martes, 5 de julio de 2016

El año que viene en Jerusalem... o en San Fermín

Sale el toro y se disparan las emociones, la fiesta ya está aquí


Cuentan que cada año, en la celebración de la Pascua, los judíos repiten el mismo deseo: el año que viene, en Jerusalem. Incluso parece que los sefarditas fijan su destino en Sefarad. Algo parecido a lo que los aficionados a los toros proclaman al acabar la primavera, ¡El año que viene, a los Sanfermines! Como pamplonicas en la diáspora sienten ese querer estar en la feria del toro. Muchos ni han llegado a pisar el adoquinado por dónde discurre el encierro, ni a sentir el aterciopelado vino de Navarra por la Estafeta. Da lo mismo, porque aparte de nacer, el pamplonica también se hace; se hace a golpe de madrugadas, como a los que de niños despertaban sus padres para que vieran el encierro por la tele y acto seguido, retornar al sueño, pero ya vestido de blanco y con el pañuelico rojo. El asombro que les producía el ver a esos toros corretones de la amanecida, pelear en el caballo y acudir a las muletas que se les escapan a fuerza del temple y mando. Madrugones y siestas presididas por el toro.

Los mismos pamplonicas que ya creciditos ven la fiestas con otros alicientes añadidos que de niños no veían, ni tampoco imaginaba, pero con el toro siempre ahí. Juerga, desenfreno, alegría, dormir en la Ciudadela, pero el toro siempre ahí, en la calle, en la plaza, en el alma, en el aficionado. Unos puede que se atrevan a sentir el bufido a la espalda y otros se conformarán con encaramarse al vallado y dejar que el toro te entre por todos los sentidos: la vista del totem de la tribu; el sonido de las pisadas, los bufidos, los cencerros y la algarabía armónicamente caótica que rompe el silencio de la espera de la manada; el tacto de la fe en el periódico en el que se confía para conducir las embestidas o de la madera cálida salvadora de los derrotes; y ese gusto de la excitación que siempre provoca el toro. Como una vez escuché responder a un corredor al que le hablaban de lo emocionante que había resultado el encierro ese día y que con rotundidad contestó que el encierro siempre es emocionante.

En Pamplona todo es emoción, no importa el momento, porque hasta cuando marzo marcea, cuando el frío aprieta y sorteando coches y no toros, frente a la hornacina con el santo se escuchan los cánticos de los mozos. Avanzando por la calle, Santo Domingo, plaza del Ayuntamiento, Mercaderes, la Estafeta, Telefónica y la pendiente que te mete en la plaza. Es para saborearlo, para revivir imágenes tantas veces vistas desde la niñez, la adolescencia y más allá. Esta es la curva, aquí se estrellan los toros, qué empinada esta cuesta, que larga se tiene que hacer, y los balcones tan llenos de gente, parece mentira que no se vengan abajo. Y al fondo la plaza, el ruedo abierto en abanico, el centro de la fiesta, el centro del mundo hasta el que el santo guía a sus devotos burladores de la muerte. Y por la tarde, la gallardía, la majeza y el arrojo vestido de valor y oro, aunque si surge el tropezón, también aparecerá el capotillo del patrón.


En Pamplona hay muchas cosas, los Sanfermines rebosan con aluviones de sensaciones de alegría, fiesta, celebración, guiris, forasteros, navarros y hasta algún que otro pamplonica en una semana corta, que se puede hacer muy larga, pero siempre aparece el toro, que no solo asoma por la Rochapea, desde el Gas hasta la plaza y luego en el ruedo, su espíritu se vive en la ciudad  los 365 días del año, 266 los años olímpicos. Y así los sienten también los pamplonicas en la diáspora, oyen Pamplona y sienten el toro, el de verdad, huelen el trapío, escuchan la bravura y paladean los madrugones que antes sabían a Cola Cao, luego a café bien cargado y ahora, ahora a pastilla para la tensión, infusión adelgazante o tostada integral son yo que sé que cosa rara que no sabe a nada. ¿Se imaginan ir a Pamplona? ¡Caramba! Eso tiene que ser como jugar al póker y perder. ¿Y a los Sanfermines? ¡Uf! Eso ya tiene que ser la... Vamos, como jugar al póker y ganar. Pues habrá que ponerse serio, anudarse ese pañuelo que encierra tantos anhelos e ilusiones y ya sin excusas, hacer realidad ese deseo de todo pamplonica, aunque sea en la diáspora; el año que viene, en San Fermín. 

Artículo publicado en el anuario del Club Taurino de Pamplona. A todos los miembros del Club, mi gratitud y amistad.


Enlace programa Tendido de Sol del 3 de julio de 2016:
http://www.ivoox.com/tendido-sol-3-julio-2016-audios-mp3_rf_12106998_1.html

2 comentarios:

Eugenio Vidal dijo...

Siempre he dicho que hay dos cosas en la vida que tenían que pasarle a todas las personas.Ir a los Sanfermines y que te toque la lotería.La primera , a mi ya me ha pasado. ¡vivaSan Femin!

Enrique Martín dijo...

Eugenio:
Pues estoy de acuerdo en esa afirmación, por supuesto y yo voy a mantener mi esperanza en los dos supuestos. Si la primera circunstancia que se da es lo de la lotería, la otra ya vendrá rodada.
Un saludo y ¡Viva San Fermín!