miércoles, 11 de junio de 2014

A modo de epílogo

Si don Vicente viera en lo ha quedado su plaza de Madrid.


Cuando se hacen resúmenes o reflexiones sobre un ciclo o una feria como la que acaba de finalizar en Madrid, se puede uno detener en la mejor faena, la mejor estocada, el mejor toro o la mejor corrida. Pero ya los ha habido que han hablado de ello, han discutido, han presentado sus candidatos y han intentado echar por tierra a los del prójimo y mucho más a los que Taurodelta ha proclamado como triunfadores de este San Isidro. Pero a mi juicio esto es como estar hablando de la temperatura del agua en medio de un tsunami y si resulta conveniente o inconveniente tal avalancha para los dolores de espalda o para la cría del tomate cherry en la vega del Henares. Así puede que estemos colaborando a la perpetuidad de esta Fiesta con un intenso hedor a fraude, mentira y en la que hay que luchar por los intereses de quienes actúan como padrinos en Brooklyn o Chicago en tiempos tenebrosos.

Nos empezaron contando que era la mejor feria de los últimos años, seamos benévolos y admitámoslo, pero es como si el niño que saca un 1 en matemáticas todo un curso y en junio saca un dos. ¡Caramba! ha mejorado un 100%, pero claro, el aprobado está aún muy lejos y el notable, no digamos. ¿Es la mejor nota del curso? Por supuesto, pero, ¿cuál es la consecuencia? Que ese ejemplo de superación tendrá que estar hincando codos todo el verano. Pues eso les ha pasado a los taurinos, encabezados por Taurodelta, que con esa magnífica feria, con esa buena salud de la que hablan y que solo niegan cuatro amargados, entre los que me permito incluirme, han conseguido no sé si cuatro o cinco llenos en 31 tardes. La crisis, los antitaurinos, la variedad de ofertas de ocio y mil excusas más que seguro que no les valen, pues resulta evidente que no han cubierto lo esperado. Enhorabuena señores de Taurodelta, han dilapidado la herencia del abuelo en dos timbas de julepe. A esa sangría continua de abonados hay que unirle el desinterés por un espectáculo cada vez más decadente y putrefacto. Me llamarán negativo, pero, ¿hay algo que pueda hacernos sentir satisfechos? pues nada, ustedes mismos. De los habituales llenos de hace dos o tres años, hemos pasado a los tres cuartos, incluso menos; eso sí, los señores de la tele, con sus malabarismos con las cámaras, parece que pretendían ocultar una realidad contundente. Los señores de la tele, otros que tal bailan, toda la vida alimentando niñatos caprichosos y ahora resulta que estos se les plantan en plan macarra y exigen que quién tanto les cantó sus milagros y tanto les encumbró aupados en la mentira, ahora no le quieren ni ver y el supuesto cantor de las montañas se tiene que quedar en casa, a ver la corrida por la tele. O igual no, quién sabe, o si la vio, lo mismo quitó el sonido para no escuchar las melonadas de comentaristas y hooligans desmedidos. Que del éxito y seguimiento de la feria por televisión, igual se podría hablar otro ratito.

