lunes, 29 de septiembre de 2025

Era una concurso, ganó el toro y perdió el toro

La ingenuidad nos lleva a creer que aún en las corridas concurso lo importante es el toro y el primer tercio.


Las corridas concurso deberían ser festejos en los que el aficionado se ilusionara, esperando ver la bravura brotando del ruedo a borbotones, sintiéndola en e momento en que apareciera por la puerta de toriles y si no la bravura, la casta. Y siempre unos matadores esperando ponerse cara a cara con esa casta y esa bravura y canalizarla para que todo el mundo la disfrutara. Una concurso debería ser lo más parecido a una obra de arte en la que el torero se encontrara con un lienzo en blanco, con un bloque de mármol y que su obligación fuera la de ir descubriendo la obra de arte que se encerraba ahí, pero quizá el aficionado pueda adivinarla, pero no se trata de eso, no se trata de tener que imaginar, tiene que ser la pura evidencia y para ello, el señor de luces tiene que estar dispuesto a ello. ¡Estar dispuesto! La disposición debería ser algo generalizado en la plaza. Disposición de los toreros para lucir al toro, para cuidar la lidia y estar atento al transcurso de esta; pero no es el caso, la terna iba a lo suyo, a ver si cortaban su orejita y poco o nada más. Disposición en el público para ver el toro y olvidar paisanajes, debilidades por tal o cual, sin pensar en eso, en las orejitas. Pero la disposición era en unos a ver confirmar al paisano ya entrado en años o los que esperaban ver al que tantas veces ha venido a Madrid y que vaya usted a saber por qué, se le jalea todo, ya se le escape entre los dedos un toro de triunfo u otro de esos que acuden a la muleta una y otra vez. Disposición en definitiva para todos, para el presidente a la hora de mandar ir tres veces al caballo al toro, para sancionar con todo el peso de la ley a un masacrador a caballo, disposición entre los de aúpa. Pero miren las veces que he citado la palabrita y al final, lo que ha faltado es eso, disposición. Que el aficionado habrá podido llenarse los ojos con toros, como el de Palha y Partido de Resina, que han ganado por goleada a los matadores que les han tocado, pero que han perdido con rotundidad, precisamente por los matadores que les han tocado en suerte ¡Qué mala suerte! Merecían unos espadas con voluntad lidiadora, con afición y que dejaran de mirarse el ombligo pensando que iban a llegar a ser grandes vía el trapazo trallacero.

Confirmaba Rubén Sanz, que no está bien eso de mirar la edad de nadie y sí los méritos, pero si alguien se preguntaba como es que ha confirmado a estas alturas, quizá en su quehacer en el ruedo ha encontrado la respuesta y hasta se pregunte por qué le han traído a confirmar. Incapaz con el capote, incapaz de poner un toro en suerte, incapaz con la muleta, sin asentarse ni un momento, pico, baile, citando desde fuera, enganchones, negado con la espada y mostrando el toreo de capea, el que a duras penas muestran los capas o mozos aventurados en las plazas de pueblo. Dando la sensación de que a él eso de la concurso le traía al pairo. Vayan ustedes a saber la causa por la que le hicieron salir a saludar al romper el paseíllo, quizá algo tenía que ver esto con algún viva a su tierra durante la tarde. Pero si acaso, otro día le montan una en su barrio y que salude uno a uno a los presentes, si así le place. Que luego, si no demuestras nada, ese saludo inicial se convierte en un hecho ridículo y en los toros, lo que quieran, menos ridiculeces. Al de Concha y Sierra le dejó corretear a su aire, no le puso en suerte parando al toro frente al peto, donde le iban a picar trasero y mal, tapándole la salida. El animal no andaba sobrado de fuerzas, quizá se pudo dañar en un intento fallido de saltar la barrera, pero aún le quedaron arrestos para complicarle la tarea y engancharle el engaño demasiadas veces. Intentó ponerse elegante, pero no dio el pego. El Murteira volvió a poner en evidencia al espada, que ya de salida no se podía hacer con él. Sin ponerlo al caballo, derrotaba con desesperación por el izquierdo el peto. En la segunda vara un picotazo en buen sitio y a pedir el cambio. Con la muleta venga trapazos, banderazos, enganchones y sin parar quieto, que no acababa de citar y ya se estaba yendo, en un trasteo sin pies ni cabeza. Y la guinda en sus dos toros esa forma de ejecutar lo que debería ser la suerte suprema, yéndose sin pudor alguno de la suerte. Pero ya, por lo menos, confirmó, confirmó muchas cosas y además, confirmó la alternativa.

