lunes, 22 de septiembre de 2025

Bonitos por fuera, pero con sus cosas por dentro

Que bonitos, pero... no te fíes

Imaginen que van a un examen de oposición y solo se han estudiado el tema de la “Caída de Constantinopla” y pase lo que pase, usted va a contar lo que se ha estudiado, por mucho que el presidente del tribunal le diga que no, que pare, que lo que le ha tocado en suerte es la Carrera espacial. Pues esto es una constante en el mundo de los toros y por supuesto, en la plaza de Madrid. Que en esto que llaman el desafío ganadero tocaba el tema de lidiar, de poder a unos animales diferentes a lo habitual, que los temas se llamaban tres de Partido de Resina y tres de Monteviejo. Oiga, una lámina para pintarla, que en algunos casos quizá no era para ovacionarlos de salida con tanto entusiasmo como se han aplaudido, pero bueno, no vamos a ser cicateros porque se ovaciones la presencia de un toro. Los opositores eran Serafín Marín, que desafortunadamente no ha tenido tiempo ni de dar las buenas tardes, al verse cogido al querer lancear de recibo a un Monteviejo que se le llevó por delante a la segunda verónica. Solo queda desearle que pronto pueda volver a pisar un ruedo. Juan Pablo Sánchez se ha limitado a aguantar el chaparrón con pocos argumentos y Luis Gerpe, con la misma carencia de ellos, pero empeñado en dar derechazos y naturales. Ya saben, usted pregunte lo que quiera, que yo le contestaré lo que me dé la gana. Lo malo es que en estos casos el ser librepensador te puede costar que te manden al hule.

Quizá habría que aplicar eso de que debe progresar

Había una costumbre allá en la noche de los tiempos, que era que los peones pararan a los toros, para que así sus jefes pudieran tener una aproximación a las condiciones de su oponente. Quizá si esta costumbre hubiera pervivido en la mente de toreros y espectadores, Serafín Marín habría podido ver de qué forma se cruzaba su primero por el pitón derecho, un defecto que acusó durante toda su lidia. Una vez que el espada tuvo que ser llevado sin demora a la enfermería tomó los trastos Juan Pablo Sánchez, que pudo comprobar lo incierto y peligroso del de Monteviejo. En el caballo se limitó a dejarse y el picador a aguantarle. Una primera vara desde muy cerca y una segunda acercándose poco a poco. El toro se iba enterando de todo, atento a todo lo que le rodeaba, llegado el momento de la muleta se revolvía pronto y el hidrocálido tampoco puso todo de su parte por alargar el viaje del prenda. Sin desaparecer el defecto por el derecho, lo mismo se quedaba, que no pasaba, que no escatimaba derrotes, mientras la única receta que se le proponía era la de dar derechazos, lo que tampoco era fácil con el gazapeo continuo. Tímidos muletazos por abajo, pero ineficaces. El tercero, de Partido de Resina, según el programa, se emplazó de salida, como esperando a ver qué se cocía por allí, se revolvía al ofrecerle los capotes, tirando derrotes. En el peto se medio dejó en el segundo encuentro, acabando por marcharse suelto en los dos puyazos. Cara arriba y esperando en banderillas. En el último tercio continuaba con esa fea costumbre de no humillar ante los trapazos que le administraban, sin entregarse en ningún momento. Trapazos y más trapazos al aire, tirones, para concluir con muletazos de uno en uno con el engaño retrasado, poniéndose pesadito y metiéndose entre los pitones, alcanzando un más que notable grado de vulgaridad. Bajonazo y a otra cosa. El quinto, de Monteviejo, iba y venía sin emplearse, reservón, que poco más que se dejó en el caballo y ya en la muleta empezó quedándose, con un molesto gazapeo como el primero de la tarde y Sánchez andando por allí, pasándole por la cara y yéndose a mitad de trapazo, sin pensar en otras soluciones para plantar cara a este y a sus otros dos oponentes, sin pensar ni en un conato de toreo por abajo, que quizá era lo único que tenían estos animales.

Luis Gerpe debió pensar que se enfrentaba a cualquiera de las ganaderías al uso, a las que les endiñas mil trapazos y sus pupilos ni rechistan, se los tragan sin más, pero, ¡ay, amigo! Que con lo bonitos que eran, resulta que también tenían su aquel y vaya aquel. Para evitar que un espada lidiara dos toros seguidos, se cambió el orden de lidia de segundo y tercero, invirtiéndolo. El que hizo segundo, del Partido de Reina, recibido con entusiasmo, salió corretón y si el matador solo le enseñaba el capote un poquito, pues no iba a sujetarle, él seguía a lo suyo. Gerpe ofrecía mantazos y el cárdeno regalaba derrotes. Le pusieron de cerca, de lejos, pero el toro estaba con los capotes, que le captaban toda su atención. Lo que tampoco quiere decir que lo dejaran entre las dos rayas. Como en la segunda vara, no disimuló la molestia de tener un palo encima. Continuó queriendo enterarse de todo. Tomó la pañosa Gerpe, luchando contra el viento y pendiente de aquel bonito ejemplar, al que le trapaceo siempre con un pie presto para salirse y a merced del animal, que ahora me lo pienso, ahora escarbo, tirones con la zurda en tandas de tres o como mucho cuatro trapazos, pero sin llevarlo en ningún caso. Al cuarto, último de Partido de Resina, le dejó suelto, a su aire, venga mantazos y mantazos, la vuelta y ahí te quedas. Tres veces fue al caballo, sin orden para ponerlo en suerte, ni para sacarlo y con apenas tres picotazos sin apenas castigo y con la cara alta. Quizá sin pensar en el viento, Luis Gerpe se lo sacó más allá del tercio, para darle sus buenos trapazos alborotados, solo dándole aire, por si fuera poco el que ya hacía, pero que la gente se puso a jalearle todo. Hubo dos por el derecho, que hasta medio tiró del toro. Continuó por el izquierdo, siempre recolocándose a cada pase, moviéndose mucho, vuelta al derecho y un continuo no parar de bailar, siempre con el pico y muy fuera, cuando quizá sencillamente para defenderse, lo mejor era cruzarse mucho. Pero aún así, él se dio decididamente la vuelta al ruedo; él sabrá. En el que cerraba plaza, el otro de Monteviejo, ya de salida se le comía, no podía con él y ni tan siquiera era capaz de sacar los brazos en cada capotazo. Perdía las manos con cierta frecuencia, escarbando, sin apenas castigo. En el último tercio, pues continuó la sesión de toreo bailando, pico, fuera y recibiendo los arreones del toro, que hacían que el de luces pegara un respingo a cada arrancada, dando la sensación de que no acababa de saber por dónde meterle mano a ese último berrendo, al que despachó de media atravesada haciendo guardia y una entera caída. Al final quedó claro que estos coletudos de la modernidad tienen recursos más que limitados para enfrentarse a lo que no es la bobona del mes, que lo de Monteviejo tiene mucho que mejorara, que lo de partido de Resina, que algunos ya no nos atrevemos a llamar antes Pablo Romero, que está mejor de lo que se esperaba, aunque no se confundan, es que lo que se esperaba era un desastre rodando por los suelos, pero no, al menos ya hasta aguantan en pie, pero queda un mundo para que esto sea lo que fue. Y lo que nadie podrá negar de los pupilos de los dos hierros es que eran bonitos por fuera, pero con sus cosas por dentro.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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