La torería de Fernando Sánchez y David Adalid con los palos
Que alegría da ver a los novilleros cuando están en eso, en
novilleros que es lo que son. Y da más alegría cuando la norma habitual sea que
se comporten como figuras ya consagradas a punto de cortarse la coleta, con una
dilatada carrera en el toro. Pero cuando salen a comerse el mundo, a hacer
quites, a buscar el triunfo y a no dejarse ganar la delantera por el compañero,
pues hay algo dentro que te sube el ánimo. Pero cuidado, vale que a los
novilleros hay que darles un margen, que tienen que aprender, que están
empezando y que hay que criarles con mimo, pero tampoco se les puede malcriar.
Si desde niños ya dan muestras de ciertos vicios ahora universales, pues habrá que
intentar reconducirlos y no aplaudirle las gracias, no vaya a ser que de
matador siga en las mismas y empiece con que hay ciertos sectores en la plaza
que no le entienden. De la misma manera que si hace algunas cositas de mérito,
convertirle en un genio, o en este caso en una figura del toreo; que son varios
los casos de novilleros que en un momento determinado agradaron al personal y
con eso solo bastó para convertirles en los herederos de Mazzantini.
los novillos de Gavira, bien presentados, en un principio
nos hicieron dudar, pensando que era día de figuras del G- 10 y no de una de
las novilladas de feria. Tantos días seguidos, tanto toro y tanto mantazo, que
al final te pierdes y no sabes ni quién torea, pero no, al final fueron tres
los novilleros que se las vieron con este encierro. Los tres primeros mansearon
en el caballo y se dolieron en banderillas, sin ningún complejo, flojitos y sin
malicia, aunque el primero no cesaba de echar la cara arriba por el pitón
izquierdo. El cuarto en cambio, mostró de principio cierta fijeza en el
caballo, para luego declarar lo que era, cabeceando el peto sin parar. Se
arranco pronto en la segunda vara, pero su actitud ya estaba clara. Luego
siguió echando los pitones al cielo, gracias a la colaboración de Alberto
Durán. El mejor de todos fue el quinto, muy bueno en los engaños, aunque en el
caballo simplemente se dejó, o si queremos ser bondadosos, digamos que cumplió
sin más. El sexto tardó algo más en declaran su mansedumbre, aunque al final no
pudo por más que mostrarnos su condición.
De los novilleros, Alberto Durán, Gómez del Pilar y Damián
Castaño, quien más decidido estuvo fue el madrileño Gómez del Pilar, quien
desde el primer momento hizo su declaración de principios al irse a la puerta
de toriles. No es que yo sea muy partidario de este número, donde no hay nada que
ganar, pero se acepta como eso, como el querer decir “esto va en serio”.
Intentó estar variado, incluyendo en el repertorio un quite por zapopinas,
lopecinas en España, retirándose de un respingo cuando venía el novillo. Inicio
de rodillas con la muleta, que acabó un poco embarullado. Muchos derechazos y
naturales, pero siempre largando el toro hacia fuera, llevándolo enganchado en
el pico, pasándoselo a lo lejos. Mucho trapazo y nada de toreo. Acabó con unas
bernadinas y dos de pecho sacándoselo por la hombrera, que fue lo mejor de su
actuación. Dos pinchazos y un bajonazo y punto. En el segundo volvió a portagayola,
esta vez con mejor fortuna, aunque lo mejor fueron las emocionantes verónicas
que siguieron a la larga de rodillas. Insistió en esa variedad con unas
chicuelinas apartándose y con demasiado amaneramiento. Con la muleta empezó
instrumentando unos naturales templados con la pierna retrasada, una tanda más
con las mismas características, aunque en ambos casos el mejor muletazo fue el
segundo de cada serie, cuando se quedaba mejor colocado y sin retrasar la
pierna, intentando rematar atrás. Y como norma, los de pecho buscando la
hombrera contraria. En unos casos saldrán mejor y en otros peor, pero la
intención de llevarlo toreado ya es de agradecer. por el pitón derecho había
menos limpieza, con enganchones, mientras abusaba del pico y de esconder la
pierna contraria. Para cerrar quiso tirar del repertorio populista, que si algo
podría conseguir era soliviantar a parte del personal, aunque los isidros
siempre se entregan al arrimón, los invertidos y esas cosas que entienden y
valoran más en otros sitios. Cerró con abaniqueo, algo ya caído en desuso, pero
que sirve para mostrar al público que el novillo se ha acabado de entregar sin
reservas. Y sin reservas se tiró sobre el morrillo, para pinchar feamente.
Después una estocada rinconera y tendida y una oreja. Oreja que habría perdido
con ese fallo con la espada, pero que ni el público ni el presidente tomaron en
cuenta. ¿O es que pensaban haberle dado dos orejas? Ahora a ver si su entorno,
la prensa y los taurinos le dejan tranquilo y no empiezan a tener las prisas
que no harían más que perjudicar al chaval. Déjenle que se acabe de formar, y
luego ya veremos.
Alberto Durán estuvo menos en novillero que su compañero,
mantazos con el capote, descolocado durante la lidia, más trapazos con la
muleta, fuera de cacho, sin torear y simplemente acompañando la embestida, lo
que luego le costó un susto al ver como el novillo se le venía encima,
recordando un vicio antiguo, el de echar la cara arriba por el pitón izquierdo.
Quiso calentar la parroquia con un arrimón que no venía a cuento, pero lo mejor
fue el intento de matar recibiendo, cobrando una media muy eficaz y de buena
colocación. En su último novillo en la feria se complicó él solo la vida con un
novillo que se le coló una y otra vez al ver el hueco que quedaba entre el
engaño y el bulto, de tanto que torcía Durán la muleta. La indecisión se apoderó
de él, agravada por el defecto del novillo de levantar la cabeza. Acabó de un
triste golletazo.
Damián Castaño puede que esté pagando ahora aquellos
triunfalismos de otra época cuando le consagraron como el rey del natural,
cuando otros creían que tenía mucho que aprender y más todavía que pulir. En su
primero tomó la muleta tras un espléndido par de David Adalid entrando en los
terrenos del toro más pendiente de no abandonar los terrenos próximos a las
tablas, que de los que andaban a su alrededor con los trapos rosas. Castaño
empezó la faena echándose de rodillas para dar unos derechazos más templados
que los que a veces se dan de pie. Después se perdió en la vulgaridad y
defectos de la Tauromaquia 2.0, con excesiva presencia del pico y la lejanía
entre toro y torero. Su manso segundo fue la continuación del primero, con
retorcimientos, pico y sin tan siquiera intentar rematar los pases.
Quizás en junio, julio y agosto volvamos a ver a todos los
novilleros de esta feria en un ciclo al que llamen “la Oportunidad”, “El 40
Naciones”, “Madrid busca un torero”, “Oé, oé,oé, el torero ya está aquí” o como
se le ocurra al departamento de marketing de Taurodelta. Pero que tampoco se
agobien, que piensen que si avanzan los planes que parece que tienen sus jefes,
siempre según dicen las malas lenguas, porque no hay nada oficial, por
supuesto, pues los señores marquetinianos tendrán que pensar en un futuro en “Los
veranos de Tauroidelta”, incluyendo un ciclo de bandas de música, folklore
finlandés, el reguetón en la Villa y Corte o la orquestina de gogos y coristas
vestidas de areneros y personal de plaza, más que nada para rentabilizar los
uniformes actuales; pero no se hagan ilusiones, porque estos no parece que los
hayan renovado desde bastante tiempo. Bueno, habrá que esperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario