Matrícula abierta ad aeternum |
Con lo sensibles que estamos por el foro con esto de las
subvenciones, con el apoyo a la Escuela Marcial Lalanda y en la primera de la
feria de Otoño nos cargan semejante peso a las espaldas, para inclinar aún más
nuestros doloridos espinazos. Señora alcaldesa, señores alcaldes, ¡no retiren
un céntimo de subvención a las escuelas taurinas! Es más, incrementen los
presupuestos exponencialmente, creen nuevas partidas, vendan edificios, museos,
academias, palacios y hasta los bancos de los parques y entreguen hasta el
último céntimo en las arcas de estos beneméritos centros. Si con el apoyo de
las administraciones locales a estos
centros taurino- docentes la cosa está como está, ¿qué será de nosotros cuando
no reciban ni las migajas? No lo quiero ni imaginar. Quizá la degradación
llegue a un punto parecido a lo que es la ganadería de “El Torreón” a día de
hoy.
Ni el paisanaje podía interceder por los chavales, ni los
más animosos taurinos podían justificar el saldo del Torreón. Así, para resumir
y no cansar al personal, lo más entretenido ha sido la lidia del manso de
libro, de negras, que doña Dolores Rufino ha mandado de sobrero. Imaginen lo
que ha podido ser el resto, que si ya andaban escasitos de casta y bravura,
vamos y le añadimos una flojera insoportable. Menos mal que allí andaban los
toreros echando los capotes al cielo, arañando levemente los lomos de los
astados con las puyas y no sometiendo jamás las embestidas, no fuera a ser que
a algún loco le diera por bajar las manos y el toro rodara de forma definitiva
por la arena, que no albero, de la plaza de Madrid. Y desde el palco, don
Javier Cano Seijo salvaguardando la dignidad de la bolsa de la empresa,
aguantando los inválidos en el ruedo. No íbamos a echar toda la novillada para
atrás, eso no puede ser, es siempre mucho mejor el tomar por tonto al que pasa
por taquilla e irle birlando la posibilidad de poder ver un toro hasta seis
veces; y el que fue devuelto, una bonita cabra que recordaba a Rudolf el Reno,
el de nariz tan singular, porque se despanzurró escandalosamente sobre la
arena.
Se presentaba Filiberto, que di la sensación de traerse la
lección muy bien aprendida. Lo malo es que se traía de memorieta todo el
temario para opositar a bombero y el examen era presentarse a profesor de
instituto. Ya pueden imaginar las caras del personal cuando ha soltado la
parrafada sobre Cervantes, el Quijote y el Siglo de Oro y el tribunal le estaba
interrogando sobre Derecho Mercantil. Pero nada, el chico, tan feliz. Que se ha
liado a pegar mantazos con el capote, incluso hasta podría pensarse que tenía
cierta idea, pero si respondes lo que no preguntan. Baste como ejemplo
ilustrativo, ni corto ni perezoso se fue montera en mano a brindar su primer inválido
al personal. Ni caso hizo a las protestas, como el que oye llover... en China.
Un rosario de tandas desangeladas y sin sustancia, el novillo ni podía, ni daba
muestras de que pudiera hacerlo en un futuro próximo. Pero él, erre que erre,
traía el encargo de 136 pases y unas bernadinas y hasta que no ha soltado su
cantinela, no ha parado. En su segundo, más de lo mismo, pasa el trámite con el
capote y con la muleta más trapazos y trapazos. Toreo de lejanías, embarullado
y echando al novillo para afuera; más bernadinas, pinchazo y bajonazo de
quedarse sin honra, ni honor de torero. Pero el hombre no solo se adornaba ante
semejante espectáculo, sino que una vez que el del Torreón había doblado y
mientras el respetable, respetabilísimo, manifestaba sus protestas en forma de
pitos y palmas de tango, el mozo engancha la montera y sale a saludar. ¿Lo
harán a propósito? No creo, porque entonces el problema es de mayúsculas
dimensiones, pero que mosquear, mosquea y mucho. A ver si siendo Filiberto tan
bien “mandao”, encuentra alguien que le guíe y que le muestre la verdad de todo
esto, dejando de lado tanta mandanga.
Alejandro Marcos fue uno de esos “triunfadores” facilones
que tanto se han visto en esta plaza. El producto de una tarde de esas en las
que tres trapazos y el entusiasmo del paisanaje ya son suficientes para crear
un engendro de figura. Pero el charro no deja de ser otro más que alimente esa
ya casi eterna ilusión de la afición salmantina de encontrar un torero que
llevarse a la boca. La sequía ya dura demasiado y urge encontrar un sustituto a
los Viti, Robles, Capea, incluso el Capea, José Ignacio Sánchez y esa legión de
clase media que por si mismos ya te hacían acudir a la plaza. Pero ahora son
tiempos de Del Álamo o Castaño, más estos relevos que ya parecen frustrados de
salida. Mejor no comparar.
Marcos ya notó el calor del público en los lances eléctricos
de recibo, pegando respingos para atrás, dando aire al novillo. Soso y aburrido
con la muleta, hilvanando serie tras serie sin ningún sentido, mientras el toro
iba y venía, toreándose solo. Con su segundo, ese manso de libro al que el
señor Cano perdonó las viudas, tuvo que emplearse con mayor intensidad. El de
Dolores Rufino no salía de las tablas y ya en el caballo no dudaba en salir a
escapa hacia toriles, esperando a todo aquel que se decidiera a pasar por allí.
Con la muleta empezó la faena por abajo, con intención, queriéndolo apartar de
su querencia. El planteamiento era más que aceptable, sacarle más allá del
tercio y en paralelo a las tablas intentar engañar al animal. Pegaba arreones y
empellones violentos y destemplados, pero queriendo coger la muleta. Era
complicado, el único camino era que no le tocara la muleta y mucho gobierno de
las embestidas, pero la puesta en práctica de la teoría ya era otra cosa.
Incluso en una tanda de naturales con el pico, al menos logró que no le
enganchara la tela, pero todo quedó en muchos pases sin fundamento, en que el
toro se cerraba cada vez más y los arreones eran más frecuentes.
El limeño Joaquín Galdós mostró lo bien asimilada que tiene
la Tauromaquia 2.0, perdido en los primeros tercios, confundiendo toreo y brega
con sacudir el capote al viento e impaciente por pasar el trance del caballo,
no picando a sus oponentes y pidiendo el cambio en cuanto el de aúpa apoyaba el
palo una segunda vez sobre los lomos del de negro. Muy suelto a la hora de
posturear, pases recolocándose a cada trapazo, lo mismo con la diestra que con
la siniestra, sin mayor recurso que el echarse encima del novillo. En su segundo,
más de lo mismo, muletazos sin molestar, lejanías, ausencia absoluta del temple
y obligado a colocarse constantemente. Un merodear alrededor de eso que le
habían echado allí, pero sin saber por dónde meterle mano. Menos mal que Raúl
Adrada nos animó con dos buenos pares de banderillas. Algo es algo en una tarde
en la que los aspirantes a figurones evidenciaron una urgente necesidad de
alguien que les enseñe de qué va esto, que aprendan los fundamentos del toreo,
de la lidia y, ¿por qué no? de lo que supone ser torero, del respeto al toro,
al público, al que no se le puede tomar por tonto con posturas, desplantes,
brindis y saludos que nadie había pedido. Así que tomemos esto en serio, que
visto lo visto, si la cosa es cuestión de dinero, urgen subvenciones, becas y
ayudas para libros y comedor.
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