¿Cuál es el patrón a imitar por los que empiezan? |
Que don Julián López, El Juli”, me perdone, igual que otros
aficionados que consideran que a los novilleros no se les debe juzgar con
severidad, como si los demás fuéramos unos sádicos que disfrutamos sacando los
trapos sucios a la gente que maneja el toro y que se enfrenta a él. Ya me
gustaría entrar a la plaza lleno de ilusión y salir feliz y esperanzado, pero
la inmensa mayoría de los que integran el escalafón inferior no hacen otra cosa
que mostrarnos la negrura del futuro que se nos avecina, un futuro tan próximo
como lo que tarden estos chales en vestir las galas de matador de toros y en
ser los que conformen los carteles de las futuras ferias, pensando que seguirá
habiendo ferias. Pero resulta que en una misma tarde se pueden dar tantos
matices como conceptos desea uno explicar.
Novillada de la feria de San Isidro, una oportunidad que
ningún novillero que pretende ser algo en esto se atreve a despreciar. Es más,
si para hacer el paseíllo en mayo en Madrid se tienen que taladrar el tabique
nasal, adelante con el berbiquí. ¿Ganado? El que sea, aunque ya se sabe que si
en el cartel figura algún novillero puntero, la corrida será mucho más comodita
y bobona que si los anunciados son tres jóvenes sin padrino poderoso. A estos
les tocará vérselas con lo que no matan por ahí las figuras del escalafón
superior. Pero siempre ha habido clases, resulta que del hierro anunciado
Guadaira, solo pasaron tres, que por otra parte parecían más unos erales
adelantados que unos novillos para Madrid. Pero claro, en estas circunstancias,
como si de un matador consagrado estuviéramos hablando, no se puede consentir
que los veterinarios decidan lo que una figurita en ciernes tenga que torear o
no; así que Martín Escudero se enfurruña y mal aconsejado por su entorno, se
cae del cartel y prefiere no torear ni en Madrid, ni en su feria. Hasta ahí
podíamos llegar. Luego estos serán los que veten compañeros, periodistas,
ganaderías y hasta si el sol debe lucir en sus tardes de gloria. Se encararán
con el público, los presidentes y con el Papa de Roma si se pone a tiro. Esto
es lo que estamos criando, pequeños tiranos que quieren ser figuras sin tener
madera, ni espíritu para serlo, pero seguro que los que le rodean le habrán
hecho creer que es la reencarnación de el Espartero. Siempre habrá quienes les
rían las gracias.
Abría cartel Román, un torero bullidor, tosco, muy del gusto
de la afición de ciertas plazas, con buen cartel en Valencia, pero que a nada
que se rasca, se ve que es un novillero muy limitado; que puede que esos
seguidores le aúpen a la fama y que al final viva de esto, porque ejemplos
tenemos a docenas y si no, piensen en quién es el que encabeza el escalafón por
número de corridas. Al público le daba igual que le saliera casi un eral en
lugar de un utrero, que repartiera mantazos sin control o que tirara al toro
contra el caballo, sin tan siquiera haber hecho amago de fijar al animal. Este
se limitó a pegar cabezazos al peto mientras le tapaban la salida sin picarle.
Trapazos y más trapazos, achuchones, incómodo al cuando el novillo echaba la
cara arriba. Recolocándose constantemente, dejando mucho hueco entre la tela y
el cuerpo, con la consiguiente colada. Luego daba igual que viniera o no el
bajonazo que llegó. No varió el estilo y las pautas en el segundo suyo, con el agravante de tener que pelear con esa
querencia a toriles del novillo. Estatuarios de recibo, para continuar con enganchones,
demasiadas prisas, dando vueltas alrededor suyo como si fuera un molinillo.
Muy, muy vulgar; vale que gusta al gran público, pero… ¡Madre mía!
