miércoles, 31 de enero de 2018

Así somos, o no, los aficionados a los toros


Aficionados o no aficionados, es ver el toro en la calle y se revolucionan las almas

Seguro que no hay quién me diga que nunca se ha encontrado como, siendo aficionado a los toros, ha tenido que aguantar que le cuenten cómo es, sencillamente porque alguien, vaya usted a saber quién, un día decidió que o cumplías una serie de clichés o no podías ser aficionado a los toros. Pues bien, permítanme que yo le aclare a estos señores cómo somos de verdad. ¡Atención! Y no repito más, los aficionados a los toros somos gente alegre, que nos gusta, aparte de los toros, la juerga, el fino, el flamenco, somos de derechas, muy de derechas, no entendemos estar haciendo permanente referencia a los toros, nosotros no cruzamos la calle, cambiamos los terrenos, no somos directos, entramos por derecho; cuándo no le dedicamos poco esfuerzo a algo, hacemos una faena de aliño: no salimos emparejados con nuestra/o chuti, vamos en colleras o mano a mano; no se nos ocurre ir a un bar que no tenga cabezas de toros a tutiplén por las paredes  del local. Las vacaciones se adaptan para ir a todas las ferias del norte, del sur, de la Francia taurina y ya puestos a buscar un destino exótico, a la feria del Cristo de los Milagros. Al primer niño se le llama Juan o José y al segundo, Belmonte o Gallito, que el cura sabrá entenderlo. ¿Qué es niña? Macarena. A los aficionados a los toros nos gusta el cante y si nos ponen un pasodoble, tiramos de servilleta, toalla, rebequita o kleenex y nos liamos al natural, la verónica o con una larga cambiada. Los aficionados a los toros no saludamos estrechando la mano, nos largamos un abrazo de sonoras palmotadas en el lomo del ajeno y le llamamos maestro, seguido de un “me alegro verte”. Seamos de Porriño, Canillejas o Medina del Campo, no podemos evitar que se nos deslice un cierto deje de ahí abajo, nunca el Sur, se dice ahí abajo, salpimentado con  estratégicos “¡Ohú!”. A ninguno le puede gustar, ¿qué digo? Ni agradar tan siquiera, ni el fútbol, ni la música en inglés, ni esas barbaridades de la enebeá. ¿Lectura? Libros de toros, revistas de toros, periódicos de toros y hoja parroquial de toros. En invierno nada de abrigo, ni gorro de lana, ni bufandas y los guantes, para los ladrones. Un tres cuartos sobado, los cuellos arriba, camperas y la gorrilla de visera de medio lado y si acaso, cuándo la rasca sea contumaz, soltar un castizo ¡Ohú! Luego, según el opinador, hasta podrán creernos unos sádicos que nos pone la presencia de la sangre, que ve en los animales un ser que está ahí para nuestro uso y abuso. Eso sí, excepto los caballos, que en esos nos damos largos paseos y son ideales para lucir estampa.

Pues bien, ahora ya saben cómo somos los aficionados a los toros, ¿no? Para que nadie les cuente milongas y para que inmediatamente que se encuentren con uno de nosotros, sepan de que reata venimos. Pero, ¿y si todo esto nada tuviera que ver con la realidad? Y si resultara que con tales trazas no se encontrarían un aficionado a los toros así ni en toda la producción del señor Arniches o los Álvarez Quintero. ¡Qué decepción! Que no digo yo que no haya uno que igual se acerque, pero señor no aficionados, los sí aficionados tenemos dos piernas, dos brazos, dos ojos… que tampoco quiere decir que si la desgracia te ha arrebatado algún órgano, ya te borren de la nómina de aficionados. El aficionado a los toros es una persona, lo que no es poco, que vive en su tiempo, que sale de los toros y se va a casa a ver la Súper Bowl escuchando en el coche a Bisbal, la Travista, the Rolling o Concha Piquer, si es que no va oyendo los deportes. Que juega al tenis, que no juega a nada, que le gusta el sushi o lo odia, que no se ha puesto unos botos en su vida, que le gusta Paul Auster, Cervantes o Naguib Mafoud. Sufre con que su equipo no gane el domingo, que se lleva mal o bien con sus cuñados, que les gusta guisar o que lo odia. Espera con ansia la temporada de esquí, un verano en la playa, bebe fino, cerveza fresca, mojitos, coca cola, colacao y hasta cerveza sin alcohol. Que lo mismo hasta va a los toros con la camiseta de su equipo a vivir la tarde intensamente, para después largarse al fútbol, que se va de cena fin de curso, fin de carrera o fin de matrimonio; que los hay casados, descasados, así así o que se lo están pensando.

Que va ser verdad que los aficionados a los toros son como tantos, con una pasión que les da la vida, llenos de contradicciones, que aman al toro y entienden que su único fin es morir en la plaza, sacrificado como se sacrifica a un dios. Contradictorios al exigir al torero que arriesgue el alma, pero sin querer que caiga jamás en la arena. Los aficionados se rebelan cuándo se quiere hacer desaparecer el riesgo, pero que no entienden el riesgo sin sentido. Reniegan una y mil veces de esta fiesta, claman que nunca más, que no volverán a pisar una plaza de toros, mientras se están despidiendo hasta el domingo siguiente. Los toros les da la vida y se ven sin ellos solo en la muerte. Quizá lo que diferencie de verdad al aficionado a los toros es eso, que sin los toros no entendería vivir. Luego pueden tener sus gustos, sus maneras, profundizarán más o menos en ese querer descifrar el misterio del toro, pero siempre sentirán el hechizo que este provoca sobre ellos y sobre su forma de sentir. Pero esto también es una interpretación particular que puede que sea verdad el que así somos, o no, los aficionados a los toros.


Enlace programa Tendido de Sol del 28 de enero de 2018:

miércoles, 24 de enero de 2018

Señora Carmena, me tienen hecho un lío


Si quieres ser torero, te compras un libro y te vas a tu casa, ¡Ea! Fuera de aquí.

Que nada, que se le ha puesto ahí cerrar la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda de Madrid. Que ayer era que aquello era un servicio público y ahora, en público, la dejan sin servicio. Que yo entiendo que a usted no le gusten los toros, está en su derecho, pero de verdad, que eso me importa un bledo, como si no quiere ni entrar en el Museo del Jamón, porque hay una cabeza de toro en la pared. Que es usted muy dueña, pero una vez que usted toma el bastón de mando del Ayuntamiento de Madrid, no le queda otra que regir la Villa y Corte vigilando por el bienestar de sus ciudadanos. Y mire si seré comprensivo, que hasta admitiría que nos dijera que no hay dinero y que resulta inviable su financiación, porque a partir de ese momento, hasta podría hacerse el camino de buscar recursos para que la escuela siguiera adelante. Pero no, la cuestión es sacar el saco de las moralinas y pretender que todos pasemos por el aro. Que le repito, que sus gustos, los de la señora Meyer, los de la señora Sabanés o los de cualquiera que compongan la Junta de Gobierno, nos importan un bledo, pero no uno pequeño, uno gigantesco.

Por otra parte, resulta evidente que usted no está muy al día de esto de los toros, que tampoco tiene por qué. Primero, porque se ha cargado usted solita con un muerto que ya estaba de cuerpo presente cuándo le dieron el bastón ese que tiene ahí a un lado de su mesa. Habría bastado con que dejara la pelota en el lado del taurinismo, para que nadie la hubiera recogido. ¿No ha visto lo que ha pasado en Barcelona? Pero igual prefiere engañarse, cómo se engañaron los antis en Cataluña, y ponerse la medalla de terminar con ese foco de malicia, vicio, degeneración y foco de perversión, la Escuela de Tauromaquia de Madrid. Eso, en terminología deportiva se podría llamar estar de palomero. Y por otra parte, si hubiera un mínimo de esa voluntad que exhibió, según parece, cínicamente, seguro que se habrían encontrado soluciones, porque las hay. Y vuelvo a la cuestión económica, que aunque pueda parecer importante, es absurda. ¿Por qué? Pues bastaría hacer un listado de otras cuestiones que igual no gustan a otra gente y que según esta forma de actuar, también deberían desaparecer. ¿Por qué se dedica dinero a las escuelas de música, si a mí no me gusta la música? O a las bibliotecas, pues yo ni leo, ni sé leer, o las bandas de música en las fiestas populares, porque yo soy un seta, o la iluminación navideña y cabalgatas de Reyes, porque yo me voy a pasar las fiestas al pueblo de mi cuñado y no lo disfruto, o el carnaval, porque me ofende e irrita la gente disfrazada, o a los desfiles del Orgullo, porque aquí “semos toos mu machos”, o a la seguridad de la policía municipal los días de fútbol en el Metropolitano, porque ni me gusta el “fúrgol”, ni las rayas rojas y blancas y así podríamos llegar al infinito del absurdo y lo que es peor, de la estupidez. Y además, tendríamos una ciudad pobre, mísera, rácana y sin ninguna identidad, o mejor dicho, sin un mínimo rasgo de su propia identidad. Nos arrancarían el alma, que es lo que está haciendo usted o su “equipo” con los toros.

Pero ya le decía que no se vanaglorie de ser la enterradora del Batán, no sea tan ingenua, que como buenos demócratas, hay que reconocer el mérito a los demás, aunque sean del partido de enfrente. Que ahora va el señor Martínez Almeida a la concentración que se ha producido en el lugar del delito y nos suelta una perorata en defensa de la “Tauromaquia”, de la tradición y de no sé cuántos lugares comunes más y encima cosecha una calurosa ovación, teniendo que salir a recoger las palmas al tercio. ¿Se puede tener mayor descaro? O no, perdón, lo mismo es que a este señor tampoco le ha interesado nunca antes esto de los toros y no está enterado de los antecedentes que han llevado al Batán a la situación actual. Porque lo de la Escuela de Madrid no es sino la guinda a una trayectoria llena de éxitos en eso de desmonte y demolición de la historia, la tradición de la que él habla, aficiones que allí despertaron y las ilusiones de los propios alumnos. Debe ignorar este señor la gestión de quienes permitieron que se dejaran de exhibir los toros de San Isidro en el Batán, los que claudicaron ante los caprichos de figuras y ganaderos a que allí se expusiera el ganado, los que permitieron que aquello se fuera deteriorando hasta el punto de estar en ruinas, que resulta que son correligionarios de los mismos que no gastaron un duro en el mantenimiento de la plaza de Madrid, que si acaso le daban una mano de pintura y a tirar, de los mismos que consienten a un señor que haga lo que le dé la gana al adjudicatario de la plaza, los mismos que permitieron la degradación de esa misma plaza durante años. Y no puedo olvidar a otros miembros de la corporación municipal que tanto dicen hacer por los ciudadanos, pero que al final parece que cómo ocurre con otras formaciones, solo se preocupan de la maquinaria para ganar votos y elecciones. Y, ¿qué me dicen de los que en su día pusieron en marcha la escuela y que mientras ven cómo se desmantela su obra miran a Marte, a ver si hay vida inteligente? ¿Vida inteligente? Y miran a Marte. Será porque aquí, en la Tierra y en este Madrid de mi alma, ya no hay esperanzas de que se pueda dar el caso. Es tal el barullo, que los ciudadanos ya no sabemos si tirarnos al metro o a la… Si tampoco hay ya taquilleras/os. Que no sabemos si pedir auxilio o gritar socorro y dónde hoy dicen fas, mañana dicen nefas. A ver si va a poder ser, pero poco a poco, empecemos por lo de la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda de Madrid; señora Carmena, me tienen hecho un lío.

