viernes, 2 de octubre de 2015

Urgen subvenciones, becas y ayudas para libros y comedor

Matrícula abierta ad aeternum


Con lo sensibles que estamos por el foro con esto de las subvenciones, con el apoyo a la Escuela Marcial Lalanda y en la primera de la feria de Otoño nos cargan semejante peso a las espaldas, para inclinar aún más nuestros doloridos espinazos. Señora alcaldesa, señores alcaldes, ¡no retiren un céntimo de subvención a las escuelas taurinas! Es más, incrementen los presupuestos exponencialmente, creen nuevas partidas, vendan edificios, museos, academias, palacios y hasta los bancos de los parques y entreguen hasta el último céntimo en las arcas de estos beneméritos centros. Si con el apoyo de las administraciones locales a  estos centros taurino- docentes la cosa está como está, ¿qué será de nosotros cuando no reciban ni las migajas? No lo quiero ni imaginar. Quizá la degradación llegue a un punto parecido a lo que es la ganadería de “El Torreón” a día de hoy.

Ni el paisanaje podía interceder por los chavales, ni los más animosos taurinos podían justificar el saldo del Torreón. Así, para resumir y no cansar al personal, lo más entretenido ha sido la lidia del manso de libro, de negras, que doña Dolores Rufino ha mandado de sobrero. Imaginen lo que ha podido ser el resto, que si ya andaban escasitos de casta y bravura, vamos y le añadimos una flojera insoportable. Menos mal que allí andaban los toreros echando los capotes al cielo, arañando levemente los lomos de los astados con las puyas y no sometiendo jamás las embestidas, no fuera a ser que a algún loco le diera por bajar las manos y el toro rodara de forma definitiva por la arena, que no albero, de la plaza de Madrid. Y desde el palco, don Javier Cano Seijo salvaguardando la dignidad de la bolsa de la empresa, aguantando los inválidos en el ruedo. No íbamos a echar toda la novillada para atrás, eso no puede ser, es siempre mucho mejor el tomar por tonto al que pasa por taquilla e irle birlando la posibilidad de poder ver un toro hasta seis veces; y el que fue devuelto, una bonita cabra que recordaba a Rudolf el Reno, el de nariz tan singular, porque se despanzurró escandalosamente sobre la arena.

Se presentaba Filiberto, que di la sensación de traerse la lección muy bien aprendida. Lo malo es que se traía de memorieta todo el temario para opositar a bombero y el examen era presentarse a profesor de instituto. Ya pueden imaginar las caras del personal cuando ha soltado la parrafada sobre Cervantes, el Quijote y el Siglo de Oro y el tribunal le estaba interrogando sobre Derecho Mercantil. Pero nada, el chico, tan feliz. Que se ha liado a pegar mantazos con el capote, incluso hasta podría pensarse que tenía cierta idea, pero si respondes lo que no preguntan. Baste como ejemplo ilustrativo, ni corto ni perezoso se fue montera en mano a brindar su primer inválido al personal. Ni caso hizo a las protestas, como el que oye llover... en China. Un rosario de tandas desangeladas y sin sustancia, el novillo ni podía, ni daba muestras de que pudiera hacerlo en un futuro próximo. Pero él, erre que erre, traía el encargo de 136 pases y unas bernadinas y hasta que no ha soltado su cantinela, no ha parado. En su segundo, más de lo mismo, pasa el trámite con el capote y con la muleta más trapazos y trapazos. Toreo de lejanías, embarullado y echando al novillo para afuera; más bernadinas, pinchazo y bajonazo de quedarse sin honra, ni honor de torero. Pero el hombre no solo se adornaba ante semejante espectáculo, sino que una vez que el del Torreón había doblado y mientras el respetable, respetabilísimo, manifestaba sus protestas en forma de pitos y palmas de tango, el mozo engancha la montera y sale a saludar. ¿Lo harán a propósito? No creo, porque entonces el problema es de mayúsculas dimensiones, pero que mosquear, mosquea y mucho. A ver si siendo Filiberto tan bien “mandao”, encuentra alguien que le guíe y que le muestre la verdad de todo esto, dejando de lado tanta mandanga.

Alejandro Marcos fue uno de esos “triunfadores” facilones que tanto se han visto en esta plaza. El producto de una tarde de esas en las que tres trapazos y el entusiasmo del paisanaje ya son suficientes para crear un engendro de figura. Pero el charro no deja de ser otro más que alimente esa ya casi eterna ilusión de la afición salmantina de encontrar un torero que llevarse a la boca. La sequía ya dura demasiado y urge encontrar un sustituto a los Viti, Robles, Capea, incluso el Capea, José Ignacio Sánchez y esa legión de clase media que por si mismos ya te hacían acudir a la plaza. Pero ahora son tiempos de Del Álamo o Castaño, más estos relevos que ya parecen frustrados de salida. Mejor no comparar.

Marcos ya notó el calor del público en los lances eléctricos de recibo, pegando respingos para atrás, dando aire al novillo. Soso y aburrido con la muleta, hilvanando serie tras serie sin ningún sentido, mientras el toro iba y venía, toreándose solo. Con su segundo, ese manso de libro al que el señor Cano perdonó las viudas, tuvo que emplearse con mayor intensidad. El de Dolores Rufino no salía de las tablas y ya en el caballo no dudaba en salir a escapa hacia toriles, esperando a todo aquel que se decidiera a pasar por allí. Con la muleta empezó la faena por abajo, con intención, queriéndolo apartar de su querencia. El planteamiento era más que aceptable, sacarle más allá del tercio y en paralelo a las tablas intentar engañar al animal. Pegaba arreones y empellones violentos y destemplados, pero queriendo coger la muleta. Era complicado, el único camino era que no le tocara la muleta y mucho gobierno de las embestidas, pero la puesta en práctica de la teoría ya era otra cosa. Incluso en una tanda de naturales con el pico, al menos logró que no le enganchara la tela, pero todo quedó en muchos pases sin fundamento, en que el toro se cerraba cada vez más y los arreones eran más frecuentes.

El limeño Joaquín Galdós mostró lo bien asimilada que tiene la Tauromaquia 2.0, perdido en los primeros tercios, confundiendo toreo y brega con sacudir el capote al viento e impaciente por pasar el trance del caballo, no picando a sus oponentes y pidiendo el cambio en cuanto el de aúpa apoyaba el palo una segunda vez sobre los lomos del de negro. Muy suelto a la hora de posturear, pases recolocándose a cada trapazo, lo mismo con la diestra que con la siniestra, sin mayor recurso que el echarse encima del novillo. En su segundo, más de lo mismo, muletazos sin molestar, lejanías, ausencia absoluta del temple y obligado a colocarse constantemente. Un merodear alrededor de eso que le habían echado allí, pero sin saber por dónde meterle mano. Menos mal que Raúl Adrada nos animó con dos buenos pares de banderillas. Algo es algo en una tarde en la que los aspirantes a figurones evidenciaron una urgente necesidad de alguien que les enseñe de qué va esto, que aprendan los fundamentos del toreo, de la lidia y, ¿por qué no? de lo que supone ser torero, del respeto al toro, al público, al que no se le puede tomar por tonto con posturas, desplantes, brindis y saludos que nadie había pedido. Así que tomemos esto en serio, que visto lo visto, si la cosa es cuestión de dinero, urgen subvenciones, becas y ayudas para libros y comedor.


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