Para que luego digan que el mundo del toro no se preocupa
del medio ambiente; organizan una novillada concurso y el premio se lo dan a
ese espacio tan bello como inhóspito. Eso es sensibilidad, aunque si lo que
conmovió al jurado era precisamente eso, lo inhóspito, quizá hicieron méritos
suficientes los que se presentaron en la plaza cargados de ilusión esperando
ver renacer el toro y su lidia. Pero la cosa estaba complicada y me voy a poner
hasta benévolo. En conjunto los seis novillos que peleaban contra el Sáhara, el
desierto, cumplían sin más en cuanto a presentación para una novillada de esas
nocturnas a las seis de la tarde con que de cuando en cuando nos obsequia la
empresa de Madrid. El de Partido de Resina defraudaba algo por su cómoda
cabecita y el de Coquilla de Sánchez Arjona por un volumen y presencia que
algunos no esperábamos, incluido su matador, al que le contó un amigo que los
Coquillas no venían a Madrid por chicos; qué simpático el amigo.
El antes Pablo Romero, ahora Partido de Resina, flojeó y
aunque se arrancó con cierta alegría, pero sin entusiasmo, había que tratarlo
con mimo. Se le pegó en la primera vara, sin saña; la segunda, desde más lejos,
desde el ojo de la cerradura pintada en la arena, fue un picotazo del que
escapó al primer capotazo que le ofrecieron; en la tercera le colocaron en la
boca de riego, pero el animalito se fue él solito a buscar su sitio, justo el
punto desde el que se arrancó en el anterior encuentro. En banderillas se quedó
parado y echando la cara arriba, defecto que su matador no hizo por corregirle,
bastante tenía Miguelín con no parar quieto, como para pedirle gollerías.
Mantazos, carreras para corregir con las piernas lo que no lograba con la
muleta. Destemplado y aburrido, siempre con la diestra sin tan siquiera probar
a ver si el defecto de esperar por el izquierdo se le había pasado; mató de una
estocada tendida a toro levantado. Le tocaron la música los timbaleros, pero
para anunciarle un generoso aviso desde el palco y concluyó con un descabello
retardado, de esos que le tocan al toro, pero no con el acierto que se espera
para que el animal doble inmediatamente.
El segundo para premio fue de El Jaral de la Mira, un nombre
que a uno le evocaba una época con mucho sobrero con este hierro. El matador
Raúl Rivera, que a pesar del apellido, ilustre en México y en todo el mundo que
recuerde a la dinastía así apellidada, recordaba en sus formas al más
populachero y vulgar pegapases que animan las ferias del mundo, para alboroto de
las masas que van de merienda. Soberbios mantazos de recibo, orgullo de toda
madre que pide al hijo que le airee el ajuar después del invierno. Más infamia
capotera para dejar el toro en suerte, sin lograr el matador quitárselo de
encima, eso se llama tener recursos ¿no? Al notar el palo, trasero, el del
Jaral cabeceó el peto como una devanadera, empujando de medio lado. En el
segundo encuentro pilló al jinete mirando a la luna y solo le dio tiempo a
ofrecer el lado del peto al novillote, quien además de continuar su tarea
cabeceadora, buscaba el otro lado del caballo. El espada, que no debía estar en
lo que se celebraba, pidió el cambio de tercio, al que el señor presidente hizo
oídos sordos. Tardeó y escarbó en el tercer encuentro, para después saber que
es taparte la salida. Banderilleó el toledano manteniendo una distancia más que
prudencial entre él y los pitones del novillo. Más que asomarse al balcón, le
echaba un vistazo a la acera de enfrente. Vulgarote y ventajista con la muleta,
con pico, lejanías y recursos de maestro en el arte de la vulgaridad in
extremis. Pinchazo perdiendo la muleta, otro más tirando para Manuel Becerra y
media que acabó con el del Jaral.
El tercero, de Alonso Moreno, fue descalificado tras
bochornoso derrumbe, no pudiendo casi ni girarse, cosa que solo le era posible
a base de dar saltitos con los cuartos traseros, pero el recurso le falló a las
primeras de cambio y tras rebozarse de
arena venteña, el señor presidente decidió expulsarle de la competición. Fuera
de concurso Salió uno de la afamada y reconocidísima ganadería de Cassasola.
