lunes, 5 de julio de 2021

Apoteosis apoteósica postponcista

Puestos a elegir apoteosis con lo de Victoriano del Río, uno tiene sus preferencias


Si queremos entender lo ocurrido en la segunda de la temporada madrileña, la que dicen algunos que es el cierre de las Ventas hasta Otoño y… Aunque el señor alcalde en mitad de su halo de multitudes, se ha atrevido a asegurar que para la Paloma habrá un cartelón. No sé, le creeremos, aunque aquí ya promete enormes festejos hasta el que vende horchatas en el Prado. Pero hablábamos de entender lo sucedido en este festejo. Y a ver si me sé explicar; que seguro que no guste mi explicación y mucho menos a los entusiastas que han jaleado a Emilio de Justo, por momentos a Antonio Ferrera y en más de un caso a los pupilos de don Victoriano del Río. Pero miren, si resulta que Enrique Ponce se ha mantenido como máxima figura, como maestro de maestros, sin haber dado un natural en su vida, sin saberla tomar con la zocata, pues lo mismo puede pasar que a un señor se lo lleven en volandas después de cortar tres despojos sin haber completado un solo muletazo o quizá uno, que tampoco hay que ponerse tiquismiquis.

Tarde de “no hay billetes”, que tanta expectación había despertado el festejo, que la empresa, siempre con la anuencia de la CAM, puso en marcha no un 2x1, sino un dos para uno. Tú quieres una entrada, pero tienes que sacar dos. Que vivales estos de Plaza 1 y claro, ya que has planificado el fin de semana con festejo “tauromáquico” incluido, pues hala, se saca uno dos entradas para él solito y andando. Que si miramos el tiempo que ha durado la corrida, tampoco les ha salido caro el minuto. Y si miramos por los ratos de entusiasta verbena orejera, les ha salido a precio de saldo. Eso sí, si lo miramos por las gotas de toreo…Pero que no seré yo el que niegue el entusiasmo al personal. Si es que parecía que era para celebrar la nueva línea ferroviaria entre Madrid y Zafra.

Don Victoriano del Río ha echado seis torazos, que a nada que hubieran puesto el festejo a las nueve de la noche y no a las siete, ya se pasaban de edad. A puntito, a puntito de los seis años cumplidos. Que si tarda un poquito más el de la cal en pintar las rayas, ya digo, se pasaban. Que esa es buena, rompe el paseíllo y las rayas sin pintar. Que tampoco es tan grave la cosa, aunque los haya habido que se han indignado más por lo de los círculos, que por el destoreo y desordenes durante la lidia. Que yo les entiendo, porque una raya siempre es una raya y no es para tomárselo a chufla. Pero allí estaba el director de lidia, dispuesto a detener una ovación que aún no había comenzado, para ordenar que saliera el del carrito.

Antonio Ferrera venía con ganas de sorprender, aunque para ello fuera necesario… ¿sacar el caballo a los medios? Que ¡ojo! No era algo premeditado, primero no se pintan las rayas y luego, pasándoselas por ahí, saca al penco al platillo. Curioso. El entusiasmo fue general. ¡Qué cosas! Y así son los genios. El de Cortés empujaba más cuándo veía al fondo los toriles, que al revés, que entonces prefería tirar derrotes al peto. Que el motivo él lo sabrá, igual que sabrá por qué volvió a cerrar al caballo. Que daba lo mismo el sitio para que el de Cortés se fuera del peto. Bien lidiado por Chacón, con pocos y delicados capotazos. Ya con la pañosa, Ferrera empezó pegando tirones por abajo, para continuar con la izquierda. Acelerado y teniendo que recolocarse a cada muletazo, pico y retorcimientos, pero sin parar quieto ni para respirar. Hasta parecía que el toro se le iba a venir arriba; permitiendo que le tocara demasiado la tela, pero el personal no estaba por dejarse influir por estas naderías y si no llega a ser por un sablazo que hizo guardia, nada habría podido con aquel buen ánimo del respetable. Y es que citar de lejos a recibir y no aguantar el tirón, tiene estas cosas. En su segundo todo el mundo esperaba que cambiara su signo. El cornalón del señor del Río empujaba con un solo pitón mientras le tapaban la salida. Fue una segunda vez, suelto y al hilo de las tablas. Paletillazo. Le dejan a su aire con un segundo tercio para ponerlo cuando los ánimos estén demasiado exacerbados cuando la vulgaridad asoma. Les aseguro que un tercio de banderillas así hunde al más pintado. Desastre mayúsculo y el ruedo sembrado de palos con papelillos de colores. Le costó a Ferrera encontrar el sitio, para acabar frente a toriles, fuera de la segunda raya, que no sabría dónde iniciaría el trasteo, si no hubieran mandado pintar las rayas. ¿Se dan cuenta? ¡Ojito con las rayas! El animalito acudía a paso de burra, con un aire mortecino que recordaba a los mulos de los carros en la siega. Pero allí se puso el espada a componer la figura entre desmayado y cansina. Vulgar, amanerado que no estético, muy en Ferrera 2.0. Trapazos que no llegaban ni a medio pase, suspiros más bien. Pero de nuevo ese ponerse a una larga distancia exagerada e injustificada que a poquito que te equivoques pegas un bajonazo pescuecero más propio de carnicero que de matador de toros. Que está muy bien innovar, por supuesto, pero cuidado con caer en el ridículo. Por favor. al que hacía quinto incluso fue capaz de recibirle sacando los brazos, pero a poco llegaron los mantazos en terrenos del cinco. Sin cuidar el primer tercio, primero fue al relance y a continuación se fue suelto al caballo. Empezó el de don Victoriano mostrando fijeza y queriendo empujar. Emocionante tercio de banderillas, con un Chacón dejándose llegar mucho al toro. Buena tarde del torero. Ya en el tercio de muerte, Ferrera se vio desarmado en los primeros compases, reduciendo su trasteo a merodear alrededor del animal. El paisanaje no pudo divertirse, que es lo menos que se puede pedir en esto de la “tauromaquia” ¡Ah! Y emocionarse, claro, eso que no falte.

