Belmonte tirándose detrás de la espada |
Se podría afirmar que la evolución más sobresaliente que ha
sufrido lo que antes se llamaba con motivo la suerte suprema, es el haber
pasado de ser “el por qué” de la Fiesta, a que el público actual casi exclame
“¿por qué?”. De ser el motivo final, el eje en torno al cuál giraba toda la
lidia, a ser un trámite, un mal menor, pero al que algunos nostálgicos aún le
otorgan la importancia, que creen que nunca debió perder.
El momento de la muerte se podría comparar a una escultura
que había ido tomando forma a lo largo de los tres tercios; era cuando se
notaban los golpes de cincel, los acertados y los fallidos, y si estos eran más
que los otros, la obra final no valía, se venía abajo, se desmoronaba la obra
creada, por muy excelsa que fuera. Algo que a los más jóvenes, los más modernos
y los más entregados a las figuras actuales les parecerá una barbaridad, un
crimen, la peor forma de robar un triunfo a un torero, como si la espada fuera
una moneda que se lanza al aire, de la que solo es dueña la suerte. ¿La suerte?
¿Realmente lo que separa una estocada de una infamia es la suerte? Pues sí que
es simplificar las cosas y quitarle valor a lo importante.
Pero esta excusa es muy utilizada por todo el mundo,
profesionales, revisteros, aficionados de pro, que parecen no reconocer los
méritos exigibles para ejecutar la suerte con entrega, verdad y con arte. Lo
que cuenta para ellos es que el toro caiga rápido, primero que entre la espada,
por donde sea, y después que el animal doble; casi no importa ni que el
bajonazo provoque vómitos de sangre. La cuestión es que se despanzurre, para
agitar uno, o dos, pañuelos de forma histérica, pidiendo las orejas para el
ídolo de las medias rosas. Teniendo en cuenta estos valores, presididos por
unop absoluto como es el fin y no el proceso, ¿qué diferencia al matarife de un
matadero, de un matador de toros? Quizás solo sea el que uno luce las medias
rosas y el otro, si las lleva, procurará que no se le vean.
Quizá así leído esto, puede parecer un absurdo eso de pensar
en que lo único que vale es que la muerte sea rápida, pero si quedan dudas,
solo es necesario acudir una tarde a una plaza de toros y sentarse a observar.
No me voy a meter ahora en lo que es la lidia, ya se ha hablado y se hablará de
ello, baste con quedarse en lo que sucede en el último tercio. Una sucesión
desordenada y desestructurada de pases y pases, con el único objetivo de
enardecer a las masas. No es necesario ya poder al toro y prepararlo para ese
momento supremo, porque casi viene preparado de fábrica. Cantidad por calidad y
eficacia por eficiencia. Y allá por el pase cien o ciento y pico, se empezaba a
pensar en la espada. Primero esa pausa antinatura de tener que darse un paseito
para cambiar la espada de mentira, que me niego a llamar ayuda, por la de
verdad. El público mientras aprovecha para hacer sus vaticinios sobre la
estocada. Es buen matador el que hunde la espada allá donde le venga bien. Se
habla en ocasiones de que fulanito tiene un cañón. Hombre, con un cañón es
fácil matar lo que sea, hasta la torería sucumbe ante un obús directo al
corazón. Y si algún ingenuo es capaz de afirmar que el artillero mata mal,
puede ver peligrar su integridad, no vaya a ser que apunten a su tupé. Recuerdo
una vez en Madrid en que El Juli hizo una faena de esas de torero
exprimelimones, el que le saca todo lo que tiene; Ya se frotaban las manos las
masas enfervorecidas y preparaban los pañuelos, cuando se me ocurre comentarle
a una compañera de localidad que el madrileño mataba mal. ¡Señor! el joven de
delante casi me come, aunque todo se quedó en un “mata mal por los
coj…piiiiiiiiii”. Yo le expliqué como pude lo del saltito apartándose, lo de
meter la espada de lado allá donde pillara y lo de taparle la cara al toro, y
que eso no era matar bien. Lo que tuve que aguantar. Toda una fila de jóvenes
taurinos comentando con sorna mi primer comentario. Y ¡zas!, El Juli pinchó en
hueso, lo que tampoco es muy habitual, y a partir de ahí las ironías se
convirtieron en ensaladas de exabruptos dirigidos a… El Juli. Hay que ver como
le censuraban su forma de entrar a matar. Parece que vieron la luz al caerse
del caballo. Pero esto tampoco es lo normal, y seguro que en tardes posteriores
seguirían pensando que el de Velilla es un gran matador.
Si entramos en lo de la ejecución y la colocación del
estoque, esa es la historia de nunca acabar, y quizás en estos dos aspectos sea
en los que más se justifique eso de la suerte. Porque en la mayoría de los
casos, los matadores actuales toman todas las precauciones imaginables para
desterrar la buena suerte y atraer a la mala. Primero se ponen a citar
totalmente fuera de la suerte, con lo que como mucho cobrarán un espadazo
atravesado. Acto seguido, si no estaban suficientemente fuera, echan a correr
para apartarse todo lo más posible del viaje del toro, sin preocuparse
demasiado de meterle la mano izquierda, la que mata, en las pezuñas. Así puede
ser que pinche en hueso, que el toro le eche la cara arriba, que se le venga al
cuerpo, que la estocada quede trasera, caída o en cualquier lugar indecoroso
para el torero; y eso cuando no le sueltan el trapo en la jeta del animal.
