, incapaz de imponer su dominio. Esta falta de todo provocó entre el público la sensación de que allí había un gladiador jugándose lo que no hay que jugarse innecesariamente. Arrancando un trapazo aquí, otro allá y los de los barreños frotándose los ojos, creyendo encontrarse con el general romano de la película esa de gladiadores. Una entera muy trasera y como en su primero, no queriendo coger el verduguillo y limitándose a hacer gestos astracanados de supuesta épica, que no eran otra cosa que la excusa para no jugársela con el descabello.

Leo Valadez no tardó en mostrar sus carencias, bastó con el recibo de capote, contando los lances por enganchones, que continuaron cuando tomó la muleta. Intentó cazar algo por el izquierdo, pero más de lo mismo, tirones, enganchones y llegó el revolcón, estando siempre a merced del oponente, a lo que este decida. Más desarmes y para culminar un bajonazo quedándose colgado del pitón, lo que hizo que tuviera que pasar a la enfermería. Que nadie, o muy pocos, se podrían haber pensado que allí hubiera algo más que un gran botellón, una tertulia eterna de lo que iba a molar el after, que si tienes fuego, que cómo te llamas, que si estudias ADE o International Relationships o que si tienes un hielo para mi barreño, pero si nos ponemos a echar cuentas, la verdad más verdadera, la realidad más real, es que para ligar y tomar copas… las Ventas.

 

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sábado, 11 de mayo de 2024

Si creen que siempre hay algo bueno… búsquenlo

La torería hoy en día parece ceñirse únicamente al amaneramiento alejado de la cara del toro y a manifestaciones excéntricas aparentando una genialidad tan falsa, como esa amanerada torería.


En esto de los toros los tópicos abundan por docenas, que el toro de cinco y el torero de…, que no hay quinto malo, que si al que no hace la cruz el demonio se lo lleva y uno que rebosa optimismo como si no hubiera un mañana, eso de que todas las tardes se ve algo bueno, que el aficionado siempre encuentra aunque solo sea una cucharadita de esencia torera para alimentar su espíritu de aficionado. Todo está muy bien, superior, pero oiga, que va uno con toda su buena voluntad y una carga extra de optimismo a la primera de feria y en la primera esquina te espera un malaje con un ramón de olivo empapado en agua y te suelta un soplamocos que te deja temblando el naso un mes; y el otro mes, pues a recuperarse del susto. Que vaya manera de empezar esta feria de San Isidro. Que íbamos hechos un brazo de mar a los toros, porque así lo han recomendado los que mandan en la plaza, que a los toros no se puede ir de cualquier manera, hay que ir hecho un pincel; de lo de las cabezas parece que no han dicho nada, si acaso eso ya más adelante. La cosa es quedar reguapo en las fotos oficiales de la empresa ¡Qué gusto! Cuanta gente joven, todo sonrisas, todo camaradería, quizá más que por pensar en el festejo, porque ya se están imaginando el monumental botellón que les espera y la culminación en el after después del sexto de la tarde. Que ya se sabe, el futuro está asegurado, pero no el de los toros, no, el de las destilerías de Beefeater, Johnny Walker o de los que producen el garrafón del güeno, ese que te cauteriza el alma ¿El festejo? El festejo, bien gracias. De verdad, ¿esta es la juventud que queremos en los toros? Esos que se pasan la tarde de aquí para allí, que si les dicen que no pueden salir ponen cara de lechuga al pil pil; esos que al acabar se ponen a tirar almohadillas sin pensar en que pueden partirle la cerviz a una buena gente que pasaba por allí. Eso sí, todos reguapos, que lo dice la empresa y con el entusiasmo que provoca el decir vivas a lo que sea o empezar a mentarle la madre a no sé quién, porque ellos son muy de defender la “tauromaquia” ¡Pa habernos matao”. Lo que no sé si alguien les habrá dicho a estas criaturitas que en esto siempre se ve algo bueno. Casi mejor que no, porque lo mismo se sienten defraudados, por lo que sea, y se pillan un berrinche, que a ver luego cómo se les calma. Que si alguno piensa que lo bueno, esa esencia de perfume caro iba a venir de lo los señores Lozano… ¡Blancazo! Que vaya encierro que han echado estos oligarcas de la fiesta. De presencia, pues vale, pero sin locuras, aquí no podía estar eso bueno que siempre aparece. Mansos como peluches, que notaban el palo de picar y salían llamando a su mamá camino de toriles. Que era notar el aliento del palo y ¡fiuuuuu! ¡Ahí te quedas con tu castoreño! Que tampoco es que los de luces hayan puesto demasiado de su parte por intentar sujetarles un poquito, porque los mantazos ni fijan, ni sujetan, ni dan esplendor. Que la cosa era que los alcurrucenes salieran ya sabidos, como todos, pero no. Que sí, que luego los ha habido que medio iban de acá para allá en el último tercio, pero siempre y cuando nadie osara intentar someterlos ni un poquito, muy poquito. Que sí, que los ha habido que esperaban en banderillas, pero, ¿con tan poquito nos venimos abajo con los palos? ¡Hombre! Que así no hay quién encuentre nada bueno, por poquito que sea. Que lo más emocionante ha sido un burro con cuernos tirando coces al caballo al tiempo que escapaba de allí como el rayo. Que si los petos no fueran de guata, de tanto derrote los habrían dejado que ni para que los zurzan las abuelitas de todos los presente allí presentes. Desastre ganadero. Busquemos lo bueno por otro lado.