Enlace programa Tendido de Sol del 21 de enero de 2018:

martes, 16 de enero de 2018

Sevilla y Madrid ya son amigos, Valencia y Simón han aceptado su amistad


El toreo siempre fue lo que mejor unió a Sevilla y Madrid, sin duda

Ahora sí que sí. El señor Valencia y el señor Casas ya son amigos de verdad, se han mandado una notificación por facebook y la han aceptado. No se sabe a ciencia cierta quién dio el primer paso, pero eso da igual, lo que cuenta es el hecho. Deberíamos felicitarnos por ello. A partir de ahora el uno podrá ver las publicaciones del otro y viceversa. El señor Valencia podrá ver los carteles de Madrid y sabrá que es un cartel económico, que no dará problemas y que le servirá para llenar una fecha en el calendario taurino hispalense. Y el señor Casas tendrá acceso a una puerta a ese mundo del toro de más allá de Despeñaperros.

Todo son ventajas, basta que el señor Casas lance los carteles de Valencia, que los postee en todos los grupos y de ahí ya irán tirando para otras ferias. Eso sí, no van a ser carteles cerrados para todo el año, que siempre hay que estar atento a que desde Sevilla pueda llegarte un mensaje que te diga que fulanito quiere torear, económico y sin molestar a las figuras, reenvíalo a 25 amigos o tendrás cinco años de desgracias o lo que es peor, que los aficionados espabilen y te hagan la cusqui tarde tras tarde. Aficionados de esos amargados y que van a vocear a la plaza, porque no les dejan ni chistar en casa. Esos que seguro que no tienen más de quince amigos en su perfil. ¿Quién les va a querer a estos? Y si llegan a quince, que desde que les echaron del grupo “los malotes de cuarto de primaria”, ha bajado mucho su popularidad.

Ahora todo serán facilidades, ya no hace falta reunirse tanto. Ahora basta engancharse al chat y pergeñar estrategias comunes para luchar contra los caprichos de algunos toreros que se creen con derecho  a tener derechos. “No sabes cómo se me ha puesto fulanito”, “¿qué me dices? Se está viniendo arriba”, “que no va y me dice que quiere cobrar por torear”, “¡Válgame! No sé dónde vamos a ir a parar, son unos enemigos del arte, la cultura y la tauromaquia”. Y con todos estos argumentos, Sevilla y Madrid, Madrid y Sevilla, deciden expulsar al díscolo del grupo y que dé gracias que no se le denuncia a facebook; eso sí, queda bloqueado pa’ los restos.

¿Y lo que se van a ahorrar en veedores? Tú te vas a las ganaderías de por allí y yo a las de por aquí, se hacen las fotitos pertinentes y luego se comparten, que cómo pasa en todos los grupos, siempre habrá quién sin falta dirá aquello de “¡Vaya pavos!” acompañando el comentario con el indispensable “Jajajajajajajaja”. Que no sé por qué será, pero el trapío se viene arriba en las fotos y se viene abajo en el ruedo, pero eso ya se sabe que es por el transporte. Aunque igual también influye el que en un caso posaban con fundas y en el otro… Hay que tener cuidado con estas cosas, que en las redes sociales cada uno saca la mejor cara, pero también la peor y una nadería puede convertirse en un drama monumental. Imaginemos que en un despiste de eso, al señor Casas se le olvida etiquetar al señor Valencia en la publicación de los carteles de San Isidro. ¡Huuuyyyy! ¿Para qué queremos más? Que en Sevilla no se le ocurrirá eso de llamar por teléfono y pedir una copia, más que nada, por tenerla, por elegir a ver qué días se cogerán el AVE para ir a los toros a Madrid, que una escapadita no viene mal. Pues no, el primer impulso es responder de aquella manera y cómo aquí no hay entonaciones que valgan, todo se malinterpreta. “¡Vaya! ¡Qué sorpresa! Ya están los carteles de Madrid en la calle”. Y la respuesta puede ser, un poner: “Pues sí, ya se ha publicado el ciclo de producciones artísticas más grandioso del mundo, en la plaza uno”. ¡Huy! Estamos pisando terreno pantanoso. “Pues tanta producción artística y, perdónenme, pero lamentablemente no llegan al nivel de la feria de abril de Sevilla, que esa sí que es una plaza grandiosa y respetuosa y no esa jaula de grillos de Madrid” Y ya la tenemos liada. El señor Casas sacando emoticonos con cortes de mangas, el otro con caritas con el hocico torcido, más caritas de asombro, otras tapándose la carita con las manos, hasta llegar al límite del civismo, cuándo asoman los mojones pestilentes. Entonces sí que sí, uno pide amparo al administrador del grupo, que resulta que es el otro, el otro dice que consultará su expulsión del grupo con el otro administrador, que casualmente es el otro. Así que uno bloquea al otro, el otro al uno y se sucederán una serie de mensajes en el limbo, pues se supone que la comunicación es imposible, con puyitas como: a veces uno se embarca en un sueño para ayudar a los demás, pero el mundo está lleno de desagradecidos que no saben apreciar la amistad verdadera. Y el otro saldrá con: a veces uno piensa que los sueños se hacen realidad, pero al final no era más que una pesadilla, por no dar con la persona ideal con quién compartir lecho. Yo solo me acuesto con personas que valen la pena. Y en estas es cuando entran en acción las parejas de esta pareja, pero eso ya nada tiene que ver ni con facebook, ni con los toros, ni con na’ de na’. Pero cómo esto va cómo va, dentro de un tiempo les saldrá una notificación que les invite a compartir un recuerdo que les diga: Sevilla y Madrid ya son amigos, Valencia y Simón han aceptado su amistad.


