Lo que ayuda torear vacas encastadas en el campo, para luego poder con un novillo con ligeras complicaciones |
¡Ay Madre, esto hace aguas! ¡Las mujeres y los niños
primero! ¡Quién quiera ahogarse con la Fiesta, que no salga de sus camarotes!
¡Esto se hunde! Y años después, muchos años después, un barco norteamericano
cazador de tesoros sumergidos, encontró en aguas del Manzanares, los restos del
naufragio de la Plaza de Madrid, con su afición al completo, con los ojos y la
boca muy abiertos, como si la vorágine les hubiera sorprendido en medios de un
caos pseudotaurino. Nos queda la inquietud de saber cómo se desató tal
cataclismo, que no el motivo en si, la concesión de una oreja más verbenera que
el Tren de la Bruja, si no los motivos que a los isidros llevó a pedir la oreja
para un tal Román.
Unos novillotes de Fuente Ymbro, que si llegan a ser vistos
por las tropas del imperio de los geses, habrían desencadeno un bombardeo
sistemático contra las posiciones venteñas. Parecían más toros que casi
cualquier corrida de toros que se ve fuera de Madrid, y en la misma plaza de la
capital. Pero ojo, que tampoco eran como para desencadenar un conflicto de
magnitudes desorbitadas. Mansurrones, empujaban al caballo cuando les tapaban
la salida, acuciados por sus ganas de darse el piro de aquellas posiciones tan
beligerantes. Que el que mejor comportamiento tuvo fue el sexto, que se quedó
roque debajo del peto, quizá soñando con alguna medalla, simplemente por no
salir de inmediato a escape a la zona de toriles o en su defecto allá por el
dos, justo en el área fronteriza con chiqueros. Con esto de la casta hay que
tener mucho cuidado, porque enseguida te soban el morro, pero algunas gotas de
ello les quedaban a los novillos. Como ocurre con las tabletas de chocolate y
las trazas de frutos secos, lo mismo les pasaba a estos, que les quedaban
trazas de casta. Esto lo experimentaron en carnes propias los generales de los
tres ejércitos que se prestaron a la pelea. Salían de toriles, les empezaban a
dar capotazos y cada vez apretaban un poquito más, y lo mismo pasaba con la
muleta, que iban acorralando al señor novillero, un poco más, un poco más,
hasta que este pegaba un respingo y se quitaba de allí en medio como podían,
sin preocuparse de parecer un soldado cobardica que sale de najas en cuanto ve
las cosas un pelín torcidas. En la muleta lo mismo te complicaban la vida al
verse superiores y que eran los que mandaban, que se te aquerenciaba en las
tablas, que se acostaba por uno u otro pitón, que te achuchaba cada vez más o
que obligaba al chaval a ir detrás por toda la plaza. Si el ganado era la
esperanza del aficionado para poder ver arte y torería, ya podían ir pensando
muchos que con aquello no había para mucho.
Pero claro, si nos detenemos a ver lo hecho por los
novilleros, pues eso, para saltar a los botes salva aficionados y remar sin mirar
atrás hasta llegar a las costas de Pernambuco. Mario Diéguez se vio rebasado
por sus novillos, en el primero ya desde el saludo con el capote, en que
parecía que los brazos no le daban de si y que le toro se movía a una velocidad
estratosférica. Más evidente con la muleta, estando siempre a merced de los
deseos del de Fuente Ymbro. Sin saber dónde ponerse, sin correr la mano y
dejándose tocar mucho la y en un descuido, ¡catapum! Le levantaron del suelo.
En su segundo, que saltó la barrera y organizó un buen lío en el callejón, más
de lo mismo, retorcimientos, pico y enganchones, sin saber a quién encomendarse
al ver revolverse al toro antes de darle tiempo a ponerse bonito.
Román dio todo un recital del toreo más chabacano, sin
gusto, tosco, sin clase y pleno de trampas; quizá lo único que le faltó y que
hasta se empezaba a echar de menos, fue el salto de la rana, eso habría
completado su homenaje al esperpento taurino. Con una especial capacidad de
hacer ver que su incapacidad taurina es una virtud. Recibe a su primero a base
de mantazos por aquí y por allá, no sujeta lo más mínimo al novillo y el
personal entra en éxtasis, que continúa con un apelotonamiento de pases de
muleta ratoneros, ventajistas y atropellados, pero en los que nunca llevó al
Fuente Ymbro toreado. Lo mismo que en su segundo, pero esta vez con una sarta
de bernadinas, o como se llame a aquello, que le valió la oreja, una de esas
que no entendía nadie.
José Garrido demostró tanta fidelidad al toreo moderno, como
ganas de poner a prueba la paciencia del personal. Que una cosa es la clama, el
sosiego, la serenidad y otra la modorra y la pesadez en exceso. No sé que
habría sido del respetable, al que nadie respeta, si no fuera por la pulcra y
eficaz lidia de Fini, evitando capotazos superfluos, cuidando que el toro no se
dispersara y procurando ahormar la embestida a favor de su matador. Derechazos
y naturales con la muleta torcida y a una velocidad de vértigo. Trallazo tras
trallazo y el novillo a su aire y complicándole la vida al pacense. Pero él a
lo suyo, muy pesado y pretendiendo llegar a los mil pases en una misma faena;
parece que no llegó, pero por poco. para quitarse la espinita, en su segundo
daba la impresión de haber hecho propósito de enmienda y que daría pases cómo y
dónde fuera. En toriles, dando la vuelta al ruedo, mientras el animal escapaba
ya aburrido de tanto mantazo y Garrido a lo suyo, aunque alguno que otro se
preguntaba, ¿y qué es lo suyo? Pues lo de todos, figurones en ciernes, que se
creen que ya lo han hecho todo y como me decía un viejo taurino, de los de
antes, que a estos chicos les gusta vestirse de toreros, andar como toreros, ir
a los ágapes como toreros, deambular entre las señoras como toreros, firmar
autógrafos como toreros, pero suena el tararí y todo se va a tomar viento.
6 comentarios:
Hola Enrique, soy Andrés de Miguel. Estoy con Gastón Ramírez Cuevas quien va a venir a los toros hasta el viernes. Quería saludarte, pero no sé donde paras. Nosotros estaremos en el bar El Capote a la salida.
Oiga don Enrique: Yo había oído hablar en lenguas de el Román ese que actuó en Las Ventas ayer. La verdad es que si ese muchacho es el nuevo Mesías que nos han pregonado, esto va definitivamente al garete...
Enrique, cada vez veo esto de los Toros de forma mas lejana (como si no fuera conmigo), pero tus razonamientos los leo al tirón...
Xavier, me alegro de leerte por aquí también
Andrés:
Fue un placer pasar ese ratito con vosotros.
Un abrazo
Xavier:
Creo que se nos apelotonan los mesías y se nos dispara la preocupación. Y se supone que vienen para arreglar esto, pero no dicen dónde nos quieren llevar con tal arreglo.
Un abrazo
Fabad:
Muchas gracias. Es todo un elogio viniendo de alguien que sabe muy bien de lo que se habla. Espero que te sientas aquí como en tu casa, igual que yo me siento en tu Aula.
Un abrazo
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