Javier Herrero ya había confirmado, así que ya parecía tenerlo todo hecho. Le salió un buen mozo de Palha, que manteos echando la pierna atrás, parecía que hasta podía ser la tarde en la que pasara algo. Fue al caballo para recibir un buen puyazo de Carlos Prieto. El público batiendo palmas, pero que pronto se torció todo. Lo que podía haber sido el puyazo de la tarde, en un santiamén de tiñó de la carnicería de la temporada. Primero aguantado los embates del toro, evitando que el caballo cayera a la arena, pero... ¡Ay el pero! De repente se le tapó la salida y se le dio leña de una forma brutal, mientras el espada, Javier Herrero se limitaba a estar por allí, mirando y sin la más mínima intención de sacar al toro del caballo. Unos que si levanta la vara, otros que saque al toro, pero entre tanto, la carnicería no paraba. Un toro que empujó, destrozándolo con una saña insoportable. Lo pusieron una segunda vez y el animal se arrancó con una alegría y prontitud que era una delicia, pero el animal solo iba a que el jinete siguiera con esa masacre y el matador ni se inmutara. Que uno no es partidario de eso del levanta el palo, pero una cosa es eso y otra el simplemente aguantar el palo, que una cosa es medir el castigo y otra... una vergüenza bochornosa. Primeros muletazos de tanteo, se lo sacó hacia afuera y aunque al Palha le costaba aguantarse, él seguía peleando y poniendo en apuros al que le tocó en mala suerte. No se paraba un momento, venga a alargar el brazo, ahora me meto entre los pitones, a ver si así el animal se para. Un toro que se fue sin torear, sin lidiar, sin darle la importancia que tenía. Quizá habría sido merecedor de algún premio, honores de bravo, quién sabe, todo es quizá, porque el matador nos privó de verlo y solo pudimos llegar a imaginar. El quinto, uno de José Escolar, quizá el de menos presencia del festejo, corrió y corrió sin que nadie fuera capaz de sujetarlo en un capote. Lo de ponerlo en suerte parecía una misión imposible, dándole mil y un mantazos. El animal olisqueaba, escarbaba y al final lo dejaron tirado entre las dos rayas. Sin meter la cara en la primera vara, en la segunda, pendiente de los capot6es y sin querer caballo, cuando acabó yendo, el picador le puso el palo un palmo más adelante de la penca del rabo. Un picotazo y a otra cosa. Se dolió en banderillas y ya en el último tercio fue Javier Herrero quien cantó la gallina. Todo un muestrario de negación con los trastos. Sin parar de bailar, poniendo la muleta y quitándosela de golpe, dándole aire y aún se vio achuchado por el mansito, con el que no pudo en ningún momento. Eso sí, con una solvencia para alargar el trasteo sin hacer nada, sin mostrar ni asomo de toreo, permitiendo que desde la nada le tocaran un aviso sin tan siquiera haber montado la espada.

