sábado, 10 de mayo de 2014

Con las vergüenzas al aire

Una larga cordobesa, o parecida, fue lo más atractivo de la tarde


Tarde o temprano, esto tenía que llegar, era inevitable. Tanto hablar del arrojo y hombría de los toreros, que al final hemos tenido que ser testigos de cómo un toro dejaba al aire las vergüenzas de un matador de toros, aunque igual sea exagerar demasiado eso de toro, si acaso dejémoslo en un animalito con no demasiadas fuerzas y que en apariencia no recordaba a sus ancestros de sangre Atanasia y Lisarda. Pero a ver, que ya me estoy imaginando que ustedes, señores lectores que visitan esta grada, ya están riéndose por lo bajini por el incidente de Daniel Luque cuando el quinto de la tarde le soltó un gañafón y forzó la exhibición accidental de sus atributos varoniles. Pero, ¿cómo pueden pensar que yo le voy a dedicar una línea a tal suceso? Al menos, que sean dos o tres, ¿no? No, mejor dejémoslo estar, son circunstancias que se producen, pero que no merecen mayor consideración, si acaso alegrarnos deque todo se haya resuelto con un pantalón vaquero, que no le abrochaba al sevillano. Allí cerca de mi sitio había dos señoras de mediana edad que se sonreían y no querían mirar, aunque lo hacían por entre sus dedos, mientras simulaban taparse la cara con las manos. Luego vino la discusión, cuando ambas peleaban por adueñarse de los prismáticos.

Había más de uno que habría dado su reino por haber podido ser dueño de n aparato de estos, para al menos pasar la tarde entretenido buscando a conocidos y famosos en los tendidos. Poco más se podría hacer con los binoculares, porque el ver aumentado y con detalle un bajonazo trasero de los que se han pegado, no es plato de gusto; o ver a los de Valdefresno arrastrar flojedades y cojeras por el ruedo. Se les picó con extrema timidez, o sea, poco y menos, siendo la tónica general la simulación del primer puyazo y el trámite del picotazo en la siguiente entrada. Los que mejor se comportaron bajo el peto, que no quiere decir que llegaran a hacerlo aceptablemente, fueron el segundo, que se quedó dormido bajo el penco y el quinto y sexto, que querían empujar, sobe todo cuando les tapaban la salida, lo que no quiere decir que sea un síntoma de bravura, pues cuando tenían los medios a sus espaldas el ímpetu desaparecía irremediablemente.

David Mora demostró que quiere ser una figura, un mandón del toreo, uno de esos del grupo de los geses, esos que manejan todo esto. Como buen aspirante a uno de esos sillones de la RADM, Real Academia del Destoreo Moderno, se desentendió de la lidia, por supuesto que ni se le pasó por la cabeza lo de poner el toro en suerte, faltaría más, y a todo lo más que llegaba era a abandonar al toro en algún lugar desde el que el picador pudiera alcanzarle con el palo. Incluso en su segundo, en ese caos que era la lidia, o no lidia, el de Valdefresno recibió un navajazo en la paletilla al pasar por la puerta de cuadrillas, cuando los montados asomaban en la arena y una vez recibido un puyacito a contraquerencia, daba la sensación de que el señor Mora pretendía pedir el cambio. Que no digo yo que este tuviera una embestida pastueña, líbreme el cielo, pero si se le hacen las cosas justamente al revés de lo que requería su condición, ¿qué podemos esperar? Pues de todo, menos que mejore. Capotazos a diestro siniestro y una larga fila de toreros pidiendo turno para pegarle su trapazo al de negro. Que estamos honrando al santo patrón y como en las fiestas de los pueblos de toda la vida, se le larga tela al toro allá por donde pase, que para eso esto es una celebración popular. ¡Pasen y trapaceen señores! ¡Péguenle un capotazo al toro y cuéntenselo a sus amigos! Con lo que no contaba David Mora es que los mozos se retirarían del ruedo y le dejarían a él solo con la muleta y estoque en la mano. Que desgana, que apatía, que pocas ganas de agradar, cuanto despegue, que desangelado y que sartenazos con la espada. Lo que digo, como las figuras, lo justo para convertirse en un mandón. No molesta a los compañeros, ni les inquieta y si hay que culpar a alguien de este despropósito, pues se mira al toro, al público desabrido y poco conforme y a otra cosa.

