Si al menos nos hubiera dejado un par de banderillas en la cara |
Que no escarmentamos, ¿eh? Que llevamos unos años, salvo
excepciones, que cada vez que nos enteramos de la concesión de la medalla que
el Ministerio de Cultura concede en nombre de la Tauromaquia, se nos ponen los
pelos de punta. Que viendo los resultados, uno no sabe si se otorgan para pagar
favores a alguien; si es un yo me lo guiso, yo me lo como entre una camarilla
de taurinos; o igual en esto también entra en funcionamiento el bombo.
¡Caramba! ¿No lo habían pensado? Eso explicaría muchas cosas.
Que uno ve el jurado y cuesta no pensar mal, cuesta no
pensar en que ahí puede haber devolución o petición de favores, un ser
taurinamente correcto, el no molestar al poder, querer mantenerse aislados cómodamente
en esa supuesta élite que manejan unos pocos y que disfrutan algunos más. Lo
que sí está claro es que esto de los toros es un coto cerrado a un determinado
grupo y no están dispuestos a que se les escape ni un premio, ni una medalla,
ni un céntimo de los 30.000 euros. Esto del toreo, la tauromaquia, como dicen
los modernos, se ha convertido en una realidad oficial construida con
paciencia, sin dar un paso atrás, negando la existencia de cualquier hecho que
no sea aceptado por esta nebulosa que componen los taurinos. Un control que va
desde la elaboración de las ferias, con ese famoso corta y pega, siempre con
los mismos toreros, con el mismo perfil, debiendo cumplir un requisito
imprescindible, que no molesten, que no se salgan de carril de mediocridad y
vulgaridad impuesto por las figuras y sobre todo por sus mentores, que son los
que de verdad gobiernan. Se dejan de lado a ganaderías que estén bien o mal, al
aficionado le gustaría ver, pero claro, en todo este tinglado, el primero en
ser excluido es ese aficionado que puede exigir, protestar, argumentar y a lo
mejor, hasta abrir los ojos al público. Todos a la calle.
Se han encargado de hacerse un mundo a su medida, mundo
ficticio, en el que lo tienen todo pensado, los triunfos, los fracasos y hasta
las medallitas, contando con la inestimable colaboración de la prensa, estando
a la vanguardia los señores que aparecen en la televisión, esos que no dudan en
tergiversar la verdad en directo, para favorecer siempre a esos de los que se
pueda recibir algo; porque si el de luces es un pobrecito, anda que no se les
agudiza la vista. Lo que en unos es solvencia, torear según su “tauromaquia”,
elegancia y no se cuántas mandingas más, en los otros es meter el pico, estar
fuera de cacho, no templar, no mandar y un largo etcétera aplicable también a
los otros, incluso al de la medallita, pero como estos pueden enfadarse, nos
descargamos con los más modestos y leña al mono.
Que no seré yo el que le niegue el mérito del pundonor y
fuerza de voluntad a Padilla, su trabajo para volver a vestirse de luces tras
un accidente tan terrible como el que él padeció, pero no es el único, también
hay otros que según sus circunstancias, también se sobrepusieron a
circunstancias tan graves, como adversas. Pero claro, estamos hablando de
toreo, estamos hablando de una medalla que se supone que tiene que premiar los
valores y aportaciones del premiado a la Tauromaquia. Y ustedes me dirán, ¿y a
quién se le podía premiar entonces? Pues ahí está el principal problema que no
hay a quién colgarle la medalla, porque ahora mismo no hay nadie que la pudiera
merecer. Que cuentan que es porque este año Padilla se va de los ruedos. Pues
nada, empezaremos a pensar en las retiradas de cada año y así hasta podríamos
acertar a futuros galardonados. Ya está, el premiado en 2019 será el Cid, en
2020, igual el señor Ponce, aunque no parezca muy decidido a irse, pero igual
si es por la medallita, lo mismo decide cortarse la coleta. Que también podría
abrirse el abanico y medallear a periodistas o aficionados, ¿por qué no? Pero
igual es ampliar el problema, extender la vergüenza. A los primeros, porque más
que premio a la Tauromaquia, sería el premio propagandista taurino de cabecera;
y allí que irían los voceros del régimen a cobrar sus 30. 000 del ala. ¿Y los
aficionados? Pues tres cuartos de lo mismo, sería un aspecto más del yo me lo
guiso, yo me lo como, sería premiar a los más entregados y fervorosos palmeros
del sistema y sus fechorías. Que quizá lo único que podemos tener claro es que
si la condecoración cae emparejada con la retirada, a Ponce le quedan varios
lustros, tantos que lo mismo la recogerá cano o calvo, pero siguiendo
repartiendo ese magisterio de tropelías en los que se doctoró hace demasiado.
Así podremos seguir contemplando como se incrementará la lista de homenajeados
con la medallita, eso que nos avergüenza de cuando en cuando.
Enlace programa Tendido de Sol del 11 de noviembre de 2018:
2 comentarios:
Por el comentario a Ponce se ha ganado la rabieta de La Lirio.Para aplacarla hay que dejarla ver cambiarse a un aspirante.
B.G.
Ponce tiene pensado retirarse cuando le conceda la alternativa a su nieto.Lo de La Lirio es de irrisión.
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