La belleza de la lidia, de la lucha entre el hombre y el toro. |
No sé si habrá alguna voz que moleste más a los toreros que
esta de que el toro se le va sin torear. Al matador le deben entrar unas ganas
tremendas de pedirle al toro que le espere unos minutos, al mozo de espada que
le sujete los trastos y ponerse a intercambiar opiniones con el dueño de la voz
que le espeta semejante opinión a gritos. Estaría curioso oír las opiniones de
ambos y las de otros espontáneos que gustosamente se unirían al debate. Puestos
a hacer toreo ficción, es probable que el matador asegurara que le había pegado
mil pases y que además el toro echaba la cara arriba, a lo que el aficionado
podría responder que pegar tantos pases no es torear y que precisamente por
este motivo, el animal no para de lanzar los pitones al cielo. Y entonces es
cuando empezaría eso del respeto, del baja tú, que si tú eres un pegapases, que
te retuerces, que si no rematas… ¿Y por qué todo esto? Pues muy fácil, porque
en la corrida de Baltasar Ibán, tanto Robleño, como Bolívar, como Rubén Pinar,
se han dejado ir varios toros sin torear. ¡Ay! Si el toro saliera más a menudo
y saliera para todos, en cuatro días no iba a conocer el escalafón taurino ni
el que lo fundó.
Toros de Baltasar Ibán, que como diría más de uno, no se
comen a nadie, pero que como no les hagas las cosas como se debe, te acaban
comiendo. Salía el primero que no era un portento en cuanto a presencia, sobre
todo comparado con lo que venía después, unas velas como para alumbrar París,
aunque con que dieran luz a la Fiesta y a la plaza de Madrid, ya nos
conformábamos. Este que habría plaza salió echando las manos por delante,
mientras Robleño sacudía el capote en sus alrededores. Empujó con un pitón en
la primera vara y con fijeza en la segunda, a la que se arrancó con alegría. La
misma con que fue desde el burladero al centro del ruedo donde el espada le
ofrecía la muleta. No supo templar las buenas embestidas del Ibán, abuso de
pico, banderazos y trallazos. Un toro de esos que no paran de demandar los
toreros, pero que cuando les sale no acaban de saber qué hacer con él y se
limitan a pretender aplicarle la faena al uso o a aparentar que es una alimaña.
En este caso, nada más lejos de la realidad. El cuarto, que lucía una
impresionante cornamenta, empujó de lado en el caballo y con la cara alta. De
primeras se marchaba del caballo, pero volvió al peto para acabar derribando al
caballero, que ya había decidido no picar al toro. Quizá habría sido
conveniente no dar tanta ventaja al burel. En la segunda se fue de lejos,
cabeceó varias veces y se acabó yendo suelto. Saludó Ángel Otero, aunque no
clavó reunido en el primer par y lo hizo demasiado horizontal en el siguiente.
Robleño inició el trasteo sentado en el estribo, para sacarlo después más allá
del tercio. Se limitó a pelearse con el Ibán, ahogando la embestida, con el
pico de la muleta y muy encerrado en tablas, cuando precisamente tomaba mejor
todo lo que fuera en dirección a los medios, protestando lo que le metiera más
al amparo de la barrera.
Peor suerte tuvo Luis Bolívar, que se encontró con el que
hasta el momento puede ser el toro de la feria, un torazo de imponente lámina
que ya en el capote casi arrastraba los amplios pitones por la arena. Se
arrancó de lejos al caballo, con alegría y prontitud, para recibir un navajazo
en la paletilla. Empujaba mientras le tapaban la salida. Más lejos en el
siguiente puyazo, cumpliendo de nuevo. En el último tercio parecía un tren en
busca de la muleta que Bolívar quitaba de allí sin templar, ni mandar. El toro
se iba haciendo el dueño a cada pase, parecía que se iba a comer al colombiano,
que por el contrario parecía a merced del animal, que iba a todo, si le dejaban
la muleta quieta, la hacía volar, banderazos por alto y parecía querer volar.