Enlace programa Tendido de Sol del 14 de enero de 2018:

martes, 9 de enero de 2018

Los Toros y la Tauromaquia


La Tauromaquia siempre con el toro, pero, ¿toda la tauromaquia es admisible?

Se ha extendido denominar a los Toros como Tauromaquia, convirtiéndose para muchos este último en el único término utilizable. Desconozco los motivos, no sé si será por influencia de la Francia taurina, dónde siempre se habla de tauromaquia, tauromachie, lo cual me parece muy respetable y no solo no tengo argumentos en contra, sino que no soy nadie para tan siquiera cuestionar tal hecho. A ver si ahora, sin saber una palabra en francés, me voy a poner a cuestionar lo que ignoro. O quizá algunos, ya de los Pirineos para abajo, se sientan investidos de una pátina culta al hablar con  grandilocuencia de tauromaquia para referirse a aquello que sucede dentro de una plaza de toros, con una lidia regulada según un reglamento, constando de tres tercios, el de varas, banderillas y muerte. Resulta innegable que las corridas de toros integran la tauromaquia, eso no creo que nadie se atreva a negarlo, sería como negar el día y la noche. Pero permítanme que me resista a utilizar sistemáticamente esta palabra.

Puede que sea porque no estoy de acuerdo, ni me siento partícipe de todas las manifestaciones que forman la tauromaquia. Es más, abomino de algunas de ellas. Otras simplemente no me parece que su desarrollo sea de acuerdo a la norma, la suya, lo cuál hace que tales celebraciones sean difíciles de asimilar. Lo que podría ser un ejercicio de valor y gallardía, dependiendo de cómo se lleve este a cabo, pueden decir bastante poco de la tauromaquia y lo que es peor, hacer que tales prácticas poco admisibles sean asimiladas a las corridas de toros. Todo son tradiciones, como las mismas corridas, pero eso no quiere decir que haya que admitirlas sin rechistar y sin que el aficionado pueda manifestar su rechazo. ¿Y cuál es el límite? Pues para mí, este está en el punto en el que el toro no mantiene su integridad, cuando a este se le manipula de cualquier modo que no le presente tal y cómo vive en las dehesas y cuándo en esos festejos pelea en clara inferioridad, ya sea por tener que soportar cualquier artefacto sobre su anatomía o porque el número de adversarios sea exageradamente alto.