Daniel Luque es aquel torero al que un día una gitana le echó la buenaventura y le dijo que le quedaban doce toros para ser figura del toreo. ¡Qué espabilada la señora! Ella que estaba repitiendo segundo de adivinación, se lanzó a hacer prácticas de quiromancia con el sevillano y ya ven, de momento se equivocó en el número de toros. Pero al menos se esperaba ver toreo de capote, una parcela en la que el torero parecía evidenciar ciertos progresos, pero como en todo su toreo, se quedó a medio camino. Por momentos con apuntes pintureros, pero sin tener en cuenta lo que había delante. Era como si Daniel Luque decidiera dar una verónica o un natural a las ocho menos cuarto, estuviera allí el toro o no, él daba el pase y punto. En su segundo no tuvo mayores consecuencias que el aburrimiento de ese toreo con el pico de la muleta, sin mandar jamás la embestida, con una destemplanza que te ponía de los nervios, banderazos de guardiamarina y una vulgaridad propia de los días en que estamos. Pero en el segundo de los suyos, un toro geniudo que cortaba por el pitón derecho que era un primor, la cuestión era otra. Ya echó mano a un banderillero de mala manera, aunque sin consecuencias y con la muleta en la mano, al no sentirse dominado le soltó un gañafón a Luque que afortunadamente solo le rajó la taleguilla, abriendo una ventana para que asomaran sus encantos masculinos, que obligaron a que hiciera acto de presencia esa prenda tan torera y de tanta tradición en nuestra fiesta, el pantalón vaquero cortado a media pernera. Ahora sí, ahora íbamos a ver el carácter de este matador; venga trallazos, por aquí, por allá, todo para afuera, abusando del pico y yendo allá dónde el Valdefresno quería. ¡Viva el mando y el dominio de los toreros “güenos”! Pero cuidado, que los hubo que dejaron escapar esa expresión tan cañí como los vaqueros, el “Bieeeeejjjnnn” que enerva al buen “afisionao”.

De Diego Silveti se puede decir que recibe como un guante todos los atributos del destoreo moderno, con el añadido de esa cadencia histérica de su toreo. ¡Señor! Un poquito de temple, por favor, un poquito nada más. A merced de los toros y en caso de duda, arrimón. Incapaz hasta de pasarle por abajo para ver si limaba ese molesto defecto de echar la cara arriba. El sexto podía haber sido un toro al que se le pudiera haber sacado algo de provecho, pero siempre y cuando se le pusiera delante alguien que quisiera torear. Y por torear me refiero a mandarle mucho, pero mucho, que con la muleta hubiera sabido subsanar el error de pedir el cambio de tercio en el caballo precipitadamente. Con la mano baja, no por las nubes como hizo Silveti, que además le habría evitado el verse por los aires cuando le enganchó por el pitón izquierdo. La cosa se ponía cada vez más fea y las consecuencias de una mala lidia, nefasta e inexistente, se hacían cada vez más presentes. Algo que no podía arreglar el arrimón, ni un conato de bernadinas que acabó con el torero arrollado, ni unas pseudomanoletinas tan tozudas como desaconsejables.


Una mala corrida de Valdefresno, que lucía divisa de luto, que dejó con las vergüenzas al aire a los toreros que se enfrentaron a ella, mal los montados, picando poco y mal, trasero y tapando la salida ya por sistema, unos banderilleros que no daban de si ni para fijar a los toros a las telas y unos maestros que pretendían endilgar su repertorio a costa de lo que fuera, sin pararse a pensar en lo que tenían entre manos. Todos con las vergüenzas al aire, ya digo, y Daniel Luque, además, con sus alegrías al viento, que no las vergüenzas; estas no se tapan simplemente con un pantalón vaquero. Para esto hace falta algo más, torería, poder, conocimiento y sobre todo afición, mucha afición.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique, bienvenido a la isidrada del 14. Por partes y a paso de banderillas, totalmente de acuerdo con el análisis de David Mora, además añado que se desentendió completamente de los quites en el tercio de banderillas salvo creo recordar una vez.

De Daniel Luque tengo la misma opinión que tú, tan solo quiero destacar al subalterno José Miguel Neiro por lo atento y eficaz que estuvo en los quites. ¡Oye, que llevamos una rachita que, más que compañeros, parecen enemigos los que realizan los quites porque hay un alto porcentaje que se desentienden de tal labor, poniendo en peligro a sus propios compañeros!

De Silveti más o menos de acuerdo salvo en que al menos en el sexto le ví ese pundonor de decir: “el toro no va a poder conmigo” y el mexicano estuvo en torero y se la jugó. Que no se ajustó a los cánones del toreo o que no fue todo lo estético que nos hubiera gustado, de acuerdo, pero hay que tener en cuenta que el toro echaba la cara por las nubes y recetaba gañafones a diestro y siniestro.En mi humilde opinión básicamente se debió al desastroso y desastrado tercio de banderillas que le dieron, con mil pasadas en falso por ambos pitones. Y es que ayer menudas cuadrillas tuvimos, ni un solo nombre conocido. Luego pasa lo que pasa. Siguiendo con la faena de Silveti al sexto, lo que ya no me pareció también es el paso que dio desde la vergüenza torera de no permitir que el astado se le subiera a la chepa al tremendismo puro y duro con esas manoletinas que sobraron por peligrosas, ineficaces y antiestéticas.

Del ganado mejor no comentamos nada ¿verdad? Bueno sí, decir que dentro de un comportamiento homogéneo cada uno tuvo sus peculiaridades: uno quería saltar por el 3, el otro por el 4 y otro por el 5 (broma, eh).

Y qué decir del cemento… cada vez veo más claros en los tendidos. Y es que cuando el de negro no pone emoción, mal va la cosa.

Anónimo dijo...

Yo en sus inicios a David Mora le vi atisbos de pureza, de querer hacer las cosas bien, pero en las últimas temporadas se ha matriculado en la Real Academia del Destoreo Moderno (que grande eres Enrique), el año pasado le vi en Sevilla y tuve la sensación de que había visto demasiados vídeos de Enrique Ponce.

Lo de Daniel Luque es digno de estudio, lleva temporadas en las ferias y en buenos carteles sin mérito alguno, no lo entiendo, que conste que le vi de novillero y me llamó la atención su capote y sus ganas, otro que se ha apuntado a la academia.

Mucha paciencia Enrique para lo que queda de San Isidro. Saludos y gracias por la crónica.

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Yo no dudo del valor de Silveti, a lo que voy es a la puntualización que haces sobre el tercio de banderillas de ese toro, aunque yo lo extendería a toda la lidia. Y cuando al toro se le podía intentar torear de lejos, él acortó inmediatamente distancias y se metió entre los pitones con esas bernadinas y demás que ya sobraban, ya había dejado claro lo que había y ese derroche de valor me sobra, pues era una mala forma de tapar lo que no hizo. Fue un toro difícil, al que ayudaron a empeorar a marchas forzadas. Y claro, a cada barrabasada el animal se ponía peor, hasta que llegó casi a ser imposible, pero es que no se le pudo hacer nada peor de lo que le hicieron. Fue el fruto lógico de la inoperancia.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

isa:
Muchas gracias a ti por leer estas cosas que escribo. Qué decepción cuando uno cree ver algo en un torero y luego descubre que se ha vuelto como todos, ¿verdad? Lo de Luque es una cosa de esas que como dices, habría que estudiar. Es que ya ni con el capote.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Hello Enrique, se me olvidó firmar o no funcionó el copia/pega. El anónimo soy yo, J.Carlos

Saludos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
No sé por qué, pero se me hacía muy familiar esa forma de analizar la tarde. No me quise aventurar, pero habría acertado.
Un abrazo