La terna actuante, compuesta por Morante de la Puebla, máxima expresión del jarte jartoso, el pitiminí con alamares; Diego Urdiales, el que hubo tardes que nos puso delante lo que era el verdadero toreo; y García Pulido, que cuenta con un paisanaje de lo más fiel, pero que igual no contaban que una cosa son las novilladas rebosantes de corazones tan cándidos como benévolos y otra abrir la feria ya con el toro. Morante, del que se esperaba que desparramara jarte como si una DANA inundara la M30, pero… Que se nos puso tímido y la cosa fue que no. Dejó a sus toros corretear, ¡alegría! En sus dos toros dejó que el caos se adueñara del ruedo, sin tan siquiera intentar fijar, sujetar a aquellos mansos a las telas. En su primero probó y probó y volvió a probar con la pañosa, a veces hasta creando en algunos la ilusión de que aquello era lo bueno que se iban a llevar a casa, pero no, siempre muy fuera, abusando del pico y cuando el Alcurrucén ya se acomodó al paso de procesión, ahí hizo creer que había toreo, cuando solo había acompañamiento y sin alardes. Concluyó con un recital de pinchazos de todos los colores, tirando puñaladas alevosas sobre el toro. Con su segundo no estaba para dejar nada bueno y al cuarto trapazo ya montó la espada y a otra cosa. Hubo muletazos por bajo de cierta vistosidad, que no dejaron de ser trallazos galanos, pero trallazos, y dicen que un trincherazo. Y el personal, que no vio el jarte por ninguna parte, se enfurruñó y le pitó como no se pita a las divinidades. Lo que pasa es que lo mismo Morante no es una divinidad.

Diego Urdiales es un torero que siempre ha despertado expectación, aunque luego la galbana le inunde de arriba abajo, pero ahora, con perspectiva, casi uno prefiere la galbana a la socorrida vulgaridad para pasar el trámite. Mal en la lidia, sin cuidar los detalles, como hacer circular el caballo en el sentido de las agujas del reloj y no al contrario, como indica el reglamento, para picar al quinto yendo a favor de la querencia de manso. Hubo un aparente destello con un quite por verónicas, siempre con el pasito atrás. En cuanto al toreo de muleta, pues no parecía ni de lejos el Urdiales que un día vimos y que todavía algunos esperaban. Poco decidido, siempre fuera y tirando de pico sin rubor, sin rematar en ningún caso y dejando pasar el tiempo tanteando y tanteando, no se sabe a qué.