Alberto Escobar le recibió como merecía tan ilustre hierro, con una soberbia
colección de mantazos, mientras el novillo le comía el terreno a bocados. Mil
capotazos fueron necesarios para no conseguir poner el toro al caballo, pero
tampoco importaba demasiado, como este ya no contaba para el premio, pues hala,
se podía aplicar la Tauromaquia 2.0 sin desdoro y con descaro. Le picaron
trasero y tapándole la salida en la primera vara, mientras el animal solo se
dejaba. Vuelta a ponerlo y ahí ya dijo que se piraba, que le picaran a los del
concurso. Se dolió en banderillas, a las que acudía como un mulo con mal
estilo. La faena de muleta se limitó a un toreo lejano, inseguro y bisoño de
Alberto Escobar, que no mejoró su imagen ni con la espada, pues los pinchazos a
la remanguillé no es que estén siempre bien vistos, si al menos fueran dados
por una figura, igual hasta se ovacionarían.
En el cuarto volvíamos a vivir la pasión de la competición y
a sentir como se nos ponía la carne de gallina; ya empezaba a refrescar, así
que había que tirar de una rebequita para sobrellevar mejor aquella tortura.
Uno de Cubero- Buendía al que Miguelín recogió con lo mejor de su repertorio,
la suerte del mantazo. En la primera vara se mostró muy distraído y como en la
segunda, corneó el peto, le taparon la salida y empujaba de lado. Al tercer
encuentro ya buscaba la cara oculta del caballo, a ver si allí daban algo más
dulce que esos pinchazos en la espalda. Se repitieron las carreras de la faena
del matador al primer novillo, el pico y el mal gusto torero. Otra vez será, si
llega.
Raúl Rivera se encontró con el de Aurelio Hernando, un
jabonero que parecía seguir los engaños, pero al que fueron descomponiendo poco
a poco la multitud de nefastos capotazos que recibía en un ruedo que era el
prototipo de caos taurino, nadie bien colocado, sin criterio, sin imponer un
mínimo de cordura. Una primera vara cabeceando, con la mala fortuna de que se
dañara una mano al salir del peto, por lo que tuvo que ser sustituido por otro
con el mismo hierro, pero con peores maneras. Salió buscando los terrenos de
toriles, en medio de una lluvia de capotazos fue al caballo al relance en las
dos varas que recibió. El toledano volvió a coger los palos, en que hora, y
demostró con meridiana claridad, que no sirve para parear. Se dolió el de
Veragua, a quien se le instrumentó una faena vulgar y desconfiada, muy propia
de otros cosos, pero sin sustancia, ni enjundia que alegrara el espíritu de un aficionado
al borde de un ataque de nervios. Pero el joven torero, al que el paisanaje y
los mandarines pidieron la oreja, solo fue consciente de su fracaso al intentar
dar la vuelta al ruedo y notar como muchos no eran partidarios de alargar la
tarde para que el joven estirara las piernas por el ruedo.
Acabábamos con uno de Coquilla Sánchez Arjona, quizá el de
más presencia de todos, que salió con codicia y con intención de comerse a todo
el que anduviera por allí. Mal colocado en el caballo, acabó metiendo la cara
en el primer puyazo. En el segundo puyazo fue desde más lejos, pero en el
tercero ya dijo que no, que allí hacían pupa. Y no es que el picador estuviera
agarrotado, como en los otros dos encuentros, es que después de escarbar, se
arrancaba para frenar al metro y medio. Iba pero no iba. Le acercaron más, pero
él solito echó la marcha atrás, no fuera a ser que llegara hasta allí el del
palo. Al final le lograron picar y al notar de nuevo el palo, no dudó en
repucharse. Más vale una vez colorado, que ciento picado, debió pensar el
novillo. Se dolió mucho en banderillas y con la muleta, Alberto Escobar debía
esperar poder hacerle el toreo al uso, aunque él insistía en la lejanía, en no
pararse quieto y en no saber donde colocarse. El animal estaba peligroso y lo
que pedía era ser liado por abajo, el notarse vencido, el percibir el poder del
de la tela roja, pero nada de eso se le otorgó. Al final del festejo, una vez
reunido el jurado de expertos, los “supertacañones” del toreo, la megafonía de
la plaza anunció ceremoniosamente que: “And the winner is: El desierto.
8 comentarios:
"Ya lo dijo Pepe Moros, aquél que trafica en cueros, cuando hay toreros no hay toros y cuando hay toros... no hay toreros". Pero al parecer, por tu dicho, ayer, ni de unos, ni de otros... aunque algo se pudo rescatar de la inundación con un poco de inteligencia y de voluntad.
En fin, que ya no tuvimos ocasión de ver la Beneficencia con seis "geses" para un encierro de la ganadería triunfadora del "ciclo minoritario"... Una pena para todos...
Tiene cojones el asunto Enrique, me pego una jartá de kilómetros por ver a los amigos y de camino ver "una novillada concurso" en las Ventas y resulta que me encuentro con aquello.