El tercero era Gómez del Pilar, que en esta tarde a algunos les ha hecho recordar tardes pasadas, no por su buen hacer, sino por esa gracia que tiene para dejarse ir toros de triunfo. Pero oiga, que aún los había que lo pedían para todas las ferias futuras de todo el planeta taurino. A su primero, el de Partido de Resina le dejó corretear a sus anchas sin ofrecerle un capote que lo sujetara. Fue tres veces al caballo, sin pararlo ni por un instante. Mal picado y poco, seguía a su aire. La cuadrilla siguió sin permitirle un mínimo respiro. Inicio de faena por abajo medio aseado, pero sin intentar alargar las embestidas en este primer tanteo. El animal al principio se entregaba menos para adentro, pero cuando al fondo veía los medios, metía la cara, a lo que se le respondía con trapazos sin pararse quieto Gómez del Pilar. Venga enganchones, aperreado, cambio al pitón derecho y cuartos de muletazo, muleta atrás pico y él a lo suyo, sin enterarse del toro que se le estaba yendo. Como es casi habitual, naturales citando de frente y escupiendo al toro para afuera, pero él seguía sin enterarse de lo que había sido el de Partido de Resina. Entera trasera tirando el trapo al aire y para culminar la hazaña, el espada queriendo llevar al toro a morir a las tablas, si es que no se enteraba. Y fue el toro el que seguía mirando a los medios. Que mala suerte la de este cárdeno. Al de Rehuelga le administró la misma receta, no poner el toro al caballo, sin hacer que se parara, quedándose este dónde mejor le venía, tres picotazos traseros, sin humillar y escarbando muy a menudo. Con la muleta, pues venga trallazos por ambos pitones, pico, pico y más pico, enganchones, baile y en un trance quedándose al descubierto, el espada resultó cogido. Que algunos ya barruntaban la oreja del revolcón. Medios muletazos, más carreras y carreras, venga a colocarse a cada trapazo y de nuevo de frente, pero estirando el brazo para fuera, no fuera a ser que se le viniera por dentro. Muletazos de uno en uno y una entera caída mientras sonaba un aviso. Le dieron la orejita, que para esto se organizan hoy en día las concurso, no se vayan a pensar otra cosa. Las concurso en las que la moda es sacar un solo caballo. Uno solo en el ruedo de Madrid. Que igual hay costumbres que por ahí son necesidad y estás más que justificadas, pero en un ruedo como el de Las Ventas suena hasta ridículo. Que me dicen que así no se distraen los toros. Pues si se distraen, ya sabemos algo de la condición del animal, ¿no? Que se distraiga ¿O es que no nos dice nada el que un toro no quiera ir a contraquerencia y se deslome en el que guarda la puerta? Pero esto ya no hay quien lo entienda. Pero ta saben, era una concurso, ganó el toro y perdió el toro.



Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

lunes, 22 de septiembre de 2025

Bonitos por fuera, pero con sus cosas por dentro

Que bonitos, pero... no te fíes

Imaginen que van a un examen de oposición y solo se han estudiado el tema de la “Caída de Constantinopla” y pase lo que pase, usted va a contar lo que se ha estudiado, por mucho que el presidente del tribunal le diga que no, que pare, que lo que le ha tocado en suerte es la Carrera espacial. Pues esto es una constante en el mundo de los toros y por supuesto, en la plaza de Madrid. Que en esto que llaman el desafío ganadero tocaba el tema de lidiar, de poder a unos animales diferentes a lo habitual, que los temas se llamaban tres de Partido de Resina y tres de Monteviejo. Oiga, una lámina para pintarla, que en algunos casos quizá no era para ovacionarlos de salida con tanto entusiasmo como se han aplaudido, pero bueno, no vamos a ser cicateros porque se ovaciones la presencia de un toro. Los opositores eran Serafín Marín, que desafortunadamente no ha tenido tiempo ni de dar las buenas tardes, al verse cogido al querer lancear de recibo a un Monteviejo que se le llevó por delante a la segunda verónica. Solo queda desearle que pronto pueda volver a pisar un ruedo. Juan Pablo Sánchez se ha limitado a aguantar el chaparrón con pocos argumentos y Luis Gerpe, con la misma carencia de ellos, pero empeñado en dar derechazos y naturales. Ya saben, usted pregunte lo que quiera, que yo le contestaré lo que me dé la gana. Lo malo es que en estos casos el ser librepensador te puede costar que te manden al hule.