Pero que no se nos olvide, que esta ha sido la mejor feria desde que el mundo es mundo y el julipié, julipié. Y luego viene lo de los asistentes a la Plaza de Madrid. Ya sabemos que han sido muchos menos que nunca, que hay que remontarse muchos, pero que muchos años, para ver algo parecido y lo mismo no lo encontramos. Que se ha pasado de ampliar festejos por exigencias del publico, a crear otra vez la feria de Otoño, a aquello que era la feria de la Comunidad, a la Prensa y la Beneficencia fuera del abono, a querer ver toros, a plantearse San Isidro como un suplicio por el que hay que pasar para mantener el abono que se tiene como oro en paño desde hace una vida. Pero claro, los más listos se han dado cuenta de que esto no tiene sentido y han abandonado su abono, la plaza y hasta la afición a esto de ir a los toros. Eso sí, como esta enfermedad no se cura, se chutan con publicaciones antiguas, vídeos y tertulias con otros que padecen el mismo síndrome. Se han marchado buenos aficionados, está claro, pero, ¿quienes han venido a suplirles? ¡Aaayyy! Esta es otra juerga que teníamos pendiente. Nos hemos pasado las tardes con el micrófono en la mano intentando justificar lo injustificable y resulta que muchos aficionados de tele se han liado y no han entendido nada de la doctrina oficial de los taurinos. Y cuidado, que no quiero ni insinuar que entre los que ven las corridas por la televisión no haya buenos aficionados. Quizá hasta mejores que los que asistimos a la plaza, pues desde el sillón tienen que juzgar lo que ven y al tiempo no dejarse influenciar por lo que le cuentan los del micro, que están encantados de haberse conocido u que te cambian lo blanco por lo negro y lo negro por lo blanco, tres veces en un mismo toro. Con esa alegría que te hablan que parece que están en el paraíso del buenismo y la voluntad de ver la parte positiva en las llamas del infierno. Pues claro, luego llegan a la plaza y ya sea ayudados por ese afán de vivir la gran tarde, porque para una o dos que van, no se van a hacer mala sangre, por el poder del gin tonic y para que los de alrededor se den cuenta de que uno sabe porque conoce a fulanito o menganito, a los que trata de Pepito, Juanito o Rodolfito, y lo mismo protestan cuando un peón hace lo que no sabe el maestro, que ven caer el toro y sacan el pañuelo como impulsados por un resorte. ¡Qué pena de Plaza de Madrid! Y hablan de la afición de Madrid. No señores, esto no es la afición de Madrid, entre otras cosas, porque Madrid ya no tiene afición. Aquella afición con cierta estabilidad, manejando unos criterios más o menos uniformes, gustos aparte. Ahora igual te protestan un toro por manso, que si tiene pinta de buey cebón, como pesa 600 kilos, no se protesta, que aplauden a una bobona porque el maestro le ha pegado 2.527 mantazos. Que si hay tres toreros que se las ven con una señora corrida de toros y no cortan orejas, pero entregan todo lo que llevan dentro, se les pega una bronca monumental y hasta se lanzan almohadillas. Algo que algunos mermados intelectuales se creen que es una bonita costumbre de las plazas de toros. ¿Dónde hemos llegado? Su única preocupación es que el siete no proteste, o que lo hagan cuando a ellos les viene bien. ¡Ay Señor! Y los del siete. Otra vez ¡Ay Señor! Tanto viajan por los pueblos, que al final se les han pegados sus mismos usos y costumbres.


Tanto han intentado dominar y moldear a su gusto a la afición de Madrid, que al final les ha quedado un engendro incontrolable. Eso sí, usted les pregunta por el encaste tal de cual vaca y tal semental que una noche de parranda cubrió a siete vacas y a otra a puntito estuvo en los baños de una discoteca, que te lo cuentan con pelos y señales, pero luego confunden el genio con la casta, la bobonería con la nobleza, la bravura con la docilidad extrema, ir el toro andandito al caballo con paso cansino y desconfiado con arrancarse galopando, son tantas cosas. Pero me da a mí que tendré que ir asimilando esto poco a poco y cuando lo tenga digerido lo volcaré aquí para al menos que me sirva de desahogo. Seguro que ustedes me entenderán, aunque no compartan mis opiniones. Yo se lo agradezco. Quizá sea esta parte la más gratificante de todo este pitote, el sentir que a uno le leen, que a veces hasta se arrancan a comentar el escrito, a favor o en contra, lo que hace que uno siga dándole vueltas a esto del toro. Aunque ya se lo he manifestado anteriormente, muchas gracias de nuevo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Como bien dices, ha sido el mejor San Isidro… desde 2008. Ese año estuvieron todos, después fueron recortando hasta llegar a la nada y ahora parece que asoman la cabeza de nuevo.

