lunes, 28 de septiembre de 2009

Y en esto que Rafaelillo se va de gira


Tarde de Palhas y tarde en la que muchos depositadas todas nuestras esperanzas después del antecedente del mes de mayo. Pero en esta ocasión el resultado ha sido muy distinto. Un ganado duro, muy duro, que no ha permitido lucirse a ninguno de los tres matadores, aunque alguno de ellos haya podido salir más satisfecho, como es el caso de Rafaelillo. Después de haber salido ileso de su primero y de despacharlo con un bajonazo, se enfrentó a su segundo un toro nada claro que parecía otra cosa en su primer encuentro con el caballo, donde se le vio empujar, pero a la segunda vez que notó el hierro dijo que ni de broma y tomó las de Villadiego. Bueno, el mejor escribiente echa un borrón, pero los borrones se sucedieron en banderillas, echando la cara arriba y recortando terreno descaradamente. Rafaelillo tomó la muleta y fue capaz de enjaretarle varios redondos, quizás con algo de precipitación, llenos de emoción y que no se podían juzgar con la regla y el tiralíneas; bastante era estar allí intentando hacer faena ante tanto genio y tantas embestidas violentas. Mató de un pinchazo y un bajonazo y tras leve petición, el murciano decidió darse una vuelta al ruedo por su cuenta y riesgo, a pesar de las protestas del público. Como ya digo, la faena tuvo el mérito de estar allí, pero en primer lugar no merecía una oreja, y en segundo lugar, tras un bajonazo hay que taparse un poquito y no hay que pavonearse como si fuera el mismísimo Mazzantini. Hay que respetarse a uno mismo un poco más. Quizás le podían haber dado la oreja, pero según mi parecer, lo que hizo va más allá de una oreja o de seis. Rafaelillo se enfrentó a un toro, lo que ya da valor a todo lo que se haga, le sacó lo que no tenía y salió andando del embite. Pinchjó y mató mal, mala suerte, pero esto no se puede emborronar con una gira por el ruedo de Madrid. Rafaelillo, tú vales para mucho más que para eso.

El segundo que se anunciaba era Javier Valverde, al que considero un torero que sabe de que va esto, pero que no acaba de dar el campanazo. Tiene el suficiente conocimiento como para darse cuenta en su primero de que si no se cruzaba el toro se le venía al cuerpo y así le obligaba a no embestir en línea recta con el peligro que esto tenía. Pero por el contrario en su segundo dejó que el toro se adueñara de la situación y se enterara demasiado de lo que pasaba allí. Cerró con una entera trasera bien ejecutada, aunque nos habría gustado ver algo más.

Iván Fandiño venía a confirmar las buenas expectativas de San Isidro y si no fue posible un triunfo rotundo, sí demostró que es un torero al que se puede ver y que le salga bien, mal o regular, intenta hacerlo de verdad. En su primero, un toro complicado al que no había manera de meter en los engaños y al que tampoco le dieron la lidia que pedía, no paraba de repartir tornillazos por allí donde estuviera y haciendo hilo con todo lo que le pasara por delante, Fandiño parecía decidido a torearle con la muleta sí o sí, pero el toro opinaba que no. Fue una faena de esas que parece que se traga ahora un muletazo y casi otro más y a la siguiente uno, otro más y casi un tercero, pero no, era un muletazo descompuesto y no dejar colocarse al torero. Y en estas que le logró arrancar un derechazo profundo, llevando toreado al animal, pero ya. El Palha no estaba para más y sólo quedaba pegarle el estoconazo que le llevó sin más por al desolladero. En el último de la tarde, un mozo con metro y medio entre pitón y pitón, intentó lucirlo poniéndolo de lejos al caballo, ¡gracias! Parecía que iba a quitarnos el mal sabor de boca del resto de la corrida. Se empezó desplazando largo en el capote, en el caballo fue pronto y con cierta alegría, animado por Rafael Agudo que toreó a caballo. Es verdad que en la segunda vara se le fue de primeras el palo a la paletilla, pero rectificó e intentó medir el castigo, al menos su intención era la de hacer bien la suerte. Al empezar la faena Iván Fandiño no dudó en echarse la muleta a la mano izquierda desde el primer muletazo e incluso apuntó algún natural limpio, pero la luz se fue apagando hasta que nos quedamos a oscuras; tan a oscuras que casi no pudimos ni ver el bajonazo con que se despachó al último de la corrida. Una corrida en la que no hubo sopor y que no se nos hizo interminable porque había toros, malos, peligrosos, sin calidad, pero eran toros y la verdad es que no me gustaría ver toros así muy a menudo, los prefiero bravos, nobles sin ser tontos y que se coman los capotes, pero entre esto y la bobona de las figuras, las figuritas de mazapán llenas de trampas y el toro rodando por los suelos con un semipuyazo, yo prefiero esto. Si este ganado saliera más a menudo igual esas figuritas tenían que aprender a usar el capote para defenderse y ahormar las embestidas de toro y eso que llamamos “lidia” dejaría de ser sólo el nombre de la vecina de arriba.

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