Los ángeles igual no, pero los toros sí que tienen sexo. Salta a la vista. Mi agradecimiento a don Eduardo Miura por la gentileza que tuvo en firmar sobre un dibujo mío. |
Una de las cuestiones más espinosas y que más juego dieron
en aquellas discusiones bizantinas entre los doctores de la Iglesia a orillas
del Canal del Bósforo, fue la de definir cuál era el sexo de ángeles,
admitiendo que estos gozaran de tal cualidad, algo absolutamente discutible. Se
discutía lo que se podía o no discutir, se llegaban a acuerdos para acreditar
la disparidad de opiniones entre los asistentes a aquellos debates. Deberían
salir estos muy satisfechos de aquellas peleas dialécticas, incluso cuando se
firmaba la disconformidad. Al fin y al cabo, esto aseguraba seguir teniendo
tema para largo. Igual hasta andaban ajenos a las amenazas de los adalides que
estaban enfrascados en la forma de reventar las inexpugnables murallas de
Bizancio, con la ilusión de atravesar en triunfo la Puerta de San Romano y
convertirse en los amos del Cuerno de Oro. Allí seguían con sus cacareos,
fiados en las piedras que creían eternas y en las cadenas que cerraban el
puerto a cualquier osado invasor. Pero un día, quizá cuando estaban a punto de
aclarar si los ángeles eran ellos o ellas, vieron descender por las colinas del
Gálata a los navíos del turco Mehmet haciendo saltar por los aires cualquier
sensación de ser inexpugnables por los siglos de los siglos.
Me van a perdonar esta introducción que nada tiene que ver
con el Toreo, pero igual no estamos tan alejados de aquello y a nuestro modo,
de una forma más cañí, estamos repitiendo actitudes que a aquellos señores
llevaron a verse pasados a cuchillo por las hordas turcas que desde las estepas
asiáticas ocuparon Anatolia y más tarde Constantinopla, la capital del mundo.
Desde hace mucho, mucho tiempo, vengo observando discusiones que no llevan a
ningún lado, unos en contra de la modernidad del momento y otros a favor,
ofreciendo toda clase de argumentos imaginables e inauditos. Refriegas en las
que yo mismo he participado en más de una ocasión, llegando casi siempre a la
misma conclusión: “Esto mejor hablarlo delante de unas cervezas y perdón por si
he ofendido a alguien”. Y así, hasta la próxima. Unos se agarran a los
fundamentos que han sido hasta el momento los pilares sobre los que se había
construido todo esto. Otros queriendo demostrar la falsedad de estos, y de paso
queriendo engrandecer a las figuras y toro actual, algo que no tiene ni pies ni
cabeza para los primeros. Es más, no solo supone una herejía, sino que es como
si les mentaran a las madres y a los padres. Que si Manolete hizo, que si
Belmonte dijo, que si el padre de Domingo Ortega afirmó. Otros hablan de lo que
vieron, convencidos de algo que pasó ante sus ojos, pero otro va y le dice que
no, que eso pasó cuando era kalimochoadicto y que no gozaba del poder de
discernir entre lo bueno y lo malo y en ese estado de kalimocho dependencia
tendía a idealizar una realidad que no era tal.
Y mientras, los turcos de la definitiva puntilla a la
Fiesta, zumbando con sus arietes en la Puerta del Príncipe y la Puerta de
Madrid, mientras que sus barcos ya han echado sus anclas en el muelle de las
Delicias y en la explanada junto a la calle de Alcalá. Se desoyen por sistema
las amenazas de los antitaurinos, que por supuesto no son solo esos que piden
la abolición de la Fiesta, que se ponen de los nervios cuando ven a Spielberg
que en una cacería ha abatido un Tyranosaurus Rex, valiente canalla y
desalmado, o que están convencidos de que los toros no atacarían jamás, porque
comen hierba y tienen la pezuña partida. Gran argumento, dicho sea de paso.
Pero también son antitaurinos los que se ocupan de la gerencia de las plazas,
que como en el caso de la de Madrid, dedican todos sus esfuerzos a echar al
abonado de la plaza, a mantener un régimen dictatorial basado en el ocultismo,
el mercantilismo y la aquiescencia de la Comunidad de Madrid. La empresa parece
una agencia de toreros desahuciados o sin aspiración económica alguna, de
gestión ganaderías en liquidación por fin de temporada o una multinacional
hostelera, sin más incentivo que el vender mucho gin tonic. De vez en cuando le
echan una miradita a la plaza y se montan un ciclo, con carteles cerrados con
más de un mes de antelación, algo que por otra parte parece encantar a los
nuevos aficionados. Así tienen de que hablar en las redes sociales. Ya saben,
siguiendo la estela de las discusiones bizantinas, pero con carteles que no
interesan ni a la familia de los actuantes.
