Confieso que uno no está preparado para tanto toreo moderno; vamos por la Tauromaquia 2.0 y yo me doy cuenta que todavía estoy queriendo asimilar el toreo de siempre. Llámenme torpe, pero a un servidor ya le resulta suficientemente complicado el ir descubriendo los secretos del toro y del toreo de siempre, como para meterme en desentrañar y decodificar los mensajes, seguramente encriptados, de esta tauromaquia de última tecnología.
Uno espera que salgan toros con poder y se encuentra con seis inválidos a los que les costaba un mundo mantenerse en pie. Una lástima el bravo y buen primero, que no llegó ni al primer capotazo. Lo que podría haber sido una delicia, viendo como quería empujar con fijeza, acabó dando lástima. En cambio el cuarto, que tuvo más aguante, se fue suelto al caballo y empujó, mientras pudo, con la cara alta, para en el segundo picotazo, querer humillar bajo el peto. Ni los de El Puerto de San Lorenzo, ni el sobrero que hizo sexto de Los Bayones juntaban energías para recibir un solo puyazo entre los seis. Como consecuencia hemos “disfrutado” de un penoso tercio de varas en el que un señor subido a un caballo con faldas ponía cara de apretón repentino para hacernos creer que estaba picando. Pero que nadie se crea que todo el mérito se lo llevan los del castoreño y la cucarda, tengamos un recuerdo para los matadores de la segunda de Otoño EL Cid, Monsieur Castelá y Miguel Ángel Perera, que no han puesto el toro en suerte ni una vez en toda la tarde, que en lugar de irse a su sitio se quedaban parados a la derecha del caballo como la portera cotilla que sale al portal cada vez que la del segundo se despide del novio. Total ¿qué más da? Si en esta Tauromaquia 2.0 lo que cuenta es la muleta, ¿a quién le importa eso de la suerte de varas? en que la verdadera suerte es verla practicar como Dios manda, si es que manda estas cosas. Aunque lo del numerito de la muleta tampoco les ha quedado demasiado logrado, pues aparte de cucamonear un rato los de luces, lo más parecido a una embestida era ese ir y venir que solo emociona a los vanguardistas del toreo.
Abría plaza El Cid, quien ya ha confirmado su paso al lado oscuro, abandonando definitivamente aquel toreo clásico y de verdad que tantas satisfacciones nos dio y tantas esperanzas creó en nuestro corazoncito de aprendiz de aficionado. A su primero le manteo con la sosería que requería el bondadoso primer tullido. En su segundo nos quiso hacer creer que se había reencontrado con su toreo de siempre, pero a cada pase, a cada derechazo o natural ahondaba más en la herida del toreo postmoderno. La peor noticia se había confirmado, aquel torero que no sabía engañar, ya ha aprendido. Varias tandas con la izquierda tirando del toro con el pico de la muleta, muy despegados, en línea recta y sin rematar, que calaban en parte del público que coreaba olés de colegio de monjas. Cambió a la mano derecha y la cosa cambió. Derechazos medianamente aceptables, especialmente si se comparan con lo anterior y con lo que seguiría. Medios pases con media muleta, sin rematar y más enganchados que ligados, más ajustados que el resto. Pinchazo y bajonazo en medio del vientre del animal.
Monsieur Castelá, un torero con una sensibilidad muy personal, aunque ésta no la dirija hacia el toreo, tiene la facultad de estar en el ruedo y dar la sensación de que no hay nadie; es la reencarnación del gran Houdini y sus trucos de escapismo, pero vestido de luces. Además tiene la capacidad de abstraerse de todo lo que hay a su alrededor; ya puede tener delante un inválido sin fuerzas al que le cuesta coger resuello, que él va y lo brinda al respetable, como si fuera el toro de su vida. Pases y más pases sosos, sin gracia, ni torería, con el brazo encogido y sin obedecer a ninguna lógica torera.
