El toreo es mucho más que orejas, el toreo fundamentalmente es poder, mando, y hasta arte, para enfrentarse a la casta, a la fiereza. |
Parece que lo único importante en esto de los toros sean las
orejas. Da lo mismo el afeitado, las fundas, la alarmante falta de casta, la
galopante pérdida de la variedad en favor de la asfixiante monotonía, la desintegración
de la integridad, el abandono del rito, la vulgaridad en el trapaceo, la
desaparición de una lidia solo enfocada a la muleta, la continua pérdida de
aficionados que hartos deciden irse sin mirar atrás, todo esto y muchas cosas
más no tiene importancia para los que solo pretenden ver cortar, cortar, pasear
y contar orejas. Que bien más grande sería eso de quitarlas, de eliminar este
premio que quizá un día tuvieron sentido, pero que hoy en día. Eso sí, si de
repente se eliminara esto de dar orejas, para una atronadora mayoría sería como
si de repente se apagara el sol, como si se quedaran completamente a oscuras.
El gran apagón, ya no se dan orejas. Pero algo habrá que dar, dicen muchos.
Pues denles una caja de galletas y gorrito de papel, y para los que pidieran
los premios, otro gorrito, así cuando volvieran al barrio, al pueblo o a la
“urba” no tendrían que dar explicaciones, bastaría con verles con el gorrito.
Que igual se sentirían un tanto ridículos, pero… igual es que no se han visto
pidiendo y celebrando las orejas.
Que las orejas se conceden desde hace décadas, por ejemplo
en Madrid, pero no tanto como algunos podrían llegar a pensar. Que sí, que
siempre ha habido regalos, para desesperación de algunos que no entienden esto
como el Gran Bazar Orejil, pero lo que sufrimos tarde a tarde en plazas como
Madrid, en la que todo supone un mérito para el triunfo, menos lo que
precisamente debería ser un mérito para el triunfo; las carreras, estar a
merced del toro, apelotonar trapazos, irlos cazando por el ruedo allá adónde el
toro decida, pero todo sea por el despojo, todo sea por convertir esto que un
día fue un rito, en un holocausto orejero, una oda a la vulgaridad. Pero esto
no se queda en algo tan superficial como eso, porque si así fuera, cualquier
despojo serviría a unos y a otros para luego verse anunciado en los carteles.
No, esto va más allá. Antes, hace ya tiempo, el corte de una oreja en una plaza
como Madrid a los empresarios les salía caro, les tocaba rascarse el bolsillo,
porque eso era excusa para que el coletudo pidiera más dinero, que por otra
parte le tenían que dar, porque el público le quería ver y al señor de los
despachos no le quedaba otra que aflojar la mosca ¡Qué tiempos! Tanto haces,
tanto cobras y cobras por lo que vales, no por lo que las estadísticas dicen
que vales, ni porque los paisanos en un delirium táurico decidieron. Pero
claro, eso ha cambiado y de qué manera. Ahora el corte de despojos, que no de
orejas, solo supone engrosar las estadísticas y que esos empresarios en lugar
de ver encarecido un caché, puedan usar los números como excusa para poner a
este o al otro, que es de su casa o de la casa de enfrente, que por esa misma
razón igual no se puede poner gallito y pedir más dinero, no vaya a ser que le
manden a su casa. Y ejemplos seguro que se nos viene alguno a la memoria,
ejemplos de alguno que hasta tuvo que quedarse en casa, porque a alguien le
enfadó una barbaridad el que le pidieran un aumento de sueldo.
De la misma forma que nos encontramos carteles conformados
con supuestos triunfadores, construyendo esos triunfos sobre un manto de
despojos infames, y que el aficionado no entiende cómo se lo ponen una y otra
vez. Que igual acaban devolviendo los despojos, pero eso ya no importa, porque
ya te lo han colado y el señor empresario te ha montado un festejo de
“triunfadores” por cuatro chavos. Que los taurinos a la hora de montarse una
feria se fija en el cuánto, premios, y el aficionado se queda con el cómo, la
manera en que se le cubrió de despojos que a él le dejó frío. Y quizá también
se podría añadir el cuándo, si coincidió con aquel día en que los paisanos
tomaron la plaza en mitad de una festera algarabía, bien regada y bien… Pero
para los taurinos solo cuenta el cuanto y así andamos, subidos en una estadística
tan falseada como se quiera falsear, aunque, eso sí, pretendiendo darle una
verosimilitud que cuesta hasta pronunciarla. Y si no, repitan eso de
verosimilitud. Y ahora, el que quiera, que se convenza de que ese es realmente
el valor de las orejas.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html