jueves, 20 de mayo de 2010

El orgullo de la vulgaridad


Cada uno se siente orgulloso de lo que es, unos de su patria chica, porque no hay otra mejor; otros de ser bajitos, como su padre, su abuelo, herederos de una dinastía de bajitos; otros por ser el que mejor hacía redondeles en su barrio; otros por ser los adalides de la vulgaridad y como todo motivo de orgullo, no lo esconden, lo flamean a los cuatro vientos para que todo el mundo vea ondear su bandera. Ahí encontramos a Miguel Ángel Perera, el torero que en sus inicios pretendía ser un torero de verdad y en el que la verdad en el toreo fuera su modus vivendi, pagándolo más de una vez con su sangre y recibiendo a cambio el respeto y reconocimiento del aficionado. Aunque si nos ponemos a echar cuentas, igual sale más rentable torear quinientas corridas sin mirarnos en si metemos el pico, nos estiramos y nos retorcemos y abanicamos el hocico a una bobona con cuernos, es otra opción.

Miguel Ángel Perera ha demostrado en Madrid que le importa un pito la afición que paga religiosamente su entrada, él va a lo suyo. Y lo suyo es pegar muchos pases utilizando el pico de la muleta, citando muy fuera de cacho, hacer que el toro pase muy lejos dejando un horroroso espacio entre ambos, para no rematar el pase y unirlo con el siguiente. Aquí se olvida de la parte del lance que hace que éste se convierta en una obra de arte o en un borrón; y es que el unir los pases no es lo mismo que ligarlos. Pero si el espada torea de oído y desarrolla su labor dependiendo de las aclamaciones populares, puede que estas voces le lleven al abismo, por dejarse embrujar por los cantos de la sirena. Luego con matar, sin más, sin preocuparnos de donde caiga el estoque, ya podemos optar al premio deseado, la oreja, que le valdrá para que los que sólo contemplan los números y no los interpretan, vean que en el casillero correspondiente a Madrid figura “1oreja”.

Pero esto no ha sido lo peor que ha mostrado el extremeño, lo peor vendría más tarde cuando ante el inválido penúltimo de la tarde, ese mismo al que tiró contra el caballo, al que sólo tocaron con el palo y que nada más notarlo en su segundo encuentro se derrumbó bajo el peto, a ese de Núñez del Cuvillo se le puso a dar mantazos sin ton, ni son, primero a favor de al querencia de toriles y después a favor del calor de las palmas del sol. El resto de la plaza bostezaba y hasta protestaba su actitud desafiante cuando varias veces podría haber cogido, con toda lógica, la espada de verdad y haber acabado con aquel esperpento. Pero no, él que sabe lo difícil que es eso de torear, no nosotros que no nos hemos puesto delante de un toro, él que sabe el mérito que tiene lo de los doscientos pases, no nosotros que no somos capaces ni de dar uno en toda nuestra vida, él se empeñó en darnos una lección que no queríamos aprender, pero en cambio aprendimos algo que seguro que él no quería mostrar, que no respeta ni al animal al que se enfrenta, que no respeta a la afición y que es un torero adocenado, vulgar, sin cualidades para ser figura y mucho menos maestro. Porque esta farsa no creo que les haga gracia ni en Zafra, ni en Don Benito, ni en Moralzarzal, ni en la Luna, porque las plazas pueden ser de primera, segunda, tercera o de carros, pero a la gente no le gusta que le tomen el pelo, y Perera nos lo ha tomado. Esperaremos a su siguiente actuación y comprobaremos si con los Cuvillos tuvo sólo un mal día o si esta va a ser su forma de actuar a partir de ahora.

De los Cuvillos poco se puede decir, que son de los mejores toros con cuatro años cumplidos para ser toreados sin caballos. Bueno, perdonen por la inexactitud de mis palabras, caballos hubo o más bien pasaron por allí; salieron, se dieron su paseo por el ruedo y para adentro. Justitos, justitos de trapío, en esa línea tan fina en que pasan el reconocimiento del veterinario, pero no el del aficionado, que sólo reconoce que son unas borregas descastadas y sin fuerza ni para tenerse en pie, que van y vienen como un sonámbulo por un jardín.

Pero había más toreros, uno subido en un caballo, Joao Moura (hijo), al que le tienen que explicar que los rejones y banderillas no hay que clavarlos en la paletilla del toro, y que una cosa es torear con temple y otra pegar carreras recortando constantemente la embestida, hasta conseguir que el animal se quede parado.

Y completaban el cartel Curro Díaz, que no nada pudo hacer con los toros que le tocaron a los que no se puede ejecutar el toreo clásico porque no lo aguantan. Si a estos torillos les pegan un natural de arriba abajo, y de dentro a afuera, los reventarían y no haría falta ni puntilla. Mejor suerte tuvo Alejandro Talavante, ese torero que hace años nos entusiasmo y que después nos desilusionó y nos hizo perder casi toda esperanza. Pero parece que poco a poco se va recuperando; al menos se le ve que por momentos intenta hacer el toreo y que de cuando en cuando se ven destellos de buen gusto. Le seguiremos esperando, aunque ellos no sepan que sensaciones se tienen cuando uno está orgulloso de su vulgaridad.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya lo dije ayer que estaba tan a gustito en casa .... sin toros, sin verlos por TV (lo que no hago nunca porque para mí todavía es peor que tragarse el marrón en la plaza) y sin tener que aguantar amarrado al duro banco .... ¡acerté!
Pues mañana, otra vez a devolver la entrada (quisiera equivocarme por los que todavía no habéis perdido la fe) pues no estoy dispuesto a contribuir con mis 19,50 euritos para que estos golfos sigan arrasando con lo poco que queda de serio (¿queda algo?) en este circo que nos han montado con el beneplácito del Cuento de Arreglos Taurinos.
Lupimon

Antonio Díaz dijo...

En cosa de toros, estamos de acuerdo en casi todo. Pero mi visita hoy es futbolera, para dar ánimos, que no siempre se puede ganar, aunque se merezca, como ayer.

Por cierto, los tramposos ganan en todas partes, no sólo en los toros. Es triste como decidió una final un chaval (Capel) que se tira los noventa minutos del partido intentando engañar al árbitro sin jugar un pimiento.



Saludos

Enrique Martín dijo...

Lupimon:
Yo sé como te animarías tú y todos, sólo habrái que cambiar el toro. Si lo habitual fuera el toro encastado, entonces verías como estos posturitas saldrían corriendo y sin mirar atrás, y sólo se quedarían los que fueran capaces de hacer el toreo delante de ellos.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Antonio:
Muchas gracias por tus ánimos. Nos queda el consuelo de que hemos vuelto al mapa del fútbol. Ahora a esperar hasta el año que viene y a que no se nos vayan los mejores. Como ves, es otra forma de amargarse la vida.
Un saludo