García Pulido, toricantano, pues venía a mostrar el toreo moderno de siempre, el del pase, pase y más pase. Incapaz con el capote, incapaz de llevar la lidia, incapaz de sujetar a ninguno de sus oponentes, incapaz de darle sentido y criterio a todo lo que hacía. Su primero se toreó solo, iba y venía el manso, pero él solo estaba para soltar su repertorio, que ya le podía tocar la Revolución francesa, la Guerra de los Cien Años, que él iba a los reyes godos y de ahí no le sacabas. Que lejos aquellos triunfos autobuseros prefabricados por el paisanaje. Que no llegaba ni tan siquiera a saber que en Madrid para pedir el cambio no hay que airear las guedejas, se le pide al alguacil y este ya sabrá lo que tiene que hacer. Contaba como puyazo el que el toro pasara cerca del peto y que el palo le pegara apenas un raspalijón, pero no, caballero, aquí, de momento, las cosas funcionan de otra forma. Pero él iba a lo suyo, a lo de todos, pases y más pases, siempre muy fuera, con el pico, sin mando, teniendo que recuperar el sitio y desesperando al personal que no aguantaba ya ni un trapazo más. Al final hasta hubo almohadillas en el ruedo, aunque tal y cómo estaba el personal, uno no acaba de saber si eran muestras de desagrado o la creencia de que después de los toros y antes del after, lo que tocaba era ejercicio de lanzamiento de cojines y si se tenía buena o mala puntería, desnucar al primero que pillara desprevenido en el tendido por semejante majadera barbaridad que a una panda de bárbaros majaderos les parecía divertido. Eso sí, si ustedes, gentes benévolas y llenas de optimismo, si creen que siempre hay algo bueno… búsquenlo.

 

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lunes, 6 de mayo de 2024

Tanto esperar, tanto esperar y… acabó lloviendo

Unas veces nos quieren hacer confundir los kilos con el trapío y otras la poca caja de lo de Buendía con el toro sin trapío y sin presencia, como si nunca hubiéramos visto un toro de esta sangre pequeñito, eso sí, pero no una seriedad que asustaba al miedo. Que no todo vale.


A veces la espera alimenta la ilusión más allá de los límites recomendables y lógicos, acabando todo en un chasco de dos palmos de narices. Algunos esperábamos la novillada de los Maños con ganas de ver a esos encastaditos de Buendía poniendo las peras al cuarto a los de coletas postizas y torería impostada. Pues no, no fue el día; que seguro que los unos y los otros han ido recogiendo triunfos a espuerta, y los que les quedan, pero en la previa a la feria no se dio el caso. No hubo ni asomo, ni una falsa ilusión que nos pudiera llevar a creer que allí iba a poder suceder algo de enjundia. Dos veces echaron para atrás los toros de este hierro y nos quedamos con las ganas. Pues bien, a ver si de novillos… Pero nada. Que uno recordaba manifestaciones procedentes de todas partes reivindicando esta ganadería. El criador nos quería hacer tragar con ruedas de molino eso de sus toros eran así y así los quería. Escuchamos indignados arremeter contra Madrid, como si hubiera un veto orquestado contra esta vacada, tildándonos de tiranos taurinos, de ignorantes, de prepotentes y yo que sé de cuántas cosas más. Pues nada, nos vino la de los Maños y esta no pasó ninguno de los exámenes que se supone que debe superar una corrida, en este caso de novillos. Que uno ya está cansado de escuchar eso de que lo de Buendía no tiene caja, como si creyeran que nos descubren algo que no se supiera. Claro que no, porque esto es así, y no confundir e incluir a todo lo de Santa Coloma, porque entonces podríamos estarnos metiendo en un buen jardín. Pero claro, tampoco podemos caer en el error de confundir lo chico con la seriedad, lo mismo que los kilos no significan trapío, nada más lejos. A lo de los Maños les faltó seriedad, toda, y más para salir a la plaza de Madrid. Que los de Bucaré, Chopera o los originales de Buendía no eran elefantes, no nos quieran confundir. Primer examen suspenso, pero vayamos a la segunda parte. Que uno recuerda lo mismo de esta sangre y se le vienen a la memoria aquellos toritos que salían y si no se les hacían las cosas bien, ¡ojito! Que los buenos, si los de luces no estaban en lo que tenían que estar, se convertían en imposibles, porque todo se lo guardaban en sus adentros. Pero no, lo de los Maños fue una mansada descastada que huían del caballo al notar el aliento del palo, que buscaban terrenos cómodos dónde esperaban que no hubiera señores con un trapo rosa, que no se les picó apenas y que descargaban toda su ira derrotando desesperadamente contra el peto. Y para el último tercio, pues si acaso iban y venían, en la mayoría de los casos sin humillar, como mulos en la noria, aunque aquí también hay que apuntar esto en el debe de los actuantes. Y dirán que por qué tanta dureza con este hierro. Pues yo se lo explico en dos palabras, porque hay veces que cuando las cosas no salen, cuando una corrida tuya o de tu hierro emblemático no pasa, no se puede echar tanta basura sobre una plaza y una afición. Que solo ha habido que esperar y al esperar, en una sola tarde ha devenido la desesperación y más cuando se acudía a la plaza a ver algo diferente, algo ansiosamente diferente.

