martes, 13 de noviembre de 2018

La medallita, eso que nos avergüenza de cuando en cuando


Si al menos nos hubiera dejado un par de banderillas en la cara

Que no escarmentamos, ¿eh? Que llevamos unos años, salvo excepciones, que cada vez que nos enteramos de la concesión de la medalla que el Ministerio de Cultura concede en nombre de la Tauromaquia, se nos ponen los pelos de punta. Que viendo los resultados, uno no sabe si se otorgan para pagar favores a alguien; si es un yo me lo guiso, yo me lo como entre una camarilla de taurinos; o igual en esto también entra en funcionamiento el bombo. ¡Caramba! ¿No lo habían pensado? Eso explicaría muchas cosas.

Que uno ve el jurado y cuesta no pensar mal, cuesta no pensar en que ahí puede haber devolución o petición de favores, un ser taurinamente correcto, el no molestar al poder, querer mantenerse aislados cómodamente en esa supuesta élite que manejan unos pocos y que disfrutan algunos más. Lo que sí está claro es que esto de los toros es un coto cerrado a un determinado grupo y no están dispuestos a que se les escape ni un premio, ni una medalla, ni un céntimo de los 30.000 euros. Esto del toreo, la tauromaquia, como dicen los modernos, se ha convertido en una realidad oficial construida con paciencia, sin dar un paso atrás, negando la existencia de cualquier hecho que no sea aceptado por esta nebulosa que componen los taurinos. Un control que va desde la elaboración de las ferias, con ese famoso corta y pega, siempre con los mismos toreros, con el mismo perfil, debiendo cumplir un requisito imprescindible, que no molesten, que no se salgan de carril de mediocridad y vulgaridad impuesto por las figuras y sobre todo por sus mentores, que son los que de verdad gobiernan. Se dejan de lado a ganaderías que estén bien o mal, al aficionado le gustaría ver, pero claro, en todo este tinglado, el primero en ser excluido es ese aficionado que puede exigir, protestar, argumentar y a lo mejor, hasta abrir los ojos al público. Todos a la calle.

Se han encargado de hacerse un mundo a su medida, mundo ficticio, en el que lo tienen todo pensado, los triunfos, los fracasos y hasta las medallitas, contando con la inestimable colaboración de la prensa, estando a la vanguardia los señores que aparecen en la televisión, esos que no dudan en tergiversar la verdad en directo, para favorecer siempre a esos de los que se pueda recibir algo; porque si el de luces es un pobrecito, anda que no se les agudiza la vista. Lo que en unos es solvencia, torear según su “tauromaquia”, elegancia y no se cuántas mandingas más, en los otros es meter el pico, estar fuera de cacho, no templar, no mandar y un largo etcétera aplicable también a los otros, incluso al de la medallita, pero como estos pueden enfadarse, nos descargamos con los más modestos y leña al mono.

Que no seré yo el que le niegue el mérito del pundonor y fuerza de voluntad a Padilla, su trabajo para volver a vestirse de luces tras un accidente tan terrible como el que él padeció, pero no es el único, también hay otros que según sus circunstancias, también se sobrepusieron a circunstancias tan graves, como adversas. Pero claro, estamos hablando de toreo, estamos hablando de una medalla que se supone que tiene que premiar los valores y aportaciones del premiado a la Tauromaquia. Y ustedes me dirán, ¿y a quién se le podía premiar entonces? Pues ahí está el principal problema que no hay a quién colgarle la medalla, porque ahora mismo no hay nadie que la pudiera merecer. Que cuentan que es porque este año Padilla se va de los ruedos. Pues nada, empezaremos a pensar en las retiradas de cada año y así hasta podríamos acertar a futuros galardonados. Ya está, el premiado en 2019 será el Cid, en 2020, igual el señor Ponce, aunque no parezca muy decidido a irse, pero igual si es por la medallita, lo mismo decide cortarse la coleta. Que también podría abrirse el abanico y medallear a periodistas o aficionados, ¿por qué no? Pero igual es ampliar el problema, extender la vergüenza. A los primeros, porque más que premio a la Tauromaquia, sería el premio propagandista taurino de cabecera; y allí que irían los voceros del régimen a cobrar sus 30. 000 del ala. ¿Y los aficionados? Pues tres cuartos de lo mismo, sería un aspecto más del yo me lo guiso, yo me lo como, sería premiar a los más entregados y fervorosos palmeros del sistema y sus fechorías. Que quizá lo único que podemos tener claro es que si la condecoración cae emparejada con la retirada, a Ponce le quedan varios lustros, tantos que lo mismo la recogerá cano o calvo, pero siguiendo repartiendo ese magisterio de tropelías en los que se doctoró hace demasiado. Así podremos seguir contemplando como se incrementará la lista de homenajeados con la medallita, eso que nos avergüenza de cuando en cuando.

Enlace programa Tendido de Sol del 11 de noviembre de 2018:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por el comentario a Ponce se ha ganado la rabieta de La Lirio.Para aplacarla hay que dejarla ver cambiarse a un aspirante.
B.G.

Anónimo dijo...

Ponce tiene pensado retirarse cuando le conceda la alternativa a su nieto.Lo de La Lirio es de irrisión.