Que verdad es que en las fotos se ve de una manera y allí se ve de otra. De los chavales, solo confirmar lo que has dicho. Algunos, como Alberto Escobar, muy verde. El año pasado solo mató 2 y este año hala! a las Ventas!. Ya te lo he dicho muchas veces, no es su culpa.
Miguelín y Raul Rivera, mas curraditos pero sin decir nada. Van allí sin ganas de ser toreros o como si ya lo tuviesen todo hecho. Los novillos... pues que te voy a contar que tu no hayas dicho. Pero vamos, que yo de esto tampoco es que entienda mucho.
Eso si, el gustazo de ver una novillada en la grada del 6, rodeado de buena gente (no voy a decir al lado de quien estaba pa´ no dar pistas), de conocer a muchos, buenos y jóvenes aficionados... Y EL COMERME UN HELADO DE CHOCOLATE NO ME LO QUITA A MI NI DIOS!!!
Un abrazo a todos, a Cristina, Luis, Jaime, Javier... en fin a buenos aficionados. Y sobre todo a Quique y Sara. No se lo digas a nadie, Quique es un gran tío, pero Sara me ha ganao.
GRACIAS POR TODO Y UN ABRAZO.
Enrique de nuevo ando por aquí. Gracias por escribir lo ocurrido en la novillada concurso. Yo no la vi pero por lo que veo no me perdí nada interesante. Y se veía venir. Te lo dije en la otra entrada, en la que llevabas toda la razón, que las ganaderías estaban mal seleccionadas.
Si quieren organizar una novillada concurso hay que hacerlo bien, y lo que hay que buscar es ganaderías con garantías y novilleros con oficio, y ninguna de las dos situaciones ocurrieron en dicha novillada.
Me parece vergonzoso que esto ocurra en la primera plaza del mundo. Con estos empresarios que sólo van a por el dinero y les da igual cargarse la fiesta no vamos a llegar a ningún sitio. Pero la culpa es del aficionado que no exige, ese que va a los toros por ir. Las figuras se acomodan porque los dejamos, las empresas sólo velan por sus intereses porque les dejamos, y esto tiene que cambiar. Y esta es una de las causas por las que me hice el blog, para denunciar todo lo podrido que está esto, y me anima bastante ver que hay amigos como tu que también luchas por este mismo fin.
Gracias Enrique y enhorabuena por la entrada.
Un saludo desde el blog "el secreto de la bravura".
Xavier:
Es tal el disparate en que se ha convertido esto, que no sé dónde iremos a parar, porque lo peor de todo es que se empiezan a aceptar ciertas cosas como normales.
Un saludo
Marín:
Ahora que nos quiten lo bailao, pero qué razón llevas. A los chavales se les puede echar la culpa de no querer aprender y no querer ver la verdad, como le ocurrió a Raúl Rivera. Y ya lo comentamos, que si uno dice que no viene a Madrid por no estar aún preparado, ya se puede dedicar a estudiar una oposición. Les daré a todos esos abrazos y a la parejita bajita, pues ya te los mandaré para allá una temporadita. a ver qué opinas, jajajajaja.
Un abrazo y ha sido un verdadero placer, ya lo sabes.
Alberto:
Gracias por pasarte por aquí, yo también desfruto con lo que nos cuentas en el blog, ya veo que eres otro loco que pide verdad e integridad. Pues adelante. Estos señores empresarios parece siempre que están recogiendo el dinero como si mañana les fueran a expulsar de su puesto, y así estamos, nosotros arruinados y ellos forrados.
Un saludo
Has resumido perfectamente lo acontecido en la concurso. Como aficionado torista me gusta ver todo tipo de encastes pero hay que reconocer cuando los novillos no responden a lo esperado y el ciclo de encastes minoritarios ha sido un fracaso si exceptuamos la novillada de Escobar. Novillada que ha sido, en mi humilde opinión, lo más encastado que hemos visto en toda la temporada venteña pero es un pobre bagaje para cinco tardes.
Creo que se podían haber traido ganaderías de mayores garantías y novilleros con más oficio. Lo que sí me he dado cuenta, y espero que también la empresa, es que a estos festejos ha ido más gente que en otras ocasiones, signo inequívoco de lo que demanda la afición venteña.
Un saludo
J.Carlos
J. Carlos:
Es que lo han montado de tal manera que lo lógico era que saliese mal y la de Escobar se les debió colar sin querer. Han celebrado una boda por todo lo alto en un McDonald y aunque pidas una hamburguesa triple, no dejará de ser lo que es.
Ayer sin ir más lejos, hubo una buena entrada, para lo que viene siendo y si la gente empieza a incluir los toros en su ocio, fuera de las ferias, igual otra cosa sería, pero claro, con cosas con cierto interés.
Un saludo
Publicar un comentario