De los novilleros, pues muy poquito, nada, que decir. Los dos primeros Jorge Molina y Álvaro Burdiel, con ya unos pocos paseíllos en Madrid, pero no se puede venir a soltar el mismo discurso de siempre de derechazos y naturales, naturales y derechazos, allá dónde me pille, yendo detrás de los novillos, allá adónde estos quisieran transitar, mayormente a favor de su querencia. Que no se te pueden dar dos avisos en cada toro y que decidas tomar la espada después del primer toque de clarín. Que me decía un amigo que si no hay nadie en el callejón midiendo el tiempo, pero, ¿es que el espada no veía lo que tenía delante? Y todo para abusar del pico, no parar de corretear y dejarse enganchar la tela con demasiada frecuencia. Y quitando lo de los avisos, que a Burdiel solo, ¡solo! Le sonó uno por toro, poca diferencia hay entre los dos primeros. Bueno, entre los tres, porque Víctor Cerrato sigue con absurda fidelidad los mismos dictados de la modernidad, si acaso con un poco más de entusiasmo malñ entendido. Que a nada que a loas tres les achuchaban un poquito, ya estábamos perdiditos, ya se nos nublaba el entendimiento. Y a este, para colmo, algo que empieza a ser demasiado habitual, convertir la suerte suprema en un supremo show, envainado la espada en el último y queriéndose encunar, a ver si así se entusiasmaba el personal, ese que sacaba los pañuelos sin que ellos mismos supieran la razón. Bueno, sí, que al amigo, paisano, primo o lo que fuera, había que conseguir que le dieran un despojillo y luego recordárselo al cruzárselo por la calle del pueblo, barrio o “urba”. Que a Cerrato le tocó el más entretenido del festejo, un manso de libro que requería mucho mando, mucho poder, a ver si así se le clamaban esos ímpetus de huida de manso, pero no, lo único que ofreció el joven torero fue… vaya usted a saber el qué. Y así, de tanto esperar, tanto esperar y… acabó lloviendo.

 

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viernes, 3 de mayo de 2024

Era el día de los carros

En otros tiempos los toreros madrileños eran capaces de mucho más que dar pases, pases y más pases y no torear.


Fiesta de la Comunidad Madrid, fiesta que conmemora aquel levantamiento del pueblo de Madrid ante el francés, mientras el ejército patrio se echaba un mus mientras estaban acuartelados lejos de las balas, los cañones, las macetas, las tijeras, navajas de barbero y cualquier cosa con que pudieran defenderse de las tropas napoleónicas. Gesto y gesta heroica de aquellos madrileños de principios del XIX. Lo que han cambiado las cosas, cómo ha cambiado el cuento. Que si hoy se diera el mismo escenario, viendo cómo se comporta el público que acude ahora a las Ventas, empezarían con que vaya mérito los pobres soldados invasores, que lo difícil que es aguantar el gorro ese tan alto, que lo que les aprietan ñas botas, que lo lejos que están de casa, que si las camas son duras, que el sargento es un sieso y que todavía los hay que se quejan y protestan. Nada, a por ellos, a por esos indeseables que no se rinden ante esos brazos de mar uniformados que te llenan los ojos, el corazón y el alma. Y así, con estos mimbres, dentro de dos siglos no habría ningún festejo del 2 de mayo que celebrar.

