Haroldo, con este picador puedes abrir tu carpeta de pinturas en el cielo. |
Acabo de enterarme de que acabo de perder un trozo de la
alegría que había en mi corazón; no sé cómo, ni de qué manera, solo sé que no
está, que ya no me aparecerá esa luz desde Carora. El hijo del gallero se ha
marchado con su papá. Cuanto me contaba de él, de la afición de su papá a los
gallos, de su filosofía de la vida. Se me vienen ahora tantas cosas a la mente,
se me apelotonan y se me desordenan, su voz profunda y varonil, con ese dulzor
del Caribe, con ese oleaje melódico, pero fuerte, de su risa. Qué feliz me hacía
cuando me decía que leía todas mis entradas y que se “descojonaba” con mi “fina
ironía” como él decía. Me leía todo, guardaba mis pinturas en una carpeta y su
disfrute era mi orgullo.
Cuanto hablamos de política, de toros, de la vida, de los
nuestros, de nuestra pasión, de su mal que le hacía tanto padecer, aunque no sé
si tanto como el sufrimiento que le producía ver el momento de su querida
Venezuela. Un tío grande, grande todo, de aspecto, pero sobre todo de espíritu,
con un corazón dañado, pero en el que cabía toda la bondad o igual no, igual
este no ha podido aguantar tanta generosidad, tan buena voluntad y tanta
honradez y honestidad. Le llorarán los suyos hasta el final de sus días y le
echarán de menos con cada aliento. No es posible, Haroldo no se ha podido
marchar, tiene que haber sido un motivo muy principal el que le haya hecho
partir y dejarnos aquí solos, el dejar solos a los suyos. Será que Dios, en el
que él tanto confiaba y creía, le ha pedido que le acompañe y él no lo ha
dudado, a Él no se podía negar.
Más de una vez me hizo la misma pregunta: “¿Cómo se te
ocurren esas cosas que escribes?” Y yo le contestaba que muy fácil, que solo
hacía falta tener una obsesión, los Toros, y cruzarla con la realidad, así de
simple. La carcajada atravesaba el teléfono y me llegaba fresca desde el otro
lado del mundo, siempre con la coletilla de “me descojono”, aparte de eso tan
de allí de “carajo”. ¡Qué carajo! Ya no volverá
a llamar desde tan lejos, cuando cogía el teléfono mi hija y me decía que
preguntaba por mí un señor con acento raro. Cogía el aparato y ahí estaba él,
Haroldo, “descojonado” por las dudas de la niña. Cómo resonaba aquel “Enrique,
aquí Haroldo”. Cómo se pasaba el tiempo conversando con él, hablaba y hablaba y
no te cansabas nunca. Me transmitía su ilusión por venir a España, por
conocernos en persona. Nunca le tuve delante, pero siempre le sentí a mi lado y
ya estará dentro de mí para siempre. Yo conocí a Haroldo Izquierdo Rivero, un
señor de Carora que se enorgullecía de su herencia española, que quería ver una
tarde de toros en la plaza de Madrid. Tenía la costumbre de elegir un párrafo
de algo que yo hubiera escrito y lo colgaba en las redes, como se cuelga el
pescado para secar y hacía que yo mismo empezara a leer esas líneas y que no
las reconociera como mías hasta muy avanzada la lectura. Cómo se reía cuando se
lo contaba y que a gusto me sentía contándole lo que yo tenía dentro.
La última vez que hablé con él tenía que cuidar su salud,
pero las circunstancias hacían que esto no fuera fácil, de la misma manera que
no resultaba fácil convivir con las circunstancias del país. Le dolía España y
le destrozaba su Venezuela, pero no faltaba su toque irónico, como cuando se
nos cortaba la comunicación y al recuperarla decía que eran las escuchas, que
nos habían cortado por decir cosas poco convenientes. No le vi nunca en
persona, pero me parece tenerlo aquí delante, alto, flacucho y con la sonrisa
de lado a lado. Haroldo, te has marchado a la llamada de alguien a quién no te
podías negar. Estoy seguro de que nos encontraremos y que podremos preparar una
buena tertulia de toros, tu papá el gallero, el mío desde Tamames, tú y yo. Creo
que no me dejaréis abrir el pico, pero que gusto poder abrir los oídos y
escucharos. Pero hasta que ese día llegue, no te quepa la menor duda de que yo
te recordaré, te echaré de menos y te tendré siempre presente cuando tenga que
explicar el por qué de mis escritos. No me lo creo, no es posible, pero la
realidad no es otra cosa que muy testaruda.
Haroldo Izquierdo Rivero, un hombre bueno, mi amigo.
13 comentarios:
Enhorabuena, Enrique.... Todos los que charlmos con él lo estamos sintiendo en el alma... D.E.P
Joder Enrique, si te digo la verdad, esta noticia me ha dejado bastante tocado. Era una persona a la que le tenía bastante aprecio. Yo también he hablado mucho con el...puff Haroldo, Haroldo, mi amigo venezolano, el que compartía pasiones de toros y caballos, que se me ha ido...
Enrique, como me ha emocionado leer lo que has escrito sobre Haroldo, ni siquiera se quién es (ya sabes que yo no entiendo el mundo de los toros) pero me ha encantado conocerle un poquito a través de tus palabras. Ahora entiendo tu estado de ánimo del martes. Un abrazo compañero.
Como lo dices, nunca lo conocí en persona, pero no era necesario hacerlo para descubiri la luz que irradiaba; esa luz que ahora busca uno entre tanta oscuridad...
Otro zarpazo a destiempo. Grande Haroldo Izquierdo. Buen amigo te mando una invitación para la tertulia con Joaquin Vida.
Amigo, te agrdezco los comentarios de mi Papa.
Es muy bueno saber que su amistad trascendio fronteras.
Jesús Mª:
Un abrazo. No le olvidaremos.
Rita:
Muchos besos también para ti
Marín:
Tenía cariño para todos nosotros.
Paqui:
No lo sabía aún, pero la cosa ha sido fuerte y muy inesperada.
Miguel Ángel:
Era muy, muy especial, no le cabía tanta bondad.
Gregorio:
Creo que lo van a disfrutar los dos. Un abrazo
Haroldo:
Me emociona mucho el que en estos momentos se tome tiempo para responder aquí. Cualquier cosa que le diga sobre él no le sorprenderá. Usted ya sabe lo grande y bueno que era su papá. Por favor, mande un abrazo fuerte a todos los suyos y aquí tiene a todos los que le queríamos desde tan lejos y que siempre le sentimos muy cerca. Nunca olvidaré sus risas.
Un abrazo
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