lunes, 2 de diciembre de 2024

El valor de las orejas

El toreo es mucho más que orejas, el toreo fundamentalmente es poder, mando, y hasta arte, para enfrentarse a la casta, a la fiereza.


Parece que lo único importante en esto de los toros sean las orejas. Da lo mismo el afeitado, las fundas, la alarmante falta de casta, la galopante pérdida de la variedad en favor de la asfixiante monotonía, la desintegración de la integridad, el abandono del rito, la vulgaridad en el trapaceo, la desaparición de una lidia solo enfocada a la muleta, la continua pérdida de aficionados que hartos deciden irse sin mirar atrás, todo esto y muchas cosas más no tiene importancia para los que solo pretenden ver cortar, cortar, pasear y contar orejas. Que bien más grande sería eso de quitarlas, de eliminar este premio que quizá un día tuvieron sentido, pero que hoy en día. Eso sí, si de repente se eliminara esto de dar orejas, para una atronadora mayoría sería como si de repente se apagara el sol, como si se quedaran completamente a oscuras. El gran apagón, ya no se dan orejas. Pero algo habrá que dar, dicen muchos. Pues denles una caja de galletas y gorrito de papel, y para los que pidieran los premios, otro gorrito, así cuando volvieran al barrio, al pueblo o a la “urba” no tendrían que dar explicaciones, bastaría con verles con el gorrito. Que igual se sentirían un tanto ridículos, pero… igual es que no se han visto pidiendo y celebrando las orejas.

Que las orejas se conceden desde hace décadas, por ejemplo en Madrid, pero no tanto como algunos podrían llegar a pensar. Que sí, que siempre ha habido regalos, para desesperación de algunos que no entienden esto como el Gran Bazar Orejil, pero lo que sufrimos tarde a tarde en plazas como Madrid, en la que todo supone un mérito para el triunfo, menos lo que precisamente debería ser un mérito para el triunfo; las carreras, estar a merced del toro, apelotonar trapazos, irlos cazando por el ruedo allá adónde el toro decida, pero todo sea por el despojo, todo sea por convertir esto que un día fue un rito, en un holocausto orejero, una oda a la vulgaridad. Pero esto no se queda en algo tan superficial como eso, porque si así fuera, cualquier despojo serviría a unos y a otros para luego verse anunciado en los carteles. No, esto va más allá. Antes, hace ya tiempo, el corte de una oreja en una plaza como Madrid a los empresarios les salía caro, les tocaba rascarse el bolsillo, porque eso era excusa para que el coletudo pidiera más dinero, que por otra parte le tenían que dar, porque el público le quería ver y al señor de los despachos no le quedaba otra que aflojar la mosca ¡Qué tiempos! Tanto haces, tanto cobras y cobras por lo que vales, no por lo que las estadísticas dicen que vales, ni porque los paisanos en un delirium táurico decidieron. Pero claro, eso ha cambiado y de qué manera. Ahora el corte de despojos, que no de orejas, solo supone engrosar las estadísticas y que esos empresarios en lugar de ver encarecido un caché, puedan usar los números como excusa para poner a este o al otro, que es de su casa o de la casa de enfrente, que por esa misma razón igual no se puede poner gallito y pedir más dinero, no vaya a ser que le manden a su casa. Y ejemplos seguro que se nos viene alguno a la memoria, ejemplos de alguno que hasta tuvo que quedarse en casa, porque a alguien le enfadó una barbaridad el que le pidieran un aumento de sueldo.

De la misma forma que nos encontramos carteles conformados con supuestos triunfadores, construyendo esos triunfos sobre un manto de despojos infames, y que el aficionado no entiende cómo se lo ponen una y otra vez. Que igual acaban devolviendo los despojos, pero eso ya no importa, porque ya te lo han colado y el señor empresario te ha montado un festejo de “triunfadores” por cuatro chavos. Que los taurinos a la hora de montarse una feria se fija en el cuánto, premios, y el aficionado se queda con el cómo, la manera en que se le cubrió de despojos que a él le dejó frío. Y quizá también se podría añadir el cuándo, si coincidió con aquel día en que los paisanos tomaron la plaza en mitad de una festera algarabía, bien regada y bien… Pero para los taurinos solo cuenta el cuanto y así andamos, subidos en una estadística tan falseada como se quiera falsear, aunque, eso sí, pretendiendo darle una verosimilitud que cuesta hasta pronunciarla. Y si no, repitan eso de verosimilitud. Y ahora, el que quiera, que se convenza de que ese es realmente el valor de las orejas.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

 

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