Quizá algunos ya atisben por dónde van mis preferencias personales, y recalco esto, preferencias personales. No me resulta agradable ver un toro con dos bolas de fuego sobre sus pitones, nada tengo en contra de su suelta por las calles, con mesura, por supuesto; incluso admito los toros ensogados, por supuesto los encierros, las capeas populares, que todo es parte de la tauromaquia, quizá en sus formas más ancestrales, pero eso no le quita valor. De la misma forma que tampoco rechazo los recortes, independientemente del gusto personal. Un hombre ante un animal que se le viene encima y que aquel libra con un quiebro o con una acrobacia las embestidas. Valor tiene, aunque tampoco voy a caer en la tentación de establecer una escala de lo que resulta más difícil y de mayor mérito, si realizar esos recortes o si llevar el peso de la lidia de un toro hasta el momento final, aunque a nadie engañaría si no dijera que uno tiene su opinión, por supuesto. Y otra cosa quiero aclarar, en todos los casos estoy hablando de festejos en los que interviene el toro íntegro, pretendiendo hacer una reflexión sobre máximos, dejando de lado los tramposos de la fiesta y el fraude que tanto y con tanta fuerza rechaza el aficionado.

Caso aparte creo que merece el famoso Toro de la Vega. Bien, pues sé que mi opinión puede producir rechazo, desde luego, ya sea en uno o en otro sentido. Si me tengo que ceñir a las imágenes que se ven en televisión, que es lo único que conozco de este tipo de festejos, me manifiesto en contra, pues lo único que veo es una multitud de gente rodeando y acosando a un toro en mitad de un campo. Pero claro, si me tengo que atener a las normas que lo deberían regir, mi opinión cambia al extremo opuesto, pues volvemos al origen, el hombre cara a cara con el toro y cada uno peleando por su vida. Pero es el desarrollo de todo esto lo que convierte algo que, guste o no, sería una lucha justa y hasta con cierto equilibrio, lo que la convierte en algo que sobrepasa los límites que debe mantener cualquier manifestación de la tauromaquia. Porque si tauromaquia significa pelea con el toro, no permitamos que nada se aleje de esta idea fundamental.

Siguiendo este hilo conductor, poco me parece que tenga de tauromaquia ese espectáculo de “encierros” por el campo con unos “valientes” señores acosando a los animales embistiéndoles ellos con coches, tractores y aprovechando para apalearlos desde la capota de toda clase de vehículos. Perdonen, pero no, no creo que esto tenga que ver, ni de lejos, con las corridas de toros. Que insisto que las corridas de toros son parte de la tauromaquia, quizá la máxima expresión de esta, la forma más elaborada, sofisticada y en la que se exige mayores conocimientos, ya sea de los toreros para enfrentarse al toro y salir con bien de tal compromiso, que lo que precisan los propios espectadores para saber y poder descifrar el misterio del que están siendo testigos, que todo ese saber y experiencia de los criadores, que desde antes de meterse a llevar una ganadería ya tienen que saber adónde quieren llegar, para después conocer el camino y los métodos para alcanzar su objetivo. La corrida portuguesa, la corrida landesa, son muchos los caminos que emprendió la tauromaquia y las corridas de toros uno de ellos, aunque puede que también pese más en mí aquello de ir a los toros, de ser aficionado a los toros, de leer la sección de toros, libros de toros, revistas de toros, ver los programas de toros, las retransmisiones de toros o hablar de toros y quizá por eso yo, como opción personal, prefiero no convertir en sinónimos los Toros y la Tauromaquia.


Enlace programa Tendido de Sol del 7 de enero de 2018:

miércoles, 3 de enero de 2018

Señores del Oriente



Cómo empiecen a llevarse lo malo, anda que no nos va a quedar espacio para casi todo.

Ya son muchos años en los que pido, pido y piso, siempre lo mismo y ustedes me traen lo que mejor les parece, aunque no venga en mi lista de regalos. Es más, hay veces en que más que regalos, parecen castigos. ¡Hombreeee! Que tampoco creo haberme portado tan, tan mal. Que al final entre lo de no traerme el Scalextric, no hacerme caso en aquello de la bicicleta, la moto, el coche, el crucero por el Mediterráneo y lo de hacerse el sordo con la petición de toros encastados y toreros arrojados, uno va a empezar a desconfiar. Que cómo hagan igual en todas las casas, sin hacer ni un mínimo alarde de celo profesional, va a haber que pensar en que están puestos por el ayuntamiento, en lugar de eso de la magia, la ilusión y esas cosas que se dicen de ustedes. Que al final me da que va a ser todo márquetin. Que ya andaba yo con la mosca detrás de la oreja cuándo mis amigos me hacían subirme a una escalera para hacer guardia y avisar en el momento en que sus majestades asomaran, pero que no, que no asomaron. Deben ser cosas de los reyes, que andan a sus cosas, ajenos a las peticiones de sus súbditos, así que tampoco hay que extrañarse, ¿no?

