lunes, 11 de julio de 2016

La gloria que llegó demasiado pronto

El torero se encontrará toros soñados y podrá sentir el toreo, con su cuadrilla de ángeles y querubines. Víctor Barrio, DEP


Hay momentos que nunca queremos que lleguen, sabemos que la fatalidad está siempre esperando hacerse presente, que puede depender de un resbalón, un instante de distracción, un amago de derrote o simplemente de un inoportuno soplo de viento. La negrura aparece y se lleva la luz de unos ojos con el último aliento de un torero. Se dice que el torero vivió y se dejó la vida en esto que tanto amaba, que las guadañas lo han llevado a la gloria eterna, del toreo y que en un ay ha pasado a la historia de los aficionados, pero, ¿tenía que ser tan pronto? O quizá, ¿tenía que ser?

Ahora podremos decir y decir, hablar sin parar, dejar que se liberen los sentimientos, que las emociones quieran acompañar a los familiares, a los padres y hermanos, a los padres de sus padres, que aún viendo cómo el niño se hacía hombre viviendo esa ilusión vestida de luces, seguro que mil y una veces rogaban por verle colgar el vestido de torear. Pues ya habrá más ilusiones, ni incertidumbre, ni deseos de que el torero se hiciera a un lado y dejara pasar la oscuridad de largo. Ahora toca la gloria, el reconocimiento, los gritos de ¡torero, torero! Pero el torero ya no está, ya no estará nunca más. Ahora toca llorar, llorarán los suyos, llorará su pueblo, Grajera, Sepúlveda, su pueblo de adopción, toda Segovia, toda España, todo el mundo del toro. Hombres llorando como niños, que es como lloran los hombres, con esas miradas perdidas, como si quisieran ver al torero subir a los cielos aupado a los hombros de los ángeles de los toreros. ¡Qué pena! ¡Qué pronto! Siempre es a destiempo, pero a veces es todavía más pronto de lo que nadie puede creer.


El rito sigue, el juego de la vida y la muerte no para. Se dice que esto lo hace grande, pero baste que quepa esa posibilidad para que lo sea en sí mismo. El torero ha alcanzado la gloria, ha conquistado el olimpo de los toreros, pero en mala hora llegó tal gloria. Todo lo cambiaríamos ahora por volver a ver al torero jugando al toro en las fiestas de su pueblo, con los suyos y simulando embestidas con los niños que se dejaban mecer en los brazos del torero. El mismo al que hombres vestidos de oro, plata y azabache lloran sin consuelo, pasan a la enfermería a dar el adiós al compañero caído, al jefe de una cuadrilla desconsolada que sintió la sacudida de un cuerpo cuando le deja la vida, para acabar inerte, con la calma que da la muerte y el desasosiego de la vida ausente, la que estuvo, pero que ya no volverá, porque así es el toro, el más sincero y el más certero, el que de un golpe se lleva por delante todo el futuro, todas las esperanzas, todo el querer ser y el querer llegar, la vida del torero y la de todos los suyos, que se habrán sentido morir con él y que no querrán volver a la vida sin él. Todo ha sido demasiado rápido, demasiado pronto, pero lastimosamente ha sido. Descanse en paz un torero, descanse en paz Víctor Barrio. 



Enlace al programa Tendido de Sol del 10 de julio de 2016:

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Descanse en paz Víctor Barrio. No merece la pena comentar nada sobre los sinvergüenzas que se están alegrando de su muerte y encima alardean de ello en las redes sociales. Me repugnan, me dan asco.

Un abrazo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Pues estoy contigo, claro que sí, eso sí, también te digo que me voy a sentar a esperar a ver que ocurre con las denuncias que dicen que se están poniendo. Puede estar interesante.
Un abrazo

JOSE BAUTISTA dijo...

DEP. TORERO .

Enrique Martín dijo...

José, que así sea