El remedio se llama volapié y la fórmula, entrar con el corazón |
En esto del toro, de siempre ha habido casos en los que en
el momento menos oportuno, va y se te tuerce todo, vamos, como en la vida
misma. Cómo dice el refrán, hasta el mejor escribano echa un borrón. Eso sí, el
escribiente en cuestión, después de tintar aquello de azabache cerrado no coge,
se sube en la mesa y se pone a celebrarlo como un loco, dedicando el borrón a
la familia, los amigos más allegados, vecinos, paisanos, conocidos y saludados,
que a su vez le corresponden haciéndole saludar en medio de la plaza del
pueblo, obligándole a abandonar su negociado en loor de multitudes. Quizá lo
que pasaría en ese caso es que el emborronador que todo lo ha emborronado
correría a buscar polvos secantes, un pañito para limpiar la mesa, miraría con
pulcritud si el “accidente” ha llegado a mayores y una vez empleado las
primeras medidas de coche, seguro que se apresuraría en repetir lo estropeado y
así cuanto antes reparar su honra, su orgullo y sobre todo, el borrón. Y casi
pondría la mano en el fuego en que en ese estado de cabreo transitorio, hasta
habría rechazado la invitación a un café del compañero de la mesa de al lado,
por aquello de calmar los ánimos, e incluso las muestras de apoyo y consuelo
que el jefe podría mostrarle. ¡¡¡Un borrón!!! Pero si no es más que un
accidente. Y el escribiente respondería que ¡nooooo! Es un borrón.
Pero si el borrón se echa enfundado en un traje de luces en
forma de no poder matar un toro, traduzcan todo lo anterior en la desesperación
y desasosiego del espada que no ha podido cumplir con el primer mandamiento de
un matador que no ha podido honrar la dignidad ni de matador, ni de espada. La
respuesta del público, cuando se llega a esos extremos, puede ir desde la gran
bronca, hasta la comprensión, entendiendo las circunstancias que se dan en cada
caso, pero los pitos nunca dejarán de estar presentes, aunque sea con
intensidad variable. Suele coincidir que a más alto rango del matador en
cuestión, la bronca se va recrudeciendo a medida en que se suceden los fallos
con los aceros.
Y llegamos al punto Morante. Anda que no se han vertido
opiniones y opiniones, de todas clases, tipos y maneras. Que no digo yo que
haya que crucificar a nadie, quizá simplemente baste con darle la medida que el
propio torero demanda con su forma de actuar. Es el sumo pontífice de la
torería moderna y algunos hasta se atreven a imponerle el purpurado que
correspondería a generaciones pasadas. La sensibilidad portando alamares,
extrema a veces, que se ve afectada para desplegar su arte a niveles inauditos.
Si se levanta una mota más de polvo, ya no hay caso, el arte se desvanece, lo
mismo que si las rayas las pintamos un tono más oscuro del tierra arcilloso de
las riberas del Guadacantos. Se desbarata con un decibelio más de lo asumible
para una buena salud de las orejas, las de oír, se sobreentiende. El más mínimo
desnivel del piso se le hace demasiado cuesta arriba, no admite una palabra más
alta que otra por parte de las empresas y si el ganado no encaja en el molde
paradigmático que tiene en su cabeza, no duda, él o su representante, en montar
la Marimorena, en castigar a los públicos con su ausencia o vaya usted a saber
con qué. Eso sí, el arte no tiene miedo.
Que cada uno es cada uno y cada once, un equipo de fútbol,
pero entiéndannos señores, llevamos tanto tiempo soportando niñerías, que
cuando pasa una cosa de estas, lo que en tiempos era el máximo desdoro para un
torero, el que le metieran un toro para adentro o que lo apuntillaran en el
ruedo sin que se le permitiera a él ser el que concluyera la faena para la que
se había contratado, nos quedemos entre estupefactos e indignados al ver cómo
nos quieren comer la cabeza. Si hasta entiendo que al señor Morante se le
quedara un toro vivo en la plaza de Sevilla, pero, por favor, no me lo
expliquen, ni lo intenten tan siquiera. El hecho en si mismo ya se explica por
si solo bastante bien. Luego ya que cada uno juzgue si es para mandarlo a
Siberia o si solamente hay que hacerle copiar cien veces: no volveré a
menospreciar a la Fiesta, ni a sus aficionados, aunque no me alaben hasta el
infinito... y más allá.
Si me cuentan que antes hizo un faenón de esos que entran en
el Olimpo del toreo del tirón, igual les tengo que responder con eso tan
socorrido de. sí, pero no lo mató. Quedaría feo, ¿no? Que no me vengan con que
es que el toro era complicadísimo de los complicadísimos más complicadísimos
nacidos de vaca. Lo mismo me sale eso de: ¿no es una máxima figura por encima
de todos los toreros de la historia? Sin
entrar en lo complicadísimo que puede ser un Garcigrande. Aunque sí, igual la
complicación viene porque no se le pudo ni aplicar una lidia medianamente
decorosa, ni picar para ahormar la embestida, ni capotear para enseñarle a
embestir, ni tan siquiera muletearle por abajo para arreglar lo que no se pudo
en su momento. Pero, si tan complicado era, ¿cómo es que el maestro no se ocupó
en prepararle para el momento supremo? ¿Por qué se entretuvo en esa gran faena
que demostrado queda no debió incluir demasiado toreo de verdad, y no me
refiero a pases y pases de “bella composición? A ver si ahora eso de la
estética del toreo moderno se nos viene abajo en el momento en que sale un toro
sin los estudios de toreabilidad acabados. Que a cada paso que avanzo, más me
embargan las dudas. Que han pasado los días y sigo sin verle sentido a todo
esto y solo llego a entender que hay unas ganas colectivas tremendas para
conseguir que cuando a Morante de la Puebla le echen un toro al corral tras
tres avisos hacer creer que parezca un accidente.
Enlace del programa Tendido de Sol del 4 de abril de 2016:
8 comentarios:
Basándome en los versos que mi ilustre paisano José Carlos de Luna dedicó al Piyayo y con el debido respeto , nos atrevemos a decir:
En serio lo toma la gente
Y a mi me da pena
Y me causa unas ganas de chufla imponentes.
Estas cosas solo pasan en Sevilla. En Madrid hubiera sido diferente.
Esos tres avisos fueron sorprendentes. No estaba siendo una mala faena pero, como todo en la vida, hay que saber finalizar.
Totalmente de acuerdo con Antonio Monedero, porque si la segunda faena de ayer de Ponce la hace en Madrid lo corréis a almohadillazos, no se puede entender el alargar una faena a un toro así salvo que estuviera mendigando la segunda oreja, es una pena que a estas alturas se vea en estas transituras y se defienda justificándose con el peligro que tiene un toro así, pues bonico estaría que encima de quitarle la bravura y la casta le hubieran quitado también el peligro....
Franmartín.
Es que los hay que van a provocar y luego pasa lo que pasa. La chufla que no nos falte.
Un abrazo
Antonio:
Yo ya empiezo a dudar. No sé cuando se dará, pero llevo tiempo esperando el rabo y el indulto en nuestra plaza. ¿Será este?
Un abrazo
Jesús:
Así es, ya lo dijo aquel aquello de "lo bueno, si breve..."
Un saludo
Antonio Fernández:
¿No te parece que vamos al toro de cartón piedra? Que no sea complicado, que no embista, que no... Vamos, que no sea toro, en dos palabras.
Un abrazo
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