Quizá habría que aplicar eso de que debe progresar

Había una costumbre allá en la noche de los tiempos, que era que los peones pararan a los toros, para que así sus jefes pudieran tener una aproximación a las condiciones de su oponente. Quizá si esta costumbre hubiera pervivido en la mente de toreros y espectadores, Serafín Marín habría podido ver de qué forma se cruzaba su primero por el pitón derecho, un defecto que acusó durante toda su lidia. Una vez que el espada tuvo que ser llevado sin demora a la enfermería tomó los trastos Juan Pablo Sánchez, que pudo comprobar lo incierto y peligroso del de Monteviejo. En el caballo se limitó a dejarse y el picador a aguantarle. Una primera vara desde muy cerca y una segunda acercándose poco a poco. El toro se iba enterando de todo, atento a todo lo que le rodeaba, llegado el momento de la muleta se revolvía pronto y el hidrocálido tampoco puso todo de su parte por alargar el viaje del prenda. Sin desaparecer el defecto por el derecho, lo mismo se quedaba, que no pasaba, que no escatimaba derrotes, mientras la única receta que se le proponía era la de dar derechazos, lo que tampoco era fácil con el gazapeo continuo. Tímidos muletazos por abajo, pero ineficaces. El tercero, de Partido de Resina, según el programa, se emplazó de salida, como esperando a ver qué se cocía por allí, se revolvía al ofrecerle los capotes, tirando derrotes. En el peto se medio dejó en el segundo encuentro, acabando por marcharse suelto en los dos puyazos. Cara arriba y esperando en banderillas. En el último tercio continuaba con esa fea costumbre de no humillar ante los trapazos que le administraban, sin entregarse en ningún momento. Trapazos y más trapazos al aire, tirones, para concluir con muletazos de uno en uno con el engaño retrasado, poniéndose pesadito y metiéndose entre los pitones, alcanzando un más que notable grado de vulgaridad. Bajonazo y a otra cosa. El quinto, de Monteviejo, iba y venía sin emplearse, reservón, que poco más que se dejó en el caballo y ya en la muleta empezó quedándose, con un molesto gazapeo como el primero de la tarde y Sánchez andando por allí, pasándole por la cara y yéndose a mitad de trapazo, sin pensar en otras soluciones para plantar cara a este y a sus otros dos oponentes, sin pensar ni en un conato de toreo por abajo, que quizá era lo único que tenían estos animales.

Luis Gerpe debió pensar que se enfrentaba a cualquiera de las ganaderías al uso, a las que les endiñas mil trapazos y sus pupilos ni rechistan, se los tragan sin más, pero, ¡ay, amigo! Que con lo bonitos que eran, resulta que también tenían su aquel y vaya aquel. Para evitar que un espada lidiara dos toros seguidos, se cambió el orden de lidia de segundo y tercero, invirtiéndolo. El que hizo segundo, del Partido de Reina, recibido con entusiasmo, salió corretón y si el matador solo le enseñaba el capote un poquito, pues no iba a sujetarle, él seguía a lo suyo. Gerpe ofrecía mantazos y el cárdeno regalaba derrotes. Le pusieron de cerca, de lejos, pero el toro estaba con los capotes, que le captaban toda su atención. Lo que tampoco quiere decir que lo dejaran entre las dos rayas. Como en la segunda vara, no disimuló la molestia de tener un palo encima. Continuó queriendo enterarse de todo. Tomó la pañosa Gerpe, luchando contra el viento y pendiente de aquel bonito ejemplar, al que le trapaceo siempre con un pie presto para salirse y a merced del animal, que ahora me lo pienso, ahora escarbo, tirones con la zurda en tandas de tres o como mucho cuatro trapazos, pero sin llevarlo en ningún caso. Al cuarto, último de Partido de Resina, le dejó suelto, a su aire, venga mantazos y mantazos, la vuelta y ahí te quedas. Tres veces fue al caballo, sin orden para ponerlo en suerte, ni para sacarlo y con apenas tres picotazos sin apenas castigo y con la cara alta. Quizá sin pensar en el viento, Luis Gerpe se lo sacó más allá del tercio, para darle sus buenos trapazos alborotados, solo dándole aire, por si fuera poco el que ya hacía, pero que la gente se puso a jalearle todo. Hubo dos por el derecho, que hasta medio tiró del toro. Continuó por el izquierdo, siempre recolocándose a cada pase, moviéndose mucho, vuelta al derecho y un continuo no parar de bailar, siempre con el pico y muy fuera, cuando quizá sencillamente para defenderse, lo mejor era cruzarse mucho. Pero aún así, él se dio decididamente la vuelta al ruedo; él sabrá. En el que cerraba plaza, el otro de Monteviejo, ya de salida se le comía, no podía con él y ni tan siquiera era capaz de sacar los brazos en cada capotazo. Perdía las manos con cierta frecuencia, escarbando, sin apenas castigo. En el último tercio, pues continuó la sesión de toreo bailando, pico, fuera y recibiendo los arreones del toro, que hacían que el de luces pegara un respingo a cada arrancada, dando la sensación de que no acababa de saber por dónde meterle mano a ese último berrendo, al que despachó de media atravesada haciendo guardia y una entera caída. Al final quedó claro que estos coletudos de la modernidad tienen recursos más que limitados para enfrentarse a lo que no es la bobona del mes, que lo de Monteviejo tiene mucho que mejorara, que lo de partido de Resina, que algunos ya no nos atrevemos a llamar antes Pablo Romero, que está mejor de lo que se esperaba, aunque no se confundan, es que lo que se esperaba era un desastre rodando por los suelos, pero no, al menos ya hasta aguantan en pie, pero queda un mundo para que esto sea lo que fue. Y lo que nadie podrá negar de los pupilos de los dos hierros es que eran bonitos por fuera, pero con sus cosas por dentro.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

