Ya volvió Ponce a Madrid, ¿lo hará alguien más? |
Que largas son las esperas cuando deseas que alguien vuelva,
cuando ardes en deseos, pero cuando no, la cosa es más leve. Cuántos años sin
aparecer Enrique Ponce por Madrid y en el día del Patrón ha deslumbrado con ese
terno celeste y oro, y con ese toreo desahogado del que es un maestro
consumado. Que elegancia, que relajación, que donosura, que lejos se pasa el
toro, que… Anda que se quejará del recibimiento de Madrid al que durante tantos
años ha despreciado, esa plaza en la que se le empezó a querer de novillero, de
matador de toros, hasta aquel momento en que empezó a cambiar lo fundamental
por accesorio y que tuvo su continuidad al convertir esto en la esencia de su
forma de hacer. Y además se presentaba como una víctima incomprendida y no
respetada por los que tanto se le entregaron. ¡Ay! Que pago tan cicatero. ¡Tú
también Enrique, hijo mío! Pero al final ha vuelto, ya quedaron en el olvido
aquellas ganaderías de Sepúlveda o Samuel Flores, aquellos seis toros fallidos.
Pero con los de don Victoriano se ha encargado de recordárnoslo, igual que el
por qué de ese distanciamiento que se inició tiempo antes de la primera
ausencia.
También volvía la ganadería de Victoriano del Río, la que el
año pasado fue premiada como la mejor del serial, reconociendo sus méritos y su
colaboración para engrandecer la Tauromaquia 2.0 y para enterrar un poquito más
al Toreo Clásico. Afortunadamente hemos podido comprobar que el señor ganadero
mantiene firmes los pilares de la vacada, siguen siendo unas borreguitas en la
muleta, lo de picar a estos toros es una utopía inalcanzable y la flojedad y
justeza de fuerzas es uno de los sellos marca de la casa. Seguro que las
sesudas mentes del taurinismo ya han apuntado esta corrida como candidata a
revalidar el título de 2013. Los tres primeros muy justitos de presencia, pero
paradójicamente daban la sensación de estar algo pasados de peso. Don
Victoriano tomará nota y aparte de llevarlos a esos modernos gimnasios para
toros, les aplicará unas horitas de sauna y les mantendrá a raya a base de
verduritas y pescadito a la plancha y si la cosa se pone dura, pues unas
galletitas de esas que te quitan la gazuza en un santiamén. Lo que no cambiará
será lo del caballo, y eso que el primero derribó, pero eso es lo que pasa
cuando el montado hace que hace, pero sin hacer. Luego le atizaron un
raspalijón que ni le arañó la piel. Y ahora esto lo multiplican por tantos
toros como hayan salido y ya tienen el resultado de la corrida en el primer
tercio, en el que tantas veces hemos visto esa imagen tan elocuente del señor
picador apoyando el palo en el suelo y viendo como el animalito de los cuernos
se apoya o se desmorona bajo el peto del penco. Luego en la muleta, lo dicho,
aunque casi sin poder moverse, más o menos han acudido en busca de la muleta,
como si fuera una barra de regaliz.
Aunque ya he comentado por encima algunos detalles de la
presencia de Ponce, creo que siempre es conveniente extenderse un poco más
sobre su magna lección de destoreo. No ha dado una verónica en la que no haya
dado el pasito atrás, que ya es el colmo de la falta de cálculo. Con la muleta
ha desplegado esa pulcritud que tanto se valora, pases sin molestar al toro, no
vaya a ser, aplicando el pico en toda su extensión para echarse el toro para
afuera y luciendo una muleta talla XXL, porque él lo vale. A su segundo, un
ejemplar que tal y como entraba a los engaños podría haber pasado por un burro
curioso, parándose a cada pase para contemplar el panorama, a ese se lo ha
pasado lejitos, muy despegado, con demasiadas carreritas entre los pases,
perdón, medios pases y muchos enganchones. Tanta espera para acabar así.
Sebastián Castella, perdón, Monsieur Castelá, ha repetido
con una pulcritud excelsa la faena que viene perfeccionando desde hace mil
doscientos siete años. Será por eso que da la sensación de ser mecánico en su
destoreo. Capotazos a pies juntos siempre perdiendo terreno ante su primero,
desentendido de la lidia, lo mismo tiraba al toro al caballo, que lo dejaba
entres las dos rayas. Muletazos a media altura y con el pico, con mucho
sentimiento, el del público que no veía el fin a tanto sopor, pero el bajonazo
desvergonzado les ha puesto los pelos de punta y les ha espabilado al menos
hasta su siguiente aparición. Ahí fue cuando al fin, al fin, hizo ese derroche
de inventiva y recibió al toro con un muletazo por detrás, por delante, por
detrás… Creo que ya saben a lo que me refiero; a lo que hace siempre, para
entendernos. Lo demás ya lo conocen, su faena de toda la vida, esa que no
cambian ni bajo amenaza de tortura, sin pensar en la tortura que para el
espectador es verle pegar pases.