Que dirán que echaba la cara arriba, pero es a lo que le enseñó el espada. Que
si con el bueno no pudo, con el menos bueno, pues echen cuentas. Al quinto le
dieron capotazos y más capotazos antes de llevarle al caballo, donde se le
castigó poco mientras se quedaba debajo del peto sin más. Con la muleta Bolívar
no supo por donde echarle mano, quizá aún estaría pensando en lo que se le fue
un rato antes.
El tercero recibió capotazos a diestro y siniestro, sin que
ninguno lograra fijarle lo más mínimo, suelto al reserva, para salir de najas
en cuanto notó el palo, vuelve y se lía a pegar derrotes al peto. Ya en el de
tanda, solo aceptó la pelea mientras le tapaban la salida, cuando vio el campo
libre ya ni eso. Rubén Pinar se dispuso a administrarle su buena colección de
pases con el sello de la modernidad, recolocándose a cada mantazo, abusando del
pico y estirando el brazo para mantener la muleta lo más lejos posible. El toro
seguía los engaños con sosería, haciendo juego con la forma de desenvolverse
del manchego. El cornalón que hizo sexto ya de salida le arrancó el capote de
una mano y sin dudarlo, el espada se lo soltó en la cara para tomar el olivo
con más ventaja. Se durmió en el peto para que el picador hiciera lo que
creyera conveniente. Una segunda vara que no fue más que un picotazo tras arrancarse
de lejos. Otra faena vulgar y aburrida y el fin de una corrida que evidenció
muchas cosas, que si saliera el toro con más frecuencia, la Fiesta cambiaría de
forma radical. Que en estos tiempos de tanta técnica y tanto saber, no saben
lidiar un toro, ni poderlo, ni después torearlo, aunque este se deje. Que con
una corrida de toros es difícil aburrirse, salgan buenos, malos o regulares,
pero con casta. Y que por el camino que vamos, los taurinos no darán ninguna
facilidad para que cambien las cosas y mucho menos para que reaparezca el toro.
2 comentarios:
Ostias Enrique!!! menos mal que entre tu, Emilio Roldan y Gloria Cantero me habéis hecho ver que no soy el único tonto que vio ayer la corrida interesante, por no ponerle el muy delante. Que alivio macho!!!.
A mi sobre todo me ha encantado el segundo, Tomillero. Para mi, y hasta la fecha, el toro de la feria. Ver a ese toro de salida meter la cara así en el capote (sin ser aprovechado) y luego verlo venirse las dos veces al caballo con esa verdad...puff. Muy mal picado por cierto. Y después en la muleta pues que te voy a decir. Mira, siempre he dicho que Emilio Muñoz sabe de toros tela, y que se muerde muchísimo la lengua en el plus, pero ayer dijo una frase de este toro muy acertada y que tu y yo muchas veces hemos comentado. A este Tomillero había que llevarlo y marcarle el camino con la muleta y no acompañarlo. Nada menos que eso fíjate. El toro fue pronto al toque y cuando tocaba la muleta se volvía loco...como bravo que era. Ahora, si te digo que a Bolivar le perjudicó el viento...o a lo mejor le benefició como excusa, no lo sé. Lo cierto es que ese toro se fue con lar orejitas puestas.
Lo que no entiendo es que la corrida de Baltasar Iban pase desapercibida en tantos medios taurinos y hasta en muchos blogs. Nada nuevo por cierto, pero jode que salga un toro así y miren para otro lado. De los toreros, como casi siempre, me guardo las opiniones.
Un abrazo.
Marín:
Qué cosas dices, ¿cómo van a dar pábulo a esta corrida? Eso es casi un imposible y ocurre por dos motivos, según mi parecer. Primero, porque a esta corrida no van los que saben de esto y que no se pierden a las figuritas, que ven la mejor de la feria a la de Parladé y si les dices que no se llevó una vara toda la corrida en conjunto, te dicen que bueno, que si pican a otras y que si les hubieran picado habrían sido lo mismo. Y en segundo lugar, ¿te imaginas que se dijera lo que ha sido esta corrida de verdad, se corriera la voz y la gente empezara a pedirla para los fenómenos de los geses? Y yo te digo, ¿te imaginas que el toro apareciera con más frecuencia? Cuántos se tendrían que ir a su casa. Porque ahora se dice mucho eso de fulanito puede, pero no quiere. Pero yo creo que ni quieren, ni pueden.
Un abrazo
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