El que sí que provocó el entusiasmo y trajo diversión a raudales fue Emilio de Justo. Capotazos de recibo por abajo, pero sin lograr fijar al toro, para proseguir con chicuelinas, que ya me dirán ustedes. Y así se fue suelto al caballo que guardaba la puerta, para recibir una vara en mitad del lomo, sin que nadie hiciera por sacarlo de allí. Eso sí, siempre hay quien grita eso de “levanta el palo”, pero pocos los que gritan “sácalo”. Hubo un conato de desafío en quites entre los dos actuantes, pero… El animal esperaba un poco en banderillas y se dolía de los palos, pero ya digo, tampoco hay que ponerse tiquismiquis, ¿no? Trallazos por abajo al iniciar la faena, para proseguir con la diestra tirando de pico y permitiendo demasiados toques del engaño. Igual con la zocata, siempre pico, echando el animal para afuera y sin rematar jamás un muletazo. Quitaba el engaño y a rectificar terrenos una y otra vez. De Justo no era capaz de enjaretar ni medios pases, lo cual ya habría sido un logro, pero el personal estaba por soltarse el pelo y lo del toreo le importaba más bien poco o nada. Entera bastante caída y el primer despojo de la tarde. Esto iba sobre ruedas. Al cuarto le recetó unos mantazos de recibo, perdió las manos y allí lo dejó, que pasara el siguiente. En el peto el animal se limitó a dejarse, sin más, y si acaso a tirar algún derrote. Nuevo mitin en banderillas, cambiando el usía el tercio con tres palos, pero aquello ya no había cristiano que lo parara. Trallazos con la derecha por abajo, por ambos pitones, siendo el de pecho lo más destacado. Sinfonía de trapazos atravesando el engaño, pico, pico y más pico, muletazos apelotonados, al izquierdo y echándoselo para afuera, enganchones y venga para afuera, sin completar en ningún momento un muletazo, sin mandar nunca en la embestida del toro que no se cansaba de acudir a la cita con lo rojo. Que igual es cosa mía, pero quizá el de Victoriano se merecía mucho más toreo que esos cuartos de pases que de Justo no se cansaba de pegarle. Y el éxtasis llegó cuando tiró el palo al suelo. Quizá fuera lo más consecuente, pues tampoco es que le diera demasiado buen uso a la espada de mentira, eso que los finos y elegantes llaman ayuda. Entera desprendida y la locura. Dos orejas, vuelta al ruedo y romería a Guadalupe para ponerle la guinda a semejante y gloriosa verbena. Y que después de esto algunos enarbolen la bandera de la pureza… Al grandullón que hizo sexto le recibió, más que toreando, merodeándole. Por dos veces se fue suelto, la primera de punta a punta, al caballo reserva, del que escapó en el primer encuentro. Capotazos y más capotazos para llevarlo al de tanda, que se ganara el jornal, ¿no? Puyazo trasero y dándole sin medida. Para concluir, muletazos de uno en uno, enganchones, una tanda de medios pases con algo de ligazón, siempre por alto, despegado y sin limpieza. Un derechazo lento, a la velocidad que marcada el toro y más largo, que levantó las glorias y vítores en la masa. Pero siguió con los medios pases, en los que a mitad de muletazo el burel iba por aquí y la tela por allá, pero no importaba, porque lo que importa es la composición, a ver si nos damos ya cuenta. Entera que le obligó a coger el verduguillo, mientras que los fans ya estaban tomando posiciones para la apoteosis. Y que alguien me niegue el mérito de un triunfo tan colosal sin haber completado un muletazo, si acaso uno. Pero claro, para alcanzar los méritos de Ponce, al que ya hemos despedido indefinidamente, sin haber dado un natural, aún le queda rato. Pero que nadie nos quite el gozarla bien gozada con esta apoteosis apoteósica postponcista.

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