Acababa Miguel Ángel Perera, quien se obcecó en torear en los medios a su primero, un manso que al tercer muletazo salía escapado, dejando al bueno de Perera con la palabra en la boca. El toro buscando la querencia y el extremeño empeñado en no salir de los medios. Que no digo yo que no sea una buena decisión, pero a partir de la quinta serie hay que intentar otra cosa. Quizás habría sido más recomendable probar primero entre las rayas del tercio, pero él es un hombre decidido y resoluto, o los medios o toriles. Y el toro decidió por él, pues a toriles. Pases afeados por el pico y por esa costumbre de esconder la pierna contraria, pero que a fin de cuentas no llevan a ninguna parte. En el de los Bayones hizo verdaderos esfuerzos por no estar jamás en su sitio durante toda la lidia. Más toreo moderno, mantazos y un aburrimiento perseverante que empezó pasadas las cinco y media y que concluyó unas dos horas después.
Una tarde con un cartel que nadie entendía, que ha cumplido con las peores expectativas posibles. Quizás haya sido del gusto de la televisión oficial de la plaza de Madrid, pero no de la afición de Las Ventas, que antes de comenzar la corrida lanzó unos papelillos llenos de buenos deseos para la fiesta, la de siempre, la que un día fue grande, la que nos emociona y la que todavía nos arrastra a las plazas esperando que renazca en cualquier momento; pero la realidad es tozuda y tarde tras tarde nos pone delante esta modernidad insoportable. Y es que a mí, tanta modernidad me mata.
9 comentarios:
Amen, querido amigo. Coincido en tu estupenda crónica.
saludos
Leo tus crónicas ya acostado y repitiendo fases de la corrida que comentas y veo que detrás de la pluma hay un buen aficionado que se entera de lo que vé y sabe contarlo.De verdad,enhorabuena.Si la crítica taurina de los grandes medios estuviese en manos como la tuya,la de Antonio,la de Sanchez Mejias,Pepe Pastor y tantos otros que escriben por éstos pagos,otro gallo cantaría para laFiesta.
Mientras me ameniza la velada una verbena que hay aquí al lado voy a ver de nuevo la faena de El Cid al cuarto,a ver si voy entrando en el toreo 2.0.
Un abrazo
Enrique:
Una vez más, contigo de acuerdo al 100x100 con tu crónica.
Solo quería matizar una pequeña cosa. Tengo la sensación de que el Cid ha mejorado mucho con la mano derecha, de hecho que para mí los pasajes más brillantes de la faena han sido basados sobre la diestra.
Si ayer el Cid hubiese querido…. Porque de Castella y Perera casi mejor ni hablar.
Franmartín:
Muchas gracias por tus palabras. Ya sabes que uno lo que quiere es aprender y afortunadamente sois muchos los que ayudáis. A mí también me gustaría abrir un periódico y leer una crónica de Antonio o cualquiera de los buenos compañeros que escriben en los blogs. Y te digo más, ¿por qué no iban a escribir los comentaristas? Porque eso sería tela, que algunos tenéis comentarios que ya son una entrada en si misma. Y no quiero desanimarte, pero creo que tú nunca entrarás en la Tauromaquia 2.0. Primero tendrían que hacerte un lavado de cerebro, pero muy a fondo. Afortunadamente tengo la certeza de que nunca lo conseguirán.
Un abrazo
Diego:
El Cid estuvo mejor con la derecha, pero no fue el Cid de otros tiempos. Según creo recordar, no remató ni un derechazo, empleó eso tan vanguardista de empalmar los pases, que no ligarlos. Hace cuatro años, con ese toro, habría reventado la plaza.
Un saludo
Es lo que tiene hacer los carteles con desgana, luego pasan estas cosas.
Gracias por la crónica.
Isa:
Pues esa desgana se proyectó en el ruedo y así nos fue.
Gracias a tí por leerme.
Un saludo
Me gusta el titular de esa crónica. Y lo que dices refleja lo que se vio.
Un saludo
Pérez Alarcón:
Al menos es lo que yo vi, o creí ver.
Un saludo
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