Curiosamente, se da la paradoja de que los que más se
quejan, los que se espantan de estos ciclos, de los carteles de las figuras y
el ganado que matan, son los que no se pierden una, ya sea en la plaza, por
televisión o clandestinamente y de formas poco confesables, por internet. En
cambio, los fieles a esa modernidad, a esas divinidades vestidas de luces y a
esos borregos con calcetines en los cuernos, no llenan ni una plaza. Solo les
preocupa que la vez o tres veces que van a los toros durante un año, que no les
molesten y les dejen merendar en paz. Y ojo, quiero aclarar una cosa de una vez
para siempre. No quiero que nadie piense que desprecio a quien no puede ir más
de dos o tres veces al año a una plaza, porque muchos de estos luego son unos
verdaderos devoradores de toros, por la tele, internet, se leen los blogs, los
portales taurinos, revistas, lo que sea y si no lo tienen, lo buscan.
Coleccionan revistas, las leen, las releen y las vuelven a leer y desde donde
estén, viven su afición como pueden. Mi poca simpatía va dirigida a esos a los
que esto no les interesa lo más mínimo, pero que un día, o tres, al año, exigen
que no se les perturbe el gin tonic, agitado, que no removido. Esos que no
demuestran ni respeto, ni mucho menos cariño por la Fiesta y por el toro, que
lo primero es el paisano que toree y después las orejas, aunque sean de mula.
Sin darse cuenta de lo que dejan a su paso.
Justifiquemos lo injustificable, cerremos los ojos para ver
si podemos sacar algo por callar y mucho más por ofrecer coartadas a los que
defraudan, tildemos a los demás de inmovilistas, ignorantes, ilusos, amargados,
ciegos, sordos, que no mudos, irrespetuosos, lo que ustedes quieran, pero la degradación
avanza cada vez con más ritmo, las plazas se vacían cada vez más, la Fiesta se
ha exiliado de la sociedad y ese pseudoespectáculo que se quiere “adaptar y
evolucionar” a los nuevos tiempos evidencia una crueldad y un abuso cada vez
más patente, pero lo verdaderamente importante es acabar de definir cuál es “El
sexo de los ángeles”.
2 comentarios:
Pues si, los habemos que no podemos ir a los toros y nos leemos, releemos y volvemos a leer revistas y blogs taurinos, pero también los habemos que ya ni encendemos el televisor. Lo que si me da miedo es el no tener interés por leer revistas o mirar en sitios como este. Lo de ir a las plazas lo tengo asumido.
Ya sabes que no soy de entrar en polémicas ni debates en internet, y sobre todo en las redes sociales, sobre toros y el estado actual de la fiesta. Entre otras cosas porque tendría todas las de perder dada mi poca sabiduría en esto del toro, pero es que muchas veces me cuesta digerir que alguien me haga ver blanco lo que es negro.
Por cierto, en el dibujo te habrá firmado Miura, pero si el dibujo tuviese color el pelo del muchacho sería castaño ¿no?. Creo que me suena esa postura de romanear...que le pregunten a el bueno de Alberto Aguilar si se acuerda de ese mozo.
Un abrazo.
Marín:
Es que eso de que te quieran hacer ver lo que no es, enfada bastante, yo diría que hasta puede llegar a cabrear. Y si no ves lo que no existe, te quedas fuera del sistema, porque tal y como está montado esto, no se admite voces que disientan de la opinión oficial. Además hay que creerlo con fe ciega, sin lugar a dudas. Tú dices que sabes poco y como te dije en una ocasión con respecto a otro tema, cada vez tienes que saber menos y menos. Así de simple, porque tú sabes, y mucho, pero que mucho, de toros de verdad y del toreo de siempre. Las mojigangas no te van. Qué se le va a hacer, te gusta lo bueno y no te interesa lo vulgar. Seguirás excluido, pero bendita exclusión. Mi enhorabuena.
Y has acertado, era un toro castaño, de una ganadería que dicen que salen mansos y descastados; ¿ves? Otra más. Los buenos son los que no se pueden ni picar. Esto está pasado de moda. ¡Aaaay, vivir para ver! y oír bobadas.
Un abrazo
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