Gonzalo Caballero, que hizo el paseíllo liado en un capote
con el escudo del Aleti, a pesar de ciertas deficiencias, estuvo serio y con
ganas de agradar durante toda la tarde, interviniendo en quites en los toros de
sus compañeros e intentando hacer el toreo de siempre. Poco eficaz para recoger
a su primero, otro de Gavira con escasa presencia, al que no fijó y que se
marchó suelto al caballo desde el burladero del 6. Fue notar el palo y pegó un respingo
que decía poco bueno de él. En las dos entradas posteriores se limitó a
derrotar contra el caballo y en cuanto podía se marchaba a la carrera. En
banderillas esperaba a los toreros y exhibió su espléndida condición de mulo
para tirar de un carro. Caballero se lo fue sacando con torería a base de
pasarle por abajo en pases con la derecha por ambos pitones, con la rodilla en
tierra. Una buena tanda de derechazos, con alguno tirando del novillo y
rematándolo detrás de la cadera. Reposado, parecía haber abandonado la
celeridad de otros tiempos, siguió con la derecha, bajando en intensidad y
calidad, pero aguantando el tipo. Derecho y bien plantado, por momentos corría
la mano y toreaba con cierta naturalidad. Cambió al pitón izquierdo, pero ahí
tiraba del pico y echaba al toro para afuera y al querer rematar, en algún pase
pegaba un tirón. La pena es que se entregó al arrimón, a dar pases de uno en
uno, a atosigar al animal y de cierre las inevitables bernadinas. Su segundo,
el de Montealto entró rebrincado en los primeros lances, poco castigo, como es
ya habitual. En banderillas apretaba por el derecho, esperaba y escarbaba. Un
desarme a las primeras de cambio con la muleta, el madrileño optó por acortar
mucho las distancias, nuevo desarme, cabezazos del mulo, que definitivamente se
paró, quizá esperando que le pusieran las alforjas y echarse a los caminos.
Al que no se acaba de encontrar el por qué de las dos
presencias en Madrid y de esa fama que le precedía, es a Posada de Maravillas.
Habrá que morderse la lengua para no hacer el chiste fácil con su nombre y su
toreo, pero es que así se las ponían a Fernando VII. Al comodito tercero le
recibió muy despatarrado, con un toreo convulsivo. Llevó el toro al caballo con
un vistoso galleo. El de Gavira no hizo ni ganas de empujar y encima se
marchaba del caballo. Quite por delantales, aunque sin torear jamás. Mucho
muletazo desacompasado, mientras el animal se le iba yendo arriba poco a poco.
Mil trapazos, enganchones, lo mismo por uno que por otro pitón, para cerrar con
una estocada trasera muy, muy caída. Luego le salió un novillo muy cuajado, con
trapío, al que no estaba muy dispuesto a hacer caso, eso sí, posturas todas. No
se le castigó en el caballo, se quedó parado y se dolió en banderillas. El
trasteo de muleta fue un continuo trapaceo ineficaz, sin convicción, sin saber
por donde meterle mano para dominarle y un sin fin de enganchones. Falto de
aptitud y muy aburrido. La verdad es que no recordó en nada a sus predecesores
taurinos en la familia, sin ese sello propio de los Posada. Peor para él. La
verdad es que en el momento que vivimos, salvo honrosas excepciones, los
novilleros ya parecen figuras con fincas y fincas que mantienen con unos
dineros que parecen sobrarles; las figuras parecen niños malcriados y
caprichosos; el público se cree que está en un guateque, donde no les falta ni
bebida, ni comida, ni pipas. Así está esto, los jóvenes se ven reflejados
esperpénticamente en el espejo de sus mayores.
2 comentarios:
Enrique:
Permite que emplee esta, tu valiente entrada, para expresar mi desesperanza hacia el actual escalafón novilleril.
Demasiadas carencias, exceso de emcumbradores ávidos de elevar a la fama a chicos que llevan una única lección aprendida basada tristemente, en eso tan tedioso con que los grandes dorados nos deleitan cada tarde.
Poca aptitud y escasa actitud.
Respeto?, por supuesto, pero entiendo que no todo puede valer por muy novillero que se sea, especialmente por todos aquellos que se quedan en el camino, o por los que, como tan acertadamente muestras, no gozan de un apadrinaje recio que mueva hilos y teclas.
Muchas gracias por dejarme entrar en esta grada, donde siempre una se encuentra como en casa.
Un abrazo.
Gloria:
Pasa y acomódate, siéntate un ratito por aquí y charlemos e toros. Leyendo lo que has escrito me estaba acordando de Jiménez Fortes, un chaval que un día dio unas verónicas estupendas, le cogió el toro y a partir de ahí ya le hicieron figura. Tomó la alternativa, le metieron en los carteles estelares y no respondió como esperaban aquellos de las prisas. Poca paciencia y a las primeras de cambio le dan de lado. Ahí empieza otro camino más duro, el de tenerse que enfrentar con un toro para el que no está preparado y el verse en la enfermería cada dos por tres. Aguantan mientras aguantan los "cazatalentos".
Un abrazo
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