El único que puede conseguir la unidad de verdad, desinteresada y sin que nadie quiera aprovecharse, es el toro. |
Cansan tantos llamamientos a la unidad, que si la unidad por
aquí, que si la unidad por allá, que si a remar todos juntos, pero, ¿es esto
posible? ¿Es esto saludable? Que está muy bien sumar esfuerzos, pero no me
vengan con imponer lo que a unos les viene bien y a partir de ahí, todos a
callar, a agachar la cerviz y transitar cuan borregos al matadero; que ni balar
te dejan. Pues hay que balar, ¡oiga! Y a veces hasta berrear y a veces…
Dejémoslo ahí, que igual hay quien no lo interpreta bien del todo. Pero en esto
de los toros, ¿es posible esa unidad de la que hablan? Evidentemente, no, ni de
lejos. Porque unos quieren mangonear, adecuar la fiesta única y exclusiva a sus
intereses y a los demás solo nos conceden el derecho a pagar y callar. Que por
otro lado, esto también lo pretenden manejar ellos. Lo de pagar, evidentemente
se escapa al control del consumidor. Ponen los precios que se les pasan por la
cabeza; en el caso de Madrid por una cabeza demencial, alejadísima de la
realidad de la mayoría de los que pagan y que no tienen el dinero por castigo,
sino que tienen el castigo de no tener dinero. Y el otro derecho que pretenden
controlar es el de callar, que aquí sí que podemos al menos rebelarnos y
demostrar nuestro descontento dónde consideremos y si es en la plaza, aunque a
los señoritos y cierto público “señoritófilo” les moleste. Que molesto es que
unos te revienten tu tarde de toros del año, pero ya les digo yo que es más
molesto que te reviente tui año de tardes de toros.
En esto de los toros vivimos en un mundo partido por el eje.
Y no es que lo diga yo, simplemente miremos y escuchemos a los que regentan
todo esto. El aficionado les sobra, porque quizá el aficionado ha desarrollado
un quinto sentido que hace que las fechorías, la corruptela, las trampas, el
fraude le penetre en el sistema nervioso central y le provoque un estado de
cabreo monumental, casi hasta la convulsión, que no puede controlar. Que igual
no le da la gana controlar, ¡faltaría más! Pero nada, ellos siguen erre que
erre con la unidad. Esa unidad que no sé cómo estará descrita en los
diccionarios al uso, pero que en el de los taurinos significa más que unidad,
adhesión incondicional a los designios marcados por esa clase manejante de todo
esto. Que si al menos escucharan una vez, solo una vez, quizá otro gallo nos
cantaría. Que solo tendrían que atender una petición, que vuelva el toro y
aparezca el medio toro, porque con el toro, no me pregunten ustedes por qué,
todo se pone en orden en un abrir y cerrar de ojos. Pero díganle a los señores
empresarios que pongan el toro para sus pupilos o los pupilos de otros y que
prescindan de los borregos propios o de otros. Que tampoco serían muchos los
afectados, porque esto se lo guisan y se lo comen entre cuatro, esos que con
tanto fervor abogan por la unidad, perdón, por sumarse a ciegas a sus
barbaridades, por permitir caprichos de incompetentes y por cumplir a pies
juntillas con los derechos que tienen a bien concedernos, pagar, mucho,
demasiado, cada vez más, y callar.
Pero lo que son las cosas, ni se les pasa por la cabeza eso
de unirse al aficionado. ¡No! Eso jamás. Porque resulta que si se les pide
simplemente que asome el toro, te empiezan que si ciertas ganaderías son
imposibles, esa falacia de que no embisten, los del contraestilo, que si solo
se busca la tragedia, que si con eso no se pueden expresar los toreros, por no
seguir que se anuncia el toro y el público no va. ¡Hombre! Es que si esos
festejos se dan prácticamente de forma clandestina, sin casi anunciarlo, para
que se enteren solo los muy interesados, pues lo mismo el público ni se entera
y si no se entera, pues tampoco se puede sumar a esa unidad encabezada por el
toro. Entonces, si unos no quieren adherirse a los de la fiesta del arte con el
medio toro, del fraude y del toreo amanerado y los otros ni por asomo se
piensan en la integridad de la fiesta, ¿qué gaitas de unidad podemos esperar o
pretender? Pero no se preocupen que estos seguirán con su cantinela, esa que
suena tan bien, tan bonito, a veces hasta con cierto toque victimista, que hay
que unirse contra ese enemigo externo que acecha los Toros, sin pararse un
segundo a pensar que para el aficionado, ellos son los mayores y más peligrosos
enemigos, precisamente los que no paran de repetir eso que ya cansa, vaya si
cansa, de que hay que remar todos a la vez… hacia el precipicio.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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