Reconocerán conmigo que son muchas las alertas para atraer a la mala suerte,
aparte de otros muchos defectos en los que no me voy a detener. Para tener
suerte, pero de la buena, basta con cuadrarse entre los pitones, quizás más
hacia el izquierdo que hacia el derecho; adelantar la muleta echándola abajo
para que el toro descubra la muerte; hacer la cruz con los brazos; empujar la espada
sacando la mano desde el corazón, no esa manera tan horrorosa de mantenerlo
como colgado del cielo, olvidarse de los pitones viendo solo espada y morrillo,
tirándose muy derecho hacia adelante y dándole la salida a la embestida, como
si se diera un pase de pecho. En este caso, ¿qué se puede achacar a la mala
suerte? Pues muchas cosas, que toro o torero resbalen, que el toro no obedezca
el engaño, que el acero pegue en un arpón, que el animal se despiste en el
último momento y haga un extraño, pero no el que el matador se tire de mala
manera a los blandos, o que no haga la suerte, la suprema, con verdad y pureza.
Lo del volapié, la estocada al encuentro, recibiendo, en la
suerte natural o contraria, eso requiere otra reflexión en otro momento, porque
lo que no podemos pretender tampoco es que vamos a arreglar la suerte suprema
con cuatro letras mal juntadas. Pero yo solo digo una cosa, hace años si
alguien estaba viendo una corrida y le reclamaban su atención en este momento,
era común escuchar “espera que va a matar”, porque nada de lo anterior tenía
sentido sin la estocada. Ahora hay quien aprovecha para adelantarse a los
vecinos para llamar al vendedor de refrescos, que luego se acumulan muchos a lo
de la cerveza. Entonces, ¿cómo le vamos a hacer entender a estos señores que la
suerte suprema es cuestión de arte, entrega y verdad? Y ahora me retiro, que
tengo reunión plenaria con el jurado de los segundos premios Toros Grada Seis,
¡Qué Dios reparta suerte! Porque como reparta justicia…
2 comentarios:
Uff, con el tiempo que llevo esperando los segundos premios Toros Gradas Seis...
En lo de la suerte de entrar a matar, o suerte suprema, estas lleno de razón Enrique en casi todos los apuntes que haces. Es uno de los tercios mas importantes de la lidia, que no el que mas. Todos tienen su importancia en conjunto.
Estamos de acuerdo Enrique que es horroroso ver como "El Juli" mata de esa manera tan horrorosa, con ese brinco saliendose a kilómetros del toro y clavando allá donde puede. Incluso muchas veces se le queda arriba del todo... pero con una travesía horrorosa. Hay mucho aficionado joven que solo ha visto eso, y le puede parecer hasta cierto modo "normal", a menos que se topen con uno en asiento de atrás como tu. Pero a mi lo de la trayectoria fíjate, casi me da igual.
Yo de esto estoy muy cortito, pero creo que lo importante de todo esto es el ejecutar bien la suerte tal y como has descrito, el querer matar un toro de verdad... aunque luego no lo consigas. Pero el que esta arriba en el tendido debe ver que ademas de matarlo... has querido matarlo y no asesinarlo (que no es lo mismo).
Y en esto a lo mejor es en lo que discrepe contigo un poquitin (espero que me perdones). Aun ejecutando todos los tiempos bien, cuadrandote, tocando abajo con la izquierda, la mano siempre por delante e irte detrás de la espada por derecho, no te garantiza que todo esto funcione. Ahí es donde cobra nombre lo de la "suerte suprema", porque lo das (debes darlo) todo a cambio de poder matarlo, no de matarlo si o si. Es como cuando vemos a Ruben Castro irse solo derechito al portero y al fallar la ocasión empezamos todos a decir por donde la hubiésemos metido nosotros... ¡Dios mio con lo fácil que era!. No te he puesto el ejemplo de Falcao poque este capullo las echufa todas.
En fin, que despues de soltarte otra de mis habituales parrafadas, a lo mejor no he dicho nada convincente, pero bueno, me he quedao de a gusto...
Un abrazo y enhorabuena por la entrada, como muchas. Ya quisiera yo uno como tu todas las tardes de toros detrás de mi asiento.
Marín:
¿Tú me imaginas detrás de ti una feria entera? Que tortura chico, yo por lo menos no lo aguantaba. En lo que tú dices creo que coincidimos plenamente, aunque creas discrepar. Claro que puedes fallar, pero si has puesto todo, ¿qué más puedes pedir? En ese caso solo te puedes lamentar. Es como cuando un torero hace todo perfecto, pincha arriba y recibe una cerrada ovación. Es como digo yo de la plaza de Madrid, que es la más fácil, porque viendo esa intención, se entrega.
Sobre la trayectoria estamos en lo mismo, si haciéndolo todo bien se te va un poco, pues mala pata, pero ya sabemos que otros muchos, muchísimos, ponen todo de su parte para que la espada queda mal colocada. Esto es tan complicado, que se exige la perfección, para que a lo mejor no salga la cosa del todo bien. Pero igual es lo que lo hace tan grande y tan grandes a los que lo hacen.
Un abrazo y sigue con tus parrafadas. Yo ya te hice mi ofrecimiento muy en serio de abrir la sección "Palabra de Marín". Espero respuesta
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