Bien, pues cambiemos de táctica. Uno, que es comprensivo, para que luego digan, este año no va a pedir que me traigan nada, no voy a colaborar con esa sobreexplotación de pajes y camellos, obligados a cargar regalos de todos los niños del mundo. Que tanta magia y ya podrían idear algún encantamiento que otorgara una fortaleza extraordinaria a sus colaboradores; y además, todo el curro reconcentrado en una noche y esquivando las indiscretas miradas de los regalados. Qué cansinos, todos los años queriendo sorprender a los Reyes. ¿No te traen regalos? Pues ya está, déjalos vivir. Ya veis cómo me sé poner en el lugar de los demás, así que este año, lo que quiero es que se lleven cosas, algo parecido a lo de la retirada de muebles del ayuntamiento, pero sin limitaciones, que aparte del butacón desvencijado y roído de la abuela, se lleven otros muchos trastos que no hacen más que incordiar y estar por medio. Que parece complicado, pero ya les digo yo que no.

Les pido que se lleven a todos los golfillos aprovechados que no buscan más que arañar el último céntimo a base de montar carteles penosos que ofenden al más básico sentido común y buen hacer taurino. No se me asusten, ya sé que son unos pocos, pero a veces no hace falta cargar con ellos, basta con que se les diga que al fondo del precipicio dan duros a peseta, que tanta es su ruindad, que van de cabeza y a toda prisa, no vaya a ser que otro se llevo los cuatro duros que puedan quedar allí. Que les sería más fácil invertir en un buen paracaídas o ni tan siquiera eso, con montar festejos del interés del aficionado, festejos que fomentaran la afición, con el toro de verdad y que engancharía de por vida a quién viviera esa sensación que nace del toro en el ruedo.

También me gustaría que se llevaran a tanto tramposo que quiere disfrazar la vulgaridad de arte. ¡Uff! Duro, ¿verdad? Pero que tampoco es para tanto, porque estos que se dicen artistas, maestros, genios y seres de más allá de Orión, desaparecen en el momento en que husmean que pueda hacerse presente la verdad del toro. Vamos, que ni tiempo dan para despedirse de ellos. Que se querrán excusar que si su arte no puede con esas barbaridades del toro, que si no pueden expresar, que la casta no es que no les entre en la muleta, como los pitones de algunas ganaderías, es que no les cabe a ellos en su cabeza. Y ya puestos, si nos fijamos bien en la dirección por la que salieron volados, igual hasta conseguimos que vayan detrás todos esos palmeros interesados. Que bueno sería que dejaran sitio al toro, al torero y al aficionado; pero tranquilos, que estos no me los tienen que traer, ni mucho menos llevárselos, que estos ya tienen sentido y decisión para elegir y seguro que se quedarían al calor de una fiesta íntegra.

Y ya puestos, a ver si va a poder ser, porque en esto igual se les complica eso de la logística, llévense todos esos borregos con una ligera apariencia de toro, cara como de toro, cuernos como de toro, orejas como de toro, rabo como de toro, pero sin ser toro. No tiene pérdida, aunque a priori lo vean complicado, es muy fácil de distinguir a unos y a otros; Estos especimenes que quieren hacer pasar por toro, se dejan tocar, acariciar, juegan a buscar la pelotita, a la gallinita ciega y hasta te dan la patita. El toro, no, así de simple. Bueno, pues espero haberles dejado claros mis deseos, al menos más claros que todos los años anteriores, en los que yo pedía blanco y me traían negro, pedía redondo y me venía cuadrado. Reciban todos mis respetos y agasajos, de parte de un súbdito insatisfecho de años, para ustedes, los Señores del Oriente.