No estuvieron hierros cuya última actuación en la plaza fue interesante: Dolores Aguirre, Moreno Silva o, el año pasado, Pedraza de Yeltes.

Nos quedan importantes dudas sobre el estado de muchos de los pitones que hemos visto en esta feria y que, por supuesto, nadie va a analizar. Más aún, ¿nos dirán que pasó finalmente con los de Peñajara?

Estamos asistiendo a la transición de la suerte de varas. Antes había que empujar en el peto, ahora sólo basta con ir de lejos y salir de najas al sentir el hierro. A eso le llaman “bravo”.

Estamos asistiendo a la exaltación del salto en los pares de banderillas. Clavar en la cara y salir airoso de la suerte caminando sin tomar el olivo, como ha hecho algún matador-banderillero, es algo que se ha perdido.

Los quites en el tercio de banderillas son algo obsoleto, cada uno hace la guerra por su cuenta. Somos cuatro chalados los que protestamos algo que es por su bien. Después, fuera de la plaza, hablas con algún subalterno y te dice “qué razón tienen los que protestan, nos dejan vendidos”.

Lo peor es que el cáncer de la Fiesta no sólo está en los despachos, en las ganaderías o en el ruedo. El verdadero cáncer está en los tendidos, los advenedizos vienen con la única misión de sacar el pañuelo y algunos de los de toda la vida que aplauden cosas inadmisibles han bajado tanto el listón de Las Ventas que no es de extrañar que cortar una oreja en Madrid, incluso salir por la Puerta Grande haya perdido todo su valor. Cada vez más los isidros me recuerdan al público que asiste a los rejones.

No obstante de este San Isidro me llevo mejor recuerdo que de el anterior: el ganado de Victorino, El Montecillo o Couto de Fornilhos; algunos buenos pares de banderillas; alguna buena brega como la de Marco Galán y menos cosas destacables de los de oro, tanto matadores como picadores.

Saludos
J.Carlos

Cárdeno dijo...

De acuerdo con casi todas tus conclusiones, la pena que sin ser muy alarmante todavía, se esta extendiendo la “enfermedad” a Francia… y “eso” seria el final de la Fiesta como yo la entiendo, en http://torear.blogspot.com.es/2014/06/sobre-la-feria-de-vic-fezensac-felix.html he publicado mis apreciaciones de lo sucedido en Vic-Fezensac.
Yo hace años tome la decisión de no tomar parte de la “farsa” y actuar: No con mi dinero!!!
Y que conste que lo pasábamos muy bien los de “provincias” en Madrid, un monumento se merecen los amigos aficionados que aparte de aguantarnos tenían que trabajar al día siguiente… lo siento mas por ellos/as, que por el “porvenir” de Las Ventas… “esa” Plaza en cuesta arriba y con viento… manda huevos.
Pdta.: Gracias a ti por hacerme sentir que un trocico mío aun estaba dentro de la Plaza.

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Normalmente los taurinos te dan la razón en dos casos, o cuando no les escucha nadie y han tomado cierta confianza, o cunado ya están apartados y ya no esperan nada de esto. Lo del público es bochornoso. Están tan bien adoctrinados, escuchando opiniones opuestas de las mismas personas, dependiendo de quién sea el juzgado, que luego se pasan un día por la plaza, no tienen al del micro y pretenden aplicar lo aprendido. Lo malo es que esa doctrina la aplican en los momentos en que no toca. Y así están.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Cárdeno:
¿Cómo me dices estas cosas?Que honor tan grande eso de pensar que estás un trocito de ti en la plaza. No me dejáis de sorprender con estas muestras de generosidad. Y ya ves, los de "provincias" como tú dices, a veces sois los que más cordura aportáis. Muchos de estos eran la afición de Madrid, esa que compartía unos gustos y un criterio serio y riguroso, además de justo. Ahora se nos han colado los madrileños que han descubierto que "mola" mucho eso de ir un día de merienda a la plaza, desplegar su "sabiduría" y luego contarlo a los amigos.
Un abrazo