Pero como ahora somos muy sentidos con esto de las celebraciones y conmemoraciones patrias, van y montan una goyesca para recordar la fecha. El personal pisando el ruedo, caballos carros, majas, majos, música, caballos con música, que solo faltaban los bueyes y ya empalmábamos con el Rocío. Pero no se preocupen, que Plaza 1 lo tiene todo previsto, ¿hacen falta bueyes? Pues venga bueyes, que los carros ya los tenemos a mano, una del Montecillo, que ni pintiparada para que te queden unas fotos de chúpame dómine ¡Qué estampa! ¡Qué porte! ¡Qué vacíos! Más huecos que el Felipe IV de la plaza de Oriente. Lo que es no tener nada dentro y el peligro que desarrollaron en gran parte hay que achacárselo a los que lucían calzas rosas. Que claro, vacíos estaban, pero si delante se ponen unos señores a no se sabe qué, pues también ayuda. Eso sí, hay que reconocerles que sobrevivieron a su propia ineptitud. Que sí, que ya sé que me dirán que estuvieron grandiosos, pero ya les digo, como los napoleónicos aquel 2 de mayo, con aquellos uniformes, aquellos bigotes, aquellos… Aunque para gustos, los colores.

Lo del Montecillo en el caballo a lo más que ha llegado alguno es a medio pelear con un solo pitón y sin humillar, cabezazos al peto al notar el palo y si había algún asomo de fijeza era cuando les tapaban la salida. Salían escapando de allí y durante toda la lidia no perdían ojo de los terrenos de chiqueros, quizá pensando que allí estarían más cómodos. De salida se resistían a tomar los capotes, esperaban en banderillas y en el último tercio, el que mejor se limitaba a ir un poco y venir menos; parados, entrando como mulos y saliendo como bueyes de carros, opositando para viajar este año al Rocío. Que habrá a quién esta bueyada les habrá parecido un desfile de alimañas, pero ya digo, para gustos… Y claro, si esto eran fieras corrupias, la terna eran guardias de corps luciendo sus galas militares con galanura, aunque les guiara el mismo Belcebú contra las gentes de Madrid. Afortunadamente, ni Robleño, ni Javier Cortes, ni francisco José Espada tenían tan aviesas ideas, ni mucho menos, pero su actuación no ha sido para deslumbrar, no ha habido oropeles que refulgieran con el sol. Es más, quizá se podría decir que han hecho lo que saben, lo que les es ya habitual, aunque en otras fechas les pidieran darse un doble rulo por el ruedo venteño. En esta ocasión ha habido algo más de decoro, sobre todo por parte del respetable, aunque en el sexto se le podía haber ido la chaveta a más de uno. Fernando Robleño solo aprovechaba las arrancadas, acompañando el viaje, que no toreando, metiendo el pico y recolocándose repetidamente. Se limitaba a cazar muletazos, pegando tirones, allá adónde fuera el toro y cortar el pase a base de muñecazos por delante de la cadera.

Javier Cortés no anduvo muy lejos de su compañero de terna, con la salvedad de dos derechazos aceptables, pero esto es lo de siempre, ¿se puede llamar toreo a dos muletazos dentro de toda una faena? Que juzgue cada uno. Lo demás eran trallazos y más trallazos, sin asomo ni de temple, ni de mando, yendo detrás del animal allá adónde este quisiera marchar. En su segundo más de lo mismo, enganchones, sin pararse casi en ningún momento y eso sí, pegando muchos pases. Y cerraba Francisco José Espada, quien no podrá quejarse de los incondicionales que tanto se esfuerzan en hacerle creer que es un maestro del arte de torear. Otra cosa es la realidad, un torero que parece torear al aire, él va por un lado y el toro por el que le dé la gana. Alargando el brazo, sin mando, viéndose apurado en algunos momentos por los del Montecillo que se le echaban encima. Mucho baile y poco gusto, sin dudar en tirar del repertorio más vulgar que pudiera imaginar. Abusando del pico, tanto, que el toro no dudaba en vencerse por el hueco que dejaba entre el engaño y el bulto. Que si un cambio de mano por aquí, que si trapazos de uno en uno, alborotado y vulgar, pero llegando a un público que antes de empezar el trasteo ya parecía decidido a prefabricar un triunfo a costa de lo que fuera. La tarde acabó sin más sobresaltos y tal y cómo dio comienzo, podía haberse cerrado, con los bueyes uncidos a un yugo, que por algo tan señalada fecha era el día de los carros.

 

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