David Galán, que confirmaba la alternativa, no ha manejado
mal el capote, al menos ha conseguido sujetar a sus toros, sin clase, sin
demasiado estilo, pero en estos tiempos ya es algo a tener en cuenta, a pesar
de su tosquedad. Con la muleta ha demostrado muy poquita variedad, con dos
faenas muy similares, con ese retorcimiento habitual en toda la torería, muy
despatarrado, retorcido, con el brazo estirado y metiendo el pico de la muleta,
aunque por momentos consentía que el toro se le viniera más por dentro, con los
dos pitones siguiendo el engaño. El día en el que Madrid honraba a su Santo
Patrón no era para que hubiera estrecheces, mejor desahogaditos, sin apreturas,
que el sol ha calentado y cuando el Lorenzo se emplea, lo mejor es que corra el
aire. Lo malo es que los de las medias rosas se aplican el cuento al pie de la
letra, para castigo de los asistentes.
2 comentarios:
Poco más se puede decir en cuanto al aspecto técnico de la corrida. Un Galán con ganas de agradar y al que habrá que dar alguna oportunidad para ver qué aporta el trabajo y la experiencia a su carrera aunque ya no sea precisamente un adolescente. Poco que decir de un apático Castella que está yendo a menos pero, no de un modo paulatino, sino con trayectoria uniformemente acelerada. A este paso le van a sacar fuera de los carteles de los “hombres G”.
Dado el panorama actual y el bajo nivel en el que está envuelta la tauromaquia, deseaba ver a un Ponce ofreciéndonos su mejor versión. Que ya sabíamos de su toreo periférico, picotero y descolocado pero siempre se espera alguna chispa de elegancia, de maestría, de lidia o de veteranía. Ayer poco vimos de eso. Alguna verónica elegante a su primero, aún retrasando la pierna (pero ya casi ni lo miro porque lo hacen todos), la forma de poner al toro en suerte en la primera vara de su primero y alguno de los muchos doblones con los que día sí y día también comienza y termina sus faenas. Hasta ahí todo lo que vimos de él, de toreo fundamental nada de nada. De la suerte de matar ni hablamos y las pocas veces que fue necesaria su actuación como director de lidia se inhibió, dicho sea de paso que más por inoperancia que por dejadez. Es que fue tal su descaro que recuerdo perfectamente, por pillarme justo en mi ángulo de visión, en una ocasión verle citar desde casi dos metros fuera del pitón. Y no nos engañemos, si mata bien, te digo yo que se hubiera ido tocando pelo.
Por último, disculpa que utilice tu página como pañuelo de lágrimas pero en algún lado tenía que decirlo. El ganado está en un estado paupérrimo. De ganaderías toristas “nanai de la china”, lo de Escolar fue un fracaso sin paliativos se mire por donde se mire y lo mismo lo fueron las ganaderías de este corte que se presentaron en el San Isidro pasado. La fiereza es cosa del pasado y en el caballo cumplen tan poquito como las demás ganaderías pero ahora la clá sólo exige ir al caballo, cuanto más lejos mejor, aunque sean picotazos simulados. La falta de fuerzas está generalizada pero lo malo no es eso, lo malo es que no hay ningún capote que los haga rodar por el suelo y ayudar a los poquitos que damos palmas de tango porque nos resistimos a que nos cuelen inválidos como verdaderos toros de lidia. Ya no cuela el mantra de que el toro se cae por el exceso de peso, al menos en dos corridas del ciclo hemos visto que el toro más chico era el más flojo. Se caen porque… (que cada uno saque sus conclusiones y piense mal de…). Y a todo esto los matadores, veteranos o noveles, hacen exactamente lo mismo, son complacientes con el sistema e intentan que el toro no se caiga porque eso es precisamente lo que quieren: un toro al que no haya que dominar. Y lo que hay en los tendidos no es una enfermedad sino un cáncer en toda regla: no hay exigencias en cuanto al ganado, si se cae tragan, si se vuelve a caer siguen tragando; da igual cómo se toree, se esté bien o mal colocado, se toree con el pico o no, se ahogue al toro o se le dé distancia, se clave las banderillas asomándose al balcón o a toro pasado, se pique trasero o más trasero aún, se mate de modo correcto y cayendo la espada en su sitio o se haga de cualquier forma, etc.
Enrique, la Fiesta no se muere, la Fiesta está muerta desde hace algún tiempo pero aún la mantienen con vida mediante coma inducido. Sólo hace falta desenchufar la máquina para que se hunda definitivamente el Titanic.
Saludos y suerte para el Sábado
J.Carlos
J. Carlos:
Claro que Ponce se habría llevado algo si mata a la primera, coincido contigo.
No te disculpes por usar este espacio de paño de lágrimas, yo te lo agradezco y me siento afortunado de que elijas este espacio, ¿qué más puedo pedir?
Ya está acabado el sábado y ya sabemos el resultado definitivo. No sabes el cansancio que tengo ahora, parece que me han dado una paliza. Al fin ya se acabó.
Un abrazo
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