sábado, 4 de octubre de 2014

Seis pudieron ser demasiados

Quizá el quite de José Antonio Prestel a un compañero que acababa de parear, haya sido de lo mejor de una mala tarde. 


Ya pasó la encerrona de Miguel Abellán con los de El Puerto de San Lorenzo y la Ventana del Puerto. La corrección me obligaría a hablar de hazañas, de un mérito y hasta de éxito por parte del madrileño, pero si me lo permiten, me evitaré toda esa retahíla de lugares comunes que al final no dicen nada. Resulta obvio que la corrida no ha sido exitosa, ni para el espada, ni para el ganadero; Abellán no ha estado bien, eso salta a la vista, pero tampoco ha fracasado, ha echado la corrida para adelante con dignidad, con un planteamientos iniciales muy serios y sin echar mano de artimañas teatrales para ablandar los corazones, algo que es de agradecer. Puede que los seis toros se le hayan hecho un poco cuesta arriba, tanto por el esfuerzo físico que supone tal empresa, como por la brevedad de repertorio del torero.

El ganado no se puede decir que haya puesto demasiadas facilidades, manso, flojo y con dificultad para aplicarle los recursos propios de la lidia, pues se corría el riesgo de que los del Puerto y familia rodaran por el suelo. No creo que los criadores hayan salido satisfechos de la plaza. Al primero lo recibió con el capote sin emplearse, simplemente le movía el telón. No se le picó en la primera vara y en la segunda, desde las tablas, ya se le pegó un poquito más. Escasito de fuerzas, fue recibido por pases por abajo por ambos pitones. Luego se le vio tambalearse al entrar en la muleta, a la que le costaba llegar. Atosigaba un poquito y por esa falta de fuerza no se le pudo bajar la mano, que era lo que pedía el animal. Aseado con la izquierda, incluso enjaretó dos buenos naturales más el de pecho. El segundo, ya del hierro del Puerto, no se le picó prácticamente nada, picotazo en el primer encuentro y en el segundo el toro se dejó sin más. Le dio cierta distancia con la muleta, iniciando el trasteo por el pitón derecho con trapazos sin mando y metiendo el pico de la muleta. Sin acoplarse con la izquierda, en parte debido a un molesto calamocheo del toro que protestaba a cada cite. Al tercero costaba meterlo en los capotes, siempre queriéndose ir y obsesionado con los terrenos próximos a toriles. Allí recibió el primer puyazo, yendo suelto en busca del picador reserva. Una segunda vara en el mismo sitio, esta vez apretando, más para defenderse y salir de allí, que por el impulso bravo de querer imponer su jerarquía en el ruedo. En estos apartados del ruedo presentaba más complicaciones. Se cambió de tercio tras las banderillas y Abellán sorprendió haciendo un quite con el capote. Ya con la muleta empezó por alto y el del Puerto parecía buscarla, pero siempre en su querencia. Sin acabar de ofrecer la muleta plana, sí es verdad que tiró del animal en algún pase, pero a medida que avanzaba el trasteo ya empezaron a aflorar los vicios habituales, pico y pierna salida retrasada. Naturales estirando el brazo en demasía y viendo pasar al toro a mayor distancia de lo que recomienda el buen toreo. Falló a espadas, lo que quizá impidió que el respetable hubiera pedido algún trofeo, aunque honestamente creo que no había lugar. Se ovacionó al manso en el arrastre, igual que se hizo cuando se negaba a doblar, arrimado a la puerta de chiqueros. Imagínense, ovacionar a un manso, cuando quizá el mérito de Abellán fuera ese, el lograr que este animal tomara los engaños, algo para lo que no estaba dispuesto de salida.

El cuarto ya salió queriendo dejar clara su condición. Se frenaba en los capotes y evidenciaba cosas de manso, con la cara alta, entraba a las telas como lo hacen los mulos al tirar de los carros. Notó el primer puyazo y salió a escape. En el segundo ya empujó con mayor convicción, pero solo con el pitón izquierdo. Otro tercer encuentro, con un picotazo trasero, prólogo de una escapada anunciada. Sin hacer ni amago de humillar, soso y aburrido, acabó contagiando a Miguel Abellán. El quinto tomó el capote rebrincado en sus primeros contactos con el espada. Mucho mantazo, el ruedo pareció convertirse en el escenario de una capea. Se picó trasero al toro, se le tapó la salida, de lado y cabeceando en el peto, para acabar marchándose, al igual que en la segunda vara. En el último tercio mucho retorcimiento, enganchones y demasiado pico. En este momento quizá ya estaba el público entregado al aburrimiento y el torero a esa apatía, o apariencia de tal, que hacía creer al respetable que ya no estaba del todo centrado. Salió con bríos el sexto y último, apretando mucho para adentro. Un marronazo por parte del picador, que sin vergüenza le tapó descaradamente la salida. Con la cara muy alta, simplemente se dejó y tras pegar unos cuantos derrotes al peto, acabó marchándose. Trapazos por ambos pitones, retorcimientos y pico al querer torear por ambos pitones, enganchones y el aburrimiento que se había llevado una tarde más en la plaza de Madrid.


No sé si Miguel Abellán es el torero más indicado para pasaportar seis toros él solito, incluso dudo que haya ahora mismo un matador con los recursos y repertorio adecuados para poder llevar adelante una encerrona de este tipo con éxito. De la misma forma que la elección del ganado no ha sido nada afortunada y al final la corrida ha acabado convirtiéndose en una lotería, mientras todo el mundo esperaba que saliera el cupón de Abellán y que al menos nos sacudiera el sopor que ha invadido la tarde. Quizá fueron demasiados los seis toros, pero al menos el matador no ha visto ni caer, ni subir sus valores. 

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