viernes, 3 de octubre de 2025

Solo para paladares exquisitos

Los que saben apreciar lo que nadie más ve, los paladares exquisitos, merecen ser acreditados como alguien diferente


En esto de los toros, las cosas no son siempre lo que parecen, hay veces que a los no sensibles no les llega lo sensible, pero, ¿qué le vamos a hacer? Aunque siempre habrá quién disfrute de esos paladares exquisitos que captan el arte supremo en un trapazo largando tela flameando al viento, que valoran el abuso del pico, porque qué más meritorio que solo gastar una puntita de la muleta. Esos paladares que entienden las chicuelinas aunque no vengan a cuento para las almas insensibles, que jalean los bajonazos traseros porque... porque... Que uno no es sensible y no tiene ni idea de lo bueno de un sartenazo. Que hay que reconocer las limitaciones de uno y esta es una y muy grande, que no entiendo todo eso que los paladares exquisitos entienden y valoran como si se les apareciera el mismísimo Tragabuches con corona de santidad y manto púrpura imperial.

Que me encantaría poder incluso contarles las condiciones de lo de Victoriano del Río y el quinto de Toros de Cortés, pero ya he confesado mis limitaciones y en esto no iba a ser menos, porque, ¿qué se puede contar de toros, correctamente presentados, pero sin alardes, que el tercio de varas es como pretender que una postal de “Queridos todos, estamos bien, la playa es muy bonita, besos,” con las obras completas de Víctor Hugo. Que sí, que igual a alguno hasta le han apretado un poco más allá del picotazo y medio, pero ya. Que también son cosas del toro moderno y esto de Victoriano del Río ya no es que sea moderno, es que es vanguardismo puro del bobón que busca la pelotita. Que ya solo les queda firmarla y regalársela a un niño. Y los picadores, ¿pues que les voy a contar? Que ahora la carioca, que ahora le tapo la salida, que apoyo el pal y corriendo lo quito. Eso sí, si ustedes esperan que a alguno le pongan en suerte, no se cansen de esperar, sigan esperando... y mucho rato. Eso sí, llega el momento de la muleta y el que manseaba acude al trapo, el que renqueaba, acude al trapo y el que no iba al trapo, acude al trapo. Ideales para poner poses y posturas galanas, aptas solo para paladares exquisitos, que los otros... los otros hasta se atrevían a gritar que si el pico, que si estás fuera, que si... Que no tienen paladar, ¡vamos!

La terna era muy del gusto del público transeúnte que regala aplausos y lo que no son aplausos a nada que el coleta se ponga así y mire asao. A la cabeza, Emilio de Justo, innovador, pero solo apto para esos paladares... ya saben, ¿no? Recibió a su primero por chicuelinas, sin importar eso de enseñar a embestir, prolongar el viaje o que metiera la cara, chicuelinas y punto. Que voluntad no le falta, pero quizá un pelín más de llevar una lidia con cierta coherencia, tampoco estaría mal. Galleo para llevar el toro al caballo, pero sin moverse apenas del sitio, para que al final el animal se fuera suelto a su aire. Muletazos de tanteo, se lo saca más allá de las rayas y un revolcón impresionante que cortó la respiración de todos los presentes. La sensación era que se había acabado el festejo para él, pero afortunadamente la cosa no fue a más y pudo salir en el sexto, lo que fue recibido con una ovación cerrada por toda la plaza. Larga de rodillas, toda una declaración de intenciones y verónicas siempre con el paso atrás, que unos no supimos apreciar, pero ya saben quién sí, ¿verdad? El animal anduvo a su aire, queriéndose ir a los terrenos de toriles, llegando incluso a probar al picador de puerta. Otro intento de galleo y de nuevo el toro que no se había leído el panfleto de instrucciones prefestejo. Y a partir de ahí, con unos delantales ya se inició la sesión de dar aire al de Victoriano, que con la sofoquina que hacía, era de agradecer. Y continuó cuando el espada tiró el palo, la espada de mentira, al suelo y se puso a darle aire, largando tela y más tela, que parecía aquello una tienda de retales de las de los alrededores de Sol. Y venga trapazos y más trapazos y cuanto más se enredaba, más se jaleaba, Y unos miraban perplejos y otros sí que sabían saborear aquella sarta de trapazos que no parecían tener fin. Por el derecho, luego por el izquierdo, sin llevarlo ni por asomo una sola vez. Pero aparte los insensibles, cómo bramaban los paladares selectos, culminando tal orgía de bienes con el clamor ante un bajonazo trasero, pero bastante, que dio con el pobre animalito en tierra. Y el presidente, que también sabía apreciar estas cosas para muchos incomprensibles, sacó el pañuelo por dos veces. Y apúntenlo, don Roberto Gómez, pura sensibilidad y buen gusto. Y al final del festejo, bueno no tan al final, allí que se lanzó la chavalería para pasear a cuestas a Emilio de Justo. Esa juventud de la que tan orgullosos se sienten los taurinos del momento y que los de... los insensibles, no saben adónde van a llevar esto.

Borja Jiménez, un paradigma de la modernidad, tuvo que estoquear al primero de la tarde por el percance ya comentado del compañero. Se cambió el orden de lidia y el que iba segundo, salió tercero. Recibo rodilla en tierra, que al menos parecía más lógico que otros recibos tan en boga. Lidia desordenada, el toro a su aire y los de luces... pues a lo que les venga bien. Que lo importante es lo de la muleta, cuantos más trapazos, mejor, hasta que te den un aviso sin haber ni cuadrado al toro. Y en estas, pues un inicio en los medios trapaceando por delante y por detrás, pierna de salida muy atrás, encimista, dejándosela topar, de uno en uno recolocándose siempre, ayudados para cerrar al animal, que luego acusó esa querencia. Pinchazo y bajonazo tirando la muleta, con deleite para los que sí que saben valorar el vuelo de un trapo como bandera tirada al viento. El quinto no estaba para muchas fiestas, a poco que le soplaran, no aguantaba en pie. Y llegamos a la muleta, no esperemos más. Banderazos, trapazos acelerados, pico descaradamente ofensivo, tirones, venga a largar tela una y otra vez, enganchones, ahora me alboroto y solo los muy sensibles supieron ver aquel jarte magnánimo. Al menos en este caso el aviso le llego después de entrar a matar.

El tercero de los jartistas era Tomás Rufo, el otrora jaleado, magnificado, casi elevado a los altares, en este caso, en esta tarde no coló, ni los sensibles se entregaron a su forma de hacer. Que ni yéndose al abrigo del cinco. Que el hombre pensaría que por qué se le pitaba, si era lo mismo de siempre. Ya ves, cambios de sensibilidad. Trapazos con el pico echando al toro para fuera, siempre muy lejos estirando el brazo, muy exagerado, vulgar, desaprovechando una babosilla que iba y venía sin atisbo de maldad. Salió el cuarto el que tocaba ser sexto, al que parecía que Rufo invitaba a bailar, siendo él la pareja, en lugar de intentar pararle con toreo. Y de nuevo el placer de los dioses, la muleta y allí que fue a dar más vueltas que un giraldillos con levante. Encimista, trapazos mil y venga a largar tela, que si me meto entre los cuernos, de uno en uno, pero que los exquisitos no entendían tampoco aquel derroche de vulgaridad de este torero, aunque empatizaran perfectamente con la de sus compañeros de terna. Que habrá quién no lo entienda, pero claro, es que hay cosas que no se entienden fácilmente y son aptas solo para paladares exquisitos.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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