viernes, 13 de mayo de 2016

Cuestión de dignidad

El traje de luces ya es en si una dignidad al alcance de los privilegiados, pero algunos la engrandecen y otros la pisotean.


Esto de San Isidro es como embarcarse en una montaña rusa el primer día y salir por el Dragón Khan el último, allá a principios de junio. Pasamos del sopor cuesta abajo que no nos deja respirar ni un hálito de afición, como que no nos da el resuello para soportar la travesía del desierto de la vulgaridad  la jungla del descaro. Pues bien, hoy nos ha tocado la jungla y el desierto a la vez, aparte de un leve descansito en el oasis del toreo. El artífice de ese aparente imposible que es conjugar la árida vulgaridad y la exuberante desvergüenza no es otro que Pedrito, El Capea. Ya ven, algo tenía que haber que se le diera de perlas dentro de una plaza de toros. Eso sí algo que nada tiene que ver, ni de lejos, con el toreo, ni bueno, ni malo, ni regular, con ninguno, porque a este señor no le tocaron las musas taurinas con su gracia para pasear gallardía y donosura por las plazas del mundo.

Corrida del Ventorrillo, que sin poder afirmar que fuera una buena corrida de toros, al menos ha tenido sus cosas y había que estar ahí; y cada uno ha estado como ha podido, que el que da lo que tiene no está obligado a más, pero el que nada tiene y te lo quieren colar como que sí, eso ya es más grave. El Capea se suponía que ostentaba el título de director de lidia, por aquello de ser el de alternativa más añeja, pero... Salió su primero, al que recibió bailando con el capote. Ni intención de ponerlo al caballo. El animal empujó con fijeza, pero sin meter la cara abajo, le simularon la suerte y le taparon la salida. En el segundo encuentro fue desde dónde al toro le viniera mejor, que el maestro no iba a ponerse a contrariarle. El pica puso en práctica eso tan denostado como es barrenar a lo bestia. Ya se acabó eso de la simulación de la suerte, y lo de medir el castigo, ni se lo plantearon. Trapazos, más trapazos, sin parar quieto y sin tan siquiera poder llegar a confeccionar una faena de aliño, lo justo para entrar a matar. Bronca número uno, grado cuatro. A su segundo ni las moscas le quitó; el toro, a su aire, se administró solo la lidia. Cabeceó en el peto, sin emplearse a fondo en la pelea. Incapaz de quedarse un segundo quieto con la muleta, lo más meritorio fue apelotonar una tanda de trapazos. Pinchazo y entera, un desastre con el descabello, pero curiosamente no porque fallara repetidas veces, sino porque estuvo largo rato sin intentarlo, haciendo como que buscaba el sitio, que igual era así, pero es que debía estar escondidísimo o también pudiera ser que no supiera hacer para que el toro se lo descubriera. Bronca dos, nivel seis con cinco. Y cosas del destino, por cogida de Gonzalo Caballero, tuvo que matar el sexto. Le dejó corretear por el ruedo a su aire. Mantazos enganchados y vueltas alrededor del de El Ventorrillo. Al pobre animal, que echaba la cara arriba en el primer puyazo, le dieron tres puyazos de cárcel y mientras Agustín Navarro le perseguía por el ruedo sin tener en cuenta ni las rayas, ni el sentido de la lidia, el maestro se inhibía absolutamente de aquella masacre. Es como si le hubiera dicho al de aúpa que descargara sobre el morrillo toda la ira y la desvergüenza que él mismo guardaba. Estaría bien que el aficionado conociera las sanciones a los lidiadores y la cuantía de estas, ¿no? Con la muleta ni tan siquiera pensó en mantener las apariencias y justificarse. Que no habría estado mal intentar mantener la dignidad y al menos pretender ofrecer algún argumento que justificara sus méritos para verse anunciado, otra vez, en la feria de Madrid. La bronca ya estaba desatada y el nivel era justamente ese que descubre la falta de dignidad, torería y afición de un caballero que se disfraza de torero, porque de torero o te vistes o te disfrazas. Y ustedes mismos pueden establecer las diferencias entre ambos términos.

A Gonzalo Caballero le dio tiempo a poco, a los mantazos iniciales que truncó un enganchón, a poner el toro al caballo dignamente, aunque luego el animal se marchara antes de arrancarse, feo gesto previo a cabecear en el peto y repucharse, y eso sin que se le castigara prácticamente nada. La verdad es que estaba complicado, se vencía por ambos pitones, apretando incluso más, por el izquierdo. La faena de muleta comenzó entre enganchones y sin que el espada le bajara la mano. El hombre se limitaba a andar por allí de la mejor manera posible, no ofreciendo más que valor y voluntad. Dejando que se la tropezara demasiado, pases por detrás y por delante y no hizo más que echarse la pañosa a la zocata e intentar el cite y de un derrote seco le echó mano. El torero se empeñó en estar ahí, sin que nadie tuviera el juicio que a él le faltaba, cosa comprensible por otra parte, para llevarle en volandas a la enfermería a cualquier precio. No sé si esto le agradará a alguien, pero personalmente, en estos casos creo que debe imperar el sentido común. Quizá el director de lidia debería haber impuesto su condición como tal, pero, ¿se les ocurre quién era el tal director de lidia? Pues eso.


Morenito de Aranda dejó claras sus intenciones al irse a chiqueros a recibir al primero suyo a portagayola. Tras frenársele en su jeta y medio hacerle un regate, el espada le instrumentó unas verónicas peleadas, más poderosas que a lo mejor estéticas, incluso enmendándose en alguna de ellas, pero metiendo la embestida en el capote y tirando con las manos muy bajas, para cerrar con una media ya gustándose y todo. Fue notar el palo y el de El Ventorrillo se lió a tirar derrotes y a salir de najas sin disimulo. Más derrotes en el que hacía la puerta y de nuevo en el de tanda, en una tercera entrada, solo se le señaló el puyazo. Tras los primeros latigazos por abajo, la faena transcurrió en un quehacer por el pitón derecho, varios intentos para probar por el izquierdo y entre medias, la cara arriba, enganchones, achuchones, carreras y un ir cazando muletazos. El quinto salió muy suelto y no había quién le echara un capote a la cara, tuvo que ser de nuevo el matador el que se hiciera con él muy eficazmente. Habitualmente este matador nos obsequia con un toreo preciosista con el capote, pero en esta ocasión también supo bregar para intentar hacerse el dueño de la situación. En el caballo en el primer caso le taparon la salida al toro y en el segundo le hicieron la carioca, mientras el toro simplemente se dejaba. Una primera tanda con mando, colando un poquito el pico, pero tirando en algunos muletazos. Mejor la siguiente tanda, con un toreado pase del desprecio ligado al de pecho. ¿Se acuerdan cuando esto pasaba con el natural y el remate? Yo tampoco. A partir de ahí empezó a apelotonar los pases, a pegar tirones y con enganchones, con algún natural de bello trazo entre medias. Faena de altibajos, una tanda más que aceptable, otra embarullada, el estoque de mentira tirado en la arena y para cerrar unos ayudados por bajo que tras media estocada le llevaron a cortar una oreja. Podríamos empezar las disquisiciones de si sí o si no, si mejor o peor que el día anterior Ureña, pero, ¿para qué? La próxima vez nos ponen a los dos juntos y punto, ¿no? Podrán estar bien o mal, pero de lo que sí estoy seguro es de que los dos iban a poner todo lo que tienen como toreros, porque ambos ya han demostrado con creces su voluntad, quizá porque se toman esto muy en serio y porque el toreo es para ellos una cuestión de dignidad.

2 comentarios:

Rigores dijo...

El Capea. Torero que no ha demostrado nada en Madrid y lo siguen poniendo. Bueno, ni en Madrid ni en muchos sitios. Sentí vergüenza ajena, cuando le veía con el rostro demudado, decir no sé qué de miedos en la entrevista antes del paseillo. Luego comprendí que además de miedos, no tiene carácter ni decisión para ser matador de toros y estar en Madrid. Una lástima el ver las caras de
su padre y de Dámaso en el tendido. Una pena de que quite el sitio a otros que sí quieren ser. Rigores.

Enrique Martín dijo...

Rigores:
Ni más ni menos, así de claro como lo dice usted, la pena es que quita el sitio a otros que no tienen ni un padre, ni un padrino con poder en esto. Y volverá año tras año, porque si le han puesto este año, ya le pueden poner siempre. Si le han acartelado con el criterio de no haber hecho nada, eso se le da de perlas. A la vista está. Experiencia en nada, le sobra a este joven.
Un saludo