lunes, 15 de septiembre de 2025

Traían las partituras cambiadas y la música sonaba cómo sonaba

A veces parece que hay más de uno en la Luna o que ve a los toros como si fueran verdaderos lunáticos.


Quizá sean capaces de imaginar a un grupo de cámara tocando la zambomba y dispuestos a interpretar de oído la novena de Beethoven. A mí me cuesta, que no logro imaginar el Himno de la alegría a base de purrum purrum. Y no dirán que no pongo de mi parte, que me esfuerzo, pero nada, que no. Aunque si me pongo a pensar en el primer desafío ganadero de Madrid, pues ya me voy haciendo una idea de lo que puede resultar, un verdadero y ensordecedor despropósito. Así, purrum purrum arriba, purrum purrum abajo, será algo parecido a esa novena sinfonía. Que también la feria va dependiendo de a quién pregunten. Si es a uno de la secta de la positivología, igual les dicen que el ganado infame, el de Rehuelga y sobre todo el del señor Escolar, que después de defender sus toros y señalar la torpeza de unos coletudos, ha sido declarado poco menos que un satánico criador de alimañas ¡Qué cosas! Y que los de luces han estado hechos unos tíos, aunque la cosa fuera que ellos venían a... la verdad, es que uno ahora no sabe a qué venían, porque ni para dar trapazos han mostrado garbo, ese garbo que sí han tenido para liarse a trapazos y correr más que un cartero en Navidad, pero cuando se mandaban tarjetas de felicitación, no como ahora.

La corrida, con dos hierros, bien presentada, aunque el personal se decidió a aplaudir de salida al primer Escolar, que quizá era el menos aparente del festejo. Que lo mismo a estos también les dieron la partitura equivocada. El primero, de Rehuelga, aunque fue alegre a una segunda vara, en el peto solo se empleaba con el zurdo y hasta soltó al final varios derrotes mientras le hacían la carioca. Era el toro que confirmaba a Miguel de Andrades, que se fue a portagayola y allí se quedó plantado, viendo como el animal pasaba de su planta frente a toriles. Larga de rodillas y verónicas siempre rectificadas. Con mucha voluntad tomó las banderillas y aparte de necesitar a toda la cuadrilla en el ruedo en varios momentos, se limitó a tirarlas. Con la muleta, en esa corriente entusiasta se plantó de rodillas en los medios y este gesto pleno de voluntad no dijo nada al personal, que se quedó como si nada. Se quería poner derechito, pero el quedarse fuera y el abuso del pico hacían que la cosa no llegara a ninguna parte. Ni las carreras entusiasmaban, que en otras tardes eran motivo de entusiasmo. Quizá el ser de demasiado lejos influyó en el poco eco en los tendidos de los trapazos del espada. Tirones, muleta retrasada y atravesándola y para remate, unas manoletinas en las que se vio atropellado nada más empezar. Lo de la espada era la guinda del esperpento, siempre yéndose a todo correr y así pasó, un bajonazo haciendo guardia, que si tomo el verduguillo, que si el estoque y venga descabellos, cuando le quedaba nada para el tercer aviso.

Sebastián Ritter sustituía a Damián Castaño y... pues que con esa parsimonia y esas maneras, lo mismo se veía como un maestro, pero que se mire bien en el espejo y... Al segundo Rehuelga le recibió a base de mantazos. En el caballo le pegaron un marronazo muy trasero, El animal empujaba de lado con un pitón. Se arrancó con alegría en el segundo encuentro, para que le atizaran de nuevo muy atrás. Pronto en banderillas, quizá hasta cantando su distancia, pero el señor Ritter debía estar a otra cosa, quizá intentando descifrar la partitura de la Traviata, pero él lo que tenía mirado era la de “Una vieja y un viejo van...” Y allí que lo soltó. Trapazos rodilla flexionada por ambos pitones, derechazos al aire, con el pico y muy fuera, sin pararse quieto. Citando muy fuera, acortando demasiado e inconvenientemente las distancias, solo llegó a acabar dando derechazos casi apelotonados, siempre desde muy fuera. En su segundo, el jaleado primer Escolar, se vio achuchado de salida, teniéndose que dar la vuelta y de espaldas a los medios, que el escurridito se lo comía. En el primer encuentro con el caballo el jinete ni capaz fue de apoyar el palo en el toro. Nueva entrada, apenas un picotazo tapándole la salida y una tercera vez, ahora a más distancia, mientras el picador estaba preocupado por dominar al penco que no podía gobernar. Vara delanterita y caída, incluyendo un vengativo barrenado. Y allá que fue Ritter a pegar tirones, atravesar la muleta, alargando el brazo y con el palito agrandando el engaño. El toro se le fue cerrando y él a lo suyo, pico, abanicazo y tanto hueco dejaba, que vino un achuchón. Y cerró macheteando por abajo, como si el Escolar fuera un marrajo ingobernable, que no lo era. Hasta en esto tenía cambiados los papeles.

Volvía Juan de Castilla después de tantos avatares pasados. Al tercer Rehuelga le recibió con mantazos cariñosos, intentando mantenerlo en pie. Le apoyaron el palo muy trasero, que decir que se le picó quizá sea una exageración. El trasteo fue una consecución de trapazos y enganchones siempre sin amagar tan siquiera con bajar la mano. Muletazos despacito, no templados, a la velocidad, a la poca velocidad del animal, que no era capaz de humillar, que se nos venía al suelo. El quinto, el mejor presentado de los de Escolar, de entrada se le frenó en el capote y de Castilla se giró para cederle terreno, lo que, vaya usted a saber por qué, se jalea a veces por parte del personal, los positivologistas acérrimos. Se le picó quizá poco, pero muy mal, aunque las puñaladas cuenten como puyazos. En el último tercio el espada dejó patente su incapacidad para poder al animal, achuchones, trapazos, sin parar de recolocarse a la carrera, dando la sensación de que se le comía. Encimista y con la muleta a la espalda, sacándola por un lado y quedándose fuera. Hasta daba la sensación de que se esforzaba en hacerle parecer un marrajo, pero el caso es que no sabía por dónde meterle mano al Escolar, al que despachó de impecable bajonazo.

Y cerraba el mismo que empezó, Miguel Andrades, ya confirmado, pero que tampoco podía ni sujetar al último de José Escolar, que le complicaba de salida; pues a perder terreno de espaldas a los medios. Cuatro entradas al caballo para que le picaran trasero, hacerle la carioca, mientras el animal solo se empleaba con un pitón, que acudía al peto al pasito y concluir recibiendo a modo en la última vara. Más banderillas a cargo del espada, de nuevo tirándolas y la cuadrilla ocupando el ruedo. Y si le habrían contado mal de que iba aquello, que igual que su padrino brindó el toro que no iba a torear, el de la confirmación, en este sexto allá que fue Andrades a brindar de nuevo al usía. Que una cosa es ser educado y otra ponerse pesadito con tanto brindis. O lo mismo es que le anunció que se iba a hartar de ver banderazos tropezados con la rodilla flexionada, bailando constantemente, sin parar de correr, un arreón y se libra por poco, más enganchones, carreras, trapazos, un batiburrillo de vulgar incompetencia y el castigo de la espada, tirando el trapo siempre muy lejos, para acabar de un bajonazo. Que la corrida no ha sido nada especial, pero si al menos le hubieran dado lo que pedían, pues al menos habríamos visto cierta coherencia entre eso que pedían y lo que les ofrecían y que aquello no diera la impresión de que se traían las partituras cambiadas